Cocinando a ciegas, ¿Las plantas ven?
Escribe Camilo Furlan
Imagine encontrarse caminando en una vereda, sin tener otro propósito que llegar a su casa y descansar, son las doce y media del mediodía. En un momento dado, todos sus sentidos se estremecen y su cerebro comienza a segregar inmensas cantidades de ghrelina, la hormona del hambre.
Doscientas milésimas de segundo más tarde, se desata una sinapsis entre neuronas y se crea una imagen mental, hay olor a frituras, posiblemente carne. Dicha sinapsis concluye en una respuesta mecánica, volteas a ver y te diriges hacia lo que parece ser una parrilla de la que sale humo, posteriormente compras una hamburguesa y sacias tu necesidad, liberando hormonas de recompensa y satisfacción como la dopamina y la leptina.
Algo similar ocurre en el reino vegetal, después de todo, también necesitan suplir necesidades básicas como la alimentación. Bien sabemos que las plantas, no pueden desenterrarse e ir a cocinarse un estofado, por lo que nos vemos obligados a profundizar la incógnita en busca de la explicación pertinente. Para ello debemos descubrir “Como” y “Que” comen las plantas, si bien no podrían ir a revisar la alacena en busca de ingredientes, podríamos decir que son excelentes cocineras por naturaleza. La fotosíntesis es la fritura, el sol es el fuego y las hojas la parrilla, esto implica que, de una u otra manera, necesitan ir en búsqueda de éstos “Insumos” para sobrevivir.
Pero… ¿Cómo pueden buscar dichos elementos, si no pueden moverse de su sitio? Vera, ya que la movilidad es una herramienta de la que obviamente carecen, se ven obligadas a desarrollar mecanismos que le permitan comprender con inmensa precisión su entorno. La luz solar no es omnipresente, por ende, deben de ir en busca de ella o de lo contrario perecer indefectiblemente. Cada célula que conforma a una planta contiene proteínas dotadas de “Cromóforos” conocidas como fitocromos y criptocromos. Estas proteínas se encargan de reaccionar a una a gran parte del espectro electromagnético, en otras palabras, las plantas no solo pueden ver más colores que el ojo humano, sino que lo hacen con cada célula que conforme la misma.
Por este motivo, son capaces de esquivar obstáculos en busca de la luz, pero su visión está especializada en “detectar” otras plantas aledañas. Para ello, los fitocromos, pueden ver lo que nosotros llamamos “Rojo lejano”, un color parecido al rojo que es invisible al ojo humano. Este color se puede encontrar, paradójicamente, en la clorofila. Por ello, si pudiésemos ver las plantas como verdaderamente son, serían más bien rojizas, opacando el típico verde que todos conocemos. Básicamente, los “ojos” de las plantas, están diseñados para ver la vegetación que la rodea y discernir a que distancia se encuentra de la misma.
A modo de ejemplo; Si la hoja de una planta de plátano se encuentra justo encima del brote de un árbol de naranjas, de manera que la luz del sol solamente esté disponible a una hipotética izquierda, los fitocromos de la izquierda liberarán hormonas que eviten la multiplicación celular y por ende el crecimiento de la corteza. Por otro lado, los fitocromos que no reciban luz debido a estar ubicados en la derecha de la corteza propiciarán la liberación de hormonas del crecimiento. Debido a esta danza de estímulos lumínicos, el brote se inclinará hacia la izquierda, creciendo hacia la luz y permitiendo perpetuar los procesos fotosintéticos y por ende garantizar la supervivencia de la planta.
En las extensiones de monocultivo, la distancia entre plantas es determinada en función de la disponibilidad de superficie cultivable, por lo que jamás se tuvo en cuenta que el desarrollo de los cultivos se ve enormemente afectado por la misma disposición entre plantas de una misma hilera. De manera que la planta ocupa enormes cantidades de energía en desarrollar largos y competitivos tallos que persigan la luz solar, dejando así menos energía para producir los tan anhelados granos que el productor necesita. Obviamente la ciencia no tardaría en encontrar una solución para este “problema técnico”, la cual consistiría en crear semillas modificadas genéticamente para desarrollar una menor cantidad de fitocromos y así evitar el crecimiento “Excesivo” de los cultivos, produciendo mayores cantidades de grano.
Puede sonar increíble, pero si, eso hicimos. Apenas descubrimos que las plantas ven, incluso con mayor sensibilidad, eficiencia y cantidad que los humanos, las volvimos ciegas para satisfacer ambiciosos parámetros de eficiencia productiva. Tan solo imagínese usted, teniendo que buscar de que alimentarse, habiendo nacido sin ojos, en un mar de gente también carente de ellos, en un ambiente hostil y explotado por generaciones y generaciones. No hace falta que le diga que sucedería, porque creo que la única manera de despertar a nuestra codicia material es dándonos cuenta nosotros mismos de nuestras erradas decisiones.