Día de la Memoria: sin olvidos ni exclusiones

Escribe MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ, analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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Se cumplen cuatro décadas de la terminación del deplorable y muy negativo “proceso” cívico militar, que no por casualidad se autodenominó “proceso de reorganización nacional”, posicionándose como el sucesor histórico del período llamado proceso de organización nacional, marcado por el predominio excluyente del mitrismo, en la segunda mitad del siglo XIX. 

El del siglo XIX instaló el sistema socio político y económico semi feudal, imponiendo el unitarismo recargado a la medida de las oligarquías camperas, a las que facilitó y promovió su creación y consolidación, pues fue en las presidencias de Mitre y Sarmiento -predominantemente-, cuando se asignaron descomunales extensiones de las mejores y más fértiles tierras, que pasaron a propiedad de unas pocas familias, que formaron y consolidaron la pretendida “aristocracia” local, el excluyente poder real interno, originalmente subordinado claramente al sutil poder diplomático y financiero del Reino Unido, la gran potencia mundial de ese período histórico, ya en decadencia a fines de ese siglo.

El mitrismo se consolidó en base a asesinatos y degüellos de los caudillos federales y del gauchaje, por entonces iletrado pero consustanciado siempre con Lo Nacional, además de operar como carne de cañón al servicio de británicos e imperiales brasileños para destruir al Paraguay. 

El pensamiento feroz y excluyente de las oligarquías, lo resumió Sarmiento, al expresar “no hay que ahorrar sangre de gauchos, que para lo único que sirve es para abonar la tierra”. El mismo odio visceral y desprecio al pueblo común, mostraron con desparpajo y soberbia, los miserables que en 1955 lo bombardearon inmisericordemente en Plaza de Mayo (entre muchos otros, masacraron a escolares que iban en un ómnibus a la Casa Rosada), antes colocando un explosivo en una estación céntrica de subte, y después perpetrando el golpe de Estado con sus secuelas de persecuciones, fusilamientos y proscripciones. 

Después, ya con casi todos los uniformados totalmente cooptados y colonizados mentales con la apátrida doctrina liberal y la sumisión al “mundo occidental” al cual subordinaron y por el que incluso despreciaron el amor a la Patria, les inculcaron que la prioridad excluyente es “defender al sistema”. 

Vendrían en sucesión histórica los golpes de Estado de 1962 y 1966, comparativamente “moderados” con relación a la sumatoria de brutalidades perpetradas entre 1976 y 1983, esto como contexto “necesario” para imponer al como sea, al destructivo neoliberalismo, cruda realidad que hasta hoy ignora la mayoría de los uniformados de mentalidad procesera y entusiastas practicantes del patrioterismo de bandera. 

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Esos patrioteros de bandera, a puro himno y bandera, se dedicaron a destruir la economía argentina, a destrozar el tejido social y a pisotear la soberanía, como dóciles marionetas obedientes a los dictados de los anglosajones y otras potencias alineadas con ellos. Sin por ello justificar ningún tipo de asesinatos ni torturas, fue falso de falsedad total que las violencias que precedieron y luego se exacerbaron en “el proceso”, se hayan perpetrado solo contra los que “algo habrán hecho”, eufemismo que pretendía englobar a las guerrillas. Así lo prueban los muchos asesinatos de los que fueron víctimas personas que “molestaban” a los proceseros, sin por ello ser violentos ni menos aun “subversivos”; citando entre otros, al Mayor Bernardo Alberte (primera víctima del “proceso”, asesinado con saña en su vivienda en presencia de sus familiares, pues molestaban sus fundadas críticas a Videla y su lealtad a Perón y su doctrina); al gremialista Oscar Smith, que se oponía a las “privatizaciones salvajes” y destrucciones adrede de las Empresas Del Estado, perpetradas luego por “Joe” Martínez De Hoz y sus secuaces; el “accidente” que tronchó la vida del muy querido folclorista Jorge Cafrune; la diplomática Elena Holmberg, “suicidada” arrojada desde lo alto de un edificio en construcción, por el “delito” de haber visto involuntariamente la connivencia entre el Comandante Massera y el líder montonero Mario Firmenich, en un céntrico café parisino. También en el “proceso” mantuvieron en largos cautiverios bajo regímenes de torturas físicas y/o psicológicas, sin cargos concretos y sin juicio previo, a muchas personas, en base al feroz odio antiperonista, como lo hicieron con la Presidenta depuesta, María Estela Martínez de Perón, el patriota Dr. Julio Carlos González (con quien tuve el enorme gusto de conversar, extensamente, en tres oportunidades), y muchos más. 

Claro está, que siendo objetivo y repudiando todo tipo de violencia, sobre todo la que busca sembrar el terror, cabe también rechazar y abominar los asesinatos y atentados perpetrados por las guerrillas, como lo fueron contra José Ignacio Rucci; Oberdan Salustro, varios Ingenieros Militares abocados a desarrollos tecnológicos, bombas que mataron o mutilaron a muchas personas, entre ellas niños, etc. Ambos bandos perpetradores de violencias (las estatales o paraestatales, y las de guerrillas), fueron dóciles instrumentos utilizados para implementar un contexto asimilable a una guerra civil, para lo cual los dos sectores fueron fogoneados por las potencias anglosajonas, para sembrar odios irreconciliables y destruir el notable desarrollo socio económico logrado y consolidado a partir de las fuertes y profundas iniciativas concretadas desde el primer gobierno peronista, con mejoras sociales acentuadas y un más que respetable desarrollo económico y tecnológico, con una tasa del orden del 4 % anual acumulativo, entre 1946 y 1976. Ese cuadro asimilable a guerra civil, fue el definido por el historiador y analista canadiense – británico Harry S. Ferns, como lo único que lograría destruir los múltiples avances concretados e institucionalizados a partir del peronismo. 

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Con la sutileza que caracteriza al accionar británico, fue muy claro que ambos bandos que desatarían las violencias internas, fueron estimulados a perpetrarlas. Los uniformados cooptados por la doctrina liberal (luego neoliberal), inculcándoles la “defensa del mundo ‘libre, occidental y cristiano’ “, subordinando como secundario o meramente declamativo al patriotismo; con la contrapartida del odio visceral al comunismo y al peronismo, ideologías a las que torpe o maliciosamente tendieron a asimilar como similares. Y las guerrillas, con instigados sutiles dogmas de “socialismo” o similares, mientras evidenciaron apoyar las violencias sin límites, para lo cual se interceptaron al menos dos cargamentos de municiones traídos del Reino Unido, con destinos “ignotos” (en el puerto de Buenos Aires, bajados del buque Endurance; y en el aeropuerto de Córdoba, bajado de un avión de la Caledonian). 

Se sabe que los anglosajones son expertos en provocar y acentuar profundos odios internos, para perpetrar violencias y desmembramientos de territorios, tal como lo hicieron en la India, en la ex Yugoeslavia, en distintos países de África, en Guatemala (“inventando” Belice), y como buscan hacerlo en Sudamérica, en particular en Argentina, con distintas acciones de zapa, como las del ultra indigenismo, el ultra ecologismo, el “libertarismo”, y el materialismo neoliberal entre otras. 

Tanto los muy poco ilustrados milicos proceseros (en las antípodas de Señores Militares de Mentalidad Nacional), como los que reivindican violencias pasadas de guerrillas, evidencian seguir atados a pautas setentistas, hoy anacrónicas en el mundo multipolar de hoy, al cual evidencian no comprender ni menos aun accionar para defender valores de la argentinidad, ni los geopolíticamente necesarios de la Patria Grande, estos últimos para posicionarnos en el Mundo de los Grandes Bloques de Poder que se evidencia ya muy claramente. 

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