El discipulado del Amor
Escribe monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 1° domingo de Cuaresma [25 de febrero de 2023]
Nos disponemos a celebrar el tiempo cuaresmal como tiempo de gracia y penitencia que
nos prepara a vivir más intensamente el misterio de la Pascua. Durante varias semanas nos
prepararemos desde la conversión y la penitencia, pero sobre todo desde la esperanza, para
celebrar el misterio de la Pascua. Es un tiempo para que acompañemos a Cristo, el Señor, en su
vida y misión, en su pasión y sufrimiento, y en su entrega sin límites por amor, para nuestra
redención. Este es el misterio de la Pascua donde el Señor da su vida muriendo y resucitando.
La Pascua hace consistente nuestra esperanza porque la vida triunfa sobre la muerte. La
liturgia donde celebramos la fe como Pueblo de Dios, sobre todo en este tiempo fuerte de la
cuaresma, nos permite actualizar la fe internalizándola con sus gestos y palabras a través de los
sacramentos, con la ayuda de la gracia, para volver a Dios y practicar lo que creemos en la
cotidianidad en nuestro estilo de vida, en nuestras opciones y criterios. La liturgia es la fuente de
espiritualidad más importante que tiene la Iglesia. Especialmente durante la cuaresma somos
invitados a introducirnos con esperanza en el camino hacia la Pascua.
El propósito de esta carta cuaresmal es que nos preparamos para celebrar el misterio de la
Pascua realizando un examen de conciencia sobre cómo vivimos el discipulado del amor a Dios y
a los hermanos, sobre todo a aquellos que más lo necesitan, los más pobres y excluidos y que, por
nuestra condición de cristianos, requieren que los privilegiemos y nos comprometamos con ellos.
Dios es amor y, si bien el amor es un don de Dios, también requiere que nosotros vivamos
ese don como un discipulado, como un proceso que requiere de un discernimiento, de una ascesis,
de un disfrute, pero también de exigencias que a veces son muertes pascuales para que ese amor
tenga vida. En esta carta cuaresmal buscaremos discernir desde la gracia de Dios y desde la
esperanza cómo vivimos algunas situaciones que obstaculizan el camino del amor que es don y
llamado.
Entre los flagelos que obstaculizan vivir el don del amor y que podemos revisar en este
tiempo cuaresmal nos encontramos con la indiferencia, la violencia y una pobreza creciente de
tantos hermanos y hermanas. Estos son algunos males que tenemos que erradicar a través de lo
que denominamos el discipulado del amor. Se trata de claves para amar a Dios y a los hermanos
como a nosotros mismos. Estos flagelos son sólo algunos que consideramos importantes, pero cada
uno podrá sumar aquello que le puede ser significativo considerar en un examen de conciencia
cuaresmal. Considero importante situar este tiempo del discipulado del amor en una reflexión
clave que nos presentó la carta encíclica del Papa Francisco «Fratelli tutti». Allí nos plantea la
necesidad urgente de concretizar nuestra condición de hermanos y hermanas que se degrada
rápidamente por una relacionalidad cargada de individualismo, violencia y odio. El Papa
Francisco nos dice que no pretende «resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en
su dimensión universal, en su apertura a todos».
Algunos fundamentos bíblicos y aportes de pensadores teólogos y filósofos nos ayudan a
comprender la impresionante valoración del cristianismo sobre la dignidad de la persona y su
plena realización en su capacidad de amar. También esos fundamentos nos animan a comprender
que la persona humana cuando se sumerge en el odio, la avaricia y la soberbia, siempre degrada y
oscurece el llamado que todos tenemos a ser plenos, libres y felices.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas