FMI: a sólo dos meses del acuerdo, tensión y reproches por el precio de dólar y el rumbo de la economía Argentina
La preocupación de la delegación del Fondo es que el pacto sellado con Argentina no logró los resultados esperados en términos de confianza del mercado
Tensión. Esta es la palabra que mejor define el tipo de relación entre el Gobierno y el Fondo Monetario, cuya primera misión técnica acaba de pasar por Buenos Aires.
No se trata de que el staff vaya a reprobar los números fiscales de la Argentina. Ni siquiera que plantee demasiadas objeciones a una inflación que no da tregua.
Al contrario, la cuestión fiscal marcha de acuerdo al programa y, en cuanto a la suba de precios, el FMI está dispuesto a ser flexible y a tolerar que se rompa el techo del 32% escrito hace apenas dos meses y medio.
Esos aspectos no son, precisamente, la “piedra en el zapato”. Los últimos encuentros entre los técnicos que viajaron desde Washington y los funcionarios locales marcaron los contrapuntos entre ambas partes, que dejan al descubierto qué tan complicado luce el escenario económico.
Las tensiones tuvieron como marco un mercado cambiario que, a lo largo del mes, volvió a recalentarse, en medio de las devaluaciones en Turquía y Brasil, dos de las plazas emergentes más representativas para inversores.
El crédito del FMI no recreó confianza
La preocupación de la delegación del Fondo radica en que el acuerdo sellado con Argentina, lejos de calmar las aguas y de haber marcado un punto de inflexión, no logró los resultados positivos esperados.
La fuga de capitales continúa una velocidad inconsistente para la realidad del país, y la performance de los bonos de la deuda en Wall Street continuó empeorando.
A esta altura, está claro que el contundente respaldo del FMI al gobierno de Macri (reflejado en un crédito por u$s50.000 millones, de los cuales u$s15.000 millones ya “bajaron”) no logró el efecto buscado.
Más bien al contrario: la desconfianza de los financistas globales hacia el país se profundizó, en medio de una incertidumbre ahora mayor en el circuito financiero internacional.
El riesgo país saltó a los 700 puntos, y los rendimientos que deben ofrecer algunos títulos de la deuda argentina (para tentar a los inversores a que los compren) se elevaron por encima de los dos dígitos.
Esta es la realidad que preocupa a Washington, que se ve empeorada por otra cuestión más de fondo: si los mercados de crédito voluntario siguen clausurados para el país, el Gobierno no tendrá muchas chances de poder financiar el bache financiero del año que viene.
¿De cuánto es ese agujero? El economista Carlos Melconian lo estima en u$s8.000 millones, cifra a la que se le deberá añadir los vencimientos de Letes (en dólares) que no puedan ser reprogramados (rollover).
Pero hay más, a lo anterior se le suman los pagos de los títulos en pesos que estarán al caer. El desarme de las Lebac, que recién ha comenzado, es un buen ejemplo del porqué no hay que menospreciar este punto: si los inversores quisieran desprenderse de esos papeles, la presión sobre el tipo de cambio va a ser inmediata.
A partir de este complejo escenario es que se acrecientan las presiones en ambos frentes.
Por el lado del lado del FMI, la preocupación radica en que aprobó un paquete extraordinario en favor de la Argentina y, sin embargo, no alcanzó ni siquiera para mejorar la visión de inversores sobre el país, aun con el cumplimiento de la meta fiscal.
El Fondo y los mercados financieros ahora tienen su mirada centrada en que el Congreso sancione rápidamente el Presupuesto 2019, que contempla el ajuste de las cuentas públicas necesario para cumplir con la meta de rojo fiscal (1,3% del PBI) planteada por la Casa Rosada.
Melconian resume el sentimiento del mercado: “Estamos en un callejón sin salida, donde el Gobierno y el FMI pusieron el foco en votar el Presupuesto, que es el último bastión antes del ‘Plan C’ para ver si baja el riesgo país”.
Para el economista, ese “Plan C” (claramente “hijo” de un eventual fracaso) incluiría una nueva devaluación y un set de retenciones a los sectores exportadores, de modo tal de aliviar el contagio a los precios de los alimentos.
Justamente, el Fondo pretende que el Gobierno cuide las reservas del Banco Central, ya que harán falta para enfrentar los próximos vencimientos de la deuda.
Si bien el organismo se mostró flexible en cuanto a dejar que el BCRA use parte de sus dólares para ir desarmando la bomba de las Lebac, la realidad es que apunta a que el Central deje que el tipo de cambio flote con libertad.
Precisamente este es otro punto donde subyace la férrea posición del Gobierno: Luis Caputo y Gustavo Cañonero, presidente y vice del BCRA, suelen asegurarles a los inversores que perseguirán la estabilidad del tipo de cambio “cueste lo que cueste”.
Eso significa, tal como ya adelantó iProfesional revelando alguno de los contactos de la cúpula del Central con financistas, que privilegian la paz cambiaria por encima, incluso, de la actividad económica.
Para Caputo-Cañonero, esa estabilidad del tipo de cambio es condición necesaria para regenerar la confianza perdida. A partir de eso, podrá edificarse el resto.
Pero los funcionarios no sólo se refieren a la confianza de Wall Street, sino también a la interna. Es decir, a la de los propios argentinos, que mes a mes están destinando más de sus ahorros a la compra de dólares.
Tal es así que la fuga de capitales:
– Escaló a la friolera de u$s3.350 millones sólo en julio (35% por encima del mismo mes de 2017)
– Ni siquiera una devaluación del 70% en lo que va de 2018 detuvo este proceso: en los primeros siete meses, particulares y empresas se llevaron de los bancos cerca de u$s23.500 millones.
– Y todo indica que la cifra será récord para el año en curso.
El Banco Central viene tomando algunas medidas para parar esta “fiebre”: elevó los encajes, las tasas de interés, les puso límites a los bancos para sus tenencias dolarizadas. Sin embargo, la desconfianza se mantiene y la salida de fondos, también.
En Casa Rosada ven con suma preocupación todos estos datos, que se complementan con otros iguales de inquietantes:
– En julio, 1.350.000 personas compraron dólares en el circuito cambiario, 240.000 más que el mes anterior. ¿Cuánto?, en total, u$s2.384 millones
– Este nivel supera al de 2016, primer año de Macri como Presidente. En ese entonces, las compras promediaban u$s1.355 millones por mes. En 2017, la media se elevó a u$s1.850 millones cada mes
Ante estos números, hasta es lógico que la postura de los técnicos del Fondo se torne más rígida. Hablando en plata, consideran que el equilibrio entre oferta y demanda de dólares todavía está lejos. (Leáse, que el precio debe subir más).
Los datos sobre comercio exterior que se conocieron en las últimas horas también les generan dudas:
– El déficit comercial fue de u$s789 millones en julio, 5,5% más que en igual mes del año pasado
– Para los primeros siete meses 2018, el desequilibrio acumulado roza los u$s6.000 millones, (74% más que en igual período de 2017)
La salida de divisas por el turismo cayó “apenas” 23% el mes pasado. Es un descenso seguramente más leve que el deseado por el equipo económico.
Se trata, en definitiva, de un conjunto de “huellas” que desembocan en una inquietante conclusión: el tipo de cambio actual, en torno a los $31, todavía no parece ser el de equilibrio.
No porque esta cifra no le permita a la Argentina tener una economía medianamente competitiva (sobre todo en relación al pasado reciente) sino más bien por las urgentes necesidades que tiene.
Con Wall Street dudando sobre la solvencia del país para el mediano plazo, todos estos indicadores exacerban la preocupación.
Ése fue precisamente el planteo de la misión del FMI. No se trata de una exigencia en el sentido tradicional del término sino, más bien, de una lógica formulación de quien vela por los intereses de los acreedores.
En medio de las urgencias, Caputo se adelantó al anuncio oficial sobre un acuerdo con China por un refuerzo del swap (intercambio de monedas): de u$s11.000 millones lo llevará a u$s15.000 millones. Esto, si bien reforzará las reservas, no es algo que sea valorado por el mercado.
En este contexto de apremios, Caputo viaja a Wyoming, Estados Unidos, para participar del encuentro anual de banqueros centrales en Jackson Hole.
En principio, tratará de convencer a sus colegas de que la Argentina “atraviesa una tormenta de frente” pero que él conoce bien el camino para hacerla llegar a destino sana y salva.