Franco: “Milei es un peligro para la democracia como sistema político y forma de vida en sociedad”
(Por Gabriel Tuñez) El ascenso político de Javier Milei, el candidato presidencial de La Libertad Avanza (LLA) que competirá en el balotaje del próximo 19 de noviembre, representa un “peligro real para la democracia como sistema” de gobierno, porque al reivindicar el accionar de la última dictadura cívico-militar, como hizo en varias ocasiones durante la campaña electoral, lo que busca es imponer a futuro “formas de violencia, represión y orden autoritario”, afirmó Marina Franco, doctora en Historia e investigadora principal del Conicet.
“Relativizar el número de desaparecidos, decir que el terrorismo de Estado fue una guerra o pedir algún tipo de reconocimiento para las ‘víctimas de la subversión’ es, en realidad, una manera de reivindicar la represión por diversas vías. Si bien hablan del pasado, se refieren al presente y, especialmente, al futuro”, consideró la historiadora en una entrevista concedida a Télam.
Franco, que participó del proceso que culminó en septiembre pasado con la declaración por parte de la Unesco del Museo Sitio de Memoria ESMA como un “espacio de valor excepcional y universal, símbolo del horror de los crímenes de desaparición forzada de personas”, opinó que la dirigencia política debería “condenar toda propuesta no democrática que representa la extrema derecha en la Argentina”.
“Por eso considero que Milei es un peligro real para la democracia como sistema político y, especialmente, como forma de vida en común y sociedad”, sostuvo la investigadora del Conicet con sede en Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (Idaes) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
Télam: Durante la campaña electoral Milei y su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, reivindicaron el accionar de la última dictadura militar y negaron la existencia de 30.000 detenidos-desaparecidos. A ellos se sumaron en los últimos días las declaraciones hechas por Cecilia Pando, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de Presos Políticos de Argentina (AFyAPPA) y antigua colaboradora de Villarruel, en las que le pidió a Milei que, en caso de llegar al gobierno, dé “una solución” para los represores detenidos por crímenes de lesa humanidad. ¿Cómo analiza ese proceso?
Marina Franco: Las declaraciones de Pando pusieron en evidencia algo que para mí siempre estuvo claro, pero que hacía falta que quedara en evidencia ante la población: que todos los discursos revisionistas sobre la dictadura y el terrorismo de Estado no hablan del pasado, sino del presente y el futuro. Es decir, relativizar el número de desaparecidos, decir que el terrorismo de Estado fue una guerra o pedir algún tipo de reconocimiento para las ‘víctimas de la subversión’ es, en realidad, una manera de reivindicar la represión por diversas vías. Esos discursos están invocando una sociedad en la que la violencia represiva tenga legitimidad. Reivindicar el terrorismo de Estado es demandar formas de violencia, represión y orden autoritario. Las declaraciones de Pando, entonces, ponen en evidencia lo que estaba ahí a la vista; que si bien hablan del pasado, se refieren al presente y, especialmente, al futuro.
T: ¿Coincide acerca de que este tipo de reivindicaciones se dicen tan abiertamente como nunca antes?
MF: Totalmente. Creo que determinados grupos siempre pensaron así, pero la diferencia es que ahora tienen un espacio de oportunidad, una circulación y una escucha que no tenían antes. Hay un contexto que amplifica sus voces. Tienen más micrófonos y más poder. Sin embargo, eso no significa que tengan la legitimidad social para decir esto. No hay que confundir lo que afirman Milei, Villarruel o Pando con lo que piensa la mayoría de la sociedad sobre la dictadura y el terrorismo de Estado. Eso es lo importante.
T: ¿Cuándo se refiere a que la mayoría de la sociedad no está de acuerdo con la reivindicación del pasado que hace Milei también abarca a sus votantes?
MF: Absolutamente. Me consta, sobre todo, que así se da en los sectores juveniles. El voto a Milei es muy heterogéneo y fragmentario.
T: ¿Qué debería hacer a su criterio el resto de la clase política ante esta situación?
MF: Todo el espectro político debería repudiar cualquier tipo de reivindicación del terrorismo de Estado, de la violencia de Estado y la represión. Pero, en ese mismo sentido, lo que habría que condenar es toda propuesta no democrática que representa la extrema derecha en la Argentina. Por eso considero que Milei es un peligro real para la democracia como sistema político y, especialmente, como forma de vida en común y sociedad.
T: ¿Cómo debe evaluarse que el ascenso electoral de Milei, con todo lo dicho antes, se dé a 40 años de la recuperación democrática?
MF: Es tentadora la relación entre que se celebran 40 años de democracia y la aparición de una extrema derecha que la pone en riesgo, pero yo la evitaría. Esto forma parte de los ciclos de la política argentina. Me parece que la presencia política de Milei pone en evidencia que la democracia no ha sido inclusiva ni generado bienestar y crecimiento para la mayoría de la población. La gran tarea que tenemos por delante es mostrarle a los sectores más jóvenes que no vivieron el autoritarismo ni la dictadura que la democracia es una construcción y que los inconvenientes que tiene hoy no significa que el problema sea este sistema político y forma de vida. La democracia no logra resolver ciertos problemas, pero eso no equivale a que el problema sea la democracia misma. Cualquier cosa que rompa o que ponga en riesgo la democracia como sistema político lo único que va a generares profundizar los problemas que ya tenemos. Está claro que en cualquier sistema dictatorial autoritario las primeras víctimas son los sectores populares y menos favorecidos, con lo cual la democracia es la única manera, con todos sus límites, de incorporación de la mayorías y de representación de las minorías.
T: ¿Cómo se vivieron aquellos días que fueron desde el 30 de octubre de 1983, cuando Raúl Alfonsín fue consagrado presidente en la primera elección tras siete años de dictadura militar, y el momento de su asunción el 10 de diciembre de ese año?
MF: Se vivieron con una extraordinaria expectativa, ebullición política y emoción por recuperar las libertades y los espacios públicos. Pero también hay que recordar -y eso tiene que ver con lo que decíamos antes- que 1983 fue un año de una extraordinaria crisis económica y social, con niveles de inflación y de empobrecimiento muy grandes. Solo los años posteriores nos permitieron ver la profundidad de la destrucción y la transformación económica y social que había producido la dictadura. El país salió de la dictadura estructuralmente modificado y de manera permanente. Por ese motivo, las posibilidades que tiene la nueva democracia de llevar a la práctica las distintas medidas de inclusión chocaron con los obstáculos de un país con sectores de poder enormemente concentrados, poderes fácticos irreductibles y un marco internacional inflexible frente a las políticas de crecimiento e inclusión social. La dictadura fue profundamente “exitosa” en sus transformaciones y en el disciplinamiento social que produjo. Que la Argentina haya revertido la violaciones a los derechos humanos en términos de una política de memoria, verdad y justicia no significa que la dictadura no haya tenido “éxito”. Las limitaciones de la democracia actual, en parte, tienen que ver con eso.
T: ¿De qué modo analiza hoy día la figura política de Alfonsín?
MF: Después de muchos años de represión, violencia y empobrecimiento Alfonsín logró encarnar las expectativas y ansiedades sociales en torno a la recuperación democrática, las libertades, los nuevos derechos económicos y sociales. Encarnó algo de ese deseo de transformación y cambio que estaba en su discurso. En la figura de Alfonsín conviven luces y sombras. Luces porque representó la transición exitosa a la democracia duradera y la primera tanda de grandes políticas de investigación y justicia en un momento donde eso parecía absolutamente difícil o incierto en su resultado. Es decir, en ese contexto las políticas de Alfonsín podían estar destinadas a terminar en otro golpe de Estado y su derrocamiento por parte de las Fuerzas Armadas que, si bien estaban muy debilitadas, tenían todavía alguna capacidad de acción como ocurrió posteriormente con los levantamientos militares. Alfonsín representa todas esas transformaciones extraordinarias para la época, pero también es el presidente del gobierno que terminó en 1989 con una hiperinflación. En el recuerdo conviven ambas cosas, sin dudas, y me parece que es legítimo que lo hagan. A la distancia, la construcción democrática que Alfonsín permitió sus políticas de investigación y justicia fue absolutamente fundamental en términos históricos del país.