Israeli fire brigade teams douse the blaze in a partking lot outside a residential building following a rocket attack from the Gaza Strip in the southern Israeli city of Ashkelon, on October 7, 2023. Palestinian militants have begun a "war" against Israel, the country's defence miniser said on October 7 after a barrage of rockets were fired and fighters from the Palestinian enclave infiltrated Israel, a major escalation in the Israeli-Palestinian conflict. (Photo by AHMAD GHARABLI / AFP)

Guerra Santa, castigo debido: el agónico choque entre Israel y Palestina

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Cuánto se habló de esta parte del mundo en la última semana tras los nuevos choques bélicos entre Hamas e Israel. ¿Por qué pasa esto? ¿Guerra Santa o Santa guerra?

Antes de hablar del conflicto puntual, hay que aclarar que forma parte de una eterna escaramuza entre ambos frentes, sin un perdedor a la vista. Este es un conflicto étnico, territorial, religioso, político, cultural y económico. Por ende, ninguna respuesta mesiánica es una verdad absoluta. Asimismo, está compuesta de matices y acepciones. Árabe y musulmán no son sinónimos. Judío y sionista no son sinónimos. Palestina y Hamas no son sinónimos.

En principio, hay dos grandes bloques que se disputan Medio Oriente. Por un lado, Israel, el gran representante de Occidente. Este país, además de la tarea reguladora de los intereses occidentales, contiene la gran representación histórica del judaísmo a nivel mundial. Del otro lado, el mundo árabe-musulmán, con Irán a la cabeza, a la par de Arabia Saudita, ambos representantes de la máxima expresión de las teocracias y con el Islam como bandera de cohesión social. 

La pregunta del millón: ¿Por qué Israel pelea con Hamas? Hay que remontarse hasta 1948. Después de las atrocidades del nazismo, conocidas como el Holocausto contra el pueblo judío, la incipiente Organización de Naciones Unidas tomó la decisión de crear un espacio físico que pueda asentar a esta nación milenaria. Hasta la Patagonia argentina estuvo entre los planes de la ONU

Sin embargo, la decisión fue la búsqueda de la famosa Tierra Santa, es decir, Jerusalén, basada en la Declaración de Balfour de 1917, que reconocía el derecho de los judíos a reconstruir su antigua patria en Palestina. Allí se asentó y se creó Israel, de manera arbitraria y quitándole territorio a Palestina, en pleno proceso de descolonización. Con el correr de los años se dieron varios conflictos cuando Israel buscó expandir su territorio, ante la siempre amenaza del “islam radical”. Es así que se dieron las guerras árabes-israelíes, la Guerra de los 6 días, la Guerra de Yom Kippur y las intifadas. Todas con victorias para Israel donde terminó consolidando su poderío.

En un principio, la mayoría de los países árabes apoyaron a Palestina en su conflicto, aunque desde la década de los 70, principalmente, la disputa pasó a ser casi plenamente palestina-israelí, entendiendo las divergencias políticas y económicas del momento. Luego de esto, y con los acuerdos de Oslo de por medio, en 1993, empezaron a tomar forma los movimientos armados que Israel y gran parte de Occidente consideran terroristas. 

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Hezbolá, con base en Líbano, arranca sus actividades en 1985, en tanto que Hamas hace lo propio en 1987, teniendo Gaza bajo su control desde el 2007. En paralelo a las intifadas, estos grupos paramilitares comenzaron una serie de estrategias de desestabilización contra Israel, de carácter terroristas, como atentados, secuestros, matanzas públicas y otras tácticas. Respondiendo a la ocupación israelí, a los constantes bombardeos y ataque a blancos civiles que ejecutó Tel Aviv contra los palestinos desde su concepción, básicamente. 

Ahora bien, ni Hezbolá ni Hamas son Palestina. Son movimientos que se adjudican la hegemonía de la liberación palestina, pero no son el pueblo. De hecho, en los acontecimientos actuales, el pueblo palestino, propiamente dicho, no está movilizado. Mucho se habla de que son grupos “yihadistas”. Yihad significa sacrificio y hay muchos tipos de ellos en el islam. Hay algunos simbólicos y otros físicos. Dentro de los físicos hay algunos más moderados, como el ayuno, y otros más radicalizados, como la Guerra Santa. Y aquí también vale la aclaración: las pretensiones del Movimiento Nacional Judío, como se lo conoce al sionismo, no necesariamente representa al israelí de a pie, sino que son jugadas políticas de quienes hoy tienen el poder. 

Aquí hay partes irreconciliables. El Estado de Israel no piensa ceder ni un centímetro de su territorio y Palestina no va a renunciar al islam y va a seguir reclamando por el territorio quitado. Parece obvio que esto es por la tierra, pero también la religión hace que haya partes completamente yuxtapuestas. 

El temor es que una expansión del conflicto haga ingresar a Irán a la batalla. Este país se autoproclama ser la gran nación que llevará el poder de Alá a Medio Oriente. De mayoría chiíta, Irán pasó por su famosa Revolución Islámica en 1979, y desde ese momento apoya la causa palestina, pero también a los movimientos terroristas armados. Irán, por concepción ideológica y filosófica, considera que la eliminación de Israel es necesaria para construir una gran patria musulmana, dirigida por ellos mismos. Israel, en manos de Netanyahu, ve al mundo musulmán como el gran enemigo de las pretensiones imperiales israelíes y como el rival número 1 a nivel geopolítico. 

En pocas palabras, con todo este contexto, la cosa es así: Israel es apoyado por Estados Unidos y gran parte de Occidente. Hamas  es apoyado por Hezbolá e Irán. El pueblo palestino, rehén de ambas facciones, es apoyado por todo el mundo árabe y musulmán, desde los más radicales hasta los más moderados. 

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¿Cómo se sale de esto? Hay muchos escenarios propuestos, desde los más utópicos hasta los más mundanos. El conflicto podría enfriarse con la restauración de la normalidad en Gaza y el cese de hostilidades entre Hamas y el ejército de Israel. Suena simple, pero en medio hay que saber que el grupo armado ya consiguió su cometido: poner al conflicto a los ojos del mundo y que Israel y Arabia Saudita no arriben a un histórico acuerdo de cooperación. Sin embargo, la salida no será simple. 

Muchos especialistas hablan del retorno de las fronteras de 1948, entendiendo que la eliminación del Estado de Israel sería un nuevo holocausto, y que, si siguen los combates, el pueblo palestino podría ser barrido del mapa. 

Este retorno del que tanto se habla, que involucra mucho más que Gaza y Cisjordania, sería imposible si la Autoridad Nacional Palestina no puede consolidar el poder. Para ello, los movimientos armados deberán cesar, ya sea con guerra o con acuerdos de cooperación. Lastimosamente, nada garantiza que esto sea así. 

Hay que entender la idiosincrasia de la zona. Estos son movimientos fundamentalistas e inclusive con una visión panislamistas, que buscan la consolidación de los históricos territorios de la expansión musulmana. Es decir, la política no corre para ellos y la institucionalidad es solo un juego. 

Por otro lado, si la administración se transforma en una esfera occidental, eso puede enfurecer a Irán, que ya está al borde de ingresar a esta guerra. Otra salida posible es un territorio palestino dividido y controlado por potencias partitas, como fue Berlín en su momento. 

Estados Unidos, Rusia, China y alguna otra potencia podrían ser los que determinen esa transición. El inconveniente aquí es que estas potencias no están interesadas en invertir tiempo y capital en conseguir la paz final allí.

Entonces, ¿Qué nos queda? Literalmente, esperar que ambos cesen sus ataques, acuerden un alto al fuego y rogar por que Irán no ingrese a la guerra. Su potencial nuclear e influencia regional involucraría a muchos países y eso sería catastrófico, sobre todo porque sería el punto de partida para que ingrese Estados Unidos a la guerra santa. Allí se cumpliría la tan temida “Tercera Guerra Mundial”. En el medio, millones de inocentes son los que reciben balazos y misiles cargados de un odio irracional en ambas partes.

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