¿Hacia dónde vamos?

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Arcor es la principal empresa de alimentos de Argentina, el primer productor mundial de caramelos duros y el principal exportador de golosinas de Argentina, Brasil, Chile y Perú constituyendo una de las empresas líderes de galletas, alfajores y cereales en toda América Latina.
Es el grupo argentino con mayor cantidad de mercados abiertos en el mundo produciendo tres millones de kilos de productos por día. En el año 2000 su presidente Luis Pagani, fue el primer empresario latinoamericano en ingresar al Candy Hall of Fame, la más alta distinción que otorga la National Confectionery Sales Association (NCSA) de Estados Unidos de América. En síntesis: una empresa muy bien administrada.
Pero Arcor hoy, con la gestión de Cambiemos está en problemas.
En éstos días salió un informe de una evaluadora de riesgos a la que obligatoriamente Arcor le debe mostrar sus números pues tiene capital flotante en el mercado accionario y en el de capitales, puso obligaciones negociables en bolsa, que fueron compradas por inversores y las reglas son claras en cuanto a tenerlos informados de cuál es su situación. Este informe es categórico: en todos sus indicadores le da mal. Y esto es un doble problema pues tiene vencimientos de deuda que si no los paga los deja al borde del default.
Arcor tiene 15.000 trabajadores y era impensable que pudiera tener estos problemas. Es el mismo equipo al que le iba muy bien y ahora le va muy mal. Que paso?, la macroeconomía no ayuda.
No aguanta Arcor, no aguanta Aluar, no aguanta Coto, no aguanta Madanes (Fate), no aguanta Toledo y muchas otras grandes empresas. Este es el gran dato y no las disputas electorales en ciernes.
Lo dijimos hace ya más de tres años, en los medios y en la Cámara de Representantes. Dijimos que este era un gobierno que venía sostenido por el capital financiero internacional, que venían a especular y tomar deuda y que por ende iban a atentar contra el capital productivo.
Dijimos que esto no era como en los ’90 que era peor y lo diferenciamos claramente del neoliberalismo. Esto no es neoliberalismo. El neoliberalismo concentra el capital. Nuestra discusión en los ’90 era que esa concentración no se derramaba como ellos decían que ocurriría. Hoy la quiebra de pymes y grandes empresas demuestra claramente lo que adelantamos: no hay concentración de capital, por eso quiebran.
Este es un modelo que claramente no satisface al conjunto de la población. El objetivo debe ser que las empresas tengan rentabilidad y por ende que los salarios tengan poder adquisitivo. Para ello hay que salir de la especulación actual e ir a un modelo que apueste urgente a la producción y genere trabajo, y en la medida que se crezca se vaya absorbiendo la desocupación que es producto del actual desmanejo.
Para que un modelo satisfaga al conjunto de la población se debe empezar por el precio de los alimentos básicos que deben ser lo suficientemente accesibles como para que, una vez adquiridos, dejen en el bolsillo algo más para el consumo, el cual a su vez opera de reactivador económico: la rueda virtuosa de la economía. El ajuste mata cualquier economía. Las prioridades están invertidas y el objetivo del gobierno es que el dólar no se dispare para poder tener chances electorales en octubre, ahogando a la producción con tasas imposibles de sostener. Así no llegamos a fin de año. Hace más de ocho años que no crecemos y esa debería ser la única prioridad.
Las empresas argentinas se están fundiendo por no poder vender lo que producen y a raíz de ello no podrán sostener a sus empleados. Han cerrado diez mil pymes y peligran grandes empresas. La inflación está lejos de ser controlada y aún con el dólar quieto y con recesión estará por encima del 35% este año. Eso volverá a comerse el poder adquisitivo de la gente y ello a su vez profundizará la caída del consumo y la recesión.
Hasta que no se entienda ésta cuestión básica -que Macri ha elegido ignorar- no habrá salida.
Es importante abordar este debate acerca del modelo económico futuro para no volver a confundir al electorado con candidaturas que no expresan nada y vacían de contenido a la ya deficitaria política argentina.
Ningún presidente ni partido político podrá solucionar la crisis que heredará. Se necesitan acuerdos y volumen político para enfrentar las secuelas que dejarán estos cuatro años de timba financiera, endeudamiento y extrema dependencia externa.
Ha llegado la hora de hablar claro, muy claro. La gente debe demandar claras propuestas de los candidatos acerca de estos temas y claras definiciones acerca del rumbo que tomarán.
Al actual ritmo de degradación económica los tiempos electorales quedan lejos, muy lejos.

 
 

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