Industria y tecnología nacional también son Soberanía
Los últimos ejemplares de la muy argentina camioneta Rastrojero, tenían en el parabrisas un plástico transparente, con esa leyenda. Seguramente fue la única protesta pública que los trabajadores y directivos de esa eficiente fábrica estatal pudieron hacer (la cual, con diversas líneas de producción, llegó a tener un enorme plantel de operarios).
En pleno infame “proceso”, cualquier oposición al accionar del gobierno, se podía pagar con la vida, tal como sucedió -entre muchos otros casos- con el Mayor Bernardo Alberte -Tte. Coronel p.m.-, (considerado la primera víctima de ese nefasto período de nuestra historia reciente). La producción del Rastrojero cesó por completo, al cerrarse intempestivamente la fábrica, por orden del Ministro de Economía (e instigador de la imposición del nefasto neoliberalismo), José Alfredo Martínez De Hoz; hombre del riñón de la muy oligárquica Sociedad Rural Argentina, a la vez que vinculado con empresas extranjeras, como “La Ítalo”, poseedora de una vetusta usina eléctrica en Buenos Aires (la cual “nacionalizaría” pagando mucho más de lo que valía).
Martínez De Hoz era el poder real que movía las acciones del gobierno militar, pues resultaba claro que los Comandantes y altos jefes militares del “proceso” eran marionetas del por entonces “super ministro Joe”.
Lo de “super ministro” pues desde el Ministerio de Economía, con sus “Chicago’s Boys”, imponía sus directivas a todo el gabinete; y “Joe” pues así lo llamaban sus allegados y sus contactos del mega poder financiero con base en EEUU y Europa.
Claramente Martínez De Hoz dictaba las acciones al gobierno del General Videla, cabeza del nefasto golpe de Estado que tomó por asalto el poder formal en 1976, para encorsetarnos en el apátrida sistema político económico neoliberal, de desastrosas consecuencias de empobrecimiento masivo, desindustrialización forzosa, y brutal endeudamiento externo, todo lo cual destrozó las variables socio económicas, las que previo al golpe de Estado mostraban solo un 4 % de la población en la pobreza con ausencia casi total de miseria estructural; muy bajos indicadores de desocupación (que era considerada meramente friccional, o sea de corta duración para los afectados, que rápidamente accedían a otro trabajo), y la economía mostraba un crecimiento cercano al 4 % anual acumulativo. En el contexto de violencia institucionalizada (de la cual fueron cómplices los ideólogos y violentos e irracionales de las guerrillas), con las bayonetas como elementos de “convencimiento” para evitar toda resistencia a las políticas de genocidio económico que se estaban perpetrando con alevosía, y con pleno accionar del “partido militar”, bajo cerradas pautas del muy antinacional neoliberalismo; la decisión industricida que decretó la desaparición del mítico Rastrojero, no pudo tener ninguna oposición; habiendo quedado flotando en el ambiente de los conocedores del tema, que la producción de la pequeña camioneta con motor Diesel, que se vendía a un precio mucho menor a la otra camioneta Diesel que estaba en producción por esos años, resultaba una competencia muy molesta, que incluso quitaba mercado a las varias marcas de vehículos de carga con motores nafteros, que por esos años se fabricaban en nuestro país. Como sea, parecía resultar evidente que la producción del Rastrojero, se encontraba en expansión, pues habían presentado y comenzado a vender una versión carrozada, de cuatro puertas y baúl separado del habitáculo, diseñada para posicionarse como alternativa económica y eficiente, para venderse como taxi y como auto familiar. Todo eso se destrozó de un plumazo cesando con ello la producción del único vehículo de diseño totalmente nacional, que abastecía al mercado local e incluso se exportaba a la región.
Solo para evitar confusiones conceptuales, debe aclararse que el otro vehículo por esos años considerado ícono de nuestra producción automotriz, el también mítico Torino, tenía una carrocería que era la reforma ideada por el carrocero italiano Pininfarina, a partir del diseño de un Rambler creado en EEUU, y que también se fabricó en nuestro país.
Analizando el tema desde una visión político – económica, resulta necesario precisar los períodos históricos que se caracterizaron por frenar y en parte desarticular la exitosa industrialización concretada en los gobiernos de Perón, Frondizi, la década larga de los Kirchner, y en cierto modo el gobierno pretoriano de Onganía (comenzado en 1966 – este último, seguramente influido positivamente por Aldo Ferrer y Juan E. Guglialmelli; contrarrestando el crudo liberalismo de Krieger Vasena).
Los golpes de Estado de orientación liberal (antinacional), de 1955 y 1962, en cierta forma frenaron y en parte perjudicaron los procesos de industrialización en marcha.
Pero el del “proceso” (1976-1983) tuvo caracteres brutalmente industricidas, con violencia explícita y latente, para evitar toda resistencia; y cabe acotar que la violencia de las guerrillas resultó funcional como justificativo del gobierno pretoriano; y muy pocos analistas geopolíticos serios y objetivos destacaron que el entorno de violencia generalizada, asimilable en cierto modo a una guerra civil, fue lo “recomendado” por el intelectual canadiense – británico Harry S. Ferns, para desarticular y destruir los notables avances económicos y sociales, a partir de las profundas transformaciones positivas concretadas por el peronismo.
¡Y eso lo afirmó Ferns!, por lo que no puede sorprender que ese autor sea uno de los ignorados adrede por “el poder profundo” que oculta y evita difundir ideas y hechos no acordes al establishment (el poder establecido, de los sectores no solo ultra conservadores, sino más aún, cerradamente reaccionarios).
En el “proceso” puede situarse la institucionalización del muy nefasto “patrioterismo de bandera”, el cual en el colmo de las incoherencias, mientras a viva voz se proclama supuesto patriotismo, ante el himno y la bandera, en los hechos se apoyan medidas de claro corte antinacional, como lo son las reiteradas “recetas” recesivas, endeudadoras, empobrecedores, anti industriales, e incluso opuestas a la soberanía nacional, como reiterativamente imponen y perpetran los personeros del neoliberalismo, doctrina antinacional por definición. Tan profundas fueron esas negativas imposiciones de doctrinas antinacionales, que el patrioterismo de bandera (llamado patriotismo cromático y musical, por el respetado Dr. Julio Carlos González), marca las profundas y muy negativas confusiones, que afectan a la gran mayoría de los uniformados, quienes diciéndose “patriotas” apoyan a neoliberales y libertarios, que se burlan y desprecian claramente a la soberanía nacional, y a las políticas de destrucción nacional, como las actualmente en perpetración.
Hasta la vigencia del “proceso”, las imposiciones de medidas económicas recesivas e industricidas eran “patrimonios distintivos” de gobiernos militares, con las FFAA ya totalmente cooptadas por antinacionales ideologías liberales y luego neoliberales.
Pero a partir de los años ’90, el poder formal fue asumido por diversos personeros del neoliberalismo, que con diversos artilugios fueron implementados por gobiernos civiles; tanto mediante groseras traiciones políticas (menemato y en cierta forma el delarruato), como por operaciones de cooptación de voluntades, con refinadas técnicas masivas de manipulación sociológica a partir del siglo XXI.
Hasta antes de los años ’90, los gobiernos ultra conservadores y apátridamente liberales (después neoliberales), eran productos de golpes de Estado militares, consustanciados con los sectores más retrógrados de nuestra población. Pero a partir del noventismo, se verificó la cooptación casi total de sectores políticos identificados con lo Nacional y popular, que mutaron a estar infiltrados y manejados por personeros de los poderes opuestos visceralmente a aquellos valores político – económicos.
El caso más notorio fue el del menemato, que además de endeudador crónico, en los hechos opuesto al desarrollo industrial y tecnológico nacional, destruyó casi todo el sistema ferroviario, extranjerizó empresas estratégicas (como YPF y Aerolíneas Argentinas), y entre otras acciones negativas, nos subordinó al bloque de poder Atlantista, llegando incluso a involucrarnos absurdamente en la guerra desatada contra Iraq, un conflicto del que éramos totalmente ajenos. En buena medida, la imprescindible batalla cultural que es necesaria implementar con sólidas ideas Nacionales, se tergiversó por el accionar confuso y en muchos casos dudosamente Nacional, de algunas “progresías”, muy proclives a aceptar sutiles imposiciones social demócratas, dictadas por ONGs y otros instrumentos de colonización cultural, cuando no matizadas con anacrónicas pautas “socialistas” en poco o nada coincidentes con el ideario Nacional; este último claramente expuesto por notables patriotas como Jauretche, Scalabrini Ortiz, J.M. Rosa, J.A. Ramos, Aldo Ferrer, J.E. Guglialmelli y otros grandes referentes del Pensamiento Nacional.
El industricidio y el pisoteo alevoso de pautas elementales de soberanía, pasó a ser moneda corriente en los gobiernos del neoliberalismo “prosciano” y el destructivo libertarismo actual, todo lo cual nos lleva claramente a involucionarnos en una vulgar factoría disponible para el saqueo indiscriminado, o peor aun, al claro objetivo de disolución nacional.
Entre otras aberraciones conceptuales, con todas las letras lo dijo el actual presidente argentino, que busca y está perpetrando la destrucción total del Estado Argentino.
Es necesario enfatizar que sin Estado no hay Nación, y sin Nación, no hay Patria. Y el actual proceso destructivo, además de sus variopintos perpetradores de distintos pelajes políticos, cuenta con los apoyos implícitos de quienes guardan cómplices silencios ante todo lo que se está perpetrando.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos