Kamala Harris, la esperanza demócrata

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Vicepresidente, ex senadora, afroamericana y mujer, son algunas de las tantas características que valen sobre la figura de quien sueña con arrebatarle a Trump la posibilidad de regresar a la Casa Blanca.

Ante el desmembramiento político de la gesta de Biden, en su dicha por una reelección, el nombre fuerte es el de Kamala Harris. Es ella quien parece tener los pergaminos necesarios para competir por el cargo. Cuestiones de su carrera y una breve lectura social permiten dar cuenta de que es la elegida para el estirpe demócrata.

Kamala, ¿la sucesora?

Algunas de las tantas encuestas que hoy giran en internet y que tienen asiento en EEUU, por supuesto, tienen a la actual vicepresidenta liderándolas, inclusive, rompiendo el patrón de dominio que venía pregonando Trump hace tiempo. ¿A qué se debe?

En primera instancia, cualquier figura política al lado de Biden sale fortalecida. Esa cuestión casi indirecta de comunicación ya es suficiente para que Kamala Harris tome la parada, aunque hilando fino, ella es obviamente parte de la gestión Biden. Sin embargo, cuando se imágen se habla, se ve a una persona más joven y segura.

Otro tema no menor a la hora de intentar explicar el boom de popularidad por el cual está pasando la candidata presidencial Kamala Harris es por su condición más obvia: mujer y afrodescendiente. Si gana las elecciones, sería la primera mujer con raíces afro en acceder al cargo ejecutivo más importante del país estadounidense. Esto podría medirse como hito histórico, aunque con un relativo peso político para los sectores progresistas, quienes ven en ese objetivo, el motor de su apoyo en las urnas.

Entendiendo lo último, EE.UU. hace tiempo vienen pasando por un momento bisagra en cuanto al cambio de época y de paradigmas. Un país, históricamente asolado por el racismo y el machismo, hoy ve en las nuevas tendencias, la necesidad de respuestas rápidas pero sobre todo materiales. Elegir a una mujer afrodescendiente como presidenta no va a cambiar automáticamente los años y años de vejaciones sociales para las minorías, ni tampoco va a frenar con los crímenes raciales o femicidios, pero es una respuesta evidente ante un cambio de era imperante. Es la imagen que pueda graficar esa nueva ola progresista que viene golpeando las puertas de EEUU hace bastante tiempo.

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La condición de mujer, afro y progresistas es todo lo que no representa Trump, además. Esto significa que, simbólicamente, es el rival perfecto. En elecciones poco polarizadas, las tibiezas políticas suelen hacer más estrechos los márgenes e inclusive más complejo el entramado de poder una vez consolidado. En el caso de elecciones entre candidatos tan disímiles, la polarización hace que dos modelos choquen. Estos no discuten sobre reformas económicas de estructura, ni por asomo. Ni Harris ni Trump cuestionarán el capitalismo ni la posición dominante de su país en materia de política exterior. Su puja es cultural. Hoy Trump representa a ese sur profundo, cada vez más cuestionado por acciones como la defensa a ultranza de la portación de armas, la incorrección política y la sensación de problema de quinto orden de las minorías. En tanto que Kamala Harris no solo desde lo físico demuestra lo contrario, sino que ha hecho del progresismo, su bandera de lucha.

Progresismo: continuidad o ruptura

Pese a los nombres y a quien acceda a la Casa Blanca, es entender cuál es el futuro cuasi ideológico de EEUU. Suele pasar, sobre todo desde la globalización, que lo que suceda allí o en Europa se transforma en una vanguardia que poco a poco se va derramando hacia otras partes del mundo. Esto no es algo que solamente se ve en el arte o en la moda, sino que la política como tal, es un producto de exportación.

Hoy, gran parte del mundo parece estar sumido en una corriente derechista que, con distintas acepciones, va copando espacios y generando un discurso seductor para las masas, con el fin de lograr sus objetivos nacionales bajo un orden de capital internacional. A esta tendencia, el mismo Trump parece ser quien la encabezó en algún momento y le da cierto orden a dicha sinfonía. Sin embargo, la irrupción repentina y posible de Kamala Harris en el poder estadounidense viene a poner en jaque a gran parte de ese tablero consolidado.

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Si Harris logra un resultado positivo, no solamente le da continuidad al Partido Demócrata, sino que posibilita la expansión de un progresismo 2.0. Algo de esto ya se vio, y aún desvencijado, sigue teniendo expresiones que son elegidas en el mundo.

Esa continuidad podría tener roces más directos con el concierto internacional. Hoy el mundo ya no discute mínimamente en términos de izquierda o derecha, sino de conservadurismo, nacionalismo, globalismo, democracias duras o blandas y dictaduras duras o blandas. En esos patrones conceptuales, el choque del progresismo del gobierno de Biden, del cual también es parte Kamala Harris, ha sido evidente y hasta peligroso para la seguridad internacional. Países como Rusia o China demostraron diferencias irresolutas acompañado de frialdad diplomática. Si Harris es electa, es una posibilidad muy fuerte que esto se mantenga e incluso se amplíe.

Kamala, la “protectora”

Más allá de su rol como vicepresidenta del gobierno de Biden, ha tomado iniciativas y posturas interesantes durante toda su vida política, las cuales, indudablemente influenciarán su potencial arribo al Salón Oval, además de ser un ayuda memoria para saber que piensa, políticamente hablando.

Kamala, cómo senadora, abogó por una reforma y pluralización del sistema de salud estadounidense, el cual es foco de demasiadas críticas en los últimos tiempos. Otro apoyo de ella fue hacia la legalización federal de la marihuana como así también a la facilitación de adquirir la ciudadanía de EEUU para extranjeros en condiciones un tanto irregulares. Estas misivas son suficientes para saber que los estadounidenses deberán elegir entre dos candidatos tan opuestos como el agua y el aceite.

Mientras se ve esa disyuntiva y las encuestas siguen pasando, el mundo espera por una resolución a ello. Un presidente de EEUU puede determinar el futuro de regiones y economías. Sin ir más lejos, el futuro de la guerra en Ucrania está en manos de los electores estadounidenses. Como si se tratara de Hollywood, la política mundial también depende de quien se siente en la Casa Blanca.

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