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En medio de un total hermetismo, el Gobierno de Alberto Fernández se anotó una victoria que le brinda una nueva oportunidad, después de un medio tiempo amarrete en resultados. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, anunciado de modo sorpresivo, es mérito casi exclusivo de Martín Guzmán, el silencioso y poco afecto a los flashes ministro de Economía al que se ningunea por su escasa experiencia en las lides del establishment financiero. En cambio, exhibió una notable diplomacia económica que le da respiro a la Argentina y permitirá robustecer los cimientos de una recuperación esperada desde 2018, antes de la pandemia que empeoró todo lo que podía empeorarse de la crisis dejada como legado por Mauricio Macri.

El nuevo pacto no es el mejor, ni mucho menos. Es lo que podía conseguirse. El Fondo, más allá de la tibia autocrítica que hizo del préstamo exprés a Macri, sigue siendo el Fondo y no puede, por esencia, torcer demasiado sus convicciones. 

Pero el acuerdo tiene varias a favor de la Argentina. Fija metas, pero deja en manos del equipo económico local, el cómo alcanzarlas. Esto es, con este Gobierno, sin asfixiar a la economía y sin volver a recortar el gasto, como marcaba el recetario tradicional del organismo que conduce Kristalina Georgieva. Vale la pena recordar la última vez que se “arregló” con el Fondo: gobernaba la alianza y Fernando De la Rúa decía que “el ajuste no es negociable”. El ajuste, palabra que ahora se omite, lo paga siempre el de a pie. En 2001 la Argentina terminó más endeudada con megacanje y blindaje incluidos y varios funcionarios de esa alianza después se reconfiguraron en la otra alianza, que volvió a pedir plata prestada al Fondo.  

Las metas que impone el nuevo acuerdo apuntan más hacia una normalidad que a esta altura es extrañada en la descontrolada economía argentina. El propio FMI destaca que el sendero fiscal acordado permitiría aumentar el gasto en infraestructura y ciencia y tecnología y protegería programas sociales focalizados, al mismo tiempo que habrá una estrategia para reducir los subsidios a la energía de manera progresiva (y esperemos que equilibrada en clave federal).

Se advierte también que va a haber una reducción gradual pero decidida de la asistencia monetaria que realiza el Banco Central al Tesoro y se apunta a que en 2022 el financiamiento monetario sea de 1% del Producto; en 2023 alrededor de 0,6% y en 2024 sea cercano a 0 para converger en una situación en la cual no haya más financiamiento sistemático del Banco Central.

El acuerdo despeja temores sobre un salto cambiario; agitados por la oposición y sectores especuladores.

En cuanto a la inflación, el principal agobio de la sociedad, más allá de la recuperación económica, “se acordó un enfoque de políticas integral” -otro dato relativamente novedoso-, que tendrá como objetivo alcanzar tasas de interés reales positivas. Los acuerdos de precios van a tener un rol y un espacio importante en el esquema antiinflacionario. 

El cómo del nuevo pacto es la gran novedad. El FMI no impuso (no pudo o no quiso) condiciones severas de otros tiempos. El cómo dependerá del Gobierno de Alberto Fernández y de quien esté en la Rosada desde el año próximo. Eso es, en sí mismo, un punto a favor, pero al mismo tiempo, otra espada de Damocles para el propio Alberto. Los resultados serán auditados por el Fondo, pero auscultados por la sociedad y su propia base electoral. Si la economía no sostiene su ritmo de recuperación, pero especialmente si no se controla la suba de precios desbocada, el fracaso será suyo. 

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El silencio con el que se tejió el nuevo pacto con el Fondo Monetario Internacional dejó al denudo el trajín de boberías en el que andan la oposición y buena parte de los medios de comunicación, que hasta minutos antes del anuncio, seguían tirando teorías sobre cómo debían llevarse las negociaciones y otros dudando sobre si se iba a conseguir o no un punto de acuerdo. 

La oposición queda entrampada en su lógica de rechazar cualquier cosa que haga el oficialismo, pero cada palabra se desliza sobre el filo de reconocer que el descalabro es únicamente responsabilidad de Mauricio Macri y su Gobierno, que pactó con el FMI a escondidas y sin darle mínima participación al Congreso. El pétreo rostro de quienes se animan a soltar la lengua, dice más de ellos que del mismo acuerdo que cuestionan. 

El tono de sorna revela cómo se tomaron las cosas cuando ellos mismos eran Gobierno y cómo ejercen la responsabilidad social de ser hoy oposición. “Juntos por el Cambio considera positivo este primer entendimiento con el FMI que evita así un costo default”, dice la alianza opositora sin ninguna mención de que la deuda en discusión es la que ellos mismos tomaron. 

Cambiemos pide ahora “certezas” sobre la letra chica para “no seguir sembrando incertidumbre” en la sociedad y que sea el Congreso el que tenga la última palabra, según el documento firmado por el ex presidente Mauricio Macri y el misionero Humberto Schiavoni, entre otros. 

“Se esperó demasiado, con altos costos, pero finalmente se llegó a un acuerdo”, se quejó Cristian Rittondo. María Eugenia Vidal hizo silencio. Nicolás Dujovne también. Macri siguió las negociaciones desde la playa. 

“El principio de acuerdo con el FMI despeja un escenario de default que perjudicaría severamente al país. Hay que analizar en el Congreso la letra chica del acuerdo y la factibilidad de su cumplimiento. Pero además, sigue siendo imprescindible que el Gobierno le anuncie a los argentinos un plan económico para recuperar el crecimiento y generar trabajo”, tuiteó Horacio Rodríguez Larreta. 

Solo resta decir que el préstamo serio y responsable que había conseguido Macri comprometía a que este año Argentina debía pagar una cuota de 19.020 millones de dólares. Casi veinte mil millones de dólares. Todo lo que se diga con la omisión de ese dato es poco serio. 

Lejos de la grieta, el gobernador Oscar Herrera Ahuad introdujo otro detalle -no menor- a la celebración del acuerdo con el FMI: “Anhelamos que todo esto profundice el federalismo con políticas activas y reales para todos los argentinos y en particular para los misioneros“, remarcó. 

En mayor o menor sintonía, varios gobernadores dijeron cosas parecidas al de Misiones. Un acuerdo que sirva para un país previsible, pero que apunte también a resolver los problemas internos y no se quede en lo macro. Misiones tiene varias deudas pendientes con la Nación, como la creación de la Zona Aduanera Especial, el Fondo de Compensación Ambiental o el plan de obras por casi cien mil millones de pesos, que se perdió por el voto negativo de Martín Arjol, Alfredo Schiavoni y Florencia Klipauka, los diputados de Cambiemos que rechazaron la ley de Presupuesto en su alineamiento con un lado de la grieta nacional. 

Arjol se sumó al pedido de que el acuerdo con el Fondo sea discutido por el Congreso “para que el diálogo dé lugar al desarrollo económico y social”. Schiavoni también celebró que “después de dos años, el Gobierno de Fernández empiece a transitar por la racionalidad”.

La política virtual, versus la real. En la realidad, el voto negativo privó a Misiones de un enorme paquete de obras y una herramienta clave para el desarrollo “económico y social”.

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Pero la política real no siempre se adapta a las necesidades de un twitter o una columna. En la realidad, Misiones es una de las provincias menos endeudadas del país, merced a un proceso de desendeudamiento de la deuda tomada en los 90. Ese proceso contrasta con el de otras provincias, alentadas durante el gobierno de Cambiemos a tomar dólares baratos en un mercado que era generoso. 

Sin embargo, el ex diputado Luis Pastori, una de las cartas fuertes de la alianza, reapareció con una columna en la que se queja de que Misiones está “en default” porque refinancia los vencimientos de bonos Cemis. Quizás omitió un detalle: la emisión de los bonos lleva la firma de Humberto Schiavoni, hoy senador de Cambiemos y una de las figuras centrales del macrismo al que el radicalismo comienza a perderle el respeto pensando en 2023. 

Es que el macrismo duro quedó golpeado por la derrota en las internas de la alianza y no tiene figuras de recambio, salvo Martin Göerling, quien armó una base que le permite seguir en carrera, aunque debe cargar con la mochila de la gestión macrista, que gestión que dejó un sabor amargo, con pobreza, desempleo, inflación récord y una deuda galopante. 

La economía misionera exhibe hoy datos que muestran su pujanza, además de una deuda insignificante. Crece el empleo, crece el número de empresas en actividad y la industria es una potencia exportadora en toda la región NEA. Esa potencia económica se traduce en un Estado que puede brindar una mejor atención. La salud, demanda acuciante, está bien custodiada, con infraestructura de punta y políticas públicas que protegieron a los misioneros en lo peor de la pandemia. Hoy, con 1,8 millones de vacunas aplicadas, urge que la sociedad tome conciencia y vaya a buscar la primera, la segunda o la tercera dosis. Los últimos días, con récord de muertes, revelan que la mayoría de los fallecidos no contaba con vacunas aplicadas por decisión personal o familiar. El dato, no menor es que hubo varios menores de edad en los partes con los datos más duros. 

Pero en el contexto nacional y regional Misiones es una de las provincias que mejor sobrellevó la pandemia, con un gabinete volcado a atender las diversas demandas y que debe ponerse a tono con las exigencias que van mutando, como demostró el Gobernador con la designación de nuevos ministros en áreas sensibles.

Ese mix entre cuidado de la economía y custodia de la salud llama la atención. En el país y en el mundo. El poderoso Bayern München decidió traer a Misiones su programa de captación de talentos y formación profesional de técnicos y especialistas. Nada menos que el Bayern, que mete miedo a los poderosos de Europa. Los bávaros eligieron a la provincia justamente por su infraestructura educativa, el acervo cultural y la logística deportiva que se expande en distintas ciudades.

Mentor de esa transformación, el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira destacó que “Misiones es una provincia startup que desde hace un tiempo le está mostrando al mundo sus avances con los primeros productos disruptivos de una estrategia proyectada para largo plazo”.

“Con la innovación, las nuevas tecnologías, las políticas ambientales y ahora las oportunidades deportivas de primer nivel internacional, la Provincia se está consolidando en los nuevos nichos económicos en que se mueve el mundo”, dijo.

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