La guerra menos pensada: Trump vs Musk

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Un pleito que sorprende, por el tono de la comunicación y por la capacidad de amplificar sus mensajes, pero no por el origen de la relación. Algo que parecía difícil de sostener en el tiempo finalmente muestra su verdadera cara: la de la enemistad cuando el poder está en juego. La disputa entre el político más importante del mundo y el hombre más rico del mundo.

Elon Musk formó parte del gobierno de Donald Trump hasta hace apenas unos días, y tras su salida, esa relación que parecía conjugar el epicentro más concentrado del poder mundial comenzó a desmoronarse. El dueño de Tesla (entre otras empresas) estuvo al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, casi como una parodia estadounidense de la cartera dirigida por Federico Sturzenegger en Argentina. El área de Musk fue la encargada de ejecutar miles de despidos y el cierre de organismos en Estados Unidos, con el único fin de alcanzar el tan deseado equilibrio fiscal.

Cierto es que la llegada de Musk al gobierno de Trump le valió una ola de críticas a nivel mundial y boicots a sus empresas, al punto de comprometer el valor de sus acciones. En pocas palabras, el negocio no estaba cerrando. Más allá de eso, nunca se involucró demasiado en la política.

La salida del gobierno fue pacífica y todo hacía creer que la relación personal con Trump, así como los gestos públicos mutuos, se mantendrían en el tiempo. Pero el viraje fue rápido y abrupto. Elon Musk lanzó una serie de críticas directas a Donald Trump y a su nueva política fiscal, lo que provocó la ira política del mandatario y una inmediata respuesta, escalando el conflicto hasta acusaciones comprometedoras que, además, generaron un sismo interno en la política estadounidense y una incertidumbre propia de crisis institucional.

Todo comenzó con la ley presupuestaria que impulsa el presidente Trump y que espera sea aprobada lo antes posible. Dicha norma incluye la ampliación de exenciones tributarias, un mayor recorte en el gasto social y un aumento en el techo de deuda. Para Musk, es una abominación; para Trump, es grande y hermosa.

La crítica textual de Elon Musk fue la siguiente:
“Lo siento, pero ya no aguanto más. Este proyecto de ley del Congreso, enorme, escandaloso y repleto de gastos superfluos, es una abominación repugnante. Qué vergüenza para quienes lo han votado: saben que han hecho mal. Lo saben.”

La respuesta de Trump apuntó directamente a la quita de subsidios para la industria automotriz eléctrica, insinuando que esa fue la verdadera razón de la ofuscación de Musk. Literalmente, le metió el dedo en la herida. Nada peor que cuestionar subsidios ante alguien que dirigió un área encargada de recortar gastos. Trump disparó con artillería pesada y con pleno conocimiento de sus acciones.

Musk redobló la apuesta y vinculó al actual presidente con los oscuros encuentros de Jeffrey Epstein, condenado por abuso, trata y prostitución de menores. El golpe fue durísimo para Trump, abriendo la posibilidad de que la situación escale hasta el ámbito judicial en Estados Unidos.

¿Promesas incumplidas?

Más allá de los idas y vueltas y de los trending topics que derivan de este pleito, hay una cuestión que merece un análisis más profundo: el trasfondo internacional de esta pugna por el poder, entre promesas incumplidas y alianzas de cartón.

Una de las aristas menos exploradas del distanciamiento entre Trump y Musk está relacionada con la guerra en Ucrania. A primera vista puede parecer que no hay vínculo entre ambos asuntos, pero como dice el dicho: “todo tiene que ver con todo”.

Trump hizo del fin de la guerra en Ucrania una de sus principales promesas de campaña y, desde el primer minuto, trabajó en acercar posiciones para poner fin a la conflagración. Sin embargo, entre tensiones y distensiones, ese objetivo se fue diluyendo. Cabe destacar que es muy posible que Trump logre la paz en Europa del Este, incluso más que un eventual acercamiento directo entre Putin y Zelenski. Pero la espera agotó la paciencia de Musk.

El fin del conflicto y una eventual partición del territorio ucraniano delineaban una ocupación rusa por un lado y una injerencia económica estadounidense por el otro. Esta última no implicaba asentamientos, pero sí una estrategia clara: Ucrania debía comenzar a pagar los préstamos y el apoyo militar brindado por Washington. A cambio, entraba en juego la explotación de las tierras raras y minerales estratégicos del país, y allí es donde Elon Musk entraba en escena.

Entre manganeso, grafito, hierro, litio, uranio y titanio, Ucrania alberga cerca de 10 mil yacimientos de tierras raras y minerales, lo que la convierte en una de las reservas más grandes del mundo. Estos recursos son materia prima clave para la industria tecnológica y de comunicaciones.

Con este panorama, todo empieza a cuadrar. La alianza entre Trump y Musk tenía un componente económico desde el lado del magnate, y uno geopolítico desde el presidente. Musk creyó en la promesa de una resolución rápida del conflicto para que sus empresas pudieran acceder a los minerales ucranianos, potenciando al máximo sus ganancias y las de otros grandes jugadores que apoyaron a Trump, como Mark Zuckerberg y Jeff Bezos.

Para Trump, lo redituable era la estrategia geopolítica. Buscaba que las empresas aliadas crecieran, escalaran su producción y dominaran mercados, utilizándolas como arma de competencia directa frente a China en la guerra comercial.

Si lo analizamos en perspectiva, ambos tenían mucho por ganar. Trump, al reposicionar a Estados Unidos en el tablero global; Musk, al incrementar sus beneficios económicos. Sin embargo, los tiempos se estiraron, las promesas no se cumplieron, y el magnate terminó perdiendo más de lo que ganó durante su paso por el gobierno. Ante la falta de resultados, la alianza de cartón se rompió, y hoy vemos un cruce público donde ambos se reprochan abiertamente.

El poder es difícil de compartir. Se ejerce o se padece. Y cuando dos figuras de peso entran en juego, las alianzas suelen basarse más en intereses que en pactos de caballeros. Lo romántico de las promesas y las amistades es propio de quienes aún no han sido completamente corrompidos. Para Trump y Musk, como en la geopolítica misma, todo se trata de intereses.

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