La poda: trabajando en los cimientos de la siguiente vendimia

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Por Natalia Torres /AAS – En este momento clave para todos los viñedos, se definen entre otras cosas la producción potencial del ciclo, el equilibrio de la planta y la formación de la canopia. Un grupo de viticultores explica aquí su filosofía al momento de encararla.

En este momento clave para todos los viñedos, se definen entre otras cosas la producción potencial del ciclo, el equilibrio de la planta y la formación de la canopia. Un grupo de viticultores explica aquí su filosofía al momento de encararla.

En invierno, el viñedo sin hojas ni frutos transmite pura quietud. Pero esa imagen esconde un momento de trabajo a conciencia: la poda, un momento clave en el ciclo vital de la vid. 

“La poda es definitiva en la formación de la planta acorde a la estructura de plantación. Determina la ocupación del espacio por parte de la planta y asociado a eso, el rendimiento y la capacidad fotosintética. La buena utilización de la superficie va a determinar que tengamos una buena relación (de acuerdo a lo que haya elegido como camino) entre peso de fruta y superficie del área foliar”, explica Fernando Sota, encargado de la agronomía y la enología de la bodega 3Sapas.

“Cuando nosotros podamos, estamos dejando elementos de producción para la temporada siguiente. Y esto tiene que tener una concordancia y un equilibrio con respecto al ciclo vegetativo anterior”, agrega por su parte Matías Prieto, ingeniero agrónomo de Lorenzo Wines. “Si una planta es muy débil, se poda en función de eso y seguramente vamos a dejar menos elementos de producción. Y si una planta tuvo mucho vigor, al contrario, se van a dejar más elementos de producción tratando de buscar el equilibrio. O sea que lo que nosotros hacemos cuando realizamos la poda es básicamente equilibrar la planta, dejando la cantidad de elementos productivos para el ciclo siguiente para tener un buen balance”

Una meta, varios caminos

Y aunque el relieve que las labores de poda tienen para una buena vendimia es un punto en el que todos pueden estar de acuerdo, los caminos para llegar son variados. Cada viticultor lleva su propio libro de instrucciones, y la influencia del ambiente hace el resto al momento de marcar diferencias en la práctica.

“El suelo no debiera incidir en el vigor de la planta si el manejo de la relación entre ellos es el adecuado. No deberíamos podar según tipo de suelo, sino que debemos plantar según tipo de suelo”, advierte Edy del Popolo, ingeniero agrónomo de Susana Balbo. “Los suelos restrictivos siempre terminan condicionando la poda porque las plantas entran en un círculo de pérdida de vigor cuyo origen no es la poda. Respecto al clima, puede incidir directamente en nuestra definición de poda por la acción de la luz fundamentalmente y temperatura sobre las yemas y brotes”.

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En su caso, la incidencia de heladas tardías determina, en ocasiones, la elección de un sistema de poda tardía que se efectúa desde fines de agosto hasta mediados de septiembre según la zona. Según explica Del Popolo, de esta manera “se logra atrasar el inicio de brotación en promedio una semana, siendo las zonas más frías de mayor propensión a este atraso que las más cálidas, lo cual indudablemente puede ser una ventaja ante la incidencia de heladas tardías”.

Habitualmente, vale notar, las vides se podan entre junio y agosto, aunque la influencia de la temperatura y el inicio de brotación puede extender el plazo hasta septiembre. La poda temprana es recomendable cuando es 100% manual, el número de podadores es escaso o la superficie a podar es amplia.

En Noemia, proyecto ubicado en Mainque (Río Negro), el suelo que mezcla arena, arcilla, piedra y limo, agrega su cuota de influjo al momento de la poda. “Son suelos a la vez pobres pero con muy buena retención hídrica, así que hay que podar con menos generosidad dejando menos yemas por bastón. En caso contrario, la viña tenderá a producir más y tener un alto rendimiento, lo que en Noemia no buscamos”, señala el enólogo y propietario de la bodega, Hans Vinding Diers.

Al mismo tiempo, la incidencia del clima determina la elección de la poda doble Guyot, que contribuye a la renovar la madera de la vid todos los años. “El clima es muy seco en la Patagonia, con máxima humedad del 30% y mucho viento, enumera Vinding Diers. “Es un clima duro para la vid, así que usamos la poda doble Guyot para renovar la leña todos los años. En poda cordón se envejece más rápido la vid por dejar la misma madera todos los años”.

“La poda en cordón pitoneado, que nosotros no utilizamos, tiende a envejecer un poco la planta. Y cuando se envejece empieza a tener desbalance, y cuando tiene desbalance tenés producciones que no son de muy buena calidad”, concuerda Prieto. “Es por eso que en Argentina hemos evolucionado y vuelto a la poda Guyot, renovando todos los años material para que la planta no envejezca y tener buen equilibrio y distribución de racimo”. 

Nuevos enfoques

La evolución en el entendimiento de las relaciones entre vino, paisaje y técnica que ha llevado a los vinos argentinos a un enorme salto cualitativo también abrió la puerta a nuevos enfoques en la poda. Algo también marcado, al mismo tiempo, por el cambio climático.

“Las técnicas de poda en Argentina han cambiado mucho en los últimos tiempos junto a las estrategias de riego y la escasez de agua”, señala Sota.

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“En tiempos pasados, el agua abundaba en los viñedos y la riqueza de poda era mayor y bastante más alta la producción por hectárea en general”, agrega. “Luego, con una visión más enfocada en la calidad, se empieza a ver que los viñedos pueden regularse y alargar también la vida de la planta para obtener uvas de alta calidad. Eso no quita que existan aún esquemas de producción en los que se ‘agota’ la planta y la renovación es cada 20 años o menos”.

En Altos Las Hormigas, por su parte, Federico Gambetta encara una visión de vanguardia asentada en el método del viticultor italiano Marco Simonit, basado en los principios básicos de la “madera de respeto”, la ubicación clave de los pitones y la cronología de poda.

El principio de madera de respeto se basa en no hacer cortes al ras, sino un poco alejados del tronco. “Esto es para evitar que el cono de desecación (es decir, la cicatrización de los tejidos luego del corte) obstruya el flujo de savia hacia las yemas y posteriores brotes/racimos. No se deben hacer cortes grandes”, apunta Gambetta.
Mientras tanto, en el método de Simonit los pitones, claves para la poda del ciclo siguiente, deben ubicarse en el flujo de savia de la planta. “Se evita dejarlos cerca de grandes cicatrices o cerca de los que llamamos ‘cabeza de sauce’, el gran nudo de cortes al centro de la planta”, señala Gambetta. “Es por este motivo que se dice que estas plantas pueden durar 100 años ya que se garantiza la poda del año siguiente”.

Finalmente, al encarar este sistema de poda se intenta que los elementos de formación y carga (pitones y cargadores) estén siempre sobre madera del año anterior. “De esta forma, año tras año, se va formando una estructura en la que cada ciclo se suma un escalón más. Esto hace más maduros los flujos de savia favoreciendo la nutrición de la parte verde de la planta y generando una mejor conexión con el terroir”, concluye Gambetta.

En Altos Las Hormigas, el viticultor le agrega a esta filosofía la técnica del especialista en biodinamia Alan York, en la cual se combina el peso de poda y una evaluación a campo que cuenta cuántos brotes puede alimentar la planta en un ciclo. “Básicamente, antes de comenzar a podar, vemos cuántos buenos brotes hubo y en base a esto definimos la cantidad total de yemas a dejar en esa planta”, explica.

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