Los años de Lula

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Brasil se aproxima a vivir una nueva jornada de comicios presidenciales marcadas por la imponente antagonía ideológica que persiste por estos días. El 2 de octubre, los brasileños deberán elegir entre la continuidad de un régimen o el retorno de un modelo que gobernó durante varios años a su país.

Uno de los partícipes principales de esta contienda política, es Luiz Inácio Lula da Silva, quien busca una nueva experiencia al mando del gigante brasileño. El expresidente tuvo una larga trayectoria política, previa a su desembarco en Brasilia con las investiduras del máximo mandatario. Lula fue un obrero metalúrgico, con fuerte presencia en la actividad sindical durante la década de 1980. Fue justamente un momento de quiebre para él, entendiendo que comenzó una carrera política ascendente. Lula, en carácter de trabajador y sindicalista, encabezó una serie de protestas contra el atropello económico padecido por los sectores más desfavorecidos. Su carrera en los 90’s se vio motivada por la institucionalización de sus consignas sociales, explicitadas en tres candidaturas presidenciales que no obtuvieron buen puerto (1989, 1994, 1998).

Más allá de estas derrotas presidenciales, Lula no se achicó, y en 2002 volvió a presentarse y ganó las elecciones en Brasil en segunda vuelta con un total de más de 60% de los votos. El líder del Partido de los Trabajadores ascendió al poder en un contexto particular, que, regionalmente presentaba signos compartidos con los vecinos países. 

Brasil atravesaba un resquebrajamiento económico a partir de una crisis profundizada en los últimos años del gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Sin embargo, este fenómeno no era propio de Brasil y permitió un ascenso, prácticamente en paralelo, de líderes populares que provenían de la izquierda y centro-izquierda latinoamericana. Junto a la figura de Lula en Brasil, aparecieron políticos como Néstor Kirchner, Evo Morales, Hugo Chávez, Pepe Mujica y Fernando Lugo, por solo nombrar algunos. Esta no es una situación aislada para entender los años de Lula, sino que es una herramienta para comprender el potenciamiento económico y político de Brasil a partir de una región sudamericana en armonía ideológica, que permitió un crecimiento y desarrollo en bloque, marcado por fuertes lazos diplomáticos. 

Lula Da Silva gobernó de 2003 a 2010 en dos mandatos, generando significativas mejoras en Brasil. Uno de los temas de mayor importancia fue la economía y la mejora de la calidad de vida de los brasileños, sobre todo de los sectores más postergados históricamente.. Esta premisa deja un dato irrefutable: el posicionamiento de Brasil como una potencia. Lula logró este hito con una política productiva equilibrada, en donde el Estado brasileño inyectaba una gran cantidad de dinero corriente en sectores necesitados, con una réplica de crecimiento imperante en el consumo, casi una oda al keynesianismo clásico. 

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Sin embargo, la misión económica de Lula da Silva no se quedó estancado solamente en eso, sino que, en paralelo mantuvo ciertas políticas económicas de la época de Cardoso, tales como la carga tributaria y la responsabilidad fiscal. El gran quiebre que generó Lula fue un fuerte apoyo a las industrias, y pequeñas y medianas empresas, diversificó los créditos, permitiendo el acceso a las clases medias y también generando un aumento de los sueldos de los trabajadores, fortaleciendo el mercado interno y bajando la desocupación. Una inflación controlada fue clave para la pasividad política con la que gobernó.

A la par de lo nombrado, hubo dos grandes políticas sociales focalizadas del gobierno de Lula Da Silva que fueron la piedra angular de la recuperación económica de los más desfavorecidos: Hambre Cero y Bolsa Familia. El último fue un programa de desarrollo social que buscaba inyectar dinero en la clase baja brasileña, que no podía cumplir con condiciones básicas de desarrollo económico. Se basaba en generar una serie de pagos o ayudas sociales, a cambio de que las familias que entren en el cupo estipulado de los que podían recibir esa ayuda, de cumplir efectivamente con la escolaridad y el calendario de vacunas. 

En conjunto, Hambre Cero fue un programa que buscaba combatir la inseguridad alimentaria que regía en Brasil. El programa llevó adelante acciones concretas para garantizar el acceso a la alimentación, por ejemplo, con ayuda mediante Bolsa Familia pero también garantizando agua para las regiones semiáridas de Brasil, la entrega de vitaminas y suplementos, el robustecimiento de un modelo educativo que puso a la nutrición como parte de sus esquemas de enseñanza, la propuesta concreta de restaurantes populares y el impulso, desde el Estado, de la agricultura familiar.

Ambos programas de Lula Da Silva llevaron a un evidente mejoramiento de la vida de los brasileños, bajando la desocupación, generando mayor movilidad social ascendente, triplicando el PBI per cápita y posicionando a Brasil como un modelo a los ojos del mundo. 

Sin embargo, el abanico de políticas de Lula no se quedó en eso. El crecimiento exponencial a nivel infraestructura y urbanístico fue enorme, generando una evidente transformación de los espacios geográficos, a tal punto que las favelas comenzaron a resignificarse: más allá de problemáticas estructurales como la delincuencia y el narcotráfico, sectores faveleros comenzaron a sumergirse en la economía formal a través del boom turístico que vivió Brasil. 

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En materia internacional, Lula Da Silva tuvo un discurso marcado por el respeto al crecimiento del bloque internacional alternativa de cooperación en conjunto con Rusia, China, India y Sudáfrica. En ese sentido, la comunidad de economías emergentes y de posicionamiento no directo con Estados Unidos y occidente en general, fue una de las grandes apuestas que Lula da Silva concretó en el último tiempo de su segundo mandato. 

Por otro lado, la gestión del Partido de los Trabajadores estuvo marcada por una serie de debates acerca del cambio climático, poniendo como eje a las políticas de resguardo medioambiental. La energía nuclear también fue parte de los esquemas de la política exterior de Lula. 

Fue el gran mediador entre Irán y la Agencia Internacional de Energía Atómica. El entonces presidente de Brasil defendía la postura de que Teherán podía producir energía nuclear, siempre y cuando sea para fines pacíficos y productivos. Lo cierto es, que Brasil, en conjunto con Turquía, fueron quienes lograron un acuerdo para que Irán continue produciendo energía nuclear, a tal punto de que recibió un jugoso intercambio de 1200 kilos de uranio. Pero la misión principal fue cumplida: bajar las tensiones en Irán y que la producción no cese. 

Terminados sus dos mandatos, Lula afrontó una serie de problemas de que afectaron profundamente su vida. Primeramente, fue diagnosticado con cáncer de garganta en 2011. Luego de tratarse mediante quimioterapia, el líder del Partido de los Trabajadores logró dejar atrás ese mal trago y curarse del cáncer. Pero eso no sería lo único, ya que en el año 2016 comenzó una marcada persecución judicial contra su persona, que terminó con una condena por corrupción en el caso Petrobras en 2017 y su entrega en 2018. Lula estuvo 580 días encarcelado, y, finalmente, en 2019 fue liberado, ya que el juez que lo condenó (Sergio Moro) no tenía competencia para juzgarlo. Dicho sea de paso, Moro terminó siendo ministro de Jair Bolsonaro. Más allá de eso, Lula volvió fortalecido al escenario político, y con ansias de revancha política, está en la recta final para conseguir su tercer mandato.

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