Malvinas: ¿Qué significa el fin del pacto Foradori-Duncan?
Argentina anuló el pacto Foradori-Duncan sellado durante el macrismo y reavivó los debates acerca de la soberanía nacional en las Islas Malvinas.
Desde 1982 la brújula ideológica fue clara en cuanto al reclamo legítimo sobre las Islas Malvinas. En este sentido, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fueron los más elocuentes en cuanto a la proclama de la autonomía Estado-Nación sobre el archipiélago del sur. El gobierno de Mauricio Macri, en cambio, tuvo una característica que se transformó en pináculo de las relaciones exteriores: el entreguismo. Esta premisa también se vio en materia de la causa Malvinas. A tal punto que en 2016, se firmó un pacto de entrega absoluta de la explotación de los recursos de las islas para los británicos. Esta suerte de acuerdo cuasi-colonialista recibió el nombre de Foradori-Duncan y permitió “garantizar” “la remoción de todos los obstáculos para el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las islas”, desarmando una estrategia que se había impulsado para poner límites a la ocupación ilegal y a la expoliación de los recursos naturales del archipiélago”.
Este nefasto documento se convirtió en una prueba de amor del macrismo, en relaciones carnales en términos diplomáticos, echando por tierra años de reclamos sobre la soberanía nacional, el reclamo de los ex combatientes y el dolor de un pueblo entero.
Actualmente, la Cancillería argentina decidió dejar sin efecto el pacto Foradori-Duncan, y propuso retomar una agenda de trabajo conjunta que responda a los intereses nacionales argentinos y que se basa en la reanudación de negociaciones en los términos de la Resolución 2065/XX, conectividad aérea y marítima entre el continente y las islas, garantizar los intereses y modo de vida de los kelpers, aprovechamiento conservación y preservación de los recursos naturales en el área en disputa y la desmilitarización de las islas. Estos puntos, por más utópicos que parezcan, tienen un gran aval de reconocimiento internacional por parte de otros países.
Desde Londres, la respuesta no se hizo esperar, y terminó siendo tajante y antipática: “Las Malvinas son inglesas”, aseguraron con lógica imperialista.
Lógicamente que esto no revierte el reclamo legítimo sobre las islas arrebatadas en el siglo XIX y violentadas en 1982.
Ahora bien, ¿por qué seguir reclamando por Malvinas? La respuesta es dual. Por un lado, por el mantenimiento de una soberanía nacional que sirva de base para el crecimiento y desarrollo de una nación sumamente rica como Argentina. En paralelo, la profundidad de las aguas en esa zona no fueron exploradas con total claridad, como para comprender la riqueza de los recursos naturales que se encuentran allí, y forman parte del ecúmene necesario para Argentina. Asimismo, la ampliación de la plataforma argentina es clave para la libre circulación marítima y la utilización de actividades básicas como la pesca. El entreguismo al Reino Unido es un retraso en términos del país que gran parte de la población anhela ser. Un país con la riqueza y el potencial de Argentina no puede darse el lujo de regalar sus territorios. Asimismo, si se continúa profundizando en términos de soberanía, la causa Malvinas es fundamental para mantener otro enclave de vital importancia: la Antártida. El continente blanco fue poco explorado por el hostil clima que presenta, sin embargo, nuestro país tiene una parcela importante allí, y que en los próximos años puede ser un punto en debate a nivel geopolítico. No dejar duda para el futuro es materia del presente.
En este derrotero de razones por las cuales hay que seguir insistiendo en el reclamo sobre las islas, entra la situación de la guerra. Negar esta soberanía es negar la vida de los “pibes de Malvinas”, como dice la canción cantada por todo el país en el último mundial de fútbol. Estos soldados, jóvenes comunes y corrientes, dejaron su vida, quizás por un conflicto que nunca entendió la sociedad en conjunto en ese momento, pero que caló hondo en el imaginario colectivo. Negar la soberanía sobre Malvinas es, además, olvidarse de las familias que aún reclaman por sus padres, hermanos, hijos o esposos, como así también empujar al olvido a ex combatientes y su grito legítimo de justicia.
La ruptura del pacto Foradori-Duncan puede ser el punto de partida para discutir más a fondo otras cuestiones relacionadas a Malvinas, uno de los conflictos geopolíticos que no están cerrados actualmente y donde la tensión no escapa de la diplomacia, pero que guarda un sentimiento compartido desde la cultura popular hasta el recuerdo de aquellos quienes padecieron esta guerra.