Misiones sin glifosato, el desafío de una chacra sustentable
En diciembre de 2018 la chacra misionera se enfrentó a una amenaza impulsada por el Gobierno nacional y corporaciones empresarias. Implicaba una producción intensiva de 200 mil hectáreas de maíz, con una enorme presión sobre el modelo productivo y sin ningún estudio de impacto ambiental. Sólo la firmeza del Gobierno provincial y la resistencia de los mismos productores pudieron frenar la iniciativa de los dirigentes de Cambiemos. Cuatro años después, Misiones vuelve a marcar territorio: esta vez con una posición diametralmente opuesta. “Este año vamos a trabajar muy fuerte en una ley que presentamos hace unos años, que es la eliminación del glifosato, uno de los elementos más dañinos del mundo. Uno de los venenos más nocivos que generó la industria. No vamos a discutir que sirvió para empujar un modelo de agricultura, pero a la luz del cambio climático, creo que sobran razones”, anticipó el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira.
Misiones ya tiene una ley que prohíbe el uso del glifosato en ámbitos urbanos. Pero ahora el objetivo es extender esa legislación al ámbito rural. “Empezamos la tarea de prohibir su uso en los espacios urbanos para que no sea un shock y que nadie proteste. Sabemos de la importancia del glifosato en el mundo tabacalero, también en el yerbatero, en todos los órdenes. Ya no hay más excusas, la ley tiene tres o cuatro años de sanción, y habíamos dicho que progresivamente nos íbamos a preparar. Ya estamos preparados”, argumentó Rovira. El conductor político de la Renovación reveló otro dato: “Tenemos el primer producto herbicida totalmente orgánico que puede y debe reemplazar al glifosato aquí, ya está, así que se terminó la excusa, a usarlo”.
En eso trabajó la Biofábrica. Pero también hay actores privados. En el Parque Industrial de Posadas está Agro Sustentable, una firma que fabricará biofertilizantes y biopesticidas. En principio, según el CEO de la firma, Joaquín Basanta, la planta, con 30 empleados, podrá sacar al mercado cien mil litros por mes.
La prohibición del glifosato va en línea con el cuidado de la biodiversidad, pero también tiene un costado pragmático: Europa comienza a suprimir importaciones de productos que afecten la naturaleza y provoquen deforestación. Las principales economías europeas son responsables del 80% de la deforestación a través del uso y consumo de mercancías que llevan aparejado un riesgo forestal.
“Nuestros productores se tienen que preparar. El té va a valer fortuna porque Ucrania y Rusia se van a quedar sin té. Ya no lo tienen. Y así toda la producción. La yerba mate también puede abrir nuevos caminos de exportación, nuevas vías, hay que estar muy atentos. Los commodity forestales, la madera también, todo va a subir”, dijo Rovira.
El glifosato tiene fama negativa, pero es uno de los tantos herbicidas que históricamente se utilizaron en producciones que no se limitan a la yerba, el tabaco o el té como comúnmente se cree, sino que alcanzan a las propias frutas y verduras que día a día se consumen en las mesas de toda la provincia.
Su prohibición, sin embargo, va en línea con mojones que fueron marcando la chacra.
En el 2004, a través de un esfuerzo mancomunado con las empresas tabacaleras y el Instituto Nacional de y Tecnología Agropecuaria (INTA) y de una decisión consensuada con los productores, el Gobierno de la Provincia convirtió a Misiones en la primera provincia que erradicó el uso del bromuro de metilo en la producción de tabaco y de hortalizas a campo.
Pese a la mala fama, el sector tabacalero fue el pionero en cuanto a promover el uso responsable de agroquímicos y trabaja junto al ministerio de Ecología en acciones conjuntas para mitigar el impacto de su uso. Algunos ejemplos puntuales son la puesta en marcha del Centro de Acopio de Envases Vacíos de Agroquímicos en Dos de Mayo y la ausencia del glifosato dentro del paquete tecnológico del sector.
UNA RELACIÓN DE COSTOS Y BENEFICIOS. El productor Cristian Klingbeil cultiva junto a su suegro 27 hectáreas de yerba mate y en ellas trabajan mayormente con motoguadaña para actividades de mantenimiento. “En 2021 tuvimos que aplicar herbicida únicamente en dos hectáreas para controlar el cadillo”, contó a Economis el productor que se animó a iniciar un camino con nuevas prácticas culturales en sus chacras.
El glifosato en la yerba se utiliza para las actividades de control de malezas. “Durante muchísimos años trabajamos muy mal descuidando las dosis, los momentos de aplicación, y el agua que se utiliza, entre otras cosas. Hoy estamos aprendiendo de manera diferente… Estamos conscientes de que tenemos que transformar la forma de trabajar en las chacras”.
El trabajo sostenido permite logros y beneficios directos que pueden ir observándose de a poco. La presencia de pájaros, la desaparición de la cola de zorro o del bichito del rulo y el hecho de que no hay tanta caída de hoja, son algunos de ellos.
Según detalló el productor tealero y yerbatero, “cuando empezás a aplicar mal los herbicidas, las semillas se vuelven resistentes a los herbicidas. Al tercer año, no matás más con el mismo herbicida. Tenés que cambiarlo, aumentar la dosis o agregar otros. Así se van transformando en transgénicas”. Los errores se cometieron principalmente ante la falta de información y capacitación. Pero también, ante la falta de exigencias y asesoramiento y controles por parte del Estado.
“Hay una diferencia abismal del costo de la mano de obra entre una cosa y la otra: haciendo un análisis por hectárea, en un yerbal promedio que generalmente se ve en toda la provincia de pocas plantas por hectárea, 4 pasadas de motoguadaña corresponderían a seis veces más el gasto de mantener con herbicida un yerbal”, así describe Klingbeil la cuestión de costos que afectan directamente al bolsillo del productor.
La experiencia reciente indica que los productores que empezaron a mermar la aplicación de herbicidas en los yerbales, lograron notaron cambios en las épocas de sequía. “Por ejemplo, el yuyo que dejás en el yerbal mantiene la humedad en el suelo, se descompone y genera un abono orgánico que colabora a su vez con el control más natural de plagas; pero la desventaja inmediata es el costo. Ahora bien, también es cierto que con el trabajo sin herbicidas a los dos o tres años, hasta la tierra cambia de color y hay mas humedad en el suelo”.
Juan Carlos Furlán, productor agroecológico de Cerro Corá, la clave estará en el proceso de transición, ya que el costo de producción aumentaría sin el respaldo del herbicida. “Se podría gravar el uso del glifosato y con eso mismo, financiar la transición”, explica.
La transición es clave. En Sri Lanka se prohibió el uso del glifosato y otros herbicidas similares, como una forma de promover la agricultura orgánica pero después de una prueba fallida, el Gobierno tuvo que dar marcha atrás. El país enfrentó una caída de las exportaciones de té, la principal exportación agrícola y de otros productos básicos. Las plantaciones perdieron productividad.
Klingbeil coincide en la necesaria transición y sostiene que el cambio cultural debe ser progresivo: “Cuando hay un buen precio de la materia prima, todo cambio es posible y viable”. Además, dejó entrever la importancia de los incentivos que estimulen los cambios de hábitos y la adopción de nuevas prácticas culturales, como por ejemplo el programa del INYM que permite la compra de motoguadañas.
YUYO CERO. En el caso del té el control de malezas es sumamente exigente dado que las máquinas no están preparadas para seleccionar los brotes y dejar los yuyos. “Hay un alcaloide que no debe existir en el té y que desde Europa catalogan como cancerígeno, por lo cual le decimos chau a la materia extraña… la motoguadaña y la carpida son complicadas y prácticamente imposibles dentro del té por lo cual hay que utilizar sí o sí herbicidas y luego, también la limpieza a mano”.
Para no encarecer el trabajo a mano se utiliza el herbicida para controlar lo máximo posible. “Nosotros no sabemos cómo se está probando el tema de los herbicidas orgánicos. Si hoy me prohíben el glifosato en el té, tengo que abandonar la actividad por una cuestión de costo de mano de obra”, señala Klingbeil.
“Estamos desapareciendo como producción tealera. En los últimos cinco años se eliminaron alrededor de 1.000 hectáreas de té y si a eso le sumamos la producción sin glifosato sería un knockout para los pequeños productores y prestadores de servicios. Nos empezarán a rechazar las cargas y eso será fatal para nosotros”.
El productor sostiene que en virtud de las certificaciones, se redujo el uso de herbicidas. “Pasamos de gastar dos litros por hectárea a utilizar medio litro. Corregimos prácticas como el pico aplicador y mejoramos mucho en esas cosas. Controlamos el PH del agua para analizar si es compatible con el uso del herbicida por ejemplo, cosa que antes no se hacía. Si el PH está desregulado, neutraliza el herbicida. Muchas de estas cosas fuimos aprendiendo gracias a las capacitaciones sobre temas de las certificaciones. Desaprender las prácticas históricas para adquirir nuevas formas de producir”.
El proyecto disparador. Hugo Escalada, ex diputado y actual presidente del Instituto Forestal Provincial (INFOPRO), fue el responsable de presentar en 2015 el primer proyecto de prohibición total del uso del glifosato que finalmente no prosperó. Según contó a Economis, el producto sigue siendo el principal aliado para matar malezas en muchas producciones. “La realidad es que hoy si vos medís cualquier producto de la tierra misionera, te va a aparecer la huella del glifosato”, añadió.
“El glifosato tiene una característica principal que consiste en que es muy difícil que se disuelva. El agua surca la tierra, arrastra el glifosato hacia la tierra y nosotros tomamos el agua de ahí”. En consecuencia no llega al cuerpo humano únicamente por el alimento sino también por el agua. En Misiones abundan los hilos de agua, vertientes y arroyos que se utilizan como abrevaderos.
En cuanto a la reacción que se podría generar la eliminación del glifosato en la producción forestal, Escalada expresó que “obviamente los productores que utilizan glifosato van a poner el grito en el cielo, porque tienen un producto que es una panacea: le reduce horas de trabajo de manera infernal, le ahorra tener que emplear a gente para hacer ese tipo de trabajo, la aplicación es muy sencilla y fácil a través de una mochila”.
“Nuestros colonos se han acostumbrado a trabajar con tóxicos muy poderosos por el tema de la producción del tabaco. El tabaco es fácilmente agredible por todo tipo de plagas. Entonces, los tóxicos más fuertes que se utilizan, se utilizan justamente en el tabaco. Hay muchos colonos que sabiendo que les van a afectar mosquitos, los terminan rociando en frutas y verduras”, contó y agregó que “no lo hacen adrede, sino por una cuestión cultural”.
“En términos de producción, nosotros los seres humanos en general, nos hemos vuelto muy eficientes produciendo sin tener en cuenta las consecuencias… pero no han avanzado al unísono los controles de lo que genera esa producción rápida, eficiente y competitiva. ¿Pero a costa de qué? Primero está la vida”.
Para el abogado es necesario contar con una alternativa que suplante el herbicida y, remarcó que “ojalá que el producto alternativo que anunciaron sea eficiente”.
“Hoy la gente se acostumbró a leer las etiquetas de los productos, pero nadie pide la información de las frutas y verduras que consumimos, y es necesario hacerlo”, advirtió.
CERTIFICACIONES ORGÁNICAS Y PRODUCCIÓN DE BIOINSUMOS. La subsecretaria de Desarrollo y Producción Vegetal del Ministerio del Agro y la Producción, Luciana Imbrogno, explicó a Economis que en Misiones existen más de 1.000 hectáreas certificadas como orgánicas (productos certificados libres de agroquímicos) y más de 2.000 están transitando el camino de la certificación. Yerba mate, té, banano, moringa, stevia, jengibre, cúrcuma y algo de cítricos son algunos de los cultivos orgánicos en Misiones.
“El mercado de orgánicos crece. Este año, el cultivo que tiene mayor porcentaje de la superficie certificada es la yerba mate: prácticamente el 99% de los orgánicos en la provincia” aseguró Imbrogno, agregando además que hay un nicho de mercado específico, logra mejores precios y hay consumidores que buscan activamente la yerba orgánica.
AgroSustentable es una empresa que se instaló en Misiones hace dos años mediante una articulación con la Biofábrica, y que a partir de abril producirá biofertilizantes con subproductos de base vegetal y animal, sin químicos ni para el productor ni para el suelo.
Joaquín Basanta, CEO de la empresa, explicó que “para nosotros es algo que cambiaría el esquema de lo que se ve en el mundo. Nuestra premisa como empresa es hacer productos orgánicos certificados y sin ningún nivel de toxicidad, generando un triple impacto y que llegue a los productores”.
La proyección es fabricar alrededor de 100 mil litros de productos por mes es la producción que está planificada para este año, y alcanzaría a horticultura, yerba mate y té. En paralelo, el equipo técnico de la empresa avanza trabajando con un total de 20 productores de distintos sectores, con ensayos en campo a través de los cuales van evaluando el impacto de los bioinsumos en los cultivos.