Sudáfrica e Israel: la batalla que se ganó en la Corte

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Israel sufrió un inédito revés judicial y diplomático de carácter internacional, propinado desde el continente africano. Fue Sudáfrica justamente, el país que abordó con mucha madurez institucional, una denuncia que tuvo curso en la corte de La Haya.

La situación en los estrados tuvo efecto y eco en la geopolítica. Sudáfrica acusó formalmente a Israel de provocar un genocidio sobre el pueblo palestino, en el marco de la guerra en Gaza. Lo que esgrime el país africano es que el poder bélico de Netanyahu se está pasando por encima de los límites de la guerra. Si, aunque parezca extraño, hasta en la guerra hay reglas y, aparentemente, Israel estaría un poco flojo de papeles. 

La denuncia involucra la muerte encarnizada de civiles palestinos que están llevando adelante las Fuerzas de Defensa Israelíes en Gaza. A esta altura, hay más de 26 mil muertos dentro del enclave palestino, y lo que aducen desde Sudáfrica es que la mayoría son niños y mujeres, que nada tienen que ver directamente con el conflicto bélico. Además, se suma la cuestión del impedimento de arribo de ayuda humanitaria y la falta de consenso para llevar adelante un alto al fuego. 

Esto llegó a la Corte Penal Internacional de La Haya, el ente máximo que se encarga de velar por la seguridad de los Estados y los pueblos y, claramente, de mediar en los conflictos, desde el punto de vista jurídico. La primera impresión fue clara: victoria de los abogados sudafricanos. 

La Corte dio curso a parte de la acusación de Sudáfrica, explicitando que Israel está aplicando ataques desmesurados contra la población civil y que esto, a futuro, podría ser materia de investigación para avanzar en la causa. 

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Para declarar un genocidio con consenso internacional, hay un proceso muy extenso y minucioso en el medio y puede llevar años. Sin embargo, el ente internacional fue tajante al advertir a Israel que debe bajar la intensidad de sus ataques para no “pasarse de la línea” en el conflicto bélico. Los abogados de Tel Aviv tomaron esto como un revés inesperado.

Si bien este dictamen es muy importante, Israel parece hacer oídos sordos. Lo que hace tiempo viene afirmando Netanyahu es que van a ir hasta las últimas consecuencias en esta guerra para poder llevarse el triunfo y, con ello, exterminar a Hamás. Además, Tel Aviv tiene un as bajo la manga. Como fue la agrupación terrorista con sede en Gaza la que comenzó esta guerra con un brutal ataque en los kibutz israelíes el 7 de octubre del año pasado, contando con una masacre y con secuestros de rehenes, esto faculta a que Israel argumente que no va a quitar el pie del acelerador.

Allí está la disputa, como todo, es un conflicto de intereses. Pero hay varias lecturas que hacer. En principio, la irrupción de Sudáfrica en el escenario diplomático, intentando socavar el accionar israelí en Gaza. Es sorprendente porque no es ni un país árabe ni musulmán, con quien pueda tener cierta cercanía el pueblo palestino. Pero detrás hay otra cosa. Sudáfrica es el claro ejemplo del resurgir del sur global, formando parte del BRICS y siendo una figura determinante de las economías emergentes y su postura no es inocente, en cierto modo. Lo que busca es comenzar a ponerle un freno simbólico al crecimiento israelí, entendiendo que Tel Aviv es el garante de los intereses occidentales en Medio Oriente. En ese sentido, Sudáfrica, como aliado de gigantes geopolíticos (Rusia, China e India) busca presionar a Israel, teniendo en cuenta su “limpio prontuario”. Algo parecido está haciendo Brasil, al sentar posición en el conflicto, de la mano de Lula Da Silva.  

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La ecuación es simple: Rusia no puede pronunciarse por Ucrania, China no puede por Taiwán e India no puede por sus rispideces con Pakistán. Es decir, el que está libre de pecado, arrojó la primera piedra, y es Sudáfrica. Su denuncia no es de un Estado contra otro, es de un bloque contra otro, en una disputa geopolítica multipolar que llega a los estrados y que divide las aguas. 

Además de eso, hay algo paradójico en el medio: ambos países han sufrido de procesos estructurales de discriminación y genocidio (Israel con el Holocausto y Sudáfrica con el Apartheid). Esto significa el señalamiento directo de uno sobre otro con la historia a cuesta, en donde su pasado condiciona su decisión. 

Con este panorama, solo queda esperar, aunque, claro, en el medio están los civiles que siguen padeciendo esta guerra y los rehenes que aún están separados de sus familias. Mientras tanto, en los estrados internacionales, la primera pulseada la ganó, claramente, Sudáfrica, aunque Israel no se resigne a una derrota.

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