agua dulce

El CEO de la minera que más litio extrae en Argentina admitió que usan “una gran cantidad de agua dulce” y dijo que el precio crecerá

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Paul Graves, el director ejecutivo de Arcadium Lithium, la minera de litio más importante de Argentina, brindó una larga exposición ante inversores en la ciudad de Nueva York, con detalles del negocio y pormenores técnicos del proceso que la empresa despliega en los salares de las provincias de Catamarca y Jujuy.

La intervención del ejecutivo se dio durante la Cumbre Mundial de Tecnologías de Transición y Energía Limpia Evercore ISI. Allí, Graves destacó en varios pasajes la calidad del producto obtenido por la minera durante un proceso técnicamente complejo, y mencionó como desventaja el uso de una “gran cantidad de agua dulce” y “la necesidad de energía para calentar la salmuera”.

“La verdad es que todos los procesos de producción de carbonato de litio a partir de salmuera tienen limitaciones”, introdujo el ejecutivo, y luego explicó: “La mayoría de los lugares no son adecuados para procesos basados en la evaporación, los estanques son muy caros de mantener y de construir, son difíciles de controlar y tienen rendimientos muy bajos. Probablemente, sólo te quedas con el 30% del litio que extrajiste”.

“Ahora – continuó – tenemos un rendimiento del 90% sobre lo que extraemos. Utilizamos muy poca tierra, de hecho, lentamente estamos eliminando nuestras estructuras de estanque en gran medida por un montón de razones ambientales y logramos un producto muy puro. Hay desventajas, usa gran cantidad de agua dulce y necesita energía para calentar la salmuera y no se puede producir así en todos lados”, relató.

En otro pasaje de su exposición, el ejecutivo mencionó que las variaciones en el precio del mineral en los últimos años estuvieron influidas por factores geopolíticos y confió que la cotización del litio seguirá en alza en el futuro. “No creo que supere los 40 dólares (por kilo), pero no creo que se mantenga por debajo de los 20″, expresó.

En la actualidad, los márgenes entre el costo de producción y el precio de venta es el principal incentivo para los capitales que llegan al país para ingresar en el negocio del litio, ya que producir una tonelada de carbonato de litio cuesta alrededor de 4 mil dólares, mientras que la cotización de mercado trepó a los 20 mil dólares en el cierre del primer trimestre de 2024.

Graves brindó una explicación respecto de la volatilidad en el precio, que llegó a superar los 90 mil dólares por tonelada en 2021 y luego cayó a 14 mil dólares en diciembre de 2023. “Hubo una demanda que salió del mercado porque China básicamente está diciendo que no necesita comprar tanto litio y de ahí vino un exceso de oferta, pero eso se corregirá”, contextualizó. Luego añadió: “Cuando hicimos nuestro IPO (oferta pública inicial) en el espacio de cinco años, alcanzamos un objetivo de siete años en cinco y sigue creciendo a ese ritmo. Creemos que hay una tendencia natural hacia arriba para el coste de los productores marginales y creemos que el precio del litio sólo seguirá subiendo, especialmente desde donde está hoy. No creo que supere los cuarenta dólares, aunque no creo que se mantenga por debajo de los 20. Es sólo mirar la economía”, argumentó.

El audio con el contenido de la reunión, de tono informal, fue publicado por el sitio oficial de la minera este miércoles 12 de junio a las 15, hora argentina. Allí se pudo escuchar durante 40 minutos apreciaciones relacionadas con el mercado del litio, los procesos de producción, la importancia estratégica y geopolítica del mineral y el valor de las operaciones en Argentina en comparación con otros países.

Arcadium Lithium es una reciente fusión de dos empresas, la estadounidense Livent y la australiana Alkem. Entre ambas produjeron 34 mil toneladas de carbonato de litio en 2023 y apuntan a duplicar ese volumen durante este ejercicio. Sus mineras se ubican en el Salar del Hombre Muerto, en Catamarca, y en el salar de Olaroz, en Jujuy.

El proceso de producción que utiliza esta empresa se basa en el bombeo de salmuera desde napas subterráneas en los salares. Luego, ese líquido se vuelca en piletones para su evaporación. El producto subyacente se somete a un proceso químico de laboratorio del que se obtiene carbonato de litio, el producto esencial para el funcionamiento de las baterías que usan automóviles eléctricos, computadoras y teléfonos celulares.

Ese método ha recibido cuestionamientos de parte de comunidades de las regiones en donde se instalaron las mineras. Recientemente, un fallo de la Justicia de la provincia de Catamarca consideró probado que ese forma de extracción secó un río. Se trata del Río los Patos, ubicado en el Salar del Hombre Muerto, precisamente donde Arcadium Lithium tiene una de sus operaciones más importantes.

Aquel fallo, sin embargo, profundizó el malestar en las comunidades, que sostienen que el pronunciamiento judicial no modificó las explotaciones mineras, que crecen sin parar en el norte argentino.

Actualmente, Arcadium Lithium y Exar (de capitales de la empresa china Gangfeng) son las únicas dos mineras que se encuentran en etapa de producción de carbonato de litio. En el mes de julio comenzará a producir la francesa Eramine, en asociación con capitales chinos, desde la provincia de Salta, en el salar Centenario Ratones.

Según los registros oficiales, hay más de 50 proyectos en distintas etapas de construcción para comenzar a producir litio. Argentina produjo 48 mil toneladas en 2023 siendo el cuarto productor mundial. Sin embargo, se estima que tiene reservas por 106 millones de toneladas en sus yacimientos.

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¡Agua, por favor!

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Uruguay en crisis hídrica, España con inundaciones, conflictos mundiales por ríos y países que oficializan el lanzamiento de radioactividad al mar. Todo esto en una semana y en un mismo mundo. El gran drama del H2O.

El vecino país charrúa está atravesando un duro contexto de faltante de agua. Según datos oficiales, le queda apenas el 1% de capacidad de abastecimiento hídrico, el cual podría alcanzar para menos de dos semanas. La preocupación aquí se eleva a la enésima potencia y las críticas apuntan a un gobierno nacional inactivo. En Montevideo, la poca agua potable que brota con un hilo de delgadez de las canillas capitalinas sale con un gusto salado, a tal punto que los uruguayos, con un tono irónico, oficializaron el nuevo “mate salado”. Protestas varias, abarrotamiento de supermercados en búsqueda de agua mineral (la cual se encuentra sobrevendida) y un sector agrario completamente empobrecido.

El atónito avance de esta sequía se conjuga con la falta de acción de política a largo plazo en término de resguardo ambiental y ese es el caso de Uruguay. Los habitantes de ese país se fugan hasta Argentina para comprar agua o inclusive alquilan en Entre Ríos, por ejemplo, y cruzan la frontera a su país de origen solamente para ir a trabajar. No hace falta ir a África para ver como el faltante de agua es parte del día a día de un país.

Por otro lado, cruzando el Atlántico, a España le pasa todo lo contrario. Mientras Lacalle Pou dice que, si no llueve en Uruguay, van a quedarse sin recursos hídricos, en la península Ibérica, el contexto es antagónico, inclusive. Fuertes lluvias torrenciales, seguidas de granizo, desataron una tormenta casi apocalíptica. Esto sucedió en la región de Zaragoza y provocó inundaciones masivas. Las calles se transformaron en ríos y la gente se tuvo que refugiar en los techos de sus autos para ser rescatados. Todo esto en el marco del fenómeno “El Niño”.

Casi como si fuera el mundo del revés, el significa de “agua” pareciera variar de país en país, y con ello la importancia que se le brinda. Solo basta con ver lo que sucede en Japón. Su gobierno nacional decidió tomar la medida de arrojar agua radioactiva al mar, agua, que, además, proviene de la central nuclear de Fukushima. El ejecutivo surcoreano respalda esta práctica cuasi – ecocida de Tokio, aunque su población no esté muy contenta. De hecho, las protestas se hicieron escuchar en las calles de Seúl, en contra de la contaminación del agua del mar. Dicha toxicidad genera miedo, a tal punto que se comienza a ver como una práctica habitual, el hecho de medir la radioactividad en los pescados que se comercializan en mercador surcoreanos.

Hace no mucho tiempo, Afganistán e Irán se fueron “a las manos” por varios cauces fluviales. Ríos fronterizos importantes generan recursos para esos países, y ante el afán de uno de ellos de poder quedarse con el excedente del otro, generó fuego cruzado en la frontera. Tal y como si fuese una frase hecha de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, en donde se repetía hasta el hartazgo que “la próxima guerra va a ser por el agua”, hoy es realidad.

Varias cuestiones vienen a colación cuando uno va recorriendo el significado que se le da en distintas partes del mundo al agua. En principio, sequías y tormentas severas tienen un responsable: el cambio climático. El desmejoramiento de las condiciones ambientales guarda relación también con el calentamiento global. Esta etapa en la que nos encontramos mundialmente, va dictaminando que los temporales sean cada vez más fuertes. Eso explica porque una simple lluvia causas inundaciones en lugares en donde, habitualmente, no sucedían dichos fenómenos.

Esto, en medio de veranos ultra calurosos e inviernos polares, al menos en el hemisferio norte. Otra arista digna de análisis es el papel de los gobiernos. ¿Qué hace la clase política a nivel mundial para resguardar el ambiente? Es cierto que hay ejemplo de estados que toman cartas en el asunto sobre ese tema, como Misiones, en calidad de estado subnacional.

Sin embargo, en otras latitudes del mundo, al no haber previsibilidad a futuro de la protección ambiental, suceden situaciones críticas como las de Uruguay sin agua, o la contaminación indiscriminada de Japón. Este “estigma” en los gobiernos nivel mundial es algo recurrente. Donald Trump fue un crítico del cambio climático, y no por los efectos de este fenómeno, sino por dudar de su existencia. Con ese tipo de argumentos, no hay forma de sostener algún tipo de debate y, en parte, explica la desidia de cierta parte del mundo.

El trabajo gubernamental se basa en dos partes: la protección mediante leyes efectivas y la acción concreta de los organismos del Estado con un financiamiento que les de cintura en las intervenciones que realizarán. Asimismo, hay otro segmento que hay que tener en cuenta. La ciudadanía mundial. Aquí también hay posturas encontradas. El traspaso generacional viene con la conciencia climática a cuestas. Millennials y centennials son los apuntados para ir gestando ese cambio. Sin embargo, generaciones previas no toman este apartado como prioritario, y no es responsabilidad total de las personas. Quizás crecieron con cuestiones educativas nulas acerca del ambiente y eso motiva que hoy no sea un tema de agenda para ellos. Más allá de todo eso, hay cierta postura de cuidado del medioambiente con acciones como privilegiar los transportes no contaminantes, separación de residuos y reciclaje.

La única certeza aquí es que el agua es un bien natural del hombre. El ser humano no puede vivir sin agua y no se necesitan demasiados especialistas para poder respaldar esta afirmación. En otros tiempos, nuestros antepasados pasaron de ser nómades a sedentarios y, justamente, las grandes civilizaciones primarias tuvieron como característica a los ríos de los cuales se abastecían para poder nutrirse, dícese el Tigris, Éufrates y el Nilo.

Sea agua dulce, agua salá, el mundo no puede hacer pasar por desapercibido a la situación que actualmente se vive con el recurso hídrico.

¿Hasta cuándo disfrutaremos de un buen vaso de agua fría sin que eso signifique un lujo?

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La demanda global de agua es un riesgo para la Antártida

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La Antártida en riesgo por la creciente demanda mundial de agua, advirtió el decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Universidad de Belgrano, Dino Bellorio Clabot.

La Antártida no sólo enfrenta el riesgo del cambio climático y el calentamiento global que provoca, sino también el problema de la creciente demanda mundial de agua, concluyó Dino Bellorio Clabot, decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Belgrano, nombrado el 08/10 por la Legislatura porteña como Personalidad Destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el Ámbito de las Ciencias Jurídicas. Esto sucedió en el marco del Triple Encuentro Histórico de Derecho Ambiental, organizado de modo virtual por la Liga Mundial de Abogados Ambientalistas.

Bellorio Clabot, autor de varios libros, es abogado por la UCA y doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la UBA, coordinador del Seminario Permanente d e la Cultura Jurídica de Italia y la Argentina en la Universidad de Pavía, Italia; profesor honorífico de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Peruano Argentino de Derecho Penal; profesor titular consulto de la UBA y la USI, y profesor titular emérito de la USAL. Asimismo, dirige el Instituto de Derecho de Ecología, Medio Ambiente y de los Recursos Naturales y Energéticos del Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires.

Él también ha recibido distinciones de la UBA, la UNAM, la Universidad Marista de México, la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España, el Colegio Público de Abogados de la ciudad de Buenos Aires, el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, la Fundación El Libro, la Fundación El Mercurio de la Salud y la Universidad de Belgrano. Aquí su texto:

La demanda mundial del agua se estima en 4.600 kilómetros cúbicos al año y se prevé que aumente un 20% a 30%. Es decir, para el 2050, estaremos consumiendo entre 5.500 y 6.000 kilómetros cúbicos al año, según datos del Informe Mundial de Naciones Unidas sobre desarrollo de Recursos Hídricos. A su turno, se calcula que la Antártida contiene el 70% del agua dulce del planeta.

En la actualidad, casi 800 millones de personas no tienen acceso al agua potable, según indica el Fondo de las Naciones Unidas para la Infanci a (UNICEF). Cada año, además, 3,5 millones de personas mueren debido a enfermedades relacionadas con la calidad del agua, el 98% en países en vías de desarrollo.

La falta de agua genera un serio ánimo por conquistarla para quienes no tienen el recurso y un esfuerzo por no compartirla para quienes sí disponen de él, con lo cual los conflictos serán inevitables y con consecuencias funestas. La escasez de agua es un imperativo que puede alterar el orden mundial y generar inestabilidad en los gobiernos.

Existen numerosos instrumentos internacionales que proclaman el derecho humano al agua. Por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 25, además de otros muchos pactos y convenciones. La Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente, el 28 de julio de 2010, mediante la Resolución 64/292, el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que son esenciales para la realización de todos los d erechos humanos. Y esto constituye también un ODS de la Agenda 2030.

En forma de hielo

En este escenario, la Antártida puede jugar un rol muy importante. La pregunta es si jurídicamente sería posible explotar agua antártica como un alivio para satisfacer en alguna medida la escasez de agua. Pero el Sistema del Tratado Antártico, concretamente el Protocolo de Madrid, en principio, cierra cualquier posibilidad de explotar el agua antártica, pues cualquier actividad relacionada con recursos minerales está prohibida salvo la investigación científica.

Pese a lo señalado, el Acta Final de la XI Reunión Consultiva Especial del Tratado Antártico (Buenos Aires, 1981) abre una posibilidad para obtener agua antártica, en la medida que los miembros consultivos del Tratado Antártico y otras partes interesadas dejaron expresa constancia de un pacto por el cual la prohibición de explotación de minerales no sería aplicable a la de hielo.

La respuesta al interrogante inicial, por lo menos teóricamente, sería afirmativa, es decir que sí se podría utilizar el agua antártica para satisfacer las necesidades mundiales, siempre que la explotación sea en forma de hielo.

Eso sí, esta posibilidad teórica de explotar legalmente el hielo antártico, y con éste conseguir agua, debería realizarse de conformidad con las regulaciones del Protocolo de Madrid en materia de protección ambiental antártica (que implica, p or ejemplo, el procedimiento técnico administrativo ambiental de las EIA). Pero en todo caso se ve seriamente comprometida por los diversos intereses presentes en la Antártida, más allá de si es posible realizar dicha explotación desde un punto de vista financiero y tecnológico.

Habría presiones de los diferentes Estados, con lo cual los fines pacíficos en el uso del territorio antártico se verían seriamente afectados, y es probable que el Sistema del Tratado Antártico sucumbiera ante tanta presión. No se lograría fácilmente un consenso ni aun para lograr la explotación de hielo antártico en casos extremos, como crisis humanitarias de grandes proporciones.

La hipótesis descripta explica por sí sola una posible encrucijada de difícil definición que, sin embargo, nos debería plantear otras posibilidades, para seguir conservando a la Antártida como ese “santuario” que es, “una reserva natural dedicada a la paz y la ciencia”.

Por lo pronto, aunque jurídica, financiera y tecnológicamente fuera posible explotar el hielo antártico para obtener agua, las condiciones políticas no parecen ser las mejores para esos efectos, o por lo menos para una explotación relativamente masiva. Hay que explorar otros caminos de la política, las ciencias, la experiencia y la creatividad humana. El derecho ambiental está en ese camino.

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