Boratti volvió a premiar el esfuerzo académico de los estudiantes de medicina de la Ucami
Hace doce años, el Sanatorio Boratti eligió apostar por la educación y sembrar futuro en forma de becas. Desde entonces, cada año renueva su compromiso con la Universidad Católica de las Misiones (UCAMI) premiando el esfuerzo académico de jóvenes que sueñan con ser médicos. Este 2025 no fue la excepción: una nueva estudiante se suma al grupo de becarios que, por rendimiento y constancia, reciben un reconocimiento que va mucho más allá de lo económico.
“El objetivo es mandar un mensaje claro a la sociedad: que el esfuerzo, la dedicación y la constancia permiten triunfar”, expresó Roberto Boratti, socio gerente del sanatorio, al recordar que el programa nació como homenaje a su padre, el doctor Alberto Andrés Boratti. La iniciativa, pionera entre las alianzas público-privadas en educación superior en la provincia, reconoce a estudiantes egresados de escuelas secundarias de Posadas que logran el mejor desempeño en el curso de ingreso a Medicina.
Este año, Oriana Ibarra, de 19 años, exalumna del Colegio Superior Santa Catalina, fue quien alcanzó ese mérito. “Me preparé durante todo el año. Estudié muchas horas al día, fui constante. Sentir que ese esfuerzo fue valorado es una alegría inmensa”, confesó emocionada. En su relato aparece también el respaldo familiar, esos gestos cotidianos que, en medio del cansancio y la ansiedad, sostienen y empujan.
A ella se suman otras cuatro estudiantes que lograron renovar su beca cumpliendo con los exigentes requisitos académicos: aprobar más del 50 por ciento de las materias del año con calificaciones superiores a ocho. “No es fácil, especialmente en los años más avanzados de la carrera, donde la exigencia es enorme”, reconoció la rectora Ana María Foth, quien valoró especialmente el acompañamiento del Sanatorio Boratti desde los inicios de la universidad: “Fue la primera empresa que confió en nosotros y nunca dejó de hacerlo”.
Entre las becarias que revalidaron su lugar está Oriana Pintos, quien cursa su séptimo año con el beneficio. Su camino fue todo menos lineal. “Tuve pérdidas familiares, enfermedades, momentos en que pensé en abandonar, pero la beca fue siempre una brújula. Me recordaba que alguien creyó en mí”, contó. Hoy, cerca de recibirse, habla con la serenidad de quien ha sabido sobreponerse y no desviarse del objetivo.
Camila Kachanoski lleva cuatro años consecutivos becada y no oculta su orgullo: “Es un reconocimiento que me impulsa a seguir superándome”. Para Cecilia Barrientos, otra de las beneficiarias, la motivación es académica pero también profundamente humana: “Siempre me gustó tener buenas notas porque refleja cuánto me esfuerzo. Y materias como Salud Social y Comunitaria me hicieron reafirmar mi vocación”.
Rocío Benítez, ayudante en la cátedra de Bioquímica, resume su filosofía de estudio en una frase que le repite su madre: “Hagan todo con amor”. No por la nota ni por la beca, sino por el compromiso de dar lo mejor de cada uno.
No todos llegan. Este año, una alumna perdió la beca por no poder sostener el rendimiento. Foth lo explicó sin rodeos: “La carrera de medicina es muy exigente, y a veces, aún con esfuerzo, el ritmo académico cuesta mantenerlo. Eso no invalida el valor del estudiante ni su vocación”.
Quizá por eso mismo, la beca no es sólo un premio. Es también un símbolo. Una forma de decir “creemos en vos” en medio de una carrera que muchas veces pone a prueba la resiliencia. Y en esa convicción compartida entre una institución médica privada y una universidad joven, emerge una alianza que trasciende papeles firmados: apuesta por el talento, abraza la vocación y siembra mérito donde más se necesita.
La idea de expandir este modelo al interior provincial está latente. “No lo descartamos”, dijo Boratti.



