En la última reunión del Consejo Federal de Educación, fue una de las voces que marcó la postura de las provincias ante la negativa de la Nación de discutir los salarios en paritarias federales. Esa intransigencia del ministro Esteban Bullrich deja en situación de vulnerabilidad a varias provincias, entre ellas Misiones. Pero la postura esgrimida públicamente le valió el agradecimiento de los gremios en la Mesa de Diálogo local, donde se fijó el primer aumento del año para los docentes misioneros. Ivonne Aquino asegura que la relación con la Nación es buena, pero sostiene que la mirada sobre la educación obedece a una lógica diferente.
“Hay que seguir dando el debate y reclamando por el financiamiento educativo y que se invierta efectivamente el seis por ciento del PBI en la educación”, asegura Aquino en una entrevista con Economis mientras hacía una recorrida por varias escuelas del interior de la provincia.
Aquino destaca que en la Mesa de Diálogo, además de las discusiones salariales, se pudo lograr avances con los gremios para fortalecer la calidad educativa. A fin de 2016 se enfocaron en reforzar el programa educativo jurisdiccional. “Hemos profundizado líneas socioeducativas y coincidimos en defender la importancia de programas que lleguen a las escuelas con opciones para contener a los chicos, como los deportes, el arte, la música. El objetivo es la inclusión”, explica. En esa línea, se fortalecerán los planes para que los estudiantes completen su formación con tareas escolares, pero también actividades que lleguen directamente a los barrios.
“Haremos un fuerte trabajo sobre la población joven, de adolescentes, pero también los niños, para que logren reingresar al sistema educativo y culminarlo”, anuncia.
Desde hace varios años una de las principales preocupaciones de Educación es la contención. “La deserción es alta, no todos culminan sus estudios”, reconoce la ministra.
Para revertir esa tendencia, Aquino advierte que iniciarán un proceso que incluya a las salas de nivel inicial, desde los cuatro y cinco años. De este modo, se garantiza un mejor tránsito por la escolaridad primaria y mejoran las posibilidades de que llegue a la secundaria.
En el otro extremo, también se potenciará la formación superior de docentes y las tecnicaturas. Se hizo un mapeo de las necesidades de las escuelas, en conjunto con las universidades para determinar carencias en determinadas ramas de la educación y la formación.
La ministra valora el diálogo con los docentes. “La Mesa de Diálogo es importante porque se trabaja no solo sobre el salario, sino sobre el aprendizaje. Se aborda con confianza cada problema”, asegura.
La negociación salarial que se cerró esta semana fue inédita. Por primera vez hubo un acuerdo en febrero, cuando la tradición era que se pagaban los aumentos desde marzo. “Hay una realidad que nos llevó a anticiparnos en la convocatoria, corría riesgo el inicio de clases. El acta acuerdo nos garantiza abrir las escuelas el 6 de marzo. El Gobierno de Misiones hizo un esfuerzo adicional para garantizar el inicio de clases”, explica. La realidad a la que alude es la negativa de Bullrich de abrir las paritarias federales, lo que tiene en estado de máxima tensión a gremios federales y de otras provincias.
Pero Aquino recalca que el acuerdo al que arribaron no es el único. “Hicimos una propuesta que fue rechazada, recibimos una contrapropuesta de la UDPM y los otros gremios y gracias al gobernador Hugo Passalacqua, pudimos sellar un aumento desde febrero, al básico y en blanco, que se cobrará el 25 de este mes. El 9 de marzo nos volveremos a juntar para seguir hablando de salario”, explicó. El acuerdo implica un aumento de 17,65 por ciento al básico, que se traduce en un promedio de trece por ciento en el bolsillo.
La ministra resalta que Misiones fue la primera en acordar y es una de las pocas que tiene el compromiso gremial de iniciar las clases. Pero lamenta que por decisión de Nación se haya perdido la instancia de paritaria federal, que marcaba un equilibrio entre las provincias.
“Nosotros creemos que hay que dialogar. Se avanzó con el acuerdo porque los docentes misioneros necesitaban una confirmación de cuánto iba a ser el aumento. El aporte del secretario de Hacienda, Adolfo Safrán, sirvió para poner en contexto la economía local y las posibilidades de pago del Gobierno. Hay que seguir insistiendo por los fondos de Nación que deben llegar”, asegura.
Una estrategia para morigerar el impacto del ajuste nacional es presionar por otros fondos educativos, más allá de los salariales. Aquino logró tener al día la rendición de cuentas –solo cuatro provincias están en esa condición- lo que garantiza una fluidez en el desembolso de fondos para algunas obras o planes de formación. Eso alivia a las arcas provinciales, ya que Misiones adelanta con fondos propios el Incentivo Docente y el adicional compensador, que este año tendrá una poda de al menos 25 por ciento.
“Pedimos a Nación un esfuerzo por el financiamiento educativo. No solo en el Fondo de Incentivo Docente y el Compensador, sino que se cumpla efectivamente con la ley de Financiamiento y se llegue al 6 por ciento del PBI”, reclama. “No hay que cesar en el reclamo”.
El grabador está apagado. Pide un favor. “Quiero dejar en claro que el Gobierno tiene un capital humano muy valioso. Con alto grado técnico y, además, moral, de integridad. Pero muy inexperto, con poca experiencia”, advierte. “Lo único que quiero hacer con mis opiniones es colaborar. Por eso, les pido que miren un poco más la Historia y traten de aprender, rápido, a gobernar. Será un año clave para que terminen de conformar un equipo que se afiance en 2018 y logre resultados concretos en 2019”, aconseja.
Domingo Cavallo no es ingenuo. Sabe que sus palabras serán aceptadas en silencio o –al menos, públicamente– rechazadas. Pero nunca, ignoradas. Como Ministro de Economía, conoció cielo e infierno. Su ostracismo cumplió ya 15 años. A sus 70, ya sin vocación de retorno a la vida pública, mira las cosas desde otro lugar. Este mes, la editorial británica Routledge –especializada en textos académicos– habrá publicado “Las reformas económicas de la Argentina de los ’90, en una perspectiva contemporánea e histórica”, que escribió con su hija, Sonia Cavallo-Runde. Porque El Mingo, siempre, tiene algo para decir. Quien quiera oír, que oiga.
¿Cómo hizo para abordar hechos en los que usted fue protagonista?
Cuando decidí escribir el libro, revisé uno que había leído: la historia de la Segunda Guerra, narrada por (Winston) Churchill. Vi que él usó la primera persona toda vez que se refería a sí mismo. Decidí imitarlo. Examinando las evidencias que surgen de la información, de los datos. Pero incorporando las vivencias que sólo yo puedo tener porque estuve ahí.
¿No corrió el riesgo de que se convirtiera en un libro de memorias?
No, no es un libro de memorias. Es uno de historia económica. Que, de 1989 en adelante, se mezcla con testimonios. Pero no es una autobiografía. No me refiero a mi vida. Por supuesto, introduzco mucho análisis político, sociológico, ideológico, para explicar por qué se tomaron determinadas decisiones. Y quiénes estaban a favor y en contra, o qué intereses hubo que vencer.
¿La investigación le permitió abordar algunos hechos desde otra perspectiva?
Me resultó muy interesante trazar paralelismos y diferencias con otros episodios. Hay muchas cosas de la historia argentina que ayudan a entender mejor lo que pasó en los últimos 25 años. Por ejemplo, la tendencia de muchos actores de la sociedad a sacarse de encima los problemas recurriendo al golpe inflacionario. Es algo reiterado desde mediados de los ’40. No antes. Porque, hasta entonces, el país había puesto mucho énfasis en aplicar políticas que significaran moneda sana. Cuidar la estabilidad monetaria, además de los precios. Pero, ya en la época de las guerras civiles, desde 1810 a 1852, hubo golpes inflacionarios como forma de resolver problemas de endeudamiento y de financiamiento.
¿Y pudo encontrar un punto de vista nuevo para situaciones que protagonizó?
Lo que me permitió fue entender mejor algunas cosas que, en el momento, no entendía bien. O no sabía bien por qué habían ocurrido. Por ejemplo, en 2001, la estrategia que decidí fue salir del tipo de cambio fijo, recién, una vez que hubiéramos terminado de reestructurar pasivos. Pero decidí hacerlo sin controles de cambio, ni restricción alguna al movimiento de capitales. Mirando referencias históricas, la Primera Guerra y la Gran Depresión de los ’30, los gobiernos de Victorino de la Plaza y el de (José Félix) Uriburu, con (Raúl) Prebisch de Secretario de Hacienda, impusieron controles de cambio cuando suspendieron sus regímenes de convertibilidad, que habían entrado en crisis por esos shocks externos. Eso demuestra que es muy difícil llevar adelante una reestructuración de pasivos y resolver una crisis financiera con completa libertad para el movimiento de capitales.
¿Y usted no hizo eso con el corralito?
Fue un sistema de control de cambios. Pero lo pusimos a destiempo. Y obligados por las circunstancias. Quizás, tendríamos que haber adoptado una medida de esa naturaleza más tempranamente. Antes de que se hubieran ido muchos capitales de la Argentina… Pero son reflexiones que uno puede hacer mirando episodios críticos con una perspectiva histórica. Es muy difícil advertirlo en ese momento. Además, poner controles de cambios es algo que todo ministro de Economía, siempre, trata de evitar.
Y, al final, usted tampoco pudo evitarlo.
Es que el golpe final a la convertibilidad lo dio Anne Krueger, en la última semana de noviembre de 2001. Declaró que lo primero que debía hacer un país que tenía que reestructurar su deuda era poner controles de cambio. Fue muy inoportuna: acentuó la corrida contra el sistema bancario. Mirando la experiencia argentina de 1914 y 1931, en esos momentos, no se produjo una fuerte devaluación ni se introdujo la inflación, como, lamentablemente, ocurrió en 2002. Porque, en esas otras salidas, se pusieron controles de cambio y se manejaron como un mecanismo transitorio.
¿Fue la única autocrítica que encontró?
Autocrítica… Esa palabra no me gusta porque uno hace lo mejor que cree que puede hacer en la circunstancia en la que le toca actuar. ¿Se podría haber hecho algo diferente? Sí. Por supuesto, siempre es fácil advertirlo con el diario del lunes. Pero sí: quizás, una suspensión de la convertibilidad y un control de cambios puesto más tempranamente, en mayo o junio, habría permitido llevar adelante la reestructuración y salir de la crisis financiera más fácilmente. Y, sobre todo, se habría evitado un descalabro como el que significó la pesificación compulsiva que adoptó Duhalde en enero de 2002. Que fue el verdadero desastre de la economía argentina.
¿Así define a los años posteriores a su salida del Ministerio de Economía?
Los 15 años siguientes, desde Duhalde hasta el final de Cristina Kirchner, fueron un ejemplo de lo que no debe hacerse en economía. Casi todas las decisiones que tomaron fueron a contramano de lo que habría sido razonable. Tuvieron la gran suerte de recibir términos de intercambio sumamente favorables, que nunca antes se habían dado en la historia argentina. Hasta 2013 tuvieron un viento de cola impresionante. Eso les permitió perpetuar políticas pésimas, que desalentaron la inversión. Introdujeron distorsiones que serían muy costosas en la economía. Llegaron a un gasto público imposible de sostener. Y, a su vez, con presión tributaria altísima e impuestos muy distorsivos. Con toda esa recaudación elevadísima, así y todo, tuvieron un déficit fiscal enorme.
¿Qué constantes identificó en la historia económica argentina?
La principal fue haber utilizado los golpes inflacionarios como forma de sacarse de arriba las deudas, tanto los gobiernos como las grandes corporaciones del sector privado. La persistencia de la inflación en la Argentina tiene que ver con esta idea de que los problemas de endeudamiento (público y privado) se resuelven con golpes inflacionarios.
¿Qué factores estructurales tiene la economía argentina para que ese problema sea recurrente?
Dos características predominaron durante muchas décadas en sus reglas de juego: el aislamiento internacional y su organización corporativa. Es decir, grupos organizados para modificar las reglas en su beneficio, en lugar de pensar en el bienestar general. Esto es típico de las economías en las que se combina el encerramiento con mucho intervencionismo del Estado. El intervencionismo no beneficia a los pobres. Es al revés: los que más poder tienen para influir en las intervenciones que hace el Estado son los más poderosos. El problema de la Argentina es de organización económica. Las más de las veces, las reglas de juego han sido malas. No permitieron conciliar el interés individual con el general. Y los políticos se transformaron en instrumentos de los poderes corporativos. Entonces, no nos transformamos en una democracia liberal, sino en un sistema corporativo, desde el punto de vista político. Y mucho más corporativo, desde un análisis económico.
Da la sensación de que es, también, lo que la gente prefiere votar.
La experiencia de los ’90, justamente, demuestra que eso no es así. En los ’90, todo el mundo amaba la estabilidad. Perdían elecciones quienes creaban dudas sobre la convertibilidad. Nadie pedía encerramiento de la economía. Las voces de los ultraproteccionistas fueron neutralizadas por el entendimiento de que convenía que hubiera más libertad de comercio. Porque, así, la gente tenía acceso a bienes de más calidad, a menor precio. Tuvimos la mala suerte de sufrir una crisis financiera.
Camino a la estabilidad
La voz aguda, inconfundible. Sus ojos celestes siguen emanando ardor. Aunque de intensidad menguada por los años. Está sentado en su escritorio, en el primer piso de su bunker de calle Tagle. A su espalda, la ventana de vidrio opacado deja ver el temporal que, en un ensañado y violento azote de poco menos de una hora, dejó una postal de anegaciones, hojas y ramas caídas en Palermo.
Es lunes. Uno de los tres días que estará en Buenos Aires. Esa mañana, visitó la sede de un importante banco extranjero, donde dio una charla para los ejecutivos que vuelan más alto en la cúpula de su filial. Viene de Córdoba. Irá a los Estados Unidos, donde viven sus hijos –Alberto, Eduardo y Sonia; los tres, economistas– y él pasa varias semanas al año, dando clases en Harvard y Yale. Intenta cuidar sus declaraciones. Aunque, cada tanto, dice, lo sacan de contexto. Como cuando, en diciembre, afirmó en una entrevista radial que radicales y frepasistas “deberían haberle hecho un monumento” (sic), en vez de echarle la culpa por el derrumbe de su gobierno. Por eso, su canal más activo de comunicación con el mundo exterior son los posts que publica en su blog.
Sabe que su vida pública ya pasó el ocaso. Intentó volver en 2013, como candidato a diputado por Córdoba, su provincia. Sacó poco más del 1 por ciento en las PASO, insuficiente para acceder a las elecciones generales. “Me fue muy mal. Ahí, me equivoqué. No me di cuenta de que ya nadie estaba interesado en que yo volviera a la política”.
¿Qué lo impulsa a seguir opinando?
Cuando me preguntan, trato de contestar para que no quede, en la Historia, una versión falsa de la realidad. A veces, cometo algunos errores. Por ejemplo, utilizar expresiones que pueden ser fácilmente sacadas de contexto. En eso, no aprendí (se ríe). Cometí muchas veces esos errores. Pero, si para no repetirlos, dejara de escribir, de hablar… Lo que pasa es que hay mucha gente que, directamente, por prejuicio, no presta atención a lo que digo. Bueno, mala suerte. Pero no por eso me voy a inhibir de seguir dando mi opinión.
Pero, ¿por qué? Hay gente que no tuvo el mismo nivel de responsabilidad que usted y, sin embargo, se guarda mucho más. No se expone tanto.
Si uno tiene cola de paja, es muy timorato o la quiere pasar bien, independientemente de lo que pueda ser su contribución a resolver los problemas del país, lo entiendo. Pero no es mi caso. Nadie menciona que yo desmonté a una mafia. Una mafia que, de haber seguido desarrollándose, podría habernos llevado a una situación mucho peor a la que hoy tenemos en materia de seguridad. Obviamente, eso me significó un costo personal muy grande. Pero no me inhibió de hacer lo que creía. A los políticos timoratos, nadie los insultará. Pero tampoco transforman la realidad.
En la anterior entrevista que le hizo APERTURA, en 2013, dijo que quien asumiera en 2015 debería hacer lo mismo que el gobierno de Menem en 1991. ¿El de Macri lo está haciendo?
Se está moviendo en la misma dirección: hacia una economía de mercado, con menor intervencionismo, mayores grados de competencia, más estable… Lo único que, a mi gusto, se mueven muy lentamente. No demuestran una gran convicción, como la que yo tenía como Ministro de Economía. Tampoco demuestran haberse preparado lo suficiente como para saber, exactamente, qué hacer en cada una de las áreas de gobierno. Y el liderazgo político de Macri es distinto al que proveía Menem. Hay una diferencia fundamental. Menem sabía cómo manejarse con los sindicatos, con los dirigentes políticos, con los gobernadores. En materia de gestión, no se metía. Confiaba. Dejó que el equipo que yo lideraba organizara la parte económica. Él daba respaldo sin pretender ser quien decidiera todos los detalles.
Y Macri, en eso, es diferente.
Aparentemente, él quiere ser su propio ministro de Economía. Quien decida no sólo la gran política, sino, también, la gestión en temas muy concretos y complejos, que son los económicos. Para mí, es un error. No lo digo con ánimo de criticarlo. Pero creo que podría tener una gestión más eficaz si confiara en sus ministros. Que les diera poder. Pero cada uno tiene su estilo. Yo apuesto a que, a Macri, le vaya bien. Pero entiendo, también, que las circunstancias políticas son bastante diferentes.
¿Por qué?
La híper y la recesión de 1989 y 1990 les abrieron los ojos a los argentinos. Tenía que haber resultados concretos y rápidos. Y, una vez que los vio, la gente brindó mucho apoyo. Tuvimos mucho respaldo popular entre 1991 y 1994 para hacer las reformas. Macri, en cambio, se enfrenta con una población que fue engañada durante 14 años. Pero que no terminó de desengañarse.
Es que no hubo crisis…
Hay una crisis latente. Lo que no hubo fue explosión inflacionaria o hiperrecesión. Entonces, le resulta más difícil. Y, además, Macri tiene consejeros políticos que lo asesoraron bien para llegar a ser presidente pero, en materia de gestión, siguen pensando en la próxima campaña electoral. Y deberían estar mirando hacia 2019, a cómo llegarán la economía y la percepción que la gente tenga, de ella y de la gestión.
¿Es un gobierno con ideas económicas pero no con un plan o programa?
Bueno, cuando digo que no estaban lo suficientemente preparados, me refiero a eso. En general, no tienen un plan. Ahora, por las declaraciones que hizo (Nicolás) Dujovne, me parece que se insinúa que tendrán una visión más integral y con mucho énfasis en la parte fiscal. Pero, aunque tengan las ideas, cada vez, más claras, les va a resultar difícil presentarlas, explicarlas y tomar decisiones complejas, dado que estamos, de nuevo, en un clima electoral.
¿Qué pueden hacer, entonces?
Lo interesante sería que aprovechen este año, en el que no van a poder tomar decisiones muy trascendentes, para tener preparado ese plan que falta. Y lanzarlo, inmediatamente, después de las elecciones, cualquiera sea el resultado. Deben animarse a adoptar medidas difíciles pero pensando que, a dos años, la gente ya vea que hay una transformación muy positiva de la realidad.
¿Se puede hacer política económica en la Argentina sin un ministro de Economía?
Si el Presidente, el Jefe de Gabinete y sus ayudantes aciertan en proveer una buena coordinación, a lo mejor, sí. Yo creo que es un poco más difícil que si tuvieran un ministro de Economía con convicciones, en el cual el Presidente confíe. Y que tenga, además, gran capacidad de comunicación. A lo mejor, con una actitud un poco más humilde y menos confrontativa, Dujovne logra convencer a Macri, a Marcos Peña, a Quintana y a Lopetegui –incluso, a los otros miembros del equipo económico– de que sus ideas son las adecuadas. Probablemente, el problema de Prat-Gay era que él no tiene la paciencia de persuadir respecto a sus ideas. Tenía que explicárselas a Quintana, a Lopetegui, a Peña y, recién entonces, a Macri. Eso lo hacía sentir incómodo. Me parece que, por personalidad, Dujvone hace una mejor contribución al funcionamiento de este equipo que quiere Macri. Ojalá sea así.
¿Usted fue “superministro” por el contexto o porque es lo que, realmente, se necesita para ejercer el cargo?
El gobierno de Menem necesitaba a una persona que jugara ese rol. En su primer año y medio, había nombrado a muchos funcionarios que no conformaban un equipo. Y ninguno le explicaba, con una visión integral y coherente, cómo salir de la crisis. Como canciller, cada vez que me preguntaba sobre economía, le explicaba qué pasaba, lo que yo creía que ocurriría y por qué. Eso lo convenció de que yo tenía el diagnóstico correcto y el plan que se necesitaba. Entonces, me adquirió mucha confianza y me dio mucho poder. Prácticamente, me dejó que yo nombrara a todos los funcionarios que, hoy, son los siete u ocho ministros del área económica, que en aquel momento eran secretarías.
Macri no siente esa necesidad.
Ojalá tenga razón. Y pueda, con la Jefatura de Gabinete, proveer esa coordinación, esa coherencia y esa capacidad de comunicación que debe tener quien quiere transformar la realidad. Pero, si porque las encuestas dicen que la gente no quiere que haya privatizaciones, se inhibe de solucionar algo que se resuelve con una buena privatización, se pone una restricción importante.
Hace poco, usted declaró que Jaime Durán Barba está conduciendo a Macri por el mismo camino que a Jamil Mahuad, derrocado presidente ecuatoriano cuyo gabinete coordinaba Durán Barba.
Tengo miedo de que su influencia sobre Macri sea como la que tuvo sobre Mahuad en su etapa de gestión. Si Jamil Mahuad tuviera que volver a gobernar Ecuador, estoy seguro de que no seguiría los consejos de Durán Barba, que estaba muy pendiente de las encuestas. Y, cuando uno se enfrenta al riesgo de una crisis grande –en el caso de Ecuador, era tremenda–, postergar decisiones, pretender medidas en dosis pequeñas, termina empujando a un callejón sin salida. Eso le hizo perder el gobierno a Mahuad. Espero que no sea el caso de Macri. Aparentemente, le presta mucha atención a Durán Barba en términos de estrategia electoral. Espero que no en materia de gestión.
Peña es un discípulo de Durán Barba.
Marcos Peña es un muchacho joven. Y los jóvenes pueden aprender mucho y rápidamente de la propia experiencia. Por supuesto, sería bueno que aprendan, también, de la de los demás.
Por un lado, dice que Durán Barba lleva a Macri por el mismo camino que a Mahuad. Por otro, que la Argentina resuelve sus problemas financieros con shocks inflacionarios. No es un muy alentador.
Durán Barba le contó a Macri la historia de Mahuad de una manera muy diferente a cómo yo la interpreto. Le dijo que perdió el gobierno por hacerme caso a mí. Totalmente falso. El único momento en que tomó alguna decisión como la que yo le recomendaba fue cuando ya no tenía poder: la dolarización. Que no benefició a su gobierno, sino a los que lo sucedieron. Es cierto que Durán Barba ayudó mucho a Mahuad a ganar la elección. Como lo hizo con Macri. Ahora, mi interpretación es que sus consejos no lo ayudaron a tener éxito en el gobierno. La suya, en cambio, es que Mahuad perdió el gobierno porque hablaba por teléfono conmigo. A lo mejor, está convencido de lo que dice. Vaya a saber.
Una nueva encuesta de la consultora Gustavo Córdoba y Asociados, revela que por primera vez son más los que desaprueban la gestión de Mauricio Macri. El nivel de aprobación bajó a 44,8 por ciento y el de la desaprobación se elevó a 53,2 por ciento, cuando en diciembre, la ecuación era al revés: 53,5 de aprobación y 45,2 de desaprobación.
El sondeo realizado por Córdoba, con 1.200 casos, señala que el 37,9 por ciento desaprueba totalmente la gestión, otro 15,3 desaprueba algo y sólo aprueba totalmente, un 16,2 por ciento de los consultados, mientras que aprueba algo, el 28,6 por ciento.
Pese a que la nueva gestión llegó con la promesa de la transparencia y terminar con la corrupción, esa es la principal preocupación de los entrevistados. En medio de las denuncias que salpican al Gobierno en relación con casos de corrupción como Odebrecht en el Lava Jato brasileño o el perdón a la deuda del Correo a la familia Macri, el 22,20 por ciento de los entrevistados considera que la corrupción es el principal problema del país, seguido por la inseguridad, con 19,70 por ciento y la inflación, con 15,90 por ciento.
¿Cómo cree que estará la economía dentro de un año?, fue una de las preguntas realizadas. El 32,8 por ciento cree que empeorará, por encima del 30,9 que considera que mejorará y otro 22,3 por ciento que cree que seguirá “igual de mal”. Es también la primera vez que la expectativa positiva cae por debajo de la negativa.
La imagen del Presidente redondea un 50,2 por ciento de negatividad, contra 45,3 entre muy buena y buena. El 61,2 por ciento de los entrevistados considera que hizo menos de lo que esperaba.
El ministro de Hacienda de la provincia de Misiones Adolfo Safrán calificó de muy positiva la reunión que mantuvieron con el titular de la cartera del Interior Rogelio Frigerio y el de Hacienda, Nicolás Dujovne, para comenzar a analizar la reforma de la ley de coparticipación de impuestos, la reforma tributaria y del régimen de responsabilidad fiscal.
Safrán dijo que de estos tres temas, lo primero que se trabajará será la reforma tributaria a mediano plazo, en la que Misiones y buena parte de las demás provincias, ya anticiparon que no debe haber riesgo de caída en los ingresos.
“La Nación intenta sacar los impuestos que consideran distorsivos pero sin dejar de recaudar porque la reforma tributaria busca mejorar la base imponible con un sistema más equitativo pero sin que se desfinancie la Nación ni las provincias”, indicó Safrán.
Respecto a la reforma de la coparticipación, fue contundente: “Misiones planteó concretamente reconquistar lo que se le quitó con la reforma de reparación histórica del conurbano bonaerense. En esa oportunidad Misiones resignó el 30 por ciento de su coparticipación federal”, describió.
El ministro Nicolás Dujovne dejó en claro la intención del Gobierno nacional de presentar este año una reforma tributaria integral, más equitativa y que elimine los denominados impuestos distorsivos, sin que ello signifique una merma en la recaudación de impuestos.La mencionada reforma se aplicaría desde el año 2018, y apunta a modificar impuestos nacionales como débitos y créditos, entre otros y los impuestos provinciales ingresos brutos y sellos.
De la mano de la reforma tributaria, se avanzaría en un nuevo régimen de coparticipación, que asegure que cada jurisdicción no reciba menos de lo que recibe ahora, pero que se sustente en datos socioeconómicos objetivos ajustable periódicamente conforme se modifiquen estas variables.
Si bien, la reforma del régimen de coparticipación apunta a mejorar los índices de la provincia de Buenos Aires, que fue cuestionada por haber recibido a finales de Diciembre del año pasado una ayuda extraordinaria de 25.000 millones de pesos, otras provincias plantearon que pretenden una recomposición histórica de los índices de coparticipación para reparar injusticias de vieja data.
Safrán dejó planteada dos posiciones importantes de la provincia: Por un lado señalar que entendiendo que la reforma tributaria que propone Dujovne se enfrenta a un dilema pues recibirá menos ingresos por impuestos incrementando el déficit fiscal que se pretende reducir, y que a las provincias, el planteo de reemplazar el impuesto a los ingresos brutos atenta contra la sustentabilidad de las jurisdicciones, pues aquella como Misiones que han mantenido el equilibrio fiscal se pueden ver seriamente perjudicadas, sin considerar aquellas que a la fecha se encuentran atravesando procesos de importante déficit fiscal . A tal efecto, el Cr. Safrán recordó que el acuerdo del 2 de agosto suscripto por las Provincias y la Nación plantea dos objetivos: por un lado corregir impuestos distorsivos pero por otro lado el compromiso de buscar la sustentabilidad fiscal de las provincias, de modo que toda reforma tributaria debe considerar este aspecto fundamental.
Agregó además, que Misiones reclama la recomposición de su índice de coparticipación, que junto a otras provincias como La Rioja, cedieron el 30% de sus recursos para conformar el Fondo del Conurbano Bonaerense que benefició a la provincia de Buenos Aires en el año 1988, de manera que desde la provincia se analizará debidamente el proyecto de reforma para que contemple la reparación de esta injusticia histórica.
El modelo es avanzar en un nuevo régimen de coeficientes variables (a diferencia del actual que son coeficientes fijos) que se modifiquen conforme el comportamiento de diferentes variables socioeconómicas: población, distancia del centro del país, índices de necesidades básicas insatisfechas, etc, sin perder de objetivo de reforzar los recursos a aquellas zonas más atrasadas o con menos desarrollo, a fin de asegurar un crecimiento armónico del país.
Safrán dijo que otros de los temas planteados fueron la posibilidad de la eliminación de Ingresos Brutos y la implementación de un IVA provincial. “En esa línea, sostuve que se debe defender la sustentabilidad fiscal de las provincias. La eliminación de Ingresos Brutos atenta contra el equilibrio fiscal de las provincias, con lo cual es un camino difícil de recorrer. Dujovne respondió que de ninguna manera una medida de este tipo puede producir una disminución en los ingresos de las provincias”, reveló el funcionario provincial.
Safrán sostuvo que “quedó bien establecido que la coparticipación federal está conformada por recursos de las provincias que, en cierta forma administra la Nación”.
Los funcionarios nacionales entendieron importante debatir una nueva Ley de Coparticipación que sea equitativa y solidaria. Una de las propuestas a discutir es la posibilidad de pensar cambiar el actual sistema de coeficientes fijos por otro basado en criterios objetivos de reparto. La metodología consistiría en analizar las competencias de cada una de las provincias y de la Ciudad de Buenos Aires, a fin de determinar su capacidad recaudatoria y de gasto.
“El año pasado logramos avances significativos en el federalismo. Avanzamos con la devolución del 15% a las provincias. En base al diálogo y al consenso hoy estamos mejor parados para mejorar los criterios de la coparticipación federal de impuestos y para llevar adelante la reforma tributaria”, destacó el ministro Frigerio.
Además, el titular de la cartera de Interior, Obras Públicas y Vivienda, agregó que “para mejorar la calidad de los servicios públicos es esencial también fijar las responsabilidades del Gobierno Nacional, de los gobiernos provinciales y los gobiernos municipales. Nuestro desafío de acá al 2019 tiene que pasar por mejorarles la calidad de vida a nuestros ciudadanos. Ese es el norte de este gobierno y esperamos todos los meses ir fijando metas y objetivos para ir resolviendo uno a uno las inequidades y distorsiones del actual reparto de recursos”.
Por otra parte, el Estado Nacional propuso la creación, en el ámbito del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda, de una comisión que reúna a las jurisdicciones para debatir estas temáticas y definir un plan de trabajo en conjunto en pos de fortalecer el federalismo fiscal.
También se prevé que participen de dicho diálogo diferentes instituciones, tales como la Comisión Federal de Impuestos y el INDEC, como así también la Comisión Unicameral de Coparticipación Federal de Impuestos del Senado.
La reunión, que tuvo lugar en el Salón de los Pueblos Originarios de Casa Rosada -y a la cual se sumó luego el ministro de Educación, Esteban Bullrich-, se enmarcó en la continuidad del acuerdo del 2 de agosto pasado entre el gobierno nacional y cada una de las 24 jurisdicciones. Allí las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires acuñaron la Carta de Intención para el Fortalecimiento del Federalismo, donde se comprometieron a impulsar medidas que apunten a lograr el equilibrio fiscal en cada jurisdicción para el año 2019.
Del encuentro participaron también los secretarios de Provincias, Alejandro Caldarelli; y de Hacienda, Rodrigo Pena; los subsecretarios de Relaciones con Provincias, Paulino Caballero; y de Coordinación de la Obra Pública Federal, Ricardo Delgado; y el director nacional de Relaciones Fiscales con las Provincias, Guillermo Giussi.
También asistieron representantes de la Comisión Federal de Impuestos, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Indec, la Superintendencia de Riesgos de trabajo y el Consejo Federal de Responsabilidad Fiscal.
Además, estuvieron presentes el ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, Hernán Lacunza; el subsecretario de Finanzas de la ciudad de Buenos Aires, Abel Fernández Semhan; el ministro de Hacienda de Catamarca, Ricardo Aredes; el ministro de Finanzas de la Provincia de Córdoba, Osvaldo Giordano; el ministro de Hacienda y Finanzas de Corrientes, Enrique Vaz Torres; el ministro de Hacienda y Finanzas de Chaco, Cristian Ocampo; el ministro de Economía y Crédito Publico de Chubut, Pablo Oca; el ministro de Economía, Hacienda y Finanzas de Entre Ríos, Hugo Ballay; el ministro de Economía, Hacienda y Finanzas de Formosa, Jorge Ibañez; el ministro de Hacienda de Jujuy, Carlos Sadir; el ministro de Hacienda de la Pampa, Ernesto Franco; la contadora general de La Rioja, Cecilia Gaspanello; el ministro de Hacienda y Finanzas de Mendoza, Martin Kerchner Tomba; el ministro de Finanzas, Obras y Servicios Públicos de Misiones, Adolfo Safran; el ministro de Economía e Infraestructura de Neuquén, Norberto Bruno; el ministro de Economía de Rio Negro, Isaías Kremer; el jefe de Gabinete de ministros de Salta, Carlos Parodi; el ministro de Hacienda y Finanzas de San Juan, Roberto Gattoni; el ministro de Economía y Obras Públicas de Santa Cruz, Juan Donnini; el ministro de Económia de Santa Fe, Gustavo Saglione; el ministro de Economía de Santiago del Estero, Atilio Chara; el ministro de Economía de Tierra del Fuego, José Daniel Labroca; y el ministro de Economía de Tucumán, Eduardo Garvich.
Alberto Fusté Padros, del Sindicato de Vendedores Ambulantes aseguró que el 2016 “fue el peor año en mucho tiempo. Este año algunos prefieren no abrir sus locales o colocar las mesas porque trabajan a pérdida”.
Preocupa la fuerte caída en las ventas de los vendedores ambulantes en Posadas, merma que en la mayoría de los casos llega al 70 por ciento. El porcentaje es muy superior a la caída que registra el comercio en Posadas (40 por ciento) y Alberto Fusté Padros, del Sindicato de Vendedores Ambulantes, lo explica por la falta de dinero en la calle. “Los comercios tienen la opción de la venta con tarjeta”, indicó.
“El 2016 fue el peor año desde que tengo registro y en este 2017 no vemos señales de mejora que reviertan este proceso. Vemos que sigue el cruce a Encarnación y vemos que cada vez hay menos dinero en las calles”.
Precisó en este sentido, que de los mil afiliados al sindicato, buena parte prefiere no abrir sus locales o colocar sus mesas. “Abrir el puesto tiene un costo. Costo de viaje, comida, costo de traslado de la mercadería y si no se vende es trabajar a pérdida”.
Asimismo, adelantó que están trabajando con el área de Cooperativas de la provincia para conformar en un futuro no muy lejano una cooperativa como alternativa de venta a menos precio. “Los que no venden en sus locales no tienen otra salida laboral porque cayó la actividad del comercio, el de la construcción, el de los servicios”.
Finalmente, trasladó la preocupación de los trabajadores que tienen – en el caso de los locatarios de La Placita – un gasto fijo mensual de más de 2.500 pesos, más comida, y costos de traslado, dinero que les cuesta cada vez más reunir con un margen de ganancia.