Naturaleza

Alto nivel de ocupación y reservas en lodges de Misiones

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La Semana Santa, además de ser un tiempo de reflexión, se convierte en una minitemporada turística para recorrer Misiones y los lodges son un atractivo ineludible para alejarse del ruido de las ciudades. En la zona norte alcanzan al 100 por ciento mientras que en el sur llega al 90 por ciento.

El circuito Lodges de la Selva constituye un atractivo que ofrece confort en contacto pleno con la naturaleza y desde hace algunos se consolidó como una oferta destinada a visitantes exigentes que disfrutan del marco natural que ofrece la provincia. De acuerdo a datos proporcionados a Economis por la Subsecretaría de Ecoturismo que depende del Ministerio de Turismo, el nivel de ocupación para los días de Semana Santa llegan al 100 por ciento en zona norte (Iguazú), 80 por ciento en la zona centro, 90 por ciento en la zona sur mientras que los que se ubican en la localidad de Andresito mantienen hasta este lunes un 50 por ciento de reservas.

El rango de precios de los lodge comienza en los 600 pesos a 3800 por persona por noche, variando las tarifas según las preferencias de los huéspedes en las actividades y el servicio de gastronomía.

El circuito está compuesto por 49 lodges distribuidos en toda la provincia emplazados en áreas naturales protegidas que conforman una plataforma de 741.217 hectáreas.

Entre las actividades que ofrecen estos  establecimientos se encuentran la navegación en gomones, canotaje, cabalgatas, kayaking, caminatas de baja dificultad y observación de flora y fauna aptas para toda la familia, y para los más aventureros existen actividades de altas exigencias como trekking en la selva, rafting, canopy y rappel.

Asimismo, alrededor de 12 lodges que se encuentran en el área Moconá-Yabotí, se ofrecen visitas a las comunidades aborígenes, ubicadas en la Huella Guaraní, paseos en canoas típicas, paseos en carros

tradicionales, caminatas de baja dificultad, observación de flora y fauna y opciones como el trekking en selva, canopy, cicloturismo, cabalgatas, rafting, kayaking, tubbing Y floating.

 

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Alto nivel de ocupación y reservas en lodges de Misiones

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La Semana Santa, además de ser un tiempo de reflexión, se convierte en una minitemporada turística para recorrer Misiones y los lodges son un atractivo ineludible para alejarse del ruido de las ciudades. En la zona norte alcanzan al 100 por ciento mientras que en el sur llega al 90 por ciento.

El circuito Lodges de la Selva constituye un atractivo que ofrece confort en contacto pleno con la naturaleza y desde hace algunos se consolidó como una oferta destinada a visitantes exigentes que disfrutan del marco natural que ofrece la provincia. De acuerdo a datos proporcionados a Economis por la Subsecretaría de Ecoturismo que depende del Ministerio de Turismo, el nivel de ocupación para los días de Semana Santa llegan al 100 por ciento en zona norte (Iguazú), 80 por ciento en la zona centro, 90 por ciento en la zona sur mientras que los que se ubican en la localidad de Andresito mantienen hasta este lunes un 50 por ciento de reservas.

El rango de precios de los lodge comienza en los 600 pesos a 3800 por persona por noche, variando las tarifas según las preferencias de los huéspedes en las actividades y el servicio de gastronomía.

El circuito está compuesto por 49 lodges distribuidos en toda la provincia emplazados en áreas naturales protegidas que conforman una plataforma de 741.217 hectáreas.

Entre las actividades que ofrecen estos  establecimientos se encuentran la navegación en gomones, canotaje, cabalgatas, kayaking, caminatas de baja dificultad y observación de flora y fauna aptas para toda la familia, y para los más aventureros existen actividades de altas exigencias como trekking en la selva, rafting, canopy y rappel.

Asimismo, alrededor de 12 lodges que se encuentran en el área Moconá-Yabotí, se ofrecen visitas a las comunidades aborígenes, ubicadas en la Huella Guaraní, paseos en canoas típicas, paseos en carros

tradicionales, caminatas de baja dificultad, observación de flora y fauna y opciones como el trekking en selva, canopy, cicloturismo, cabalgatas, rafting, kayaking, tubbing Y floating.

 

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Diego, el donjuán de Galápagos que salvó a su especie de tortugas

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TheNewYorkTimes. La tortuga gigante en Galápagos revirtió la amenaza de extinción y “seguirá reproduciéndose hasta que muera”, según un científico. Su experiencia ha servido como ejemplo sobre cómo evitar la desaparición de especies en el laboratorio de la evolución que son las islas.

De todas las tortugas gigantes que hay en estas islas, donde nació la teoría de la evolución, solo unas cuantas han recibido nombres memorables.

Existió Popeye, adoptado por marineros en una base naval ecuatoriana. También hubo un Solitario George, el último de su linaje, que pasó años ignorando a las hembras con las que compartía una jaula.

Además está Diego, un macho vetusto que es lo opuesto a George.

Diego ha procreado a cientos de crías: 350 según cálculos conservadores o unas 800 según los cálculos más fantasiosos. Sin importar cuál sea la cifra, son buenas noticias para su especie, Chelonoidis hoodensis, que estaba al borde de la extinción en los años setenta. Apenas quedaban más de una decena de sus familiares; la mayoría de ellos eran hembras.

Después llegó Diego, que en 1977 regresó a las Galápagos desde el zoológico de San Diego.

“Seguirá reproduciéndose hasta que muera”, dijo Freddy Villalva, quien cuida a Diego y a muchos de sus descendientes en un centro de reproducción en este complejo de investigación, ubicado en una costa volcánica rocosa. Las tortugas generalmente viven más de 100 años.

Las historias sobre Diego y George demuestran lo mucho que las Galápagos, en Ecuador, han servido como laboratorio evolutivo del mundo. Muy a menudo, el destino de toda una especie que ha evolucionado a lo largo de millones de años puede depender de la supervivencia de un día al otro de tan solo uno o dos animales individuales.

Diego y sus descendientes son parte de una de las iniciativas más destacadas para hacer que prosperen las poblaciones de tortugas de las Galápagos. Se estima que quizá tiene un siglo de edad y es uno de los principales motores de una recuperación notable de la especie hoodensis: ahora hay más de 1000 de esas tortugas en la isla Española, una de las muchas en Galápagos.

Su historia contrasta con la de Solitario George, que quizá era el residente más famoso de las Galápagos cuando murió en 2012 y tenía casi 100 años. Su especie, Chelonoidis abingdonii, ahora vive solo en camisetas y postales porque George, encontrado en 1971 por un biólogo en la isla de Pinta, jamás procreó ninguna cría en cautiverio.

En Galápagos, alrededor de 11 de casi 115 especies animales conocidas se han extinto desde que los científicos comenzaron a llevar registros. Sin embargo, el establecimiento de un parque nacional, así como los esfuerzos de los científicos, significan que las extinciones son una rareza. Por eso la muerte de George fue un golpe tan fuerte.

Los científicos hicieron todo lo que pudieron para sacar más abingdonii de George y sus parejas. Cuando George murió, una autopsia reveló que no se trataba de una falta de potencia, sino de una afección anatómica que afectaba su órgano reproductivo e impedía que procreara.

“No nos gusta hablar de eso”, dijo –medio en broma– James P. Gibbs, un profesor de biología de conservación de vertebrados en la Facultad de Ciencias Ambientales y Forestales de la Universidad Estatal de Nueva York en Siracusa (SUNY), y uno de los expertos en tortugas en el mundo.

Gibbs había regresado a las Galápagos desde el norte de Nueva York para traer los restos embalsamados de George y varias unidades costosas de aire acondicionado y filtros UV que conservarán al reptil en perpetuidad dentro de una suerte de mausoleo en una de las islas.

Tanto George como Diego tenían caparazones mucho más pequeños que los de otras especies, así como largos cuellos para alcanzar los pocos cactus que crecían en su ventosa isla. De alguna manera, esos pequeños caparazones fueron una maldición en sus hogares: los abingdonii y hoodensis eran presa fácil para los bucaneros y balleneros que llegaron a sus islas en siglos anteriores y tan solo los veían como alimentos indefensos y lentos que podían recoger fácilmente.

Tampoco ayudó que las tortugas gigantes de las Galápagos pueden sobrevivir hasta un año en el casco de un barco, lo que significa que brindan un suministro casi infinito de carne fresca, pues apilaban cientos de ellas debajo de la cubierta. Incluso las arrojaban por la borda cuando una nave necesitaba perder lastre para escapar rápidamente.

Una de las personas que cenaban carne de tortuga gigante era Charles Darwin.

“Vivíamos solo de carne de tortuga; cuando la coraza se asa con carne en ella es muy buena. Además, se puede hacer una sopa excelente con las tortugas jóvenes”, escribió Darwin en 1839, cerca del punto máximo del saqueo de tortugas, en el que unas 200.000 fueron asesinadas o cazadas en las islas.

Al final, los peces lo llevaron a la teoría de la evolución, no las tortugas.

“Puede que se haya comido a sus mejores especímenes”, dijo Gibbs.

La recuperación de la especie hoodensis de Diego también trae consigo un dilema que desconcertó a Darwin durante sus aventuras en las Galápagos hace más de un siglo, cuando estudió su fauna.

Conforme Diego produce más crías, y conforme las que ha producido se reproducen entre sí, toda la especie hoodensis podría comenzar a parecerse a Diego.

Los científicos evolucionistas llaman a este proceso el efecto de cuello de botella; es cuando los genes de los sobrevivientes llegan a dominar el acervo genético mientras las poblaciones repuntan. Eso es particularmente cierto en islas como Española, donde las tortugas de otros linajes no se reproducirán con los familiares de Diego.

Durante una tarde reciente, los expertos en tortugas se mostraron polarizados en cuanto a qué riesgo representa eso para la especie hoodensis. Gibbs lo llamó una “zona peligrosa”, donde la falta de diversidad genética podría significar que sean susceptibles a enfermedades peligrosas o cambios en el hábitat a causa del cambio climático.

Sin embargo, Linda Cayot de Galápagos Conservancy no estuvo de acuerdo, y dijo que las especies isleñas de las Galápagos tienen una larga historia de verse reducidas a tan solo algunos sobrevivientes que repuntaron sin incidente alguno, como una población de tortugas gigantes que eligió vivir en la caldera de un volcán. Después de que el volcán hizo erupción hace 100.000 años, las tortugas repuntaron y regresaron a la caldera.

“Cada especie vino de un cuello de botella”, dijo Cayot. “Es lo que pasa en las Galápagos”.

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