Tercera Parte: Asesinatos, destierros, cárceles y difamaciones

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Tercera Parte: Asesinatos, destierros, cárceles y difamaciones – metodologías usuales de Liberales y otros apátridas

  Encarcelar opositores por tiempos indeterminados, muchas veces prolongados, en sitios lúgubres o de marcadas incomodidades, cuando no en condiciones sanitarias deplorables, la Historia Argentina, narrada sin omisiones capciosas, demuestra que es metodología recurrente, especialmente en sectores del poder político – económico encarnado en la doctrina liberal, la cual es apátrida por propia definición. 

   En el transcurso del siglo XIX, con pocos registros del encarcelamiento como herramienta de “domesticación” de opositores, seguramente los hubo, pero en muchos casos, ante esa tenebrosa posibilidad, muchos optaron por exilios en carácter preventivo.     Mucha difusión entre historiadores del “academicismo histórico” (los afines al unitarismo y por ende al liberalismo económico), tuvieron hechos de ese tipo, en el período gobernado por el federalismo. 

   En ese período, algunos escritores unitarios, cobraron relevancia, cargando las tintas contra La Mazorca y Los Colorados, que eran fuerzas encargadas del orden interno, en el período rosista, que por cierto reprimieron a los opositores. Opositores que gustosamente se aliaron a potencias enemigas de Nuestra Patria. 

   Después de la caída de Rosas, y en particular desde la institucionalización del mitrismo como poder nacional encarnado en el unitarismo recalcitrante, con seguridad las acciones represivas a opositores fueron tanto o más violentas que las de los años de La Mazorca. Pero las repercusiones históricas de esos hechos, son poco comentadas por Mitre -como historiador- y los academicistas que fueron sus continuadores, tergiversadores de la historia, acomodándola según conveniencias del poder, encarnado en el mitrismo y sus continuadores. 

   Las “policías bravas” eran moneda corriente, actuando muchas veces en forma visible y ostentosa, en particular en los difíciles años de vigencia del voto cantado, durante los cuales osar votar en contra de los mandamases o de los patrones de estancia o similares, era rápida y en muchos casos fuertemente reprimido. 

   En épocas de Yrigoyen, hubo dos crisis muy complejas, en las que las represiones fueron muy fuertes. Las protestas de obreros en la Patagonia, y la huelga de los trabajadores de la empresa Vasena, en Buenos Aires. 

   Los obreros de Talleres Vasena, reclamaron mejores condiciones laborales, jornada de 8 horas y retribuciones acordes, en una huelga que abarcó diciembre de 1918 y enero de 1919. Hubo fuerte represión, por parte de la policía, con numerosas víctimas. Dentro del maremágnum represivo, seguramente hubo arrestos temporarios, posiblemente muchos de esos sucesos sin registros. El gobierno y la patronal, culparon a los anarquistas, muy activos en esos años. 

   Los trágicos sucesos en Santa Cruz, ocurrieron entre 1920 y 1922, los que al tener o asignárseles tintes ideológicos anarquistas, fueron muy fuertemente reprimidos por tropas a las órdenes del gobierno nacional. Con seguridad, además de los alzados que fueron fusilados en las represiones, debió existir un considerable número de encarcelados, seguramente en condiciones deplorables. Sin considerarlo el summum de la eficiencia operativa, ni mucho menos, y con plena conciencia de un accionar lento y a veces erróneo, sobre todo en su segundo período presidencial (tal como lo señalan -entre otros- historiadores de fuste, como Félix Luna, y con abundancia documental José María Rosa); pese a esos aspectos negativos, es real que la presidencia de Yrigoyen significó un cambio muy profundo en la política y las estructuras del Poder Real, en Argentina. Pese a esos errores, del ya anciano Yrigoyen, las usinas de ataques políticos contra el líder del radicalismo (cuando ese centenario partido político era la principal expresión del Pensamiento Nacional), los rumores muy maliciosos, operaron muy activamente, para instalar en sectores volubles de la opinión pública, el convencimiento del supuesto accionar corrupto, del líder anciano y tozudamente fiel a sus principios y a su austera vida. 

   Producido el golpe de Estado de 1930, encabezado por Uriburu, previamente azuzado por Leopoldo Lugones, de tinte nacionalista oligárquico (quien sintetizó su postura golpista con su conocida expresión “la hora de la espada”), Yrigoyen fue apresado, confinado en la prisión de la isla Martín García, mientras la turba enardecida tomó por asalto su austera vivienda, destrozando las paredes buscando supuestos lingotes de oro, que la maledicencia afirmaba haber sido atesorados por el anciano líder, en también supuestas maniobras delictivas, que no eran más que habladurías maliciosas. 

   Lo concreto es que el golpe de 1930, es considerado, con muchos fundamentos, como “un golpe de Estado con fuerte olor a petróleo”; pues el accionar de YPF (creada en la primera presidencia), defendía los Intereses Nacionales en el estratégico Sector Energético, frenando el accionar depredatorio de las petroleras anglosajonas. 

   Poco después del golpe de 1930, en 1933, Yrigoyen falleció, sin que le probaran ningún ilícito. Su sepelio tuvo el marco de una enorme manifestación popular, acorde a su accionar político favorable al pueblo, hasta entonces marginado del accionar político, desde el derrocamiento de Rosas. 

   Producida la asonada golpista, arreciaron los ataques contra los dos responsables principales del engrandecimiento de YPF y de sus consecuentes acciones a favor de los Intereses Nacionales, los Generales Ingenieros Enrique Mosconi y Alonso Baldrich. Las persecuciones, cargadas de maledicencias, acusaron a ambos patriotas, perpetrando el injusto encarcelamiento de Baldrich.

   Durante toda la década infame (1930-1943), las persecuciones políticas buscaron impedir toda oposición al accionar antinacional del liberalismo apropiado del poder. 

  Como una constante en esas situaciones, las amenazas de encarcelamientos y acciones violentas, se cernían contra quienes se oponían al entreguismo vigente e institucionalizado. Por caso, era recurrente que los legisladores del oficialismo liberal, expresaran abiertamente sus preocupaciones respecto a las molestias que determinadas acciones pudieran causar en los sectores del poder del Reino Unido. Se anteponían las prioridades británicas, en desmedro de lo Nacional Argentino. 

   En la década peronista (1945/1955), el radicalismo acentuó su sesgo alvearista, o sea lejos de los principios yrigoyenistas y muy cercano a los opositores recalcitrantes, ese arco de pequeños partidos políticos y “sellos de goma” (partidos con escasos adherentes), que en el ’45 formaron la Unión Democrática, ensamblada bajo la batuta del embajador de EEUU Spruille Braden. 

   Esa oposición marcadamente antiperonista, fogoneada por los núcleos oligárquicos, con ramificaciones en sectores ultra conservadores de las Fuerzas Armadas, fue “in crescendo”, apelando incluso a la violencia irracional terrorista, al colocar bombas en una céntrica estación de subte, en Plaza de Mayo, en momentos en que se desarrollaba un masivo acto partidario. Hubo muchas víctimas fatales, mutilados y heridos; con serias sospechas respecto a activos militantes radicales, proclives a la violencia, entre ellos quien décadas después, sería ministro de Alfonsín, el Ing. Carranza. 

  A consecuencia de esos hechos violentos, hubo arrestos, incluyendo al líder radical Ricardo Balbín. 

   Perpetrado el vengativamente feroz golpe de Estado de 1955, irónicamente llamado “la revolución fusiladora”, los encarcelamientos fueron metodología usual, en varios casos con sesiones de tortura, como según referencias creíbles, se aplicaron con saña, entre otros, a los suboficiales de La Marina que se opusieron al alzamiento. Otro caso notable fue el del cantor Hugo Del Carril, preso por el “delito” de cantar la Marcha Peronista. 

   Vendrían después los años de la “pseudo democracia tutelada”, en los que los gobiernos civiles, elegidos en elecciones con proscripción del peronismo, estaban clara y abiertamente condicionados por el “partido militar”, siempre amenazante de perpetrar un nuevo golpe de Estado, tal como lo hicieron en 1962, contra Frondizi; y en 1966 contra Illia. 

   Sin ninguna acusación formal ni juicio previo, Frondizi padeció un largo cautiverio, claramente vengativo por las políticas de industrialización y de aumento de la producción de petróleo. Claro que además molestó al establishment militar ultra reaccionario, que se haya reunido con el Che Guevara, cuando era funcionario del gobierno cubano. 

  Ya las FFAA eran incondicionales del “mundo libre, occidental y cristiano” (léase los anglosajones y sus aliados / subordinados), dejando de lado todo principio moral de soberanía. 

   Muchos adherentes al desarrollismo, padecieron persecuciones y cárceles. 

   Pocos años después, la “dictablanda” (en comparación con el brutal “proceso”) de Onganía y sucesores, debió afrontar crecientes levantamientos populares en varias provincias, hasta que estalló el Cordobazo, todo eso con sus secuelas de víctimas y encarcelamientos. 

   A posteriori del breve interregno del tercer gobierno peronista, eclosionó el “proceso”, el cuál con niveles de violencia con pocos o ningún antecedente de similar severidad, creó la figura del “desaparecido”, eufemismo de “asesinado”. 

   Además, en algunos casos emblemáticos, el encarcelamiento vengativo y sin ningún basamento legal, fue brutal herramienta para cortar de cuajo toda oposición a la sistemática destrucción socio económica, que fue consecuencia directa del neoliberalismo impuesto por la fuerza. 

   María Estela Martínez de Perón, quien ejercía la presidencia, al igual que el leal Dr. Julio Carlos González, Secretario Legal y Técnico de las presidencias de Perón y su sucesora, al igual que otros colaboradores, fueron encarcelados, sin causa alguna, permaneciendo en tal situación, durante todo el “proceso”, seguramente padeciendo malos tratos. En ese siniestro período, hubo muchos encarcelamientos, sin juicio previo alguno, con clara vengatividad política. 

   El enorme plan de obras públicas concretado en los doce años del peronismo (2003-2015), solo equiparable al ejecutado por Perón con el ministro Juan Pistarini, evidentemente molestó al establishment ultra liberal, siempre opuesto a nuestro desarrollo. 

  En particular, los poderosos intereses vinculados con la termogeneración (energía eléctrica producida quemando hidrocarburos), seguramente se sintieron molestos, en particular por concretarse dos obras emblemáticas: la central nuclear Atucha 2, y la hidroeléctrica binacional Yacyretá. 

   Atucha 2 fue paralizada al comienzo del gobierno de Alfonsín, seguramente aconsejado por su Secretario de Energía Jorge Lapeña (de clara orientación afín a los poderosos intereses termoeléctricos), permaneciendo 22 años sin solución. Por su parte, Yacyretá estuvo operando varios metros por debajo de su diseño, lo cual produjo previsibles problemas de cavitación, que dañaban los álabes de las turbinas. No se podía aumentar la cota de la presa, pues las obras de tratamiento costero en ambas márgenes estaban paralizadas, o poco menos. El Ministro de Planeamiento Julio De Vido concretó un vasto plan de obras, dentro del cual estuvieron las terminaciones de Atucha 2 y de Yacyretá. Para la gran hidroeléctrica, fue crucial el muy activo accionar del Director Ejecutivo de Yacyretá, arquitecto Oscar Thomas. 

   Los posteriores encarcelamientos de ambos, con ausencia de pruebas de ilícitos, tuvieron claro carácter persecutorio. Para los que “conocemos el paño” de los poderosos intereses de los hidrocarburos y la generación termoeléctrica, nos resulta evidente que los daños en Yacyretá y su menguada generación (con 5 o 6 metros menos de cota), eran muy funcionales para la activa campaña de desprestigio de la hidroelectricidad. 

   Tanto la generación nuclear como la hidroeléctrica, resultan “competencias muy molestas” para la generación en base a hidrocarburos, pues aquellas son más económicas, de más extensas vidas útiles, y mucho menos (o nada) contaminantes. Entonces, no sorprenden los vengativos encarcelamientos dispuestos por el establishment, contra De Vido y Thomas, activos gestores de esas dos grandes y estratégicas obras. 

   Dentro de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, el sano y real patriotismo pasó a ser una rareza, muy despreciada si algún patriota defiende los valores nacionales, pues la “opinión militarmente correcta” adhiere sin cortapisas y sin tolerar crítica alguna, al más crudo y antinacional liberalismo político y económico. Ante esa deplorable realidad, muy acentuada desde el siniestro “proceso”, en el contexto de la pobre cultura general que es impartida en los institutos de formación militar, carecientes casi por completo de sólida capacitación en Geopolítica, Historia y Economía, no puede sorprender que los pocos casos de militares de clara mentalidad nacional, hayan sido marginados y perseguidos, pasando a ser paradigmáticos los encarcelamientos padecidos por el Coronel Seineldín y el General Milani. 

   Es bien sabido que los “carpetazos” son una de las especialidades de los servicios de inteligencia (los oficiales y con seguridad los “paralelos”), con los cuales pueden armar causas, para anular el accionar de los eventuales uniformados “díscolos”, que por principios patrióticos no se subordinan al establishment, el cual parece estar muy influenciado por algunas embajadas extranjeras. 

   Seineldín fue preso, por ser uno de los referentes de los alzamientos carapintadas, alertando ante los serios peligros que se ciernen sobre nuestra patria; pero la severidad que padeció no fue similar a otros líderes o partícipes de esos alzamientos, que parecen haberse “suavizado” en los planteos de corte nacional que fueron las motivaciones originales. 

   Milani, supuestamente por acciones realizadas en el contexto del siniestro “proceso”, fue encarcelado, mientras era evidente que, en el contexto de sus camaradas, mayoritariamente ellos de mentes proceseras, el posicionamiento Nacional, del Comandante General puesto en funciones en la presidencia de CFK, era muy resistido y -con sordina- criticado por el establishment, que como tal es afín a sectores apátridas, como el liberalismo. 

   El tema no se agota, pues es de enciclopédica magnitud. 

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