Todos contra Putin, ¿podrán?

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Tan solo siete días bastaron para que el tablero geopolítico de Europa sea pateado con total fiereza. Ataques ucranianos, amenazas nucleares y entrevistas controversiales, nos vuelven a dejar al filo del peligro de una guerra mundial.

El bastonazo lo largó Ucrania. El ejército de Zelenski comenzó hace varios días ya, una serie de ataques estratégicos sobre el mapa ruso. Más de 10 regiones se vieron afectadas en el marco de una lluvia de drones de combate. Lo más significativo del asunto, es que estos ataques tienen un enfoque estratégico, muy lejos de una simple guerra de choque. Ucrania está atacando las fibras sensibles de la energía rusa. Centrales eléctricas y refinerías de petróleo son las principales entidades que han sido centro de hostilidades con banderas ucranianas. Las mismas, a las claras, proliferaron en el espacio aéreo ruso, lo cual es preocupante para el Kremlin.

Detrás de las peripecias bélicas ucranianas, está Estados Unidos. El país de Biden se ha mega endeudado para poder respaldar a Ucrania y que esta contienda no sea una nueva estrella en la chaqueta de comandante de Vladimir Putin. Esto es algo que fue denunciado por el propio ejército ruso al dar con el origen de los drones que utilizan, como así también el resto de los armamentos, en esta intromisión en Rusia.

La OTAN juega su rol, y hay que separarla de los propios intereses de Estados Unidos, más allá de que el país sea, básicamente, el gerente de la alianza militar. Antes de esta contraofensiva sorpresiva de Ucrania, OTAN anunció oficialmente el ingreso de Suecia a la misma, logrando con esto, el cerco nórdico del grupo bélico. No es casualidad que los ataques en Rusia tengan lugar después de ese acontecimiento. Además, la Alianza Atlántica, comenzó una movilización importante en los países europeos que rodean a Rusia, a modo de retaguardia sobre cualquier represalia evidentemente fuerte que tome Putin. 

Otro factor para ver este intento de desestabilización hacia el poder concentrado del Kremlin, se ve por las fuerzas internas que están cooperando con Ucrania. Se trata de la Legión de la Libertad para Rusia. Estos opositores son un hueso duro de roer. No se trata de simples manifestantes urbanos de clase media con sendas aptitudes para hacer pancartas, se trata de patrullas callejeras con formación semi – profesional en el campo de batalla. Muchas veces cuentan con militares de profesión y con ayuda de armamentos que provienen de afuera. Ellos han sido los responsables de poder allanar el camino por la zona sur de Rusia. 

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El ideario ucraniano es, aparentemente, claro. Buscan llegar a Moscú. Si me preguntan a mi, es bastante utópico y arriesgado. Hitler y Napoleón lo intentaron en el pasado y no solo fracasaron, sino que fueron contiendas que marcaron el comienzo del fin de sus regímenes. Es cierto, los tiempos son otros, pero la idiosincrasia es la misma. Rusia siempre que esté unida, será una potencia inclaudicable. Ya sea de la mano de Iván El Terrible, Catalina La Grande, Lenin, Stalin o Putin, el gigante ruso es el gran contrapeso europeo. En ese sentido, un asedio a Moscú sería de mil maneras complicado, ya que gran parte del poder estratégico se concentra ahí. De igual manera, Rusia es una mega potencia nuclear, y detrás de ellos están sus siempre temerarios amigos o colegas, China, Corea del Norte, Irán, e India, entre otros. ¿Estados Unidos es capaz de librar una guerra mundial con Ucrania como chivo expiatorio? La respuesta los asombraría. 

Además de ello, Macron tuvo la (in)sensatez de anunciar, otra vez, su intención de enviar tropas francesas a combatir a Rusia, dando un respaldo unánime a Ucrania y con un mensaje concreto: “Si Rusia gana la guerra, ya no tendremos seguridad en Europa”.

Saliendo por un momento de Europa, el curso de una posible guerra expansiva con Rusia dependerá de la elección presidencial estadounidense. Este año deberán decidir entre la continuidad de Biden o el regreso de Trump, reversionando los últimos comicios presidenciales en el gran país del norte. La política de Biden fue un fracaso absoluto. Su intromisión en Ucrania, la inacción en Gaza, la omisión de los levantamientos africanos y el estallido talibán en Afganistán, son uno de los tantos conflictos que le juegan en contra al actual presidente. Sumado a que están muy entretenidos, en el Congreso de Estados Unidos, con la idea de prohibir TikTok, tras ser acusado de aplicación que sirve para el espionaje chino, como si no tuvieron algo más importante de lo cual ocuparse. Y del otro lado, un Donald Trump acorralado por denuncias variopintas, pero con la promesa de terminar con la guerra en Ucrania como primera gran medida en materia de política exterior. Nuevamente, el simple voto de un ciudadano estadounidense puede decidir parte del curso de la humanidad.

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Hasta aquí, todo parece ser el caldo de cultivo ideal para un proceso de desestabilización de Putin: la OTAN robustecida, Ucrania en faceta ofensiva, la muerte de Alexéi Navalny (opositor al régimen de Putin) y una política interna rusa que se decide en las urnas. Sinceramente, son todos los tópicos necesarios para poder declinar interna y externamente a un gobierno, pero la gran pregunta es, ¿pueden?

Del otro lado está Putin, un viejo zorro de la real politik, un hombre de hierro formado como agente de la KGB en la Unión Soviética y con varias guerras ganadas en su haber. No se trata de un comandante improvisado ni mucho menos. Si la respuesta debe ser rápida es “no”. No podrán tumbar tan rápidamente a Putin, aunque si desgastar aún más a su gobierno, quien a fuerza de represión interna mantiene gran parte de la cohesión social. 

La historia rusa indica que los fines de las grandes épocas estuvieron marcadas por el fin de sus líderes. Sus muertes determinaron una caída indefendible en el escenario internacional, sea en la época que sea. El personalismo es la forma de gobernar en ese país, aparentemente, y hasta que Putin no se vaya de este plano físico, el poder seguirá estando allí. Esto no quita que una renuncia o una salida del gobierno por problemas de salud no pueda darse, pero de seguir la lógica, el zar del Siglo XXI, seguirá dominando Rusia y siendo la gran cara visible de la multipolaridad.

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