(Tratar de) entender el mensaje
Javier Milei rompió todas las proyecciones. Obtuvo más de siete millones de votos en las Primarias y se impuso en una elección de tercios que abre un enorme interrogante de cara a octubre. El voto a Milei llegó al 30 por ciento del total y atravesó toda la Argentina, sin distinción de clases sociales ni ubicación geográfica. Desde las ciudades ricas hasta los parajes más alejados. Castigo a la grieta y a las frustraciones económicas de los últimos años, con la inflación indomable como protagonista. Castigo al Gobierno, pero peor castigo a Cambiemos, que perdió su condición de primera oposición, con un caudal de votos decepcionante para Patricia Bullrich y aún más para Horacio Rodríguez Larreta, quien fue cuarto en las preferencias y quedó fuera de la carrera presidencial.
Sergio Massa fue el segundo más votado en forma individual, pero enfrenta el rumbo a octubre con muchos más problemas que los otros candidatos. Milei puede darse el lujo de radicalizarse aún más. Bullrich puede moverse a discreción para captar algún voto. Massa debe concentrar toda su fuerza en evitar que la economía termine de estallar al mismo tiempo en que intente convencer que es la opción más racional, de centro, en una elección atípica.
¿Cómo gana un candidato cuya carta de presentación es “romper todo”?
¿Que promete destruir todo el Estado y avanzar sobre derechos elementales y adquiridos? Las explicaciones son múltiples y no se agotan en esta ni en tantas otras explicaciones. Agotamiento de una política que en cuarenta años de democracia dejó tantos sinsabores como escasas alegrías. Rechazo a la grieta exacerbada (y agotadora) entre el Gobierno y Cambiemos. Cristina-Macri, Macri-Cristina. Años acumulados de frustraciones económicas. Particularmente en los últimos ocho años, con vuelta al FMI, inflación desmesurada y una pobreza consolidada en torno al 40 por ciento de la población. No importan las responsabilidades. La sociedad desespera -exige- por soluciones que no llegan.
El voto fue transversal. Desde los más jóvenes hasta los más viejos. En provincias donde ganó Cambiemos y en donde se había impuesto Unión por la Patria. También en Misiones. En Posadas y en los municipios más lejanos. Incluso en el único municipio donde había ganado Cambiemos.
Pero no se trata apenas de un voto “bronca”, pasional, enojado. Una primera lectura advierte que en el caso de Misiones, el voto fue muy pensado. Misiones tenía 988.482 electores habilitados y la participación llegó al 66,56 por ciento.
En el caso de los candidatos a presidente, hubo 658.000 votos positivos. Milei se quedó con 280.852 votos, el 45.18% del total. En segundo lugar, quedó Sergio Massa con 158.878 sufragios -177.429 en total con los de Juan Grabois-. En la interna de Cambiemos, Patricia Bullrich sacó 83.052 y Horacio Rodríguez Larreta apenas 40.301.
En el ámbito presidencial el mensaje fue contundente. Milei sacó amplia distancia sin depender de los candidatos al Congreso, que no llegaron a los nueve mil votos. Massa logró superar los 150 mil votos. Bullrich y Larreta por debajo de los cien. Terceros incluso en la suma.
Pero es muy distinto el escenario en la elección de los representantes misioneros para el Congreso. Allí hubo 300.518 votos positivos de los 988.482 electores. Pero el voto en blanco fue superior: casi 50 mil votos más. En total, 350.435 votos misioneros fueron a las urnas y decidieron votar en blanco para la categoría legisladores. Un castigo particular para las oposiciones.
Allí la Renovación, con Carlos Arce como candidato a senador, obtuvo 152.345 votos, el 48.03% del total. Martín Goerling, el candidato a senador de Bullrich se quedó con 78.796, cinco mil menos que la candidata presidencial y 38 mil más que su rival radical, Ariel Pianesi, quien encabezaba la lista de Larreta, y apenas consiguió 41.907. Cambiemos terminó segundo en nivel parlamentario, pero con una particularidad: en Concepción de la Sierra, el único municipio donde se impuso un intendente de esa alianza, terminó tercero detrás de Milei y Massa. De hecho, Larreta, que era el líder del espacio en el que se referencia Hugo Humeniuk, salió cuarto, detrás de Bullrich.
Pésimo negocio el del radicalismo misionero, que negoció quedarse con la candidatura a gobernador de Cambiemos en las provinciales de mayo y Martín Arjol cayó derrotado a más de 40 puntos del gobernador electo, Hugo Passalacqua.
Ahora, la otra joven “promesa”, Ariel Pianesi, se convirtió en la cara de la derrota ante una anodina lista del PRO puro, que tuvo como beneficiarios a Martín Goerling y el desconocido Emmanuel Bianchetti. La renovación radical quedó a medio camino.
El otro gran derrotado fue Pedro Puerta. El hijo apostó por Larreta y el intendente porteño terminó cuarto en Apóstoles. La tierra de la yerba mate repudió con fuerza la promesa de Larreta de desregular el mercado yerbatero, una idea que germina en Cambiemos, pero que también, vaya paradoja, está en mente del candidato ganador.
La sociedad misionera volvió a ratificar el respaldo al “modelo misionerista” que propone la Renovación y que se enfoca en buscar soluciones para los problemas locales sin atarse a la suerte de los gobiernos nacionales. Fue contundente en mayo, con la elección de Passalacqua. Ahora volvió a marcar amplias distancias con las oposiciones. Los ganadores de la interna en la alianza Cambiemos prácticamente no hicieron campaña ni emitieron propuestas pensadas para Misiones. Los radicales enrolados en el espacio de Larreta callaron cuando el candidato prometió la desregulación para la yerba mate. Intentaron negar la realidad cuando las palabras del candidato presidencial no dejaban lugar a dudas. Los resultados son inapelables.
A pesar de la crisis nacional, en Misiones la economía está pasando por un buen momento, favorecida por una asimetría inversa -el tipo de cambio alto-, que atrae a miles de compradores de Brasil y Paraguay en un boom de consumo que escapa incluso a la evaluación fiscal. El empleo registrado atraviesa uno de sus mejores momentos históricos y la Provincia sigue recibiendo inversiones y empresas nuevas. El sector turístico que vive un boom desde la salida de la pandemia, concentra inversiones en Puerto Iguazú, que superan los 25 millones de dólares, para generar nuevas opciones hoteleras y un enorme Centro de Convenciones, con capacidad para diez mil asistentes. En Posadas también crece la oferta para el turismo de negocios y corporativo. La inversión privada es apuntalada por la gestión oficial que mejora la infraestructura y los servicios. Apenas pasadas las elecciones, el gobernador Oscar Herrera Ahuad viajó a Buenos Aires a conseguir fondos para seguir con la modernización de los aeropuertos de Posadas e Iguazú. Se estiman más de cinco mil millones de pesos para las obras que estarán a cargo de la Provincia. En paralelo, se avanza en las gestiones para la continuidad de los programas Ahora Misiones+21 y el Ahora Canasta, vitales para cuidar el bolsillo.
“Uno debe ser muy respetuoso, como siempre, de la opinión del electorado. Entiendo que hay que hacer una lectura hacia adentro desde los diferentes espacios políticos y también hacia afuera, viendo qué es lo que quiere la sociedad. En esa línea, la discusión que vemos hoy, muy banalizada, de echar culpas, es una discusión muy estéril, que no construye. La discusión que construye es aquella donde uno debe hacerse una autocrítica en todos los niveles”, destacó Herrera Ahuad como una primera mirada de las PASO.
Aunque se seguirá trabajando por la opción elegida en las PASO, el misionerismo está primero.
“Vamos a reafirmar el compromiso ahora más que nunca de defender lo nuestro frente a los próximos compromisos electorales y de Gobierno, donde se refuerza la importancia de los representantes propios por el sesgo del candidato elegido en el país, distinto al gobierno y a la principal oposición”, aseguró Carlos Rovira
No sería la primera vez que se gestiona con un Gobierno nacional de distinto color.
El enojo puede ser una de las explicaciones para el voto a Milei, pero es apenas una de las aristas. Bien vale hacer la pregunta inversa. Se enojan con el votante de Milei. No entienden cómo votan a un candidato que les va a sacar los planes, que les va a quitar derechos. Pero ¿a qué derechos realmente acceden los jóvenes? ¿A qué derechos accede el 40 por ciento de la población que está en la pobreza. ¿La educación pública? ¿Todos llegan a la universidad? ¿Terminan la secundaria? ¿La salud? ¿Se atienden en el hospital público? ¿Hay turnos para todos? ¿Una salud de calidad? ¿Los planes sociales? ¿Qué expectativa tiene un joven cuya familia depende de los planes sociales? ¿Llegar a mitad de mes? ¿Qué posibilidad tiene de proyección? Las respuestas, claro, no son positivas. Son derechos que están, pero no necesariamente alcanzan y no sólo por la cuestión económica, sino por la misma dinámica de una sociedad que muta en forma acelerada al ritmo de los cambios tecnológicos y de consumo. La política tradicional no ha logrado responder a esas preguntas. Milei promete arrasar con la casta y ese modo de no ver. Que sus promesas sean difíciles de cumplir e incluso algunas inaplicables, no invalidan el atractivo. Que incluso traigan aparejadas más penas, un riesgo aceptable. Para muchos es un “perdido por perdido”.
¿Octubre será un mero trámite? Las elecciones no se ganan hasta que se ganan. Habrá que ver cómo se mueve el tablero y cómo reaccionan Massa y Cambiemos. Milei tiene el riesgo de enredarse en su propia euforia. “Habría que decirle que ahora que es un potencial presidente, cuide sus palabras, porque impactan de otro modo y lo que está en juego es el país”, reflexiona una empresaria conocida de Misiones.
En el análisis hay una coincidencia: el escenario es de segunda vuelta. Y es posible que sea Sergio Massa el otro protagonista. ¿Por qué? Quienes abonan esta teoría aseguran que Bullrich ya tiene su techo -bajo para sus propias expectativas- y que el votante radicalizado de derecha votará a ganador. Llamativamente, Mauricio Macri envió guiños a Milei y el economista aseguró que de ganar, el ex presidente será su representante en el mundo. En definitiva, postulan ideas casi idénticas.
El voto de Larreta, se advierte, es más de centro, por lo que aunque se retenga una parte en Cambiemos, el resto puede ir a Massa. A eso se suma el voto de Juan Schiaretti, cuya performance no habilita demasiadas expectativas. Y hay un voto que todavía es incógnita: el enorme porcentaje de votos en blanco y los que ni siquiera fueron a las urnas en las primarias. Habrá que convencerlos. Massa, que está prácticamente en soledad dentro del Gobierno, deberá aprovechar cada minuto para intentar enderezar el rumbo y convencer a ese indeciso de que es la opción más indicado para el momento. Hay tibios gestos de respaldo, como el de Juan Grabois y el de Guillermo Moreno. El peronismo todavía juega callado.