Elecciones en Argentina, el reciclaje del eje peronismo–antiperonismo
A horas de que terminen estas elecciones versión 2019, nos acercamos a escribir una nueva página en la historia democrática de nuestro país. Hacerlo en paz y en calma, en este contexto, es un logro político (quizá el único) de la dirigencia argentina de los últimos treinta años. Esto que generalmente puede llegar a pasar desapercibido, hoy es evidente a nivel regional. Países con índices sociales y económicos mucho mejores que la Argentina, sufren estallidos sociales estructurales producto de la inoperancia política. En nuestro caso es diferente, total, ¿Qué le hace otra raya más al tigre?
En ese marco se desarrolló una campaña particular desde diferentes puntos de vista. La primera característica para resaltar, post resultado de las PASO, es la marginalidad que tienen en algunos casos los procesos electorales. Existen dos tipos de factores (a priori) que definen el voto, los de corto plazo y los de largo plazo. Los factores de largo plazo son circunstancias cuasi permanentes que afectan la percepción de las personas (la cultura, la clase social, el lugar de residencia, etc.). Los de corto plazo, sucesos extraordinarios que afectan la percepción y alteran las relaciones de poder (una crisis económica, un debate particular, un caso de corrupción, etc.). La comunicación puede resultar más efectiva, cuando los efectos de corto plazo contradicen o generan mayores efectos que los de largo plazo.
En este caso en particular, el efecto de corto plazo (la crisis) reforzó esquemas de percepción muy arraigados en la cultura argentina (concepción pesimista del sistema liberal, imagen del FMI, rol del empresariado y sistema financiero, etc.) Este golpe de realidad es algo muy fuerte para quebrar comunicacionalmente hablando, y el oficialismo lo entendió tarde.
Con el diario del lunes es muy fácil hablar. Criticar abiertamente el sistema de comunicación de Jaime Durán Barba parece por lo menos atrevido. El estilo del show “post ideológico”, aunque falaz, marcó una época en la comunicación política argentina. Después de las PASO pareció que muchos repitieron la frase de los Simpsons “Lo felicitamos, nunca más vuelva.” El quiebre apareció con las marchas del “Si se puede”. Se reversionó el timbreo, por el famoso acto político. Aquél que el consultor ecuatoriano se dedicó tanto tiempo a denostar. El territorio se convirtió en espacio de disputa política, como aquel del siglo XX. Espacio de expresión del conflicto político, todo se politizó.
Hacia adelante, en caso de perder Macri, viene un desafío importante para María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Ambos, aunque populares en sus distritos, todavía no se nacionalizaron. El salto que pegó Mauricio Macri en 2015, no lo puede hacer cualquiera. Hoy, mal que mal, el 35% que consolidó Juntos por el Cambio, es de él y nadie más. Hay muchas dudas y pocas precisiones, el tiempo dirá.
En la vereda del frente el escenario no es mejor. En caso de ganar, Alberto Fernández tiene diferencias explícitas con gran parte del Frente de Todos. La polarización se instaló porque era beneficiosa para el macrismo en su momento. Cuando CFK se baja, el eje se mueve y el discurso del macrismo se desarticula. Lo que muchos no ven, capaz por el optimismo de una posible victoria, es que el Frente de Todos necesita a Macri de la misma forma que Cambiemos necesitaba a Cristina. Una vez se apague el show de la campaña, gobernar en una coalición tan amplia no es para cualquiera, hay que tragarse muchos sapos. El Pro no lo entendió, hay que ver si este nuevo peronismo lo puede hacer.
Los resultados que parecieran importar a todos son los totales a nivel nacional, si tenemos o no balotaje. Aunque en política siempre hay mucho más en juego. La provincia de Buenos Aires puede concentrar el poder de oposición en un posible gobierno de Alberto Fernández. Axel Kicillof, Mayra Mendoza, Máximo Kirchner y demás, coparon las listas con la intención de ejercer total control en el territorio. El porcentual de diferencia que exista entre Kicillof y Vidal es vital para saber la diferencia que existirá en la cámara de diputados de PBA.
Otro punto importante son las intendencias que defiende el oficialismo en dicha provincia. La Plata, Quilmes, Pilar, Morón, Lanús y Mar del Plata son algunos de los distritos claves que el peronismo quiere recuperar. Hay muchos factores a considerar, uno de ellos es que tan efectiva fue la “campaña de corte” y localización promovida para despegarse de las figuras nacionales. A su vez, esperar a ver si existe un crecimiento respecto de las PASO y el nivel de participación del domingo son ítems importantes. Ambas cosas son puntos de los cuáles va a depender la capacidad de proyección nacional que tenga Vidal en el 2020.
En caso de Horacio Rodríguez Larreta el panorama parece más despejado en el corto plazo. Sin embargo, con el anuncio de Alberto Fernández de reducir la coparticipación de CABA el próximo año, se presenta un gran desafío. La Ciudad ya no contará con la posibilidad de articular grandes proyectos con la Nación como lo hizo durante estos cuatro años, habrá que negociar más que nunca. Lo único que se puede afirmar con seguridad es que el eje político argentino volvió a ser peronismo–antiperonismo. Hay opciones identificadas claramente como derecha e izquierda que se disputan la discusión pública. La cual volvió a expresar componentes ideológicos explícitos, con todo lo que eso significa. La Argentina 2020 no pinta fácil, para nadie. Como en una serie, este sólo es el capítulo final de una temporada que duró cuatro años. The Peronistas, cómo tituló el Washington Post, pareciera que se estrena en diciembre.