Cómo gestionar los fertilizantes en el mundo para evitar una crisis alimentaria prolongada

Escribe Juergen Voegele, Vicepresidente de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial

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Escribe Juergen Voegele*Los precios de los fertilizantes, que se ocultan detrás de la peor crisis alimentaria mundial en una década, se han disparado y siguen siendo volátiles.  Esto representa una grave amenaza para la seguridad alimentaria, ya que la temporada de siembra comienza este verano. Hasta ahora, la guerra en Ucrania ha afectado principalmente a los países importadores de trigo y maíz. Sin embargo, muchos países, incluidos algunos de los principales exportadores de alimentos, son importadores netos de fertilizantes. La persistencia de los altos precios de los fertilizantes puede extenderse a una variedad más amplia de cultivos, incluido el arroz, un alimento básico cuyos precios aún no ha experimentado alzas relacionadas con la guerra. Debemos actuar ahora para que los fertilizantes sean más accesibles y asequibles y evitar la prolongación de la crisis alimentaria. 

El índice de precios de los fertilizantes del Banco Mundial aumentó casi un 15 % con respecto a principios de año y los precios se han triplicado con creces en comparación con hace dos años. Los elevados costos de los insumos, las interrupciones en el suministro y las restricciones comerciales están impulsando el reciente aumento. Los precios del gas natural comenzaron a subir el otoño pasado, cuando las tensiones entre Rusia y Ucrania se intensificaron y provocaron recortes generalizados en la producción de amoníaco, un elemento importante de los fertilizantes nitrogenados. Del mismo modo, el aumento del precio del carbón en China, la principal materia prima para la producción de amoníaco en ese país, obligó a las fábricas de fertilizantes a reducir la producción.

Con el fin de atenuar la actual crisis alimentaria, ahora es necesario adoptar medidas para mantener la producción de alimentos haciendo que los fertilizantes sean más accesibles y asequibles.  Hay varias formas de hacerlo.

En primer lugar, los países deben eliminar las restricciones comerciales o las prohibiciones a la exportación de fertilizantes. Las restricciones a las exportaciones empeoran la situación, ya que los fertilizantes quedan más fuera del alcance de los países en desarrollo más pobres que enfrentan mayores niveles de inseguridad alimentaria y hambre. A principios de junio, había 310 medidas comerciales activas en 86 países que afectan a los alimentos y los fertilizantes, y casi el 40 % de ellas han sido restrictivas. Esta cifra se acerca ahora a niveles no vistos desde la crisis mundial de los precios de los alimentos de 2008-2012. Para facilitar el comercio, los países pueden reducir las demoras y disminuir los costos de cumplimiento eliminando los trámites burocráticos innecesarios para la importación de productos específicos.

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Uno de los cuellos de botella a nivel local del comercio mundial de fertilizantes es la necesidad de financiamiento de los fabricantes, comerciantes e importadores. En algunos casos, las necesidades de financiamiento de los compradores de fertilizantes se han triplicado, agravando la escasez general de financiamiento de los bancos comerciales locales en muchos de estos mercados. En otros casos, quizás sea necesario establecer mecanismos crediticios a corto plazo y garantías, implementados con el apoyo de actores del desarrollo internacional.

En segundo lugar, el uso de fertilizantes debe ser más eficiente. Esto puede hacerse proporcionando a los agricultores incentivos adecuados que no fomenten el uso excesivo de los abonos. La eficiencia del uso del nitrógeno, por ejemplo, oscila entre el 30 % y el 50 % en general. Mientras tanto, el Panel de Expertos en Nitrógeno de la Unión Europea recomienda una eficiencia del uso del nitrógeno de alrededor del 90 %. Los subsidios que fomentan el uso excesivo de fertilizantes también promueven el desperdicio. Y lo que es peor, esto tiene consecuencias devastadoras para el medio ambiente y el cambio climático.

Un uso más eficiente de los fertilizantes puede ayudar a garantizar que los suministros disponibles lleguen a lugares más lejanos, especialmente a los países más necesitados. Los países ricos consumen 100 kilogramos de fertilizantes por hectárea, casi el doble que los países en desarrollo. África subsahariana consume la menor cantidad: alrededor de 15 kilogramos por hectárea. 

Existen oportunidades para reformular las políticas públicas y focalizar mejor los escasos gastos públicos para crear incentivos que permitan usar los fertilizantes de manera más productiva y sostenible. Un ejemplo de un tipo de transformación posible son las reformas de la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea (UE) implementadas en 1992. Antes de estas reformas, el apoyo al sector agrícola de la UE —como precios mínimos, aranceles de importación y compras públicas— mantuvo los precios agrícolas de la UE por encima de los índices mundiales, lo que fomentó el uso excesivo de fertilizantes. Con las reformas, el apoyo a la PAC de la UE se dirigió a los pagos directos y los precios agrícolas se alinearon más con los precios mundiales. Estos cambios aumentaron los incentivos para utilizar los fertilizantes de manera más eficiente.

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En tercer lugar, debemos invertir en innovación para desarrollar mejores prácticas y tecnologías más novedosas que contribuirán a aumentar la producción por kilogramo de fertilizante utilizado. Esto incluye invertir en conocimientos para asegurar que se apliquen el fertilizante más adecuado y la cantidad más apropiada a cultivos específicos. También debemos invertir en la salud del suelo para maximizar la eficacia de los fertilizantes. La agricultura de precisión es un ejemplo de este tipo de tecnologías mejoradas que ya están disponibles. El fertirriego es otra tecnología, que combina la fertilización con el riego y utiliza fertilizantes en cantidades medidas y determinadas por sensores. Pero se puede y se debe hacer mucho más invirtiendo en ampliar las fronteras del conocimiento para asegurar que se minimice el desperdicio y que solo se utilice la cantidad adecuada que necesita una planta en particular en una fase determinada del crecimiento. Otra opción es complementar los fertilizantes convencionales con prácticas y biofertilizantes viables. Esto no solo ayudará a enfrentar los actuales problemas de suministro, sino que también reducirá el impacto de los fertilizantes en el clima, y en el suelo y los recursos hídricos.

Nuestra capacidad para mantener el comercio mundial y la circulación de fertilizantes será uno de los factores determinantes de la duración y la gravedad de esta crisis alimentaria. Dado que los agricultores han comenzado a modificar su producción debido a las dificultades con los fertilizantes, los responsables de formular políticas deben tomar con urgencia las decisiones apropiadas para que el mundo pueda reducir la duración de la actual crisis alimentaria. 

*Juergen Voegele, Vicepresidente de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial

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