Humanizar la ciudad

Escribe monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el sexto Domingo de Pascua [22 de mayo de 2022]

Durante este tiempo pascual hemos leído textos bíblicos relacionados a la evangelización de la Iglesia en sus primeros tiempos. Esto nos ha permitido discernir sobre las nuevas realidades y desafíos que tenemos en la época actual. El texto del Evangelio de este domingo (Jn 14,23-29), nos anima en la esperanza a saber que el Espíritu Santo acompaña y acompañará a su Iglesia hasta el fin de los tiempos. En este sentido hemos señalado reiteradamente el problema del secularismo, el planteo de una sociedad sin Dios, que lo ignora o lo omite sin discusión.

Esto se da con más contundencia y radicalidad en zonas urbanas, globalizando sus problemáticas incluso en las zonas rurales. Este estilo de vida secularista se expresa en una fuerte indiferencia hacia todo aquello que implique formas de compromiso, y en una vida moral extremadamente subjetivista y relativista. El Documento de Aparecida se ocupa de este tema y nos señala: «El cristiano de hoy no se encuentra más en la primera línea de la producción cultural, sino que recibe su influencia y sus impactos. Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura que se está gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Esta mentalidad urbana se extiende también al mismo mundo rural. En definitiva, la ciudad trata de armonizar la necesidad del desarrollo con el desarrollo de las necesidades, fracasando frecuentemente en este propósito. La Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para extenderse. Por eso, podemos realizar con alegría y valentía la evangelización de la ciudad actual. La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos». (DA 509)

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«En la ciudad, variadas formas culturales conviven de hecho, pero ejercen muchas veces prácticas de segregación y de violencia. La Iglesia está llamada a ser servidora de un difícil diálogo. Por otra parte, aunque hay ciudadanos que consiguen los medios adecuados para el desarrollo de la vida personal y familiar, son muchísimos los “no ciudadanos”, los “ciudadanos a medias” o los “sobrantes urbanos”. La ciudad produce una suerte de permanente ambivalencia, porque, al mismo tiempo que ofrece a sus ciudadanos infinitas posibilidades, también aparecen numerosas dificultades para el pleno desarrollo de la vida de muchos». (cfr. EG 74)

Decididamente tenemos que leer estos textos y muchos aportes en la reflexión Teológico- Pastoral para considerar la pastoral urbana y los desafíos de la ciudad en nuestro tiempo a la hora de orientar nuestra tarea evangelizadora.

Casi en todas las ciudades experimentamos un crecimiento poblacional que no nos puede dejar indiferentes. Los asentamientos donde viven miles de familias en situación de exclusión, y en los barrios donde una pobreza que está signada por la precariedad laboral, donde la única ilusión de mucha gente es el sobrevivir, perdiendo aquello que caracterizó a nuestra Patria sobre la movilidad social y las posibilidades de crecimiento y ascenso social. El salir de la desnutrición, la educación, y el trabajo digno, son caminos necesarios para salir del triste sistema en el que la mayor meta de los más pobres termina siendo solamente sobrevivir. La pastoral urbana debe considerar esta realidad, cargada de luces y sombras, para que el Evangelio genere ambientes de justicia y solidaridad, compartiendo los dolores y sufrimientos que las ciudades presentan en nuestro tiempo.

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El texto de San Juan de este domingo dice: «El que me ama será fiel a mi Palabra» (Jn 14,23), y también garantiza a la Iglesia el envío del Espíritu Santo que la acompañará hasta el fin de los tiempos (Jn 14,25-26). Si bien el ambiente en el que vivimos puede ser complejo con los nuevos desafíos que presenta el creciente relativismo y la pastoral urbana, tenemos la certeza que contamos con la gracia de Dios y el gozo de haberlo conocido a Jesucristo el Señor.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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