La Reina Roja: mandamientos de sociedad 

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¿Qué sería de nuestra invencible sociedad de consumo sin sus simpáticos argumentos científicos? La línea que separa un argumento científico implementado en la concepción de la estructura social de lo éticamente cuestionable suele ser convenientemente difusa. Hoy pongo el foco en una teoría evolutiva conocida como “La hipótesis de la reina roja”.

La misma supone a las especies animales y vegetales como actores destinados a competir y mejorarse a sí mismos constantemente, para así poder persistir en el tiempo. El curioso nombre que porta dicha hipótesis deviene de la obra literaria “a través del espejo y lo que Alicia encontró allí” escrita por Lewis Carroll; donde se hace mención de una reina que debía de correr constantemente para permanecer en el mismo sitio.

El paralelismo se desempaña cuando vemos a los organismos como factores que luchan en pos de mantener status quo, priorizando al conflicto como el motor de la evolución, asemejando dicho proceso al de una carrera armamentista. O, en otras palabras “Para un sistema evolutivo, la mejora continua es necesaria para solo mantener su ajuste a los sistemas con los que está coevolucionando”

Si bien ésta no es más que una hipótesis más, las implicancias que acuña usar esta hipótesis como un argumento para justificar accionares es, en extremo, peligroso. Implica el conflicto constante como parte innegable de nuestra naturaleza, por tanto, justificando las guerras y las desigualdades como no más que un reflejo de nuestro ADN.

Es por esto que nuestra curiosa hipótesis ha desatado una contraparte: A ésta se la conoce como la hipótesis del “Rey Rojo”, la cual describe una forma distinta de evolución, protagonizada por la cooperación entre especies. Propone que las interacciones mutualistas y simbióticas favorecen la adaptación de un conjunto de individuos o poblaciones mediante evolución lenta. Un ejemplo de hipótesis del Rey Rojo son las comunidades de microbialitos y corales que son ensambles de diferentes especies con crecimiento lento, pero con capacidad de perdurar en comunidad por miles de años. Lo mismo sucede con “organismos facilitadores” como las plantas del desierto que funcionan como sombrilla para otras plantas o las micorrizas que facilitan el acceso de nutrientes a otras plantas.

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La alternancia entre ambos fenómenos ha sido relacionada con la disponibilidad de recursos; siendo la situación de escasez la creadora de relaciones parasitarias y competitivas, las situaciones de abundancia tienden a albergar relaciones simbióticas y mutualistas. Así lo plantea la hipótesis del gradiente de estrés y la hipótesis del mutualismo-parasitismo-continuo, pero esta teoría tiende a ser refutada por la práctica. En realidad, las relaciones mutualistas abundan cuando el contexto es hostil, siendo que dichas relaciones proporcionan beneficio mutuo, es claro ver que ante la carencia de un metabolíto específico, una planta deberá intercambiar con sus pares.

Si bien las situaciones que permiten la proliferación de sistemas “Reina Roja” permiten una evolución más eficiente y veloz, el transcurso del tiempo termina por volverse en su contra, acarreando consigo la escasez de recursos y el conflicto entre los miembros de un sistema. Por otro lado, la evolución lenta que supone un sistema “Rey Rojo” terminan por fortalecer el nicho ecológico que se habita, diversificando sus especies y enriqueciendo el medio.

Si la hipótesis de la reina roja fuese la única manera de evolucionar, quizás aún seríamos un montón de bacterias vagando en el océano. Pero es conveniente hacerle hincapié porque hace que las desigualdades se pinten de “triunfa el más apto” y que las guerras se conviertan en selección natural.

Hoy más que nunca, nos toca ser críticos con la ideología que se impone, por el simple hecho de que de ello depende el destino de nuestra especie. La situación actual nos pone en medio de ambos reyes rojos, llevándonos a preguntarnos; ¿Es la naturaleza la que define mi accionar? ¿O tengo la potestad de discernir por sobre el sentido natural de nuestras relaciones humanas? ¿Acaso nuestro destino es competir constantemente? ¿O es que somos más que eso?

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El contexto nos pronostica escasez y, como bien lo vimos a lo largo de esta exposición, es en estas coyunturas donde el parasitismo y la competencia tienden a ser las únicas maneras de sobrevivir. Pero tenemos el privilegio y la condena de haber nacido humanos y, por consecuente, la capacidad de elegir de qué manera afrontar una situación de crisis, siendo el rey rojo el único camino hacia la supervivencia.

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