Más empleo para los jóvenes de las economías de mercados emergentes y en desarrollo
Las oportunidades son ilimitadas: La creación de más empleo para los jóvenes de las economías de mercados emergentes y en desarrollo
«Definir es limitar», dijo una vez Oscar Wilde. Sin embargo, a veces, los economistas tienen que utilizar definiciones para poder ver el alcance de un problema y encontrar la forma de eliminar los obstáculos para su resolución. Esto es especialmente cierto en el caso de los jóvenes de las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Sabemos que los jóvenes son imprescindibles para el desarrollo y el crecimiento económico, y que en una economía de mercado emergente y en desarrollo típica, los jóvenes representan aproximadamente un tercio de la población en edad laboral.
Sabemos también que la juventud tiene que hacer frente a las dificultades de los mercados de trabajo y a la escasez de empleos en países de todo el mundo. Aproximadamente, el 20% de los jóvenes de entre 15 y 24 años de una economía de mercado emergente y en desarrollo típica ni trabaja ni estudia. Comparemos este porcentaje con las economías avanzadas, donde la tasa promedio es del 10%.
Los costos económicos y sociales de esta brecha son importantes. La confianza en la sociedad suele ser menor en países con niveles más altos de inactividad juvenil, lo que aumenta las posibilidades de conflicto social. Un nuevo estudio del personal técnico del FMI muestra que, si el desempleo juvenil de una economía de mercado emergente y en desarrollo típica se equiparara con el de una economía avanzada típica, la tasa de empleo de la población en edad de trabajar aumentaría en 3 puntos porcentuales y la producción económica recibiría un impulso de 5 puntos. Este es el tipo de punto de inflexión que los jóvenes, y todos los países, necesitan con urgencia.
Políticas que benefician a la siguiente generación
¿Cómo podemos conseguirlo?
Parte de la solución es más y mejor educación. Pero, por sí sola, no será suficiente. Son muchos los jóvenes con un nivel educativo alto que tienen dificultades para encontrar un buen trabajo en las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
El estudio que publicamos hoy, basado en unos nuevos análisis que utilizan macrodatos tanto macro como microeconómicos (decenas de millones de puntos de entrada de datos de personas individuales), apunta a una serie de políticas que pueden contribuir a cerrar la brecha con las economías avanzadas. Estas políticas mejorarán las perspectivas de empleo de todos los segmentos de la población y, en especial, de los jóvenes no escolarizados.
En concreto, merece la pena centrarse en tres de estas políticas.
Primero, una mayor igualdad de género en los centros de trabajo: Las amplias y persistentes brechas de género son una parte importante de la historia que se encuentra detrás de estos peores resultados laborales entre la juventud de las economías de mercados emergentes y en desarrollo. En promedio, cerca del 30% de las mujeres jóvenes de estas economías ni trabajan ni estudian. Este porcentaje es casi el doble que la tasa entre los hombres jóvenes en una situación similar. Parte de esta diferencia, aunque no toda, se explica por las consecuencias económicas de tener hijos. Pero también la legislación es importante. La realidad es que cuando las mujeres están protegidas jurídicamente frente a la discriminación laboral, las tasas de empleo y de participación mejoran sin perjudicar las oportunidades de los hombres. Por ejemplo, si en África subsahariana aumentara la protección jurídica de las mujeres hasta el promedio de las economías emergentes de Europa y Asia Central, estimamos que las tasas de empleo y de participación de las mujeres jóvenes aumentarían entre un 10% y un 15%, lo que reduciría considerablemente la brecha de género.
Segundo, unos mercados de trabajo que funcionen mejor: Limitar las regulaciones laborales excesivamente estrictas, asegurar que las indemnizaciones por despido no sean demasiado onerosas y establecer un salario mínimo que no sea demasiado alto en comparación con el salario promedio son medidas que se asocian con la mejora del empleo y de la participación de los jóvenes sin escolarizar, en especial de las mujeres jóvenes. Así lo demuestra el estudio de caso sobre la historia reciente de las reformas del salario mínimo en Indonesia. En las provincias indonesias que aumentaron el salario mínimo formal frente al salario promedio un 10% menos que en otras provincias, la tasa de desempleo juvenil disminuyó entre 1 y 1,5 puntos porcentuales. Estas políticas beneficiaron sobre todo a las mujeres jóvenes. También, se incrementó el número de empleos formales, que suelen ser más productivos y preferibles, a disposición de los hombres y las mujeres jóvenes.
Tercero, unos mercados de productos más abiertos: Los gobiernos pueden incentivar el dinamismo de los mercados a través de una mayor competencia y actividad emprendedora. Son muchos los jóvenes de todo el mundo que no tienen acceso al capital y al crédito necesarios para emprender su propio negocio y ampliar uno ya existente. La disminución de los costos de creación de empresas y de las cargas administrativas de las empresas, así como una mayor apertura a los mercados internacionales, son medidas asociadas con unos mejores resultados laborales y la mejora de la calidad del empleo de los jóvenes. Nuestro estudio muestra que la liberalización de la regulación del mercado de productos desde el nivel promedio en Asia meridional y oriental hasta el promedio en América Latina y el Caribe aumentaría la tasa de participación de los hombres jóvenes en un 5%.
No hay tiempo que perder
Dos de los pilares de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030 se centran en los jóvenes. Uno de ellos es la reducción sustancial del desempleo juvenil y el otro es la garantía de que los jóvenes que no estén escolarizados tengan posibilidades de acceder a un empleo pleno y productivo. Es evidente que todavía queda un largo camino por recorrer. Pero existe la manera de conseguirlo.
Lo que es más extraordinario, y raro en economía, es que las propuestas en materia de políticas que pueden ayudar a los jóvenes no suponen una disyuntiva entre trabajadores jóvenes y mayores. Benefician a todos los segmentos de la población y contribuyen al crecimiento de la economía de un país de forma sólida y sostenible. Si tomamos ahora las decisiones adecuadas, los beneficios potenciales son realmente ilimitados.
Por Christine Lagarde y John Bluedorn –