Misiones es la segunda provincia con más empleo entre las mujeres

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Escriben María Laura Caullo, Joaquín Aguirre y Azul Chincarin, fundación Mediterránea. Detrás de las bajas tasas de desempleo que se han venido registrando en los últimos trimestres, de alrededor de 7%, existe una realidad mucho menos alentadora para la mayoría de los trabajadores, ya que la precariedad laboral y los salarios bajos reinan el día a día. Estas dificultades se muestran aún más exacerbadas entre las mujeres. Este informe resalta las disparidades entre géneros.

Asimetrías en los principales indicadores del Mercado Laboral
Estructuralmente, la tasa de actividad en mujeres resulta siempre menor a la de los varones, por lo que una menor cantidad participa en el mercado laboral. Más allá de que existen motivos normativos que inciden en esta desigualdad (por ejemplo, las jubilaciones de mujeres en edad más temprana), las organizaciones sociales y/o familiares las acentúan. Al respecto, la participación en el mundo del trabajo de las mujeres con hijos menores a 18 años, resulta aún más escasa.
En los últimos 20 años, la tasa de actividad de las mujeres promedió 38%, mientras que la de los hombres superó el 54,4%. El último dato disponible (3er trimestre de 2022) marca que la participación de la mujer en el mercado laboral se encuentra en un punto históricamente alto de 40,8% a nivel nacional, por encima de los valores prepandemia. De hecho, se percibe una leve tendencia creciente en este indicador a partir de 2017. En cambio, la tasa de actividad de los hombres permanece constante en el tiempo, excepto pequeñas desviaciones (sin contar la excepcionalidad de la pandemia). El último registro asciende a 54,8%, apenas 4 décimas por encima del promedio de los últimos 20 años.

La tasa de empleo de las mujeres es históricamente inferior a la masculina. En el 3er trimestre de 2022, la mitad de los hombres del país estuvieron empleados, contra un 37,6% de las mujeres. Aunque la brecha es significativa, este último valor representa un pico histórico.

A pesar de que tanto la tasa de actividad como la tasa de empleo de las mujeres vienen otorgando valores sin precedentes, esto no necesariamente se traduce en empleos de calidad (formales y bien remunerados). De hecho, las mujeres tienden a sufrir de mayor precariedad laboral. Un indicio de esto es la tasa de subocupación, que capta a las personas ocupadas que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y que están dispuestas a trabajar más horas. En el gráfico se observa que la subocupación afecta en mayor medida a las mujeres ocupadas que a los hombres ocupados. El último dato indica que esta tasa ascendió a 14,4% entre las mujeres, contra sólo 8,4% entre los hombres.

La tendencia de las mujeres a trabajar menos horas se puede ver en más detalle a continuación. Entre los ocupados, las mujeres trabajan, en promedio, 8,7 horas menos que los hombres ocupados. Entre los asalariados informales, la brecha asciende a 10,1 horas, mientras que entre los asalariados informales se llega a 12,9 horas de diferencia.

Otro indicio de la discrepancia en la seguridad laboral entre hombres y mujeres la provee el análisis de las categorías ocupacionales, es decir, en dónde se desempeñan laboralmente aquellos que tienen algún trabajo. Se tiende a considerar al sector de asalariados formales privados como aquel que aglomera los trabajos de mayor calidad, generalmente los más productivos y mejor remunerados, por lo que la menor participación relativa de las mujeres en este sector es preocupante (28,1% contra el 32,2% de los hombres), en especial cuando también se observa una mayor participación relativa de las mujeres entre los asalariados privados informales (26,7% contra el 24,4% de los varones), que suelen estar desprovistos de sus derechos laborales básicos. También se verifica que las mujeres ocupadas participan relativamente más en el sector público (21,3% contra apenas 14,9% de los hombres).

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El impacto de la maternidad en el empleo femenino
Todos los indicadores laborales analizados hasta aquí pueden ser desagregados para considerar las consecuencias de tener hijos, especialmente en las mujeres. Por ejemplo, en el 3er trimestre de 2022, las mujeres con hijos mostraron una tasa de actividad 2 puntos porcentuales menor a la del total de mujeres. Este dato es llamativo, ya que implica que la brecha entre la tasa de actividad promedio de las mujeres y la tasa de actividad de las mujeres con hijos se ha ido enangostando en los últimos años. Las razones que explican por qué la participación de las mujeres pospandamia ha venido creciendo aceleradamente, y por qué este crecimiento es incluso más marcado entre las mujeres con hijos, posiblemente se encuentren en la actual situación económica del país, caracterizada por una elevada inflación y, sobre todo, por salarios reales muy bajos. Esto lleva a que el acervo percibido por el jefe de hogar (generalmente hombre) no sea suficiente, y las mujeres deban sumarse al mercado para complementar los ingresos del hogar. Por otro lado, al hacer foco en la tasa de actividad de las mujeres según la cantidad de hijos, se llega a nuevas conclusiones.

Lo primero que se destaca es el hecho que la tasa de actividad de las mujeres sin hijos y de las mujeres con 1 hijo fueron, históricamente, muy similares, aunque a partir de 2015 aproximadamente se empieza a observar algo poco intuitivo: las mujeres con 1 hijo participan levemente más en el mercado laboral que aquellas sin ningún hijo. De hecho, esta diferencia se ha venido acrecentando en los últimos 2 años, y especialmente en 2022. El último dato disponible habla de 7 p.p. de distancia.

Las discrepancias más significativas comienzan a aflorar a partir del segundo hijo. A partir de ahí, más hijos deriva en menor participación en el mercado laboral. El último dato provisto por INDEC indica que la tasa de actividad de mujeres con 1 hijo es de 50%, con 2 hijos 36%, con 3 hijos 28% y con más de 3 hijos 21%. Vale destacar que pospandemia se verifica una tendencia creciente en la participación laboral de las mujeres con hijos, independientemente de la cantidad de hijos. No ocurre lo mismo con las mujeres sin hijos.

Focalizando en la comparación con los hombres, la brecha de género más elevada en la tasa de actividad se da entre aquellos que no tienen hijos. El 43% de las mujeres sin hijos participa del mercado laboral, contra el 64% de los hombres sin hijos. Entre aquellos con 1 hijo la brecha se reduce a 7 p.p. (el 50% de las mujeres contra el 57% de los hombres), y se mantiene en ese rango para sucesivas cantidades de hijos. Por ende, la tasa de actividad de los hombres es siempre mayor a la de la mujer.

En cuanto a la tasa de empleo, ocurre algo similar, ya que la misma es consistentemente menor entre las mujeres, es mayor entre las mujeres con 1 hijo, y desciende a medida que aumenta el número de hijos. Sólo el 18% de las mujeres con 3 hijos están empleadas, contra el 45% de las que sólo tienen un hijo.

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La tasa de desempleo muestra un comportamiento un poco más equitativo a nivel nacional entre los dos géneros, especialmente en los últimos años. El último dato habla de una diferencia de sólo 1,3 p.p. (7,8% en las mujeres y 6,5% en los hombres). Entre los que no tienen hijos, el desempleo es prácticamente el mismo (7,7% en las mujeres contra 7,8% en los hombres), pero luego se acrecienta la diferencia con la cantidad de hijos. Las mujeres con más de 3 hijos sufren el desempleo más elevado. Esto quiere decir que se trata del grupo al que más le cuesta conseguir trabajo cuando lo busca activamente. A su vez, entre los que tienen 3 hijos se da la brecha más alta (8,5 p.p.), dado que el desempleo entre los hombres con más de 3 hijos es bajo (5,1%). También se verifica más volatilidad en el desempleo entre las mujeres con hijos.

Análisis Regional
Argentina es un país federal y heterogéneo, por lo que no sorprende que los principales indicadores laborales varíen significativamente entre jurisdicciones. Por ejemplo, la tasa de actividad más alta, tanto en hombres (59%) como en mujeres (48,3%), se observa en CABA. En contraste, la tasa de participación de la mujer más baja se presenta en Formosa, con apenas 24,8%. Es decir, en esta provincia sólo 1 de cada 4 mujeres tiene una ocupación o, sin tenerla, la está buscando activamente. En el caso de los hombres, 1 de cada 2 está activo en el mercado de trabajo, lo que deriva en que Formosa cuente con la brecha de género más significativa en cuanto a la tasa de actividad se refiere (26,1 p.p.). Otras provincias con baja tasa de actividad entre las mujeres son San Juan (32,3%) y Santiago del Estero (32,5%). Santa Cruz, por su parte, se destaca como la jurisdicción con la menor brecha de género en este rubro (6,9 p.p.), como consecuencia de una tasa de actividad para los hombres de 52,8%, y una muy elevada tasa para las mujeres de 44,5%, sólo superada por Misiones (45,8%) y la ya mencionada CABA.

La tasa de empleo presenta algunas similitudes con la tasa de actividad. La brecha más alta se da en Formosa (24,3 p.p.), como consecuencia de la bajísima tasa de empleo femenina de 24,8%, y la menor en Misiones (7,6 p.p.), la segunda provincia con más empleo entre las mujeres, sólo seguida de CABA (46,6%). Otras provincias con baja tasa de empleo entre las mujeres son San Juan (31,3%) y Santiago del Estero (32,3%). Como también ocurre con la tasa de actividad, en ninguna jurisdicción la tasa de empleo de las mujeres es mayor a la de los hombres.

Pasando a la tasa de desempleo, el análisis federal advierte que, a diferencia de los que sucedía con las dos tasas descriptas previamente, en algunas provincias las mujeres poseen una ventaja respecto a sus pares hombres. En 14 jurisdicciones la tasa de desempleo de los varones es mayor que la de las mujeres. La brecha más alta en favor de las mujeres se da en La Pampa (2,6 p.p.), y la más alta en favor de los hombres en Mendoza (3,9 p.p.). Donde las mujeres sufren más desempleo es en los Partidos del Gran Buenos Aires (10,5%). En el otro extremo se encuentran Santiago del Estero (0,6%) y Río Negro (apenas 0,5%).

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