Los ríos de cocaína en el Amazonas

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Escribe Nádia Pontes, de São José dos Campos, Revista Piauí. Brasil tiene aproximadamente 8.000 kilómetros de frontera con tres países que concentran el cultivo de coca en la región, dividida de la siguiente manera: Colombia (61%), Perú (26%) y Bolivia (13%), según el informe mundial de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés). Hasta principios de los años 2000, las principales rutas de tráfico pasaban por América Central y el Caribe o se dirigían directamente hacia Norteamérica y Europa, donde se encuentran los mayores compradores.

A mediados de la década de 2000, la Amazonía brasileña comenzó a figurar en este mapa. Brasil, que hasta entonces ocupaba la décima posición en volumen de cocaína incautada, actualmente se encuentra en el tercer puesto, detrás de Estados Unidos y Colombia, según datos de la UNODC de 2021. Fue en esa misma época cuando el gobierno brasileño invirtió en fortalecer el control de las fronteras y el espacio aéreo en la Amazonía, una región que alberga la mayor selva tropical del planeta y tiene una baja densidad poblacional, con aproximadamente 5,6 habitantes por km².

La Ley del Abate y el control del espacio aéreo

Una de las medidas para frenar el tráfico de drogas fue la implementación de la denominada Ley del Abate en 2004. La norma fue sancionada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva tras un extenso debate en el Congreso y con las Fuerzas Armadas. La ley indicaba que el gobierno estaba dispuesto a “combatir, con las armas adecuadas, la invasión de nuestras fronteras por parte de bandas internacionales de narcotraficantes”, declaró en ese entonces el ministro de Defensa, José Viegas Filho.

En aquel momento, el país estaba montando su propia infraestructura para actuar en este ámbito, ya que el control sobre el espacio aéreo amazónico era limitado, lo que facilitaba los vuelos cargados de drogas provenientes de países andinos. En 2002, el Sistema de Vigilancia de la Amazonía y el Sistema de Protección de la Amazonía (Sivam/Sipam) entraron en operación con el objetivo de incrementar la vigilancia y el control del tráfico aéreo y fronterizo, monitorear comunicaciones clandestinas, detectar rutas de tráfico y contrabando, e identificar pistas clandestinas y explotaciones mineras ilegales.

Años después, en 2005, se puso en funcionamiento el Cuarto Centro Integrado de Defensa Aérea y Control de Tráfico Aéreo (Cindacta IV) en Manaos.

Desde la entrada en vigor de la Ley del Abate, la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) reportó una reducción inmediata del 32% en el número de vuelos irregulares. La primera intercepción de un avión sospechoso se hizo pública en 2009, cuando una aeronave procedente de Bolivia fue objeto de disparos de advertencia por parte de militares brasileños tras la negativa del piloto a acatar órdenes. Luego de los disparos, el avión, que transportaba 176 kg de pasta base de cocaína, aterrizó en una carretera de tierra en el estado de Rondônia.

Un estudio vincula la restricción del espacio aéreo con el aumento de incautaciones de droga. Con la migración de parte del tráfico ilegal hacia los ríos y carreteras, Brasil duplicó la cantidad de cocaína interceptada por mar, tierra y aire entre 2004 y 2005, pasando de 7,7 toneladas a 15,7 toneladas, según estadísticas de la ONU de la época.

El narcotráfico y la adaptación a la geografía amazónica

Sin embargo, la estrategia para dificultar el tráfico aéreo de drogas puede haber fomentado un nuevo problema. Según un estudio de investigadores brasileños, la geografía de la selva favoreció la rápida adaptación del narcotráfico. Cinco de los mayores afluentes del río Amazonas nacen en los Andes, son navegables la mayor parte del año y conectan la producción de cocaína con Manaos, desde donde la droga puede ser transportada a otros estados brasileños o a otros países a través del aeropuerto internacional o el puerto de la ciudad.

El análisis sugiere que la violencia en las ciudades situadas a lo largo de estas rutas cambió de patrón después de la implementación de la Ley del Abate. “La violencia en un municipio que estuviera en una ruta fluvial proveniente de Colombia, por ejemplo, no estaba muy correlacionada con la producción de cocaína en ese país. Pero, tras el monitoreo del espacio aéreo, esta relación aumentó”, explicó el investigador Soares.

El estudio también indica que un efecto local de esta reconfiguración del tráfico de drogas ha sido el incremento en las muertes por sobredosis, lo que, según los investigadores, sugiere una mayor disponibilidad de droga en circulación. “Observamos que varios municipios que no registraban casos de sobredosis antes de 2005 comenzaron a tener episodios esporádicos desde entonces”, señalan los investigadores, advirtiendo además sobre la probable subnotificación de casos.

Desafíos para la seguridad en la Amazonía

Los investigadores advierten que es prácticamente imposible enfrentar el problema en una región del tamaño de la Amazonía, que es más grande que la Unión Europea, solo con la presencia de fuerzas policiales o militares. “Es necesario desarrollar un uso de tecnología capaz de monitorear la situación y generar alertas que activen respuestas”, sugiere Soares, mencionando el empleo de drones, radares móviles y una mejor coordinación entre los organismos de fiscalización y las autoridades de los países vecinos.

Otra acción clave es ofrecer a las comunidades locales alternativas económicas que generen ingresos, preserven la selva y mantengan sus modos de vida tradicionales, con el objetivo de evitar su vinculación con el narcotráfico y prevenir el establecimiento de grupos criminales con control monopólico en la región.

La disputa por el control del tráfico en la Amazonía

El Foro Brasileño de Seguridad Pública ya había señalado en un informe de 2022, citado en el estudio sobre los “ríos de cocaína”, la disputa por el control del tráfico en la Amazonía. La investigación destaca que, entre 2015 y 2016, facciones del sudeste de Brasil, como el Comando Vermelho (de Río de Janeiro) y el Primer Comando de la Capital (PCC, de São Paulo), comenzaron a disputar el dominio de la región.

El informe también menciona que “algunas facciones locales comprendieron mejor los mecanismos de funcionamiento de las redes ilegales en la Amazonía”, lo que llevó al surgimiento de organizaciones criminales regionales, como la Familia del Norte, en el estado de Amazonas.

Los investigadores del Insper y la Universidad de São Paulo (USP) analizaron las tasas de homicidios a partir de 2015 para evaluar si hubo un aumento de muertes debido a la intervención de estas facciones. Sin embargo, los datos muestran que la tasa de homicidios se mantuvo relativamente estable desde la implementación de la restricción aérea en 2004.

Finalmente, los investigadores subrayan que, además de los esfuerzos nacionales para contener el crimen organizado, es fundamental una cooperación internacional, “especialmente en la región andina, para garantizar un enfoque coordinado contra el tráfico de cocaína, con un mayor intercambio de información y mejores prácticas de seguridad transnacional”.

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El río Amazonas se está secando: advierten sobre el cambio climático

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El Gobierno de Brasil anunció que planea dragar varios tramos del río Amazonas debido a que el nivel del agua se está reduciendo a pozas superficiales de tan solo unos metros de profundidad. Se recogerían sedimentos en cuatro tramos estratégicos de su cauce y se trasladarían a zonas donde el agua es más profunda. 

La decisión permitirá la circulación de personas y mercancías, incluso en tiempos de sequía, explicaron fuentes oficiales.

Científicos advirtieron podrían quedar huellas duraderas en los sistemas acuáticos y perjudicarían las plantas y los animales.

El Servicio Geológico de Brasil informó que en septiembre el río descendió a su nivel más bajo jamás registrado, unos 7.6 metros por debajo de la media para esta época del año.

El director del Departamento Nacional de Infraestructuras de Transporte, Fabricio de Oliveira Galvão, expresó: “En algunos lugares, prácticamente podemos ver la vegetación en la superficie del río, el agua está tan baja que las plantas del lecho quedan expuestas”.

La cuenca del río Amazonas se delimita a partir de la divisoria de aguas y comprende la superficie que ocupa el río y sus miles de tributarios, cubriendo una extensión de 7.352.112 km2, en seis países: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela

El río Amazonas es una importante vía de comunicación. 

El descenso de las aguas impactó de manera negativa el trasiego de personas y cargas vitales a través de embarcaciones, así como el acceso de buques de carga al centro internacional de producción de Manaos.

Pero no son las únicas actividades afectadas. De acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la sequía generó un incremento en septiembre de 0,44 por ciento en los precios (mayor variación del mes desde 2021) y un 0,50 por ciento en precios de los alimentos.

Debido al aporte de la generación hidroeléctrica a la matriz energética nacional, la falta de precipitaciones también encareció la electricidad, causando un aumento de casi 0.90 reales cada 100 kWh.

Temperatura en alza

El investigador de la Universidad Federal de Santa Catarina, en Brasil, Bernardo Flores, resaltó que en algunas regiones de la Amazonía la temperatura media aumentó un 2 por ciento desde la década de 1980 y, según los pronósticos, continuará subiendo.

Flores expresó: “Toda la Amazonia se está calentando mucho más … y esto tiene una influencia enorme. La sequía actual está asociada a estas temperaturas mucho más altas”.

El cambio climático, la deforestación y los constantes incendios son la razón principal de la sequía en la región y, por consiguiente, del descenso de las aguas del río Amazonas.

El río Amazonas nace en la cordillera andina a 6600 metros sobre el nivel del mar y desemboca  en el océano Atlántico. 

En la cuenca del Amazonas se conocen más de 2700 especies de peces (1900 de las cuales son endémicas), lo que supone aproximadamente el 8 % de las especies de peces del mundo. Cada año se describen aproximadamente 35 nuevas especies, a una media de una cada 10 días.

Más allá de su asombrosa diversidad de vida, el río Amazonas es una fuente de vida para los más de 47 millones de personas que viven en sus riberas y en toda su cuenca. 

Casi 2,2 millones de indígenas, que representan a más de 400 grupos étnicos diferentes, llaman a la cuenca su hogar. 

Para muchos, el pescado del río es su principal fuente de proteínas. Una sola persona puede consumir cerca de 500 g de pescado al día en ciertas comunidades. 

El propio río y los animales que viven en él son venerados en las culturas locales.

No obstante, la salud del río Amazonas se está viendo amenazada. Las presas hidroeléctricas, las especies invasoras y la contaminación siguen degradando sus aguas. 

La deforestación y la conversión a la agricultura, la minería, la expansión urbana y otras tensiones afectan también al flujo y la calidad del agua que entra en el río.

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La bioeconomía amazónica: un camino imprescindible para el desarrollo sostenible

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Escribe Mario Lubetkin / Inter Press Service – La Amazonia se encuentra en un momento crítico. A pesar de su abundante biodiversidad, su riqueza cultural y su incalculable valor ambiental, enfrenta serias amenazas que ponen en riesgo su futuro y el de las comunidades que dependen de ella. Los altos índices de pobreza, la desigualdad y los desafíos ambientales comprometen el progreso de sus habitantes y su capacidad para acceder a alimentos seguros y nutritivos.

Este vasto territorio, que abarca Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela, no es solo una fuente de recursos naturales, sino también el hogar de 50 millones de personas y más de 400 pueblos indígenas y diversas comunidades tradicionales.

Las soluciones para los retos de la Amazonia no solo deben llegar desde el exterior, sino que, fundamentalmente, deben nacer del corazón mismo de las comunidades. Son ellas quienes poseen el conocimiento local y la fuerza para proponer acciones hacia un futuro sostenible.

Aquí es donde cobra relevancia el concepto de la bioeconomía amazónica, que plantea aprovechar de forma sostenible e inclusiva los recursos naturales de la región, beneficiando a las poblaciones locales.

Aunque es una propuesta prometedora, el camino incluye diversos desafíos. Los riesgos climáticos, la deforestación y las desigualdades agravan las dificultades para establecer un modelo económico que funcione tanto para las personas como para la naturaleza.

No podemos permitir la continuidad de modelos de negocio que sacrifiquen la biodiversidad y los recursos naturales, pues, inevitablemente, estaremos frente a un colapso irreversible. Por ello, es crucial promover mecanismos que permitan generar un desarrollo económico sostenible, mejorando el acceso a alimentos, incrementando ingresos, creando empleo y elevando las condiciones de vida.

El encuentro de los “Diálogos Amazónicos”, organizado por la FAO y el gobierno de Brasil hace un año en Belém, abrió la puerta para que múltiples sectores – academia, sociedad civil, sector público, sector privado, pueblos indígenas – discutieran cómo abordar este desafío.

Como resultado, ocho países firmaron la Declaración de Belém, con 113 objetivos para avanzar hacia el desarrollo sostenible de la región. La conclusión fue clara: la bioeconomía puede ser un pilar fundamental, pero requiere un enfoque integral y multisectorial.

La FAO, junto con la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (Otca), continúa trabajando para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, reducir la pobreza y fortalecer cadenas de valor sostenibles en la región, a través de acciones orientadas a mejorar la productividad, generar bienes públicos e impulsar la bioeconomía, brindando perspectivas de un futuro mejor.

Por medio de la iniciativa Mano de la Mano, la FAO impulsa un programa de inversiones con tres componentes: fortalecer los bienes públicos y la formulación de políticas; garantizar el acceso a servicios digitales y la conectividad; y desarrollar cadenas de valor sostenibles, especialmente en la gestión de las cuencas hídricas y los recursos pesqueros.

La bioeconomía amazónica no es solo un modelo económico; es una oportunidad para reforzar nuestra relación con la naturaleza, reconociendo a la Amazonía como un patrimonio que debemos proteger y valorar.

Avanzar en este camino requiere un enfoque intersectorial con la participación de comunidades, gobiernos, sector privado y financiero, y la academia.

Debemos mantenernos activos en los foros y espacios de diálogo, como el Foro Mundial de Inversiones 2024, que se celebrará del 15 al 17 de octubre en Roma, Italia, donde los países presentarán sus programas de inversión ante entidades financieras, públicas y privadas, interesadas en apoyar el desarrollo de diferentes cadenas de valor.

Este es un esfuerzo colectivo. Juntos, podemos lograr una transformación inclusiva en el bioma amazónico, protegiendo su biodiversidad y creando sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles, sin dejar a nadie atrás.

Mario Lubetkin subdirector general de la FAO y su representante regional para América Latina y el Caribe.
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Los ríos del mundo tuvieron el año más seco en tres décadas

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Inter Press Service – El año 2023 fue el más seco para los ríos del mundo en más de tres décadas, dato que descuella en un panorama de creciente escasez y estés hídrico que incluye a América Latina, indicó un informe divulgado este lunes 7 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Celeste Saulo, secretaria general de la OMM, expuso que “los recursos hídricos son un indicador de peligro del cambio climático. Recibimos llamadas de socorro en forma de precipitaciones, crecidas y sequías cada vez más extremas que se cobran numerosas vidas y perjudican gravemente a los ecosistemas y las economías”.

A raíz del aumento de las temperaturas, el ciclo hidrológico se ha acelerado, lo que lo ha vuelto más irregular e impredecible, lo que se traduce en menos agua disponible para las comunidades, la agricultura, la generación de energía y los ecosistemas.

El informe “State of Global Water Resources (Estado de los Recursos Hídricos Mundiales) señala que, en los últimos cinco años consecutivos, los flujos fluviales han sido muy inferiores a los normales, y los flujos de entrada a los embalses han seguido una pauta similar.

Por otra parte, en los últimos 50 años, los glaciares sufrieron la mayor pérdida de masa registrada hasta la fecha, y 2023 fue el segundo año consecutivo en el que todas las regiones del mundo que cuentan con glaciares experimentaron pérdidas de hielo.

Dado que 2023 fue el año más cálido del que se tiene constancia, las elevadas temperaturas contribuyeron a prolongar las sequías.

No obstante, también se produjeron numerosas crecidas a nivel mundial. Los fenómenos hidrológicos extremos se vieron influidos por condiciones climáticas naturales, la transición de La Niña a El Niño a mediados de 2023, así como por el cambio climático inducido por el hombre.

La Niña y El Niño son fenómenos de incremento -alternativo en distintos años- de vientos fríos y cálidos sobre el Pacífico ecuatorial que impactan los regímenes de lluvias y sequías en varias regiones del planeta.

Saulo dijo que con la aceleración del ciclo hidrológico “nos enfrentamos a problemas crecientes de exceso o escasez de agua. Una atmósfera más cálida retiene más humedad, lo que favorece las precipitaciones intensas. La evaporación más rápida y la desecación de los suelos empeoran las condiciones de sequía”.

También la fusión de la nieve y los glaciares “pone en jaque la seguridad hídrica a largo plazo de muchos millones de personas. Y, sin embargo, no estamos adoptando las medidas urgentes necesarias”, agregó la secretaria general de la OMM, basada en esta ciudad suiza.

“A pesar de todo ello, es muy poco lo que se sabe sobre el verdadero estado de los recursos mundiales de agua dulce, y no podemos gestionar lo que no medimos”, puntualizó Saulo, al presentar el informe como una contribución para mejorar el monitoreo, intercambio de datos, la colaboración transfronteriza y las evaluaciones.

El informe destacó que América Central, Argentina, Brasil, Perú y Uruguay se vieron afectados por una sequía generalizada, lo que provocó una pérdida de tres por ciento en el producto interno bruto de Argentina, por ejemplo.

Se registraron los niveles de agua más bajos observados hasta la fecha en el Amazonas, cuya cuenca abraca gran parte de América del Sur, y en el lago Titicaca entre Bolivia y Perú.

La sequía redujo las condiciones de descarga fluvial en 2023, y en todo el continente americano se observaron caudales inferiores a los normales.

Los niveles de humedad del suelo por debajo o muy por debajo de lo normal predominaron en vastos territorios de todo el mundo y América del Norte y América del Sur presentaron condiciones especialmente secas entre junio y agosto.

Durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2023, América Central y América del Sur, especialmente Brasil y Argentina, se enfrentaron a una evapotranspiración real muy por debajo de lo normal. En México, esta situación persistió casi todo el año debido a las condiciones de sequía.

En los últimos cinco años consecutivos, los flujos fluviales han sido muy inferiores a los normales, y los flujos de entrada a los embalses han seguido una pauta similar.

Actualmente, 3600 millones de personas carecen de suficiente acceso al agua, por lo menos durante un mes al año, cifra que previsiblemente aumentará hasta superar los 5000 millones de aquí a 2050, según datos de ONU-Agua.

Y el mundo dista mucho de alcanzar el ODS6, entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible referidos al año 2030, sobre agua limpia y saneamiento para todos.

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Un denso humo sale de las selvas tropicales producto de los incendios

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Ya sean provocados por rayos, tala intencional o accidentes provocados por el hombre, los incendios forestales están ardiendo durante más tiempo y con mayor frecuencia en algunas latitudes de Sudamérica a medida que el mundo se calienta.

La Situación Actual representa el número de focos detectados por el satélite de referencia en el periodo comprendido entre el 01/01/2024 y el 09/09/2024. – Referencia satélite – AQUA

Brasil               164543

Bolivia               58895

Venezuela          38926

Argentina           21170

Paraguay            17739

Chile                    2335

Uruguay                 213

Brasil – el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil  detecto vía satélite casi el doble de incendios activos en la Amazonia brasileña en comparación con el mismo período de enero a agosto de 2023.

Si bien la sequía se intensificó entre los meses de mayo y agosto de 2024, el seguimiento del Centro de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales del  Ministerio de Ciencia de Brasil (CEMADEN/MCTI) indica que, el fenómeno comenzó a manifestarse en el segundo semestre de 2023, especialmente en el rango que va desde Acre y Amazonas hasta São Paulo y el Triángulo Minero.

Como resultado, muchos municipios ya han enfrentado condiciones de sequía durante 12 meses consecutivos, lo que ha reducido significativamente los niveles de los ríos y aumentado el riesgo de propagación de incendios. Cabe destacar que, además de su intensidad, esta sequía es ya una de las más largas de las últimas décadas.

La actual temporada seca comenzó temprano, en el mes de abril, con lo que el suelo y la vegetación comenzaron a perder humedad de manera prematura y sistemática, y los niveles de los ríos disminuyeron paulatinamente, alcanzando niveles inferiores a los observados en el mismo período de 2023.

La actual temporada seca fue más seca de lo normal, incluidas vastas regiones que no han recibido precipitaciones desde mayo. Esta situación dejó el suelo y la vegetación extremadamente secos, creando un ambiente favorable para la propagación de grandes incendios.

La influencia de dos fenómenos que actúan a largo plazo: 1-El cambio climático, que está generando un calentamiento progresivo de la atmósfera y que tiende a producir secuencias más largas de días sin lluvia, y 2-Cambios en el uso del suelo que, al sustituir áreas forestales por áreas dedicadas a la agricultura y/o pastos, degrada una importante fuente de humedad, tanto en el aire como en el suelo, lo que conlleva una reducción de la humedad ambiental y, en consecuencia, de las precipitaciones.

Deforestación

Deliberadamente, los acaparadores de tierras y los agricultores queman la vegetación selvática durante años para poder reutilizar áreas principalmente para la ganadería. “Con más árboles muertos, el suelo se vuelve cada vez más seco e inflamable”, dijo Liana Anderson, del CEMADEN de Brasil.

Los incendios récord alimentan los temores de que se avecina una crisis climática peor, a medida que los incendios matan la vegetación que es clave para absorber el dióxido de carbono que contribuye al calentamiento del planeta.

Tanto los conocimientos tradicionales como los científicos apuntan a que se avecinan tiempos nefastos. Los incendios abren el camino para que crezcan pasturan altamente inflamables, lo que a su vez “generarán incendios aún más catastróficos en los próximos años”, dijo Leonardo Maracahipes-Santos del Instituto Amazónico de Investigaciones Ambientales (IPAM).

Bolivia- El gobierno de Evo Morales en 2019 firmó un decreto autorizando la deforestación y las quemas para actividades agrícolas-ganaderas en el Amazonas, según el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

Cambio y variabilidad climática

El cambio climático resulta del aumento en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, principalmente del dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4), originados en las emisiones de la industria, el transporte y otras actividades humanas.

La variabilidad nos afectará más que el cambio climático. Se trata de un fenómeno que está presente desde siempre, es natural y propio del sistema y resulta de los miles de procesos simultáneos que ocurren en la atmósfera, algunos muy conocidos y otros ni siquiera develados hasta hoy.

Los científicos dicen que el cambio climático global aumenta la probabilidad de que se produzcan fenómenos drásticos, desde sequías hasta inundaciones extraordinarias, por eso temen que esta combinación pueda empujar a las selvas a un punto de inflexión sin retorno.

En lugar de absorber el carbono que calienta el planeta, la selva amazónica se extinguiría, convirtiéndose en un emisor neto de carbono, acelerando el calentamiento global, un cambio ya detectado en algunas zonas.

“El cuadrilátero formado entre el centro-sur de Brasil y la cuenca del Río de la Plata sería un desierto si no fuera por la Amazonía”, opinó el climatólogo Antonio Donato Nobre del INPE.

“Cuando veo que se quema la selva, sé que lo que veo en realidad es la Amazonía muriendo”, afirmó Erika Berenguer de la Universidad de Oxford.

Impactos

Un mayor número de incendios forestales empeora la calidad del aire, dañando la salud humana y los ecosistemas, anticipó la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Una peor calidad del aire, provoca un fenómeno conocido como “penalización climática”.

La OMM definió la penalización climática como el efecto de amplificación del cambio climático en la producción de ozono troposférico, que impacta negativamente en el aire que respiran las personas.

Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) de los EE.UU., “El humo está hecho de una compleja mezcla de gases y partículas finas que se producen cuando se queman la madera y otros materiales orgánicos. La mayor amenaza para la salud por parte del humo proviene de las partículas finas. Estas partículas microscópicas pueden penetrar profundo en los pulmones. Pueden provocar una serie de problemas de salud, desde irritación en los ojos y goteo nasal, hasta enfermedades cardíacas y pulmonares crónicas”.

Conclusión

Los ecosistemas de la Amazonía no solo son invaluables, y estarían cerca de un punto de inflexión ya que podrían colapsar irreversiblemente o se degradarían de manera persistente.

La selva Amazónica no se quema, es quemada.

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