Bolsonaro condenado: el fin de un ciclo y la incógnita de la derecha regional
Crónica de una caída del poder con una consecuente y coherente condena. Jair Bolsonaro, quien supo ser la voz de las masas derechistas latinoamericanas, hoy se ve acorralado por las demandas judiciales que lo señalan como cabecilla de un intento de golpe de Estado en Brasil. Suficiente para sacarlo de combate, pero ¿alcanzará para sofocar a la derecha?
Carnaval de Brasil
Tal y como se anticipaba en las últimas semanas, el veredicto final del principal tribunal brasileño fue contundente: 27 años de prisión para Bolsonaro. Una pena que parece excesiva para sus seguidores y la defensa del ex presidente, aunque justa para una parte importante de la sociedad brasileña y, por qué no, para los observadores internacionales que siguen minuto a minuto la situación.
La acusación: orquestar un golpe de Estado fallido. El asalto a la sede de los tres poderes en el Planalto, el 8 de enero de 2023, buscaba interrumpir el proceso de ascenso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva, quien había derrotado a Bolsonaro en las urnas. Ese hecho deriva hoy en la condena y en su paulatina despedida del escenario político.
¿Victoria de Lula? ¿Derrota de la derecha? Ni lo uno ni lo otro, o un poco de ambas cosas. La condena allana el camino para que Lula gobierne con mayor tranquilidad desde lo institucional, aunque difícilmente eso se traduzca en paz social. Bolsonaro ha contado con un amplio respaldo en las calles, donde miles piden su liberación o la suspensión de las causas judiciales. Con Bolsonaro condenado, la derecha buscará nuevos líderes. Algunos podrían surgir de su propio círculo íntimo, dispuestos a tomar el fierro caliente.
La derrota de la derecha como movimiento tampoco puede interpretarse de manera absoluta. El ejemplo argentino sirve como espejo: Cristina Fernández de Kirchner, condenada en causas judiciales, encontró en esa condición un punto de reorganización para el peronismo desde las bases. Sin una figura clara, la condena a Bolsonaro abre la puerta a un proceso similar de reconfiguración para la derecha brasileña.
Además, es improbable que Bolsonaro cumpla condena en una cárcel común. Apelará a todas las instancias posibles, incluso internacionales, lo que puede prolongar el desenlace por meses o años. En caso de cárcel efectiva, probablemente sea en un cuartel militar, dada su trayectoria, o en una unidad con la seguridad adecuada para un ex presidente. A esto se suma su edad avanzada y su deteriorado estado de salud, factores que también incidirán en el proceso.
Sensaciones mundiales
La noticia recorrió el mundo. En Estados Unidos, Donald Trump perdió un aliado clave en su estrategia para América Latina, aunque sorprendió su declaración en pasado: “era un buen hombre”. ¿Tan rápido le soltó la mano?
En América Latina, la condena reavivó debates sobre la doble vara: Bolsonaro es condenado por una intentona golpista, mientras Nicolás Maduro continúa señalado como dictador sin que haya avances similares. En ambos casos, la vigencia del Estado de derecho queda en entredicho.
A escala regional, la condena a Bolsonaro envía un mensaje contra los populismos extremistas que buscan instalarse en el poder por la fuerza. América Latina ofrece ejemplos de debilidad institucional: Venezuela como dictadura consolidada, Cuba y Nicaragua en la misma senda, Perú atrapado en la inestabilidad, Bolivia con dificultades para consolidar el orden, y El Salvador entregando por voto popular un poder casi absoluto a Nayib Bukele.
No se trata de una tendencia pasajera: la fragilidad democrática parece un rasgo estructural de la región cuando se baja la guardia. Por eso, el caso Bolsonaro debe leerse como un llamado de atención. América Latina debe redoblar los esfuerzos para sostener sistemas democráticos genuinos y dejar atrás los fantasmas autoritarios que aún la acechan.
La región goza de un privilegio que en otros continentes parece lejano: paz social. Europa, Asia y África arrastran conflictos bélicos interminables. En el Cono Sur, más allá de los problemas vinculados al narcotráfico, esa paz es un valor inquebrantable. Cuando alguien intenta quebrarla, como Bolsonaro, la condena se convierte en un recordatorio de que la democracia, aun con todas sus imperfecciones, sigue siendo el marco institucional que garantiza estabilidad.







