Cavallo se suma a la corriente de legalizar la utilización del dólar para los pagos internos

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El 2 veces ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, escribió en su blog personal el viernes 01/05/2020, aconsejó esa herramienta de política económica. También él realizó una extensa reflexión acerca de la coyuntura socio-económico-financiera, y concluyó en un diagnóstico muy negativo acerca del rumbo de la Administración Fernández. El título original deja en claro que él acusa al Ejecutivo Nacional de excesiva ideología antes que flexibilidad y pragmatismo: “Los prejuicios antiliberales llevan a intervenciones en los mercados muy ineficaces”. .

Aquí las palabras del economista:

El aumento del déficit fiscal y la fuerte expansión monetaria provocada por la crisis del coronavirus, complicarán la estabilización futura de la economía. Sin lugar a dudas, un efecto macroeconómico negativo. Pero es inevitable para apoyar a las personas que se quedan sin ingresos y a las empresas que si no son ayudadas entrarían en quiebra, de manera que hay que tratar de que cree el menor número posible de distorsiones microeconómicas adicionales a las que ya existían en la economía.  

La crisis del coronavirus provoca cambios en la oferta y en la demanda de los bienes y servicios. Los cambios por el lado de la oferta ocurren porque el aislamiento social impuesto por el coronavirus afecta a la producción de bienes y servicios. Los cambios en la demanda de esos mismos bienes y servicios se originan en la disminución de los ingresos familiares y en la caída de los mercados de exportación afectados por la crisis del comercio internacional. Estos cambios provocan, inevitablemente, alteraciones en los precios relativos. Tratar de evitar esos cambios con controles administrativos sólo llevará a ennegrecer la economía y demorar o incluso, impedir, el ajuste entre la oferta y la demanda, provocando desabastecimiento y cuellos de botella productivos.

Lamentablemente el apego al intervencionismo de muchos economistas y políticos, apoyados muchas veces por los empresarios y sindicalistas acostumbrados a conseguir, mediante presiones políticas o corrupción, tratamientos especiales, está llevando a que la política económica agregue a los  inevitables desajustes macroeconómicos, distorsiones al conjunto de precios relativos que serían evitables si no existiera un apego ideológico a las intervenciones del estado en mercados con competencia y transparencia.

Intervenciones ineficaces en el mercado cambiario

El mercado monetario no es sólo el de los pesos sino también el de los dólares, porque nuestra economía es, inescapablemente, bi-monetaria. La moneda tiene que servir para darle la máxima seguridad y transparencia posible a las transacciones comerciales y financieras, con un mínimo costo transaccional. Las transacciones comerciales son las que se realizan entre oferentes y demandantes de bienes y servicios. Las transacciones financieras son las que se originan en el deseo de los ahorristas de proteger sus ahorros y en la necesidad de familias, empresas y gobiernos de acceder al financiamiento que requieren sus actividades.

Para que en una economía bimonetaria el mercado monetario funcione eficientemente y preste los servicios con el mínimo costo transaccional, se requiere que exista libre convertibilidad entre las monedas, es decir, que con pesos se puedan comprar dólares y con dólares se puedan comprar pesos, sin ningún tipo de restricción. Esto significa que el denominado mercado cambiario sea totalmente libre y sin restricciones para compradores y vendedores de bienes y servicios y para ahorristas y tomadores de crédito, es decir, para todos los que demandan servicios monetarios.

Los controles de cambio, que obligan a exportadores e inversores que traen sus capitales del exterior a vender sus dólares en el mercado controlado a un tipo de cambio inferior al que se establecería en un mercado libre, es, de por sí, una fuente de muchas distorsiones. Desalientan las exportaciones y crean oportunidades para su subfacturación. Al mismo tiempo alientan exageradamente las importaciones y crean oportunidades para su sobrefacturación. En definitiva, alimentan el contrabando y el ennegrecimiento de la economía.

En la actual coyuntura y teniendo en cuenta que la introducción de los controles de cambio fue decidida por el gobierno anterior para evitar la aceleración inflacionaria en un contexto de gran incertidumbre económica y política, no es recomendable eliminar de cuajo los controles de cambio. Pero hay que tener en cuenta que ellos tendrán que ser eliminados en el futuro, si una vez que la economía vuelva a operar sin las limitaciones impuestas por el aislamiento social obligatorio, se quiere avanzar hacia una buena organización de la economía, que permita lograr estabilidad y crecimiento.

Aun manteniendo los controles de cambio para las transacciones comerciales con el exterior, no tiene ninguna justificación que haya controles de cambio para las transacciones financieras, porque lo único que éstas consiguen, es que se acentúe la salida de capitales y aumente al mismo tiempo la economía negra. Es perfectamente posible dejar que se organice un mercado financiero totalmente libre y legal para las transacciones cambiarias que no estén obligadas a cursarse por el mercado controlado.

De hecho, luego de la introducción de los controles de cambio, se organizó inmediatamente el mercado denominado ¨contado con liquidación¨ y el ¨dólar bolsa¨ que permite cierto grado de convertibilidad entre pesos y dólares, pero con altos costos transaccionales y no fácilmente accesible a los ahorristas que prefieren atesorar dólares billete o, en el mejor de los casos, dólares depositados en el sistema bancario.

Preocupado por el aumento de la brecha entre estas formas de dólar libre y el tipo de cambio del mercado controlado, el gobierno ha comenzado a introducir restricciones adicionales, como el denominado ¨parking¨ en las operaciones de contado con liquidación o el aporte de información sobre las transacciones de los grandes operadores a la Comisión Nacional de Valores, claramente destinados a aumentar el costo y riesgo de las operaciones en estos mercados.

Las dificultades para acceder a dichos mercados por parte del pequeño ahorrista y el aumento de los costos transaccionales para los grandes operadores, tendrán como contrapartida la expansión del mercado negro, llamado eufemísticamente, mercado ¨blue. Esto se ha visto claramente ayer, cuando el anuncio de restricciones a la inversión en dólares o activos dolarizados de fondos comunes de inversión, junto al pedido de información sobre las grandes transacciones en los mercados contados con liquidación y dólar bolsa por parte de la CNV, llevó a una brecha significativa entre la cotización del dólar en esos dos mercados y el precio del dólar blue.

Lo mejor que el gobierno podría hacer en esta materia, es permitir que funcione, sin restricciones, un mercado financiero totalmente libre, que reemplace al contado con liquidación y al dólar bolsa y lleve a su mínima expresión al mercado blue. En ese mercado cualquier tenedor de dólares, sean billete o depositados en los bancos, podrá venderlos y cualquier persona humana o jurídica podrá comprarlos.

Dada la fuerte expansión monetaria, seguirá existiendo una brecha entre la cotización del dólar en este mercado libre y el precio en el mercado controlado, pero, para una misma cantidad de pesos en circulación, esa brecha será más baja que la que se daría con las actuales intervenciones inconvenientes del gobierno en el mercado cambiario, porque para una misma demanda de dólares por parte de los ahorristas, habrá más oferta de dólares de quienes necesiten complementar sus ingresos con ahorros del pasado y por parte de las empresas que tienen activos financieros en dólares y necesitan capital de trabajo, pero se resisten a transformarlos en pesos a un tipo de cambio artificialmente deprimido.

Al mismo tiempo, en la medida que se consolide la idea de que el mercado financiero para el dólar seguirá siendo libre, podrá recomenzar la entrada de capitales de quienes deciden volver a invertir en nuestra economía. Algo que tomará algún tiempo en suceder, pero que es imprescindible que ocurra desde que comience a normalizarse el funcionamiento de la economía.

Permitir el funcionamiento de un mercado financiero libre y transparente para el dólar ,ayudará a que no se desaliente el depósito de dólares en el sistema bancario. Con las actuales restricciones, los depositantes de dólares blancos en el sistema bancario tienen la sensación de que la utilización de esos dólares también está restringida, porque, si quieren convertirlos en pesos dentro del sistema, lo tendrían que hacer al tipo de cambio oficial. No sería sorprendente que los pequeños ahorristas decidan extraer esos depósitos, transformarlos en dólares billete y luego venderlos en el mercado blue si es que necesitan transformarlos en pesos. Otro vehículo para el ennegrecimiento de la economía.

Otra gran ventaja de permitir que funcione un mercado financiero libre para el dólar es que podría legalizarse también la utilización del dólar para los pagos internos, lo que seguramente reactivaría inmediatamente mercados como el inmobiliario y el de los automóviles y otros medios de transporte. Por supuesto, para que esto ocurra, los bancos tendrían que admitir cuentas corrientes en dólares.

Evidentemente, si se permite que funcione un mercado financiero libre para el dólar, ya no se justificará la venta de dólares para atesoramiento o turismo en el mercado oficial. Con la actual organización del mercado cambiario, no sólo se está alentando la extracción de los dólares depositados en el sistema bancario, sino también la compra de los 200 dólares mensuales a que tienen derecho los inversores individuales, cuyo precio, incluido el impuesto, es bastante más bajo que la cotización del dólar blue.

Intermediación financiera y mercado de capitales en pesos

Así como en una economía bi-monetaria, es importante que las dos monedas sean convertibles, es aún más importante que el peso, que es la moneda que el Banco Central puede emitir, sirva para una intermediación financiera eficiente y para que pueda funcionar un mercado de capitales en pesos.

Es imprescindible que el gobierno honre estrictamente sus obligaciones financieras en pesos y asegure que siempre dispondrá de los pesos necesarios para pagar sus deudas. Por eso fue un error grave haber re perfilado las deudas en pesos en agosto del año pasado y haber creado algunas dudas al reprogramar el bono dual este año. De aquí en más, el Gobierno, en todos sus niveles, deberá cumplir con sus obligaciones en pesos y, para ello, el Banco Central tendrá que estar dispuesto a emitir todos los presos que sean necesarios. Si el Banco Central no actúa como prestamista de última instancia del sector público, se pondrá en duda su capacidad de actuar como prestamista de última instancia del sistema financiero y esto puede llevar a una corrida contra los depósitos en pesos en el sistema bancario.

Para controlar la emisión de pesos, los únicos recursos que tendrá el gobierno serán, la venta de dólares del superávit comercial al sector privado (para que éste pueda cumplir con sus obligaciones en el exterior, originadas en financiamiento que ingresaron por el mercado controlado) y la colocación de deuda pública en forma de letras y bonos en pesos. Por supuesto, para que alguien compre las letras y los bonos, el gobierno tendrá que aceptar las tasas de interés que resulten de la operación completamente libre del mercado de esas letras y bonos, así como de las obligaciones en pesos que pueda emitir el sector privado. La operación libre de los mercados de deuda es incompatible con el control de las tasas de interés. Estas deberán ser las que determine el mercado. Obviamente, si el gobierno quiere reabsorber proporciones importantes de la expansión monetaria anterior, no podrá fijar tasas de interés por debajo de las que determine el mercado.

Al ser libres las tasas de interés en el mercado de capitales, el Banco Central no podrá fijar arbitrariamente las tasas de interés para los depósitos y préstamos bancarios. Estas también deberán ser libres y la única forma de influir sobre ellas será mediante el manejo de los encajes bancarios, y en materia de tasas para los préstamos, mediante el otorgamiento de garantías o subsidios explícitos, a la tasa de interés en el caso de los préstamos que se necesite conceder a familias o empresas en condiciones preferenciales, es decir, para operaciones que los bancos no encontrarían viables sin incurrir en riesgos elevados de insolvencia.

Por más liquidez que se haga llegar a los bancos, es muy poco probable que éstos vayan a otorgar préstamos a deudores con riesgo de insolvencia por más regulaciones que el Banco Central introduzca, salvo que las acompañe con mecanismos de garantías y susidios a la tasa de interés. Esta es la forma que utilizan los bancos centrales de los países bien organizados para hacer llegar crédito a las empresas y personas con alto riesgo de insolvencia, pero que deben ser asistidas para atenuar los efectos de la crisis y facilitar la normalización posterior de la economía.

Las políticas que han pretendido forzar a la baja las tasas de interés mediante la inyección de liquidez, sólo han conseguido bajar las tasas que se pagan a los ahorristas sin aumentar la cantidad de crédito disponible para las empresas y consumidores. Por supuesto, tasas pasivas de interés bajas, son otro mecanismo para inducir a los ahorristas a convertir sus pesos excedentes en dólares en el mercado blue o en alguno de los mercados libres legales, si es que tienen la posibilidad de acceder a ellos.

El Gobierno, incluido el Banco Central, no están haciendo un manejo adecuado del mercado cambiario ni del mercado financiero y de capitales en pesos porque se maneja con ideas anacrónicas de intervencionismo en los mercados. Estos prejuicios, se sintetizan en la idea de que una buena organización económica necesita más Estado y menos Mercado.

Sería bueno que sus economistas y asesores relean la amplia literatura que se fue desarrollando desde aquella expresión de Adolfo Sturzenegger, acuñada a mediados de la década del 80: en nuestra economía conviven un ¨Socialismo sin Plan y un Capitalismo sin Mercado¨. Admitir que el Estado necesita tener un buen Plan (hoy, ni siquiera tiene presupuesto) y la economía privada o capitalista debe hacerse funcionar mediante mercados transparentes y con competencia, sin la intervención distorsionadora del Estado, es fundamentar para que la salida de la crisis sea en la dirección de la estabilidad y el crecimiento y no desemboque en una hiperinflación.

Para facilitar la consulta de esta literatura, me permito transcribir, las páginas 296 a 299 del libro Historia Económica Argentina, que escribí con mi hija Sonia Cavallo Runde

 La estanflación y la hiperinflación como señales de falta de efectividad del Estado

En un artículo titulado “Reformas del Mercado”, Javier Corrales (2003) sintetiza el estado de la economía antes de las reformas usando la expresión “aumento del estatismo, significa declinación de la efectividad del Estado”, y caracteriza las reformas como “más mercados como receta para más efectividad del Estado”. En otras palabras, la inflación se convirtió en estanflación y, en algunos casos en hiperinflación, el signo más evidente de la incapacidad del Estado para dirigir la política económica.

En mayor o menor medida, hasta la década de 1980 casi todas las economías de América Latina sufrieron una inflación persistente. Cada vez que trataban de detenerla, reaparecía con más fuerza. En los años cincuenta y sesenta, los economistas keynesianos y estructuralistas creían que la inflación se debía a un ajuste de los precios relativos en un contexto en el que los precios nominales y los salarios eran inflexibles a la baja. Pero en los años setenta y ochenta, los economistas, en su mayoría, postularon que la persistente y acelerada inflación se debía sobre todo al déficit fiscal y las tensiones distributivas en la economía.

Para ese entonces, las economías latinoamericanas se enfrentaban a dos tipos de anormalidades. Por un lado, funcionaban de tal manera que los gastos e inversiones privados pasaron a manos del gobierno, por tanto, se incluyeron en el presupuesto. Por otra parte, los gobiernos no podían aumentar la recaudación de impuestos para financiar el aumento del gasto. Para empeorar las cosas, los sistemas fiscales se hicieron más complejos e incluyeron gravámenes distorsivos, que a menudo eran difíciles de controlar.

Como consecuencia de este doble problema, el déficit fiscal aumentó y puso a prueba la capacidad del Estado para financiarlo, ya sea a través de impuestos o deuda. Pero cuando el sistema de recaudación de impuestos no alcanzó para financiar todo el gasto y los gobiernos no pudieron aumentar más la deuda, la respuesta se redujo a la impresión de dinero, una manera sutil de recaudar un impuesto que no necesita aprobación por la legislatura, el impuesto inflacionario. En resumen, “el socialismo sin plan” no encuentra una manera de financiar sus desequilibrios que no sea cobrando un impuesto sobre las tenencias monetarias de la gente, incluyendo el ahorro y los salarios.

La tensión distributiva en la economía que se originó en la ausencia de mercados llevó al gobierno a intervenir caso por caso, decidiendo el nivel de los precios más importantes como los salarios, los precios de los servicios públicos y el tipo de cambio. Cuando los ingresos de un sector estaban atrasados, el gobierno trató de compensar a los productores, mediante la concesión de créditos subsidiados, lo que a su vez requería imprimir más dinero.

La inflación se disparó no solo debido a la impresión de dinero, sino también debido a devaluaciones abruptas de la moneda. Por lo general, un tipo de cambio fijo, acompañado de políticas fiscales y monetarias expansivas, termina en una abrupta devaluación. En las etapas posteriores de este proceso, el impuesto inflacionario se convirtió en la principal fuente de financiamiento estatal, dados los desequilibrios del sector privado. Esto ocurre cuando una economía opera con “capitalismo sin mercado”, como en América Latina en los años setenta y ochenta.

Durante los años en los que circunstancias especiales hacían que el crédito fuera abundante, los desequilibrios fiscales y las necesidades financieras del sector privado se satisfacían con el aumento de la deuda. Las economías emergentes podían evitar recurrir a la impresión de dinero para cumplir sus obligaciones durante un tiempo. Sin embargo, la tensión distributiva entre deudores y acreedores finalmente se desataba, y la inflación reaparecía reduciendo el valor de los activos y las deudas monetarias. Se provocaba así una transferencia masiva de riqueza de los acreedores a los deudores.

Además de provocar una redistribución arbitraria de los ingresos y la riqueza, la inflación también desalienta el ahorro voluntario y la inversión financiera dentro de las fronteras del país. Cuando apareció la hiperinflación, los gobiernos se tornaron incapaces de manejar no solo el presupuesto público, sino también los precios relativos. Ninguna de las herramientas económicas habituales producía el resultado deseado. La alta inflación persistente obstaculiza el desempeño económico, ya que afecta negativamente la inversión y la productividad de los factores de la producción. Por lo tanto, en América Latina, el resultado habitual no es una combinación de expansión económica y aceleración de la inflación, como en las economías maduras; por el contrario, el fenómeno que se extendió por toda la región fue la estanflación: la presencia simultánea de recesión e inflación.

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Domingo Cavallo compartió su dura visión sobre el ajuste fiscal que vendrá, sin importar quién gane

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Para el economista, si bien puede no haber ajuste fiscal planeado de ganar Alberto Fernández, cree que se producirá como resultado de una explosión inflacionaria

El resultado de las PASO y las declaraciones de Alberto Fernández llevaron a pensar a mucha gente que ya no habría ajuste fiscal, y mucho menos por reducción del gasto, independientemente de lo que pueda exigir el FMI.

Sin embargo, según indica el economista Domingo Cavallo, “es cierto que muy probablemente no habrá ajuste fiscal planeado. Pero en ese caso, lo que cabe esperar es que se produzca, como resultado de una explosión inflacionaria, una reducción del gasto en términos reales”.

El exministro de Economía dijo que en caso de ganar Mauricio Macri: “Las reacciones sociales contra el programa acordado con el FMI se acentuarían y el Congreso muy probablemente no le aprobaría el presupuesto ni las leyes que requiere el ajuste planeado”.

Mientras que, en caso de ser Alberto Fernández quien se quede con la elecciones presidenciales de octubre, “es muy difícil que la gente que lo llevó al gobierno vaya a admitir que sancione leyes totalmente contrarias a las que sugirió en su discurso electoral. Si lo intentara, las reacciones sociales y los conflictos políticos podrían ser, incluso, superiores a los que enfrentaría Macri”, aseguró.

Sea quien sea el ganador, sostiene que “en relación a los compromisos de pago de intereses y amortización de la deuda pública durante 2020 y 2021, es muy difícil que se logre atenuar o diferir su pago a través de un re-perfilamiento que no esté precedido por la declaración de una moratoria o espera generalizada”.

A continuación, el texto completo del economista en su blog:

El ajuste fiscal que el gobierno de Mauricio Macri había comprometido en su acuerdo con el FMI, pretendía ser planeado, acordado con las provincias y discutido en el Congreso Nacional. Lamentablemente fue tardío y comenzó más con la elevación de los impuestos que con la reducción del gasto.

El resultado de las PASO y las declaraciones de Alberto Fernández llevaron a pensar a mucha gente que ya no habría ajuste fiscal, y mucho menos por reducción del gasto, independientemente de lo que pueda exigir el FMI.

Es cierto que muy probablemente no habrá ajuste fiscal planeado. Pero en ese caso, lo que cabe esperar es que se produzca, como resultado de una explosión inflacionaria, una reducción del gasto en términos reales, incluso en magnitudes mayores a las que habría requerido un ajuste fiscal planeado.

Es alta la probabilidad de que el ajuste fiscal sea brutal, incluso si ganara Macri la elección (lo que a esta altura parece poco probable). En el caso de la continuidad de Macri, las reacciones sociales contra el programa acordado con el FMI se acentuarían y el Congreso muy probablemente no le aprobaría el presupuesto ni las leyes que requiere el ajuste planeado.

Si gana Alberto Fernández, además de que no tiene planeado ajuste fiscal alguno, es muy difícil que la gente que lo llevó al gobierno vaya a admitir que sancione leyes totalmente contrarias a las que sugirió en su discurso electoral. Si lo intentara, las reacciones sociales y los conflictos políticos podrían ser, incluso, superiores a los que enfrentaría Macri.

El drama de que el ajuste fiscal se produzca por una explosión inflacionaria, es que, aún logrado como impacto inicial una cierta reducción del gasto en términos reales, no será capaz de generar superávits fiscales duraderos, porque ahora, a diferencia de lo que ocurría en 2002, las jubilaciones y las demás prestaciones sociales están fuertemente indexadas por la inflación de los trimestres precedentes. Y algo parecido ocurre con los salarios, tanto del sector privado como del sector público.

En relación a los compromisos de pago de intereses y amortización de la deuda pública durante 2020 y 2021, es muy difícil que se logre atenuar o diferir su pago a través de un re-perfilamiento que no esté precedido por la declaración de una moratoria o espera generalizada. Mientras dure esa espera y hasta que no quede bien reestructurada la deuda, el sector público no tendrá crédito, ni externo ni interno.

Todo el déficit fiscal remanente y la parte de la deuda interna que casi seguro deberá ser honrada en los plazos originales, sólo podrá financiarse con emisión monetaria. Esa deuda no es insignificante porque incluye a la que está en manos de personas humanas y a la de acreedores (tenedores de LECAPs y LETEs) que no puedan continuar con sus operaciones comerciales o industriales por habérsele atrapado su capital de trabajo, problemas que necesariamente el gobierno deberá atender.

Como mínimo, el año 2020 será otro año de estanflación, incluso más acentuada que en los años anteriores. El fantasma de la hiperinflación estará a la vuelta de la esquina.

Un pacto social que quiera controlar precios y salarios, si no va precedido de un pacto parlamentario y con las provincias, que recree la posibilidad de un ajuste fiscal planeado, en el mejor de los casos, sólo actuará como un paliativo para demorar la explosión.

Inapropiada comparación con el período 2003-2007

Las múltiples referencias elogiosas a los superávits gemelos del 2003 al 2007 que llevan a pensar que Alberto Fernández podrá reeditar la recuperación económica y el crecimiento que logró el Kirchnerismo en su primer mandato, no mencionan que en el año 2002 se produjo un ajuste fiscal brutal, mucho mayor al que en forma planeada venía llevando a cabo el gobierno de De la Rúa.

Ese ajuste se logró mediante el recurso de una explosión inflacionaria. Los salarios del sector público y las jubilaciones se redujeron casi un 20 % a lo largo de 2002, adicional a la caída que se había producido por la recesión de los años anteriores. El costo de la vida aumentó un 42% provocado por la devaluación que se originó en la pesificación compulsiva de todos los depósitos en dólares.

Los salarios reales y las jubilaciones demoraron mucho en recuperarse, porque no existían mecanismos de indexación automática. Por consiguiente, el gasto público primario se redujo y se mantuvo más bajo por varios años y esto, sumado al default de todas las deudas, tanto internas como externas, redujo prácticamente a cero la factura de intereses. Obviamente, se consiguió producir un superávit fiscal que duró hasta 2007, pero se lo hizo con cuchillo de carnicero, no con bisturí de médico especialista. En 2002, el PBI cayó 10%, adicional al 15 % que ya había caído desde 1998 a 2001.

El gobierno que produjo este ajuste enfrentó fuerte oposición social, y luego de las muertes de Kosteki y Santillán, no pudo completar su mandato. Duhalde debió anunciar que no entregaría el poder el 10 de diciembre de 2003 sino el 25 de mayo de ese año. Cuando se mencionan los casos de gobiernos que no pudieron completar sus mandatos, sólo se hace referencia a los de Alfonsín y De la Rúa, pero siempre se omite decir que al de Duhalde le ocurrió lo mismo.

La reactivación y el crecimiento del período 2003-2007 no hubiera sido posible sin el ajuste fiscal brutal que le precedió. Y tampoco hubiera sido posible si las circunstancias internacionales no hubieran cambiado significativamente como lo hicieron desde mediados de 2002 en adelante. Desde 1998 hasta ese momento, el Dólar se había estado apreciando frente a todas las monedas y los precios de nuestras mercancías de exportación se habían desplomado. A mediados de 2002 el Dólar comenzó a depreciarse y nuestros precios de exportación a subir a un ritmo inédito en el pasado.

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Apareció Cavallo y se sumó al tachín-tachín de moda en la city: Ahora que baja el dólar, cuidado con el atraso cambiario

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Como te digo una cosa, te digo la otra, reza una canción de Joaquín Sabina. Ahora que el Gobierno Nacional lleva más de 10 semanas consecutivas de calma en el mercado cambiario, cada vez más aparecen en la city porteña las advertencias del efecto nocivo por la baja de la moneda norteamericana.

Sobre todo, teniendo en cuenta que el dólar queda clavado o incluso baja en medio de un proceso inflacionario que marcha viento en popa, más allá de la desaceleración que probablemente se evidencie en los indicadores de junio que se conocerán esta semana.

Ahora se sumó a ese coro el ex ministro Domingo Felipe Cavallo, quien dijo que “el Gobierno no debería dejar apreciar tanto el peso” y sugirió fijar las bandas de flotación del dólar “entre los 43 y los 45 pesos”.

“El Gobierno no debería dejar apreciar tanto el peso, debería fijar las bandas de flotación del dólar entre los 43 y los 45 pesos y si baja de 43 el Banco Central debe salir a comprar” la moneda estadounidense, explicó en declaraciones a Radio Mitre publicadas en Ambito.com.

El economista vaticinó que “la gran solución vendrá con el nuevo gobierno, que creo que volverá a ser Macri porque la gente le dará la posibilidad de un segundo mandato”.

“Allí tendrá que presentar un plan completo que no solo apunte a la estabilidad monetaria y de los precios, debe generar un clima de crecimiento, con énfasis en las exportaciones”, agregó.

En su opinión, una de las medidas importantes para impulsar la economía pasar por “eliminar todos los impuestos y regulaciones que traban la actividad exportadora”.

A menos de un mes para las PASO, el dólar profundizó este viernes su tendencia a la baja hasta tocar su menor valor en 90 días, y terminó la esmana debajo de la cota de los 43 pesos, según el promedio de Ambito.com en bancos y agencias de cambio de la city porteña, indicó el diario especializado en economía.

 

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Para Cavallo se necesitan “cambios en el régimen monetario y de manejo del endeudamiento”

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El ex superministro Domingo Cavallo volvió a publicar sus análisis de la economía Argentina y sus proyecciones, considera que la inflación puede bajar pero afirma que eso no alcanzará para que se reactive el mercado interno.

La inflación puede seguir bajando, pero para que se reactive el mercado interno se necesitan cambios de régimen monetario y de manejo del endeudamiento

Durante abril y mayo la inflación bajó del entorno del 4%, en los meses anteriores, a alrededor de un 3% mensual y el comportamiento del incremento de los precios online, en los últimos 30 días, sugiere que puede seguir bajando.

Los pronósticos de producción agrícola son muy buenos y como los precios internacionales están subiendo, especialmente los del maíz, las perspectivas en materia de exportaciones de este origen, también son alentadoras. No ocurre lo mismo con las exportaciones de las economías regionales y de las manufacturas industriales, muy afectadas por retenciones que antes no pagaban y por la reducción de los reembolsos de exportación.

Sin embargo, la demanda interna de la mayor parte de los bienes y servicios se mantiene muy baja y la producción de estos sectores no tiene visos de reactivarse a corto plazo. Sólo algunas modificaciones importantes en la política monetaria y financiera podrían ayudar a impulsar una cierta reactivación, pero el gobierno no parece decidido a implementar cambios por temor a que vuelva a desbarrancarse el mercado cambiario.

Continúa una fuerte incertidumbre política, pero es probable que comience a haber mayor claridad una vez que se conozcan las alianzas y los precandidatos que se presentarán a las PASO. Las definiciones en materia económica a que se verán obligados los candidatos, también ayudarán a reducir la incertidumbre.

El gobierno no debería rehuir un debate sincero sobre las políticas que se aplicarán a partir del 10 de diciembre. En la medida que el gobierno se limite a decir que continuará con las políticas actuales y no explicite los cambios que se propone implementar, dejará más espacio para que la oposición se monte sólo en las críticas y no se sienta obligada a explicitar lo que hará si gana las elecciones.

El gran desafío, para evitar la acentuación del clima estanflacionario y aventar el riesgo hiperinflacionario luego del 10 de diciembre, es que se recupere la confianza de los ahorristas e inversores argentinos, paso previo a la recuperación de la confianza de los financistas e inversores del exterior.

La marcha de la inflación

En el gráfico 1, se presentan los últimos datos disponibles de la tasa mensual de inflación estimadas en base a los precios on-line, es decir, los precios de los bienes y servicios que se comercializan en mercados libres y que se conocen a través del internet. Como el gobierno ha decidido no seguir aumentando los precios regulados en los próximos meses a un ritmo más alto que el del resto de los bienes, es probable que no haya grandes discrepancias en las mediciones del Índice de precios al Consumidor del INDEC y la tasa de inflación que anticipan los precios on-line.

Al 26 de mayo, la tasa de inflación promedio mensual (equivalente a la que mide el INDEC) era 3,2% y la de los últimos 30 días del 2,9%. La tendencia es claramente a la baja y no es imposible que, estabilizado el tipo de cambio en 45 pesos por dólar, con perspectiva de que hacia fin de año llegue gradualmente a no más de 50 pesos, la tasa de inflación vuelva a ubicarse en el entorno del 2% mensual, no muy diferente del promedio en el que se ubicó desde junio de 2016 hasta la crisis cambiaria de mayo de 2018.
Sigue la recesión de la producción para el mercado interno

La recesión continúa y no hay señales de reactivación del mercado interno, a pesar de las mejores perspectivas en materia agropecuaria y de exportaciones tradicionales. Tal como surge del cuadro 1, los indicadores del nivel de actividad económica disponibles para el primer trimestre y el mes de abril, así lo sugieren.

Este clima recesivo es sin duda consecuencia de: el esfuerzo que el gobierno hace para bajar el gasto público, las altas tasas reales de interés y el deterioro que han experimentado los salarios reales.

Ni en este año ni en el próximo, el gobierno estará en condiciones de utilizar el gasto público como herramienta para estimular la reactivación de la demanda interna, porque será necesario perseverar en el ajuste fiscal si es que se quiere crear condiciones para el futuro crecimiento sostenido de la economía.

El gráfico 2, en el que se comparan las tasas de interés de LELIQs con la tasa de inflación, muestra la persistencia de las altas tasas reales de interés observadas desde el mes de noviembre de 2018.

El deterioro de los salarios reales, que al mes de marzo era superior al 10% difícilmente vaya a revertirse en lo que resta del año. Pero si la inflación baja al 2% mensual, los aumentos que se están negociando para los próximos 12 meses, que son del orden del 30%, permitirían, al menos, que el poder adquisitivo de los asalariados no se siga deteriorando.

Las tasas de interés y el tipo de cambio

Desde que el gobierno logró que el FMI le autorizara a usar reservas para intervenir en el mercado cambiario dentro de la zona de no intervención y evitar subas abruptas del tipo de cambio, el precio del dólar se estabilizó sin que el Banco Central tuviera que vender reservas. El sólo anuncio hizo el trabajo e incluso permitió una tenue reversión de la tendencia al aumento de la tasa de interés pagada para colocar LELIQs.

El tipo de cambio de 45 pesos por dólar está lejos de reflejar el tan temido ¨atraso cambiario¨ que siempre crea argumentos para predecir un ritmo de devaluación por arriba de la tasa de inflación. Esta observación encuentra su fundamento en la comparación entre el tipo de cambio de mercado y los cálculos del tipo de cambio de paridad del poder adquisitivo y del tipo de cambio de convertibilidad, todos ellos representados en el gráfico 3. Allí se puede constatar que el tipo de cambio de mercado está por arriba de los otros dos indicadores.

A pesar de que en circunstancias normales los operadores económicos no deberían esperar que continúen las fuertes devaluaciones, el Banco Central parece convencido de que si facilita la reducción de la tasa de interés de LELIQs, puede volver a aparecer la inestabilidad cambiaria que predominó desde mayo de 2018 hasta el mes de abril de 2019. No parece faltarle razón si se observa el comportamiento de los rendimientos de los bonos, en especial cuando se comparan los rendimientos de los de corto plazo (representados en el gráfico 4 por el BONAR24) con los de largo plazo (representados por el PAR38).

El efecto fiscal de las altas tasas de interés

En el corto plazo, las altas tasas reales de interés provocan efectos recesivos en los sectores de producción para el mercado interno. Pero, además, las altas tasas nominales de interés muy por arriba de la tasa esperada de inflación por períodos largos de tiempo, tienen efectos aún más dañinos en el mediano plazo.

Las altas tasas nominales de interés, que ex post significarán altas tasas reales si la lucha contra la inflación resulta exitosa, crean a la vez, riesgos de insolvencia de las empresas privadas, de los bancos y del propio sector público. Son estos riesgos los que generan presiones económicas y políticas que en la mayor parte de los episodios semejantes de la historia llevaron a explosiones inflacionarias destinadas a licuar pasivos en pesos y a defaults para reducir la carga de las deudas en dólares.

El cuadro 2, que presenta la evolución comparada de las cuentas fiscales, pone de manifiesto que pese al importante esfuerzo que el gobierno está haciendo para contener el aumento del gasto primario y cerrar el déficit fiscal antes de intereses, el déficit fiscal total sigue aumentando a un ritmo incluso superior al de la inflación, debido a la evolución de la factura de intereses de la deuda pública.

El gasto primario creció 32% entre el cuatrimestre enero-abril de 2019 con respecto a enero-abril de 2018, frente a un aumento de los ingresos fiscales del 39%. Esto significó una caída del 51% en el déficit primario, en línea con lo comprometido en el programa negociado con el FMI. Pero para ello, el gobierno debió contener mucho el aumento del gasto de capital (que fue sólo del 22%) y limitar el aumento de los salarios públicos (aun así, el gasto corriente sin intereses aumentó el 43%).

Pero como la factura de intereses subió un 97%, el gasto público total aumentó 40 %, algo más que el aumento en los ingresos fiscales. Ello explica que el déficit fiscal total haya aumentado 54%.
El salto del precio del dólar entre los dos períodos (enero a abril de 2018 y enero a abril de 2019) es la primera explicación que aparece como plausible para semejante incremento de la factura de intereses. Los intereses de la deuda en dólares se pagan en esa moneda. Pero como una parte de la deuda pública está en pesos, no cabe duda que las altas tasas nominales de interés de esa deuda explican también que el aumento de la factura de intereses supere tanto a la tasa de inflación. Y esto ocurre, a pesar que los intereses pagados por el Banco Central por las LELIQs no se computan como erogaciones fiscales. Esto significa que el riesgo de insolvencia del sector público es resultado, a la vez, de la devaluación del peso como así también de las altas tasas nominales de interés.

En la medida que se logre la estabilidad cambiaria, se atenuará el aumento de la factura de intereses originada en la deuda en dólares, pero si para lograr esa estabilidad se tienen que mantener las altas tasas nominales de interés en pesos, la factura de intereses seguirá aumentando significativamente por arriba de la tasa de inflación. Sería diferente si toda la deuda pública estuviera pactada en dólares o ajustable por precio del dólar o por inflación. El compromiso del gobierno (sea el Tesoro o el Banco Central) de pagar altas tasas de interés nominales por su deuda en pesos, puede constituirse en un factor de inercia inflacionaria tan o más grave que los esquemas de indexación por la inflación pasada.

¿Tiene el Banco Central algún margen para bajar las tasas de interés?

Yo creo que lo tiene, si se anima a introducir cambios de política monetaria bien explicados. Aquí va mi sugerencia:

Reemplazar la colocación de LELIQs por encajes remunerados sobre los depósitos a plazo fijo, tal como lo propuse en un informe anterior. Esto significará que el Banco Central no tomará créditos en el sistema bancario a tasas activas de interés. Absorberá la capacidad prestable de esas instituciones al costo que a las mismas le significa captar los depósitos. Las tasas de interés de los depósitos y de los préstamos al sector privado resultará de la oferta y demanda de los ahorristas y demandantes de crédito privado, sin que la tasa de interés activa que está dispuesta a pagar el gobierno tenga efecto alguno sobre las tasas de mercado. Obviamente, la magnitud de los encajes remunerados influirá en el spread entre tasas activas y pasivas para el sector privado, pero esa influencia se da en cualquier caso, sea que el Banco Central le imponga encajes remunerados o le coloque LELIQs a los bancos.
Habilitar a los bancos a hacer préstamos en dólares a empresas y personas del sector privado, aunque no generen ingresos por exportación o ligados al precio del dólar, con el reparo de que se trate de empresas y personas que tengan un nivel prudente de endeudamiento. Por supuesto, para ello utilizarán la capacidad prestable que le generen los depósitos en dólares luego de cumplir con los encajes impuestos por el Banco Central. Estos encajes también deberían ser remunerados a una tasa que induzca a los bancos a pagar una tasa positiva a los ahorristas que quieran tener sus ahorros en dólares dentro del sistema bancario. El endeudamiento en dólares del sector privado, al partirse de un nivel del tipo de cambio que no denota ningún síntoma de atraso, significará menor riesgo de insolvencia que el endeudamiento en pesos a las altas tasas nominales de interés.
El Tesoro no debería emitir LECAPs sino satisfacer todas sus necesidades de financiamiento con LETES en dólares o con deuda en pesos ajustadas por tipo de cambio o por inflación. Debe evitar tomar deuda a más de 30 días de plazo a tasas nominales de interés en pesos. De esta forma, la factura de intereses no aumentará a un ritmo superior al del precio del dólar y la estabilidad cambiaria contribuirá al ajuste fiscal de una manera claramente positiva.
La introducción de estos cambios en la política monetaria permitirá comenzar a convencer a los operadores económicos que, en el contexto de un plan de crecimiento con las reformas estructurales imprescindibles, el régimen monetario evolucionará en la dirección del sistema bimonetario que tanto éxito ha tenido en países como Perú y Uruguay. O, como lo quieren los que son definitivamente pesimistas sobre la habilidad del Banco Central para implementar políticas sostenidamente anti-inflacionarias, hacia la dolarización completa de la economía.

Dejar abierta la posibilidad de que la eventual insolvencia del sector privado, de los bancos y del sector público se solucione con un golpe inflacionario y un default de la deuda externa, es un riesgo muy peligroso para el futuro post elecciones, cualquiera sea el candidato que resulte elegido.

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Página 12 compara hoy el Plan de Dujovne con el de Martinez de Hoz: Economis analiza similitudes y diferencias

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Este martes se conmemora los 37 años de la recuperación de las Islas Malvinas. Pero además es el aniversario del lanzamiento de otro hecho que también fue lamentable para el país, aunque quedó tapado por otros crímenes de la Junta Militar, como la represión y las violaciones a los derechos humanos y la guerra pésimamente planificada, en la que derivó la recuperación de las islas.
El 2 de abril de 1976 se produjo el lanzamiento del plan económico de la Dictatura Militar, encabezado por el ministro José Alfredo Martinez de Hoz. Un plan que llevó al gran endeudamiento de la Argentina, la destrucción de la industria nacional y del entretejido productivo y la fuerte suba de la desocupación.
El día de hoy Página 12 realiza un repaso de aquel plan y lo compara con otros planes que califica de neoliberales, como son los de Menem-Cavallo en los 90 y el actual de Nicolás Dujovne.
El periodista Alfredo Saiat -un histórico editor de economía de Página 12- repasa los lineamientos del plan económico de Martinez de Hoz.
Economis repasa, punto por punto, cuáles de estas condiciones se cumplen en la actualidad y cuáles no son exactamente iguales. En cursiva, fragmentos de la nota de Saiat y entre paréntesis, agregados de Economis.
El plan económico presentado por cadena nacional el 2 de abril de 1976 por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz decía lo siguiente:
“Destacar los puntos fundamentales a partir de los cuales se pueden medir la profundidad de la transformación que llevamos a cabo: 

  • La libertad de precios con la eliminación de los controles de precios (SE CUMPLE)
  • la libertad de las transacciones cambiarias con la eliminación de los controles de cambio (SE CUMPLE Y ES UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS MÁS FUERTES DE GESTIÓN ECONÓMICA DE MACRI) 
  • la libertad del comercio exterior (SE CUMPLE NO TOTALMENTE, MACRI PUSO IMPUESTOS PARA LAS EXPORTACIONES Y NO ELIMINO RESTRICCIONES POR NECESIDADES FISCALES)
  • la libertad de las exportaciones y la eliminación de las prohibiciones y de los impuestos a las exportaciones (IDEM ANTERIOR); 
  • la libertad de importar (SE CUMPLE PARCIALMENTE, EL GOBIERNO DE MACRI TAMPOCO LIBERALIZÓ TOTALMENTE LA ENTRADA DE IMPORTACIONES) 
  • la libertad de las tasas de interés y la aplicación de la reforma financiera (UNA DE LAS PRINCIPALES POLITICAS DE MACRI QUE MÁS IMPACTAN EN LA DESTRUCCIÓN DE LA ECONOMIA REAL); 
  • la eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos (OTRA DE LAS CARACTERISTICAS FUERTES DEL PLAN MACRI)
  • la eliminación de los subsidios y de las protecciones excesivas para ciertos sectores privilegiados de la economía que distorsionaban la misma (SE CUMPLE EN PARTE. MACRI ELIMINO PROTECCIONES PARA LA INDUSTRIA ENSAMBLADORA DE TIERRA DEL FUEGO Y NO PARECE DADO A PONER ALGUNA PROTECCION A LA INDUSTRIA TEXTIL, JAQUEADA POR IMPORTACIONES Y CAIDA DEL CONSUMO, ETC); 
  • la reducción del déficit del presupuesto nacional y su financiamiento no inflacionario (ACÁ MACRI NO CUMPLE. MACRI NUN CA PUDO ACHICAR EL DÉFICIT HASTA QUE LA CORRIDA CAMBIARIA HIZO NECESARIO IR A PEDIRLE AYUDA AL FMI Y SE FINANCIÓ CON DEUDA Y CON EMISION INFLACIONARIA)
  • la reducción y racionalización del gasto público (IDEM INTERIOR, MACRI HIZO “KICHNERISMO” DE BUENOS MODALES); y 
  • un programa de privatización de las empresas estatales (EN LA ARGENTINA QUEDA POCO POR PRIVATIZAR. MACRI ES DADO A VENDER TERRENOS DEL EJÉRCITO, LICITAR ESPACIOS EN PARQUES NACIONALES, PERO POR EJEMPLO, JAMAS AVANZO EN REPRIVATIZAR YPF O AEROLINEAS, ACA NO SE CUMPLE).
  • Una cosa que no menciona Alfredo Zaiat es la fuerte asignación del Gobierno Nacional de Macri al sector social a través de jubilaciones y planes sociales, algo que no existía en la época de Martinez de Hoz.  

Para luego Martínez de Hoz enfatizar que “Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”.
En síntesis, se podría decir que el área donde es más parecida la política de Macri con la de Martínez de Hoz es en la cuestión financiera. En el fuerte endeudamiento externo y la política monetaria de tasas de interés desorbitantes que aprietan a los sectores productivos. Esto, combinado con una marcada ausencia de controles de capitales para que el dinero especulativo de argentinos y no residentes entre y salga libremente del país, aún en épocas de restricciones. La falta de sensibilidad para proteger a industrias jaqueadas (textil, calzados, etc).
En cambio, Macri no avanzó en otras cuestiones como privatizar, achicar el Estado o bajar el gasto público, algo que solamente hizo forzadamente cuando tuvo que recurrir al FMI.
A continuación, el link de la nota completa de Alfredo Zaiat
https://www.pagina12.com.ar/184371-tres-tristes-tragedias
 
 

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