La falacia detrás de los datos económicos: del mito de la recuperación a la crudeza de la realidad
Ingresando ya en el tramo final del 2025, cabe hacer un reconto de lo que fue un año que, en la previa, se esperaba que sea uno de importante recuperación tras un 2024 atravesado por un brutal recesión y caída de todos los indicadores que rigen la economía real. Sin embargo, y en línea con lo que es casi una ley natural de la Argentina, los vaivenes y las volatilidades se hicieron presentes de modo más fuerte de lo esperado y complicaron los intentos de recuperación genuina.
“Riesgo Kuka”, le dijeron algunos. “Inconsistencias del programa”, decimos otros.
Es cierto que durante el año se dieron muchas medidas tendientes a solucionar (parcial o totalmente) muchos desequilibrios que reinaban el país, desde el cepo cambiario hasta las reglamentaciones de comercio exterior pasando por la política monetaria, pero no necesariamente todo fue realizado con el timming o con la metodología correcta, que derivó en problemas que, en algunos casos, fueron más grandes que la solución que proponían.
Desarme de LEFIs, apertura de importaciones, el “compra campeón”, son algunos de los ejemplos de “errores no forzados” (o sí, depende de como se lo mire) que limitaron la estabilización que el país necesitaba para poder consolidar la recuperación de los de abajo: del consumo esencial, de los ingresos disponibles de los hogares, de las fuentes de trabajo.
Como agravante de esta situación, nos vemos envueltos en discusiones que parecen en cierto punto, absurdas: nos peleamos con los datos. Desde hace un tiempo, pero de manera más exacerbada en los últimos meses, desde el rincón libertario se empecinaron en usar los datos de una manera incoherente, manipulada y mentirosa para poder adaptarlos a su discurso refundacional de la Argentina. La lógica que usan es tan simple como perversa: el discurso no se toca y los datos los readecuamos (o reinterpretamos) en función de eso, cuando debería ser al revés. En este sentido, no son tan diferentes de lo que critican: el kirchnerismo de paladar negro usó la misma metodología en sus años dorados.
Hay muchas evidencias de esto: empecemos midiendo el consumo. Hay una abismal diferencia entre los durables con los de consumo. Entre estos últimos, esta semana conocimos que las ventas en supermercados cayeron por sexto mes consecutivo en la comparación mensual y pasaron a terreno negativo en la interanual por primera vez en el año.
Esto último no es menor: entre enero y agosto, estas ventas crecieron contra una base de 2024 que estaba en el piso; era esperable entonces que hubiera ciertos repuntes; pero en septiembre cayeron contra un septiembre de 2024 que ya había sido malo. La recuperación, entonces, no es tal.
De hecho, hacia septiembre de 2024, este indicador estaba -9,4% vs. noviembre de 2023; desaceleró a -6,3% para marzo de este año (aquí se comenzó a ver un escenario positivo de recuperación); pero a septiembre 2025 ya está -9,7%: es decir, en un nivel peor que hace un año atrás.
“La gente ya no va tanto a supermercados, cambió su hábito y ahora consume en mayoristas porque la estabilidad de precios y la recomposición de ingresos le permite elegir qué, cuánto y dónde consumir sin necesidad de estar viendo día a día las listas de precios”. Este argumento, en lo personal, lo escuché y leí cientos de veces. Entonces, la baja en las ventas de super se compensa con los mayoristas, según esa lógica.
Según el INDEC, las ventas en los mayoristas cayeron en cinco de los últimos 6 meses en la comparación mensual y no tuvieron ninguna variación positiva interanual desde que está la actual gestión: están -26,7% respecto a noviembre de 2023.
“Lo que pasa es que antes comprabas mucho porque la inflación te liquidaba y ahora podés elegir entre comprar solo lo que necesitás de alimentos y otros bienes esenciales y destinar el otro dinero que tengas a comprarte ropa u algún otro bien no esencial”, es otro argumento.
Bajo esa lógica, las ventas minoristas deberían transitar un sendero de expansión. Tomando el período enero a octubre, las ventas que releva CAME cayeron en ocho de esos 10 meses en la comparación mensual y en los últimos seis en particular también tuvo bajas interanuales; contra la previa del inicio de la actual gestión están -27,3%.
“Lo que pasa es que ahora se compra todo online”, es el siguiente argumento. Es indudable que el e-commerce ha ganado muchísimo terreno en el país y que cada vez son más las personas que acuden a esa herramienta, pero no existe siquiera una evidencia que muestre que es un segmento que sea representativo del consumo de las familias a nivel global.
A este dato se le suma otro que también conocimos esta semana que refiere a las ventas de combustibles: cayeron 1,2% en octubre y en los diez meses del año muestran cuatro caídas interanuales y 6 mermas mensuales. Si miramos solo el segmento de naftas, hay caídas mensuales en seis de los diez períodos del año: hay recuperación leve contra un 2024 horrible, pero no exhibe un crecimiento sostenido sino que hay volatilidad.
Una enorme parte de los argentinos consume menos porque no puede darse el lujo de llenar el tanque, aun cuando sea un consumo esencial para su movilidad diaria.
Siguen los argumentos: “No me podés decir que el consumo cae cuando hay récord de patentamientos”. En noviembre, dato que conocimos este viernes último, las ventas de autos 0km. tuvieron una fuerte baja mensual que era esperable por cuestiones de estacionalidad, aunque aun así el descenso fue mucho mayor al estimado (-33,2% mensual vs. -20% esperado), pero más importante todavía, cayeron 3,6% interanual, la primera baja año/año en el 2025. Pese a este resultado adverso, el mercado automotor muestra una muy fuerte recomposición contra años previos (está casi +50% vs. 2024 y es el mejor año desde 2018), por lo cual en este apartado en particular hay un proceso importante de recuperación.
Pero esto no puede, ni de cerca, ser atribuible a una mejora en las condiciones generales de vida de la población. Por el contrario, tiene factores específicos: el atraso cambiario abarató (relativamente) los bienes transables y tiende a reducir el precio relativo de los autos; en segundo lugar, la aparición del crédito: hasta octubre, los créditos prendarios habían crecido en un 46,5% real acumulado, lo que permitió a muchos hogares acceder a un préstamo para hacerse de su vehículo; pero ojo: esta expansión del crédito tuvo su correlato en los niveles de morosidad: el ratio de irregularidad del crédito prendario en familias pasó del 2,8% en diciembre 2023 al 4,5% en septiembre de 2025. Este mismo dato puede ser visto bajo otro análisis comparativo: el saldo de crédito otorgado (es decir, la cantidad de pesos prestamos en condición de crédito prendario) a las familias creció 125% interanual en septiembre pero los créditos medidos en pesos que están en mora crecieron 141,5%.
Siguiendo con los durables, los Electrodomésticos no transitan un sendero demasiado optimista. En septiembre cayeron 17,1% interanual y acumulan tres meses consecutivos a la baja, todo en doble dígito. Ningún grupo de estos mostró resultados positivos: televisores caen -9,5%; heladeras y freezer -14,6%; computación y accesorios -20,9%, telefonía -29,4% y pequeños electrodomésticos -18,9% entre otros. Si comparamos su resultado acumulado contra 2023, la merma de consumo de estos bienes es muy fuerte: -19,3% para el total llegando hasta el -43,1% en telefonía.
Para cerrar, esta semana se viralizaron en redes sociales diferentes posteos (desde cuentas vinculadas a militantes digitales libertarios) afirmando, entre otros delirios, que en la actual gestión se crearon más de 300.000 nuevos empleos en el país, basados en la EPH INDEC. De ese total, dicen, 96 mil son registrados del sector privado, 43 mil en informales y 510 mil nuevos en independientes (monotributo y autónomos), mientras que el empleo público cayó en 367 mil.
Esto que hacen es manipulación de los datos: primero, la EPH es una encuesta y no un registro administrativo; y segundo, esos totales son proyecciones al total país desde los resultados por aglomerados urbanos. Los datos oficiales, que surgen de registros administrativos, marcan una postal muy diferente: entre agosto 2025 y noviembre de 2023 hay 138.573 asalariados menos registrados en el sector privado y -60.509 en el público; -24.724 en hogares particulares; y -444 autónomos mientras que hay -121.740 monotributistas, dando un saldo final de -102.500 empleos.
Haciendo una bajada territorial, todo lo anteriormente dicho se aplica casi con exactitud en Misiones, lo que ratifica el hecho de que, aun con los esfuerzos locales, la provincia está muy atada a los ciclos económicos e incluso sufre más por condiciones estructurales.
El consumo esencial cayó, la venta de durables tiene desempeños mixtos y el empleo tiene pérdidas que llevará años de crecimiento sostenible en recuperar, luego de haber tocado un techo en 2023.
El 2026 debería ser un año donde dejemos de pelearnos con los datos. La realidad es tan compleja que no siempre es blanco o negro: está lleno de grises. Que un indicador sea bueno no significa que toda la economía está en un buen momento; y que un indicador sea malo no significa que toda la economía está en mal momento. La clave está en identificar cada situación para trabajar en soluciones sectoriales que encajen en un programa global, para que puedan ser sostenibles. Pero el diagnóstico (y sus conclusiones para cada caso) no deben estar plegadas de ideología ni mucho menos de fanatismo. Caso contrario, vamos a seguir insertos en una discusión sin sentido que lo único que trae como consecuencia es la postergación sistemática de soluciones.




