MILEI

Las mil caras de Javier Milei

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Lanzado repentinamente en la vida pública, en medio de una sociedad que me ha visto surgir en un día, sin saber de dónde vengo, quién soy, y cuáles son mi carácter y mis antecedentes; en dónde he templado las armas con que me he echado de improviso en la prensa […] impulsando a la juventud, empujando bruscamente a la sociedad, irritando susceptibilidades nacionales; cayendo como un tigre en una polémica, y a cada momento conmoviendo a la sociedad entera, y siempre usando un lenguaje franco hasta ser descortés y sin miramientos; el público ha debido preguntarse mil veces, quién es este hombre que así hace ocuparse de él a tantos.
Domingo F. Sarmiento, Mi defensa (1843)

Por Eugenio Palopoli, revista Seúl. En el comienzo de este panfleto sarmientino, retomado y ampliado luego en el célebre Recuerdos de provincia (1850), podríamos encontrar una clave de lectura para El camino del libertario, el libro de Javier Milei publicado hace unas semanas. La popularidad reciente del diputado nacional porteño por La Libertad Avanza, su crecimiento en las mediciones de imagen pública y la necesidad de consolidar a los propios mientras busca convencer a los ajenos son razones más que válidas para publicar este libro, que en las dos terceras partes de sus trescientas y pico de páginas no deja de ser un refrito de textos viejos, entrevistas e intervenciones públicas, pero que en su novedosa parte inicial, de tono autobiográfico, evoca fuertemente los modos, las estrategias y los objetivos de la prosa del citado Sarmiento.

No sucede lo mismo con la maestría de su estilo y menos aún con la calidad de su argumentación, aunque de todos modos se le podría admitir a Milei aquella cualidad que Borges le reconocía a la portentosa escritura del sanjuanino: su eficacia. Una eficacia que en ambos casos se logra de modo machacante, por repetición obstinada de ciertos tópicos centrales hasta el convencimiento del incrédulo. Y porque, en definitiva, tanto Milei como Sarmiento pueden referirse a los temas más variados, en las ocasiones más variopintas y ante tribunas muy distintas, pero en todos los casos ambos se sienten con la obligación, la certeza y la comodidad de contar con un único recurso: hablar de sí mismos.

En todo caso, mientras que Mi defensa tenía el objetivo excluyente de dar a conocer a su autor ante el mundo, puede que la lectura de El camino del libertario deje con una frustrante sensación de vacío a quienes se acerquen a este libro para tratar de entender mejor a Javier Milei o quienes deseen separar a la persona del personaje mediático o político. Todas y cada una de las páginas de esta obra están dedicadas a la construcción de un héroe, de un súper hombre, quizás de un personaje mítico que se atrevió a trepar las más altas cumbres del pensamiento humano (o, al menos, así caracteriza a la Escuela Austríaca de economistas) sólo para traerles las buenas nuevas al resto de los sufrientes mortales. Es, en suma, un libro escrito para la posteridad, para la futura canonización de su autor. En este sentido, lo único que diferencia quizás a este Camino… de cualquiera de sus ruidosas apariciones públicas sea el de señalar el fin de un primer ciclo exitoso mediante la recapitulación y sistematización de todos aquellos pasos que depositaron a Milei en el Congreso. Y, por supuesto, el anuncio de las inevitables –de acuerdo a su lógica– hazañas por venir.

RECUERDOS DE LA HÍPER

El capítulo inicial del segmento autobiográfico empieza, quizás para prepararnos para lo que vendrá, con un error en su segunda oración: el niño Milei sitúa la célebre frase del ministro Lorenzo Sigaut (“El que apuesta al dólar, pierde”) en abril de 1982, cuando todos sabemos que fue en verdad pronunciada en junio del año anterior. Más allá de que resulta extraño que un economista no pueda ubicar históricamente el colapso de la tablita de José Martínez de Hoz, más llamativo aún es la fecha en que lo sitúa. ¿No recuerda ningún otro hecho relevante sucedido en abril de 1982? Curioso. En todo caso, la observación de las penurias sufridas por su familia y su entorno más próximo debidas a una mala gestión gubernamental fueron motivo suficiente para decidirse desde muy chico por la carrera de Economía.

Claro que antes de eso hubo también espacio para otras actividades. Como buen hijo sano del patriarcado setentoso, Milei cuenta su amor por el fútbol y su admiración por los campeones mundiales de 1978. Pero no por el Matador Kempes, por Luque, Bertoni o Passarella. No. Como todo predestinado a grandes cosas, él miró hacia el distinto, al que hacía lo que los otros no podían hacer, al que juega y se entrena aparte. Él miró al Pato Fillol, miró al arquero. Es cierto que todos mirábamos con admiración a quien era un verdadero prodigio del arco, pero él hizo algo más: se propuso ser como él. Así fue que de los clubes de barrio y las categorías infantiles llegó al primer equipo de Chacarita Juniors. Lo hizo compensando lo que él considera como un físico no especialmente apto para el puesto (1,80 metros de estatura) con una capacidad de entrenamiento y un afán de superación propios da la élite mundial actual: seis horas de entrenamiento diario para llegar a saltar mucho más alto que el travesaño, y eso mientras en paralelo ya cursaba la licenciatura en Economía en la Universidad de Belgrano.

Pero entonces llega la siguiente catástrofe económica que lo marca en su relato: la hiperinflación de 1989.

Pero entonces llega la siguiente catástrofe económica que lo marca en su relato: la hiperinflación de 1989. Cuenta entonces que pudo observar a la gente en los supermercados, desesperada por llevarse los productos disponibles antes de ser víctimas de las pistolas remarcadoras. Aquel espectáculo no sólo implicaba un daño evidente a las finanzas de una familia de clase media esforzada como la suya, sino que además le provocó la primera crisis intelectual de importancia. Aquello que sucedía frente a sus narices iba en contra de todo lo que aprendía en la facultad. Lejos de desengañarse con el estudio de la economía, decidió dejar el fútbol y redoblar sus esfuerzos. No sólo leería lo necesario para aprobar las materias, sino que pasaría incontables horas en la biblioteca leyendo mucho más. Otra vez, como en Sarmiento, el chico de orígenes poco ilustres, el ambicioso limitado por su condición de medio pelo social (el hijo de un colectivero), el intelectual todoterreno que, llegado el caso, no sentía miedo de empuñar la espada para el bando unitario o de calzarse los guantes en las canchas del Ascenso, se decidía a enfrentar a la realidad que lo desafiaba sin otros recursos más que su intelecto y su infinita capacidad de sacrificio lector.

LA BATALLA INTELECTUAL

Se hace evidente que Milei sabe que sus pergaminos académicos son insuficientes. En épocas en donde todas las fuerzas políticas y la clase dirigente en general puede mostrar legiones de exponentes con doctorados en las mejores universidades del mundo, sus maestrías en el IDES y la UTDT no resultan particularmente intimidantes. Por eso (una vez más, como en Sarmiento, el acomplejado que nunca pudo cursar estudios universitarios) es que a lo largo de páginas y más páginas de El camino del libertario se convence y nos convence de que los títulos académicos no son tan importantes. O, en todo caso, que lo que verdaderamente cuenta es la capacidad de leer, comprender, evolucionar y, finalmente, producir. Y así es como vemos desfilar listas de profesores, actividades académicas y laborales, citas a economistas de todas las épocas, menciones de los infinitos libros que lo fueron guiando en su crecimiento incansable.

Milei concede que salió de su licenciatura con un pensamiento del tipo que hoy más aborrece: el estructuralista keynesiano. Explica luego que gracias a un primer posgrado más enfocado en la microeconomía pudo conseguir trabajos que fueron importantes para su formación, pero que no lo satisfacían plenamente. Nos cuenta que mientras pasaba por su segundo y ecléctico posgrado en la UTDT se fue pasando al modelo neoclásico, desde luego que con Adam Smith y el monetarista Milton Friedman como referentes de rigor. Hasta que, finalmente, llega el momento de la revelación máxima, con los autores de la Escuela Austríaca: Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y, muy especialmente, Murray Rothbard, quien lo convierte en anarcocapitalista.

Los pormenores de esta evolución intelectual de Milei se pueden leer con más detalle en la segunda parte del libro, que compila una serie de artículos de extensión diversa publicados en los últimos años. No queda claro si la falta de detalles en la edición acerca de la fecha y medio de publicación es deliberada o no, pero esto complica la lectura por la falta de una adecuada contextualización. No se sabe entonces si los textos fueron publicados en medios académicos, especializados o generales. Más allá de esta dificultad, quienes no sean economistas o no estén acostumbrados a la lectura de asuntos técnicos se encontrarán con una prosa monótona y una argumentación más bien extraña, salpicada aquí y allá por fórmulas matemáticas incomprensibles para el lego a quien, de todos modos, le pueden quedar algunas sospechas sobre su utilidad y pertinencia. El problema entonces no es tanto la evaluación de los conocimientos o de la calidad técnica de los escritos de Milei, a quienes colegas de diversas orientaciones le reconocen capacidad y aptitudes reales. Se trata, más bien, de la manera en que estos saberes son puestos al servicio de la construcción de la figura pública y política.

LA BATALLA PRIVADA

Mucho más interesante que los artículos serios de Javier Milei resultan entonces el segmento autobiográfico inicial, las semblanzas de su figura a cargo de sus colaboradores más cercanos y los discursos proselitistas y entrevistas periodísticas que componen la tercera y última parte de este volumen.

Decía al principio que el propósito del libro está mucho más cerca de ocultar que de explicar la naturaleza de la persona que caracteriza. Sucede que el libro no nos muestra el camino de un hombre como otros (justamente cuando el manual del político recomienda una imagen de cercanía e identificación); ni siquiera el de un hombre extraordinario. El camino al que alude el título de la obra tampoco es uno de superación personal que el autor invita a recorrer de la mano del lector o del eventual votante, sino que es una suerte sacrificio ritual que lleva a su protagonista a un plano de superioridad absoluta, expresada incluso en términos espirituales. En este sentido, al seguidor del camino libertario no parece aguardarlo un destino personal o, al menos, no hay ninguna referencia a ello. El rol que les espera a aquellos “leones que despiertan” se parece mucho más al del bienaventurado, al renacido en una experiencia religiosa.

Todos aquellos rasgos que asemejan a las reuniones, mítines y espectáculos de los grupos libertarios en los que suele participar Javier Milei con las iglesias evangélicas o, incluso, con algunas sectas (o por qué no, con los primitivos cristianos de las catacumbas) encuentran en las páginas de este libro algunas explicaciones derivadas directamente de la figura del líder y su gente más cercana. Mencionamos antes la construcción a fuerza de repeticiones de una figura con una fuerza de voluntad sobrehumana, capaz de alcanzar aptitudes y logros desmedidamente superiores a los del promedio. Una vez que Milei decide dejar el fútbol (y el rock, ya que también descubrimos que, durante los recitales de su breve banda tributo a los Rolling Stones, las chicas se peleaban por arrancarle la remera y quedársela como trofeo) por la economía ya no habrá más espacio para otro tipo de aprendizaje en su vida.

La construcción a fuerza de repeticiones de una figura con una fuerza de voluntad sobrehumana, capaz de alcanzar aptitudes y logros desmedidamente superiores a los del promedio.

La economía se convierte entonces en la suma de todos los saberes, en el principio y el fin, en el conocimiento que puede explicar todas y cada una de las fuerzas de la Historia, cuando no de la vida personal de las personas. Se trata de entender entonces que Milei llegó lejos, muy lejos en el entendimiento de esta materia. Que puede citar a premios Nobel y a autores de cualquier escuela, porque incluso a los que no le gustan los ha leído varias veces. Debemos admirarnos de su capacidad para encontrarse con eminencias como Guillermo Calvo (aquel que pronosticó el Efecto Tequila de 1994 y el ajuste con apoyo popular de Cristina Kirchner en 2019) y discutir sobre economía durante 14 horas seguidas. No sólo eso, pueden incluso inventar chistes con fórmulas econométricas.

La vida privada de semejante personalidad debe ser acorde a sus elevadas dotes. Lejos de aquellas apariciones mediáticas en las que se ufanaba de sus habilidades tántricas y de su apodo de “vaca mala”, en El camino del libertario nos encontramos con una persona casta, monacal, que recuerda a su novia con afecto, pero a quien reconoce que se vio obligado a dejar. De sus padres no se dice mucho más, salvo que mantiene con ellos una relación conflictiva. Pero a cambio está su hermana, la sacerdotisa vestal que lo secunda en cada momento de su vida. Milei afirma que las únicas tres cosas que lo hacen feliz son leer sobre economía, pasar el tiempo con su hermana y cuidar a sus perros, a quienes suele llamar “mis hijos”. Su primer perro, el que inauguró la familia, se llama Conan. Un nombre guerrero propio de un mastín inglés: ni Dylan ni Balcarce. Los hijos de Conan, llegados a este mundo una vez que el amo hubo alcanzado el nirvana de la Escuela Austríaca, llevan los nombres de pila de sus economistas preferidos. Ya no importan los pergaminos académicos ni que su panteón personal pueda ser homologado por sus pares y colegas. Al bautizar a sus perros Milei se declara domesticador en jefe de la ciencia económica. Sus próceres son sus mascotas. Como se dice en la jerga de las redes, los domó de una vez y para siempre.

LA BATALLA PÚBLICA

Todo esto que hemos procurado resumir y, hasta cierto punto, interpretar, por muy curioso o pintoresco que resulte no debería engañarnos. La fuerza política que lidera Javier Milei ha logrado bastante en un tiempo relativamente corto y va decididamente por más. Todo aquello que se relata y se explica en El camino del libertario visto a la distancia se puede leer como un plan astutamente diseñado y ejecutado. Las apariciones televisivas, los debates a los gritos, los insultos y amenazas, las obras de teatro, las performances artísticas, su acercamiento a ciertas subculturas alternativas, la militancia juvenil que lo sigue con reverencia y se vuelve cada vez más numerosa: todos estos pasos trajeron a los libertarios hasta donde están hoy, en medio de las risas o el escepticismo general. Se trata de un programa que comparte características con otros populismos de derecha e izquierda en auge en muchas partes del mundo, un programa de máxima, revolucionario si se quiere. Lo que Milei diseñó y lidera es una fórmula que necesita preservarse en su máxima pureza para tener éxito, por eso gana apoyos al rechazar cualquier tipo de negociación con otros espacios. Por esa misma razón parece despertar más entusiasmo que José Luis Espert, igualmente duro en su discurso pero más próximo a la imagen de un político tradicional.

Lo que Milei diseñó y lidera es una fórmula que necesita preservarse en su máxima pureza para tener éxito, por eso gana apoyos al rechazar cualquier tipo de negociación

Milei sabe también pegar donde le duele a Juntos por el Cambio. Ha sabido aprovechar el desgaste de la coalición en sus propias experiencias de gobierno, se deleita en tildar a radicales y cívicos de izquierdistas y se ceba especialmente con la figura de Horacio Rodríguez Larreta, a quien ha llenado de insultos de todo tipo en más de una ocasión. También ha sido inteligente para detectar las debilidades y errores de la coalición. Su prédica libertaria y su obsesiva invocación a la libertad tiene sentido cuando recuerda el apoyo inicial a la cuarentena dictada por el gobierno nacional de parte del jefe de gobierno de la Ciudad y de los gobernadores de JxC. También cuando señala las inconsistencias y apoyo legislativo a iniciativas por demás fallidas como la Ley de Alquileres o la de Etiquetado Frontal. En otros casos suele exagerar, distorsionar los hechos o incluso mentir, pero los resultados hasta ahora parecen darle la razón.

Así las cosas, el movimiento político que El camino del libertario se propone describir y publicitar por momentos recuerda no poco al menemismo originario, aquella caravana bastante demente de impresentables que, contra todo pronóstico, le ganó en 1988 la interna del peronismo a la renovación cafierista y alteró de ese modo la prolija sucesión de variantes de socialdemocracias que casi todos imaginaban para el año siguiente. Vaya que nos reíamos de las patillas de Carlos Saúl y de las imitaciones de Mario Sapag. Es de suponer que Javier Milei recuerda aquellos programas y se ríe también. Mucho se debe reír.

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¿Se abre un escenario de tres tercios con los libertarios en alza?

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En pocas oportunidades el contexto político y social argentino había estado tan complejo e influenciado por diferentes factores: la agenda internacional, los problemas económicos y la crisis de representación política.

En Argentina los temas de política internacional no suelen impactar de forma local. En general, la agenda pública es extremadamente endogámica: discutimos lo que pasa en Argentina y no mucho más. Los eventos de estas semana implican un quiebre en esa tendencia. La guerra en Ucrania, sus consecuencias económicas, los alineamientos entre los distintos bloques, entre otras cuestiones causaron que la política exterior ocupe el centro de la escena por primera vez en mucho tiempo.

Zuban & Córdoba se propuso medir cual es la percepción al respecto, con un nutrido bloque de preguntas sobre política internacional en general y sobre la crisis en Ucrania en particular. 

Algunos datos: un 69% cree que la posición del gobierno con respecto al conflicto es confusa y un 50% dice que Argentina debería apoyar a Ucrania pero sin intervenir directamente en el conflicto.

Resulta interesante ver la vigencia de la grieta aún en este punto: los votantes de Juntos por el Cambio muestran una mayor tendencia a la idea de que Argentina debería alinearse con Estados Unidos en la arena internacional, mientras que los del Frente de Todos valoran más la idea de neutralidad absoluta.

Un 77% está de acuerdo en general con la idea de recibir refugiados en nuestro país

Los problemas económicos son la gran bomba de tiempo en nuestro país. La tremenda inercia inflacionaria que arrastra el país desde hace años, la falta de crecimiento y la desvalorización sistemática de los salarios hacen que las expectativas económicas de los argentinos están en un piso absoluto: El acuerdo con el FMI aparece aquí como el tema central: aunque un 59% apoya el entendimiento, sólo un 16% está absolutamente de acuerdo con la idea de que dicho acuerdo ayudará a estabilizar la economía. Niveles alarmantes de escepticismo.

La crisis económica alimenta la desafección política. Nunca jamás ha habido una distancia tan grande entre las elites políticas y la gente de a pie. Todas las imágenes del del ecosistema oficialista mantienen un diferencial negativo que se sostiene en el tiempo. Los actores de JxC mantienen imágenes estables o con pequeñas tendencias alcistas, pero se muestran incapaces de hablar más allá de su espacio electoral.

La idea de un posible escenario de tercios empieza a aparecer en el horizonte. Los partidos libertarios alcanzan un 18% de intención de voto a nivel nacional. Hay una tendencia de crecimiento en ellos que empieza a ser innegable. Sin embargo, falta mucho tiempo para la elección, y en Argentina algunos fenómenos políticos tienden a ser efímeros, será cuestión de seguir de cerca sus proyecciones en los próximos meses para ver si ese crecimiento continua, si empieza a estancarse o si se desinfla.

Si la primera opción es la que ocurre, el escenario que se abre en términos electorales no tiene precedentes en la historia democrática de nuestro país.

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Javier Milei confirmó que acompañará a José Luis Espert en política

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Finalmente, el economista y outsider Javier Milei confirmó que se sumará a participar en política en el armado liberal que está ensamblando José Luis Espert para las elecciones legislativas de 2021. Ambos lo confirmaron durante un mensaje en vivo de Instagram, donde discutieron sobre la situación del país.

“Me voy a meter política, voy a ir a militar con vos, hemos pedido que se vayan todos y no se fueron, los vamos a sacar a patadas en el culo para construir una argentina próspera y  ser la primera potencia mundial en 35 años. Voy a dar la batalla en el barro”, confirmó MIlei a Espert.

Si bien durante el Vivo no se habló de candidaturas ni de lugares en las listas, en las redes sociales el apellido Milei se volvió tendencia, motorizado por sus seguidores que lo pedían como cabeza de lista en la boleta para la Ciudad de Buenos Aires. El propio Milei luego reuiteó varios de esos tuits.

Al respecto, Espert celebró que su colega finalmente se decida a participar en la actividad política. “La  batalla cultural que están haciendo ustedes no sirve de nada si no va acompañada por la batalla política. Es el momento apropiado, agradezco tu generosidad de acompañarme a mí, feliz de que sumes a mi espacio, de dar la batalla desde el lugar que hay que hacerlo”, sostuvo Espert.

Además, mandó un mensaje para los militantes del liberalismo “El enemigo no está acá dentro, no puede ser que seamos enemigos uno de los otros, el enemigo es el populismo. No van a encontrar lugar en el radicalismo, o en cambiemos. Ni Javier ni yo estamos atornillados para ir a gobernar ni a una legislativa”, explicó Espert.

Ambos confirmaron que el armado político estará integrado únicamente por alternativas liberales y del sentido común, como el Partido Libertario, UCeDe, Partido Anticorrupción y UNIDOS. Espert además se encuentra negociando con el Partido Demócrata, el Partido Demócrata progresista y otras fuerzas de centroderecha. Que no incluirá otras fuerzas ni del macrismo ni del peronismo. 

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Espert trajo a Misiones sus ideas de Estado chico y sin impuestos

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En la tarde del viernes, el economista y precandidato por el partido libertario, José Luis Espert visitó la ciudad de Posadas, para presentar su último libro “La sociedad cómplice” y sus propuestas como precandidato a Presidente de la Nación, por el Frente Despertar.
El economista se ofreció como una alternativa de los candidatos a ocupar el sillón presidencial, porque “todos  los políticos que se dedican hace tanto tiempo a la política, son parte del problema, no de la solución”.
 
“La Argentina debe hacer algo diferente si quiere que las cosas salgan bien y la única alternativa que la gente dispone en estas elecciones, es la nuestra”,asevera con vigor. “El resto de los políticos le va a proponer lo mismo, pero travestido”.
 
En ese sentido, también busca distanciarse del otro precandidato economista, Roberto Lavagna, ya que, según sus propias palabras, es un “defensor del proteccionismo industrial que tanto daño le ha hecho al país”.
 
Además alega que el ex ministro de Néstor Kirchner, no es un convencido de que el país debe tener bajos impuestos, para que “la gente disponga de sus salarios”.

Entre sus propuestas más recurrentes, está la defensa del mercado laboral, cobrando bajos impuestos, pero para eso entiende que se debe “achicar” el gasto público y promover el empleo privado.
 
“La idea es que la gente deje de tener una vida miserable, eso quiere decir que la gente pague las cosas por lo que vale, no cualquier disparate, por lo que hay que tener una economía muy abierta al mundo, un Estado que cobre bajos impuestos, por lo que es necesario que se baje el gasto público y leyes laborales que hagan que la gente pueda disfrutar de su salario y no que le quiten más de la mitad con impuestos laborales”.
 
No obstante señala que se necesita un cambio de paradigma de manera gradual, “formando y capacitando al trabajador que es despedido del sector público” y “con un programa económico diferente al de los últimos 50 años”.
 
“Con bajas de costos laborales, esos empleados serían absorbidos, por el sector privado”, aseguró Espert.
 
Sobre la economía en la región sostiene que el tamaño del Estado también forma parte de un problema que deja “un sector privado raquítico” y que “si la Argentina decidiera  un día, reducir el tamaño del Estado, para bajar impuestos y que el sector privado tenga el músculo bien firme, bien duro, a Misiones le iría muy bien”.
 
Un público joven
Al igual que cuando vino el mediático Javier Milei, muchos jóvenes y muchos mayores fueron a ver a Espert.

“La juventud tiene un enganche en nuestra propuesta que me impacta y me emociona. Ver jóvenes, que abrazan de esta manera las ideas del sentido común, las ideas de la libertad, es realmente emocionante”, resaltó el economista.
 

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Libertarios como confusos o cipayos en grado superlativo

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Como lo definió con genial simplicidad Friedrich List, Adam Smith fue un conquistador más temible que Napoleón (y lo escribió cuando estaban muy frescos los recuerdos del agresivo accionar del genial estratega y notable estadista, el autocoronado Emperador de Francia).
Para mayor precisión, Smith fue el fundador intelectual del liberalismo económico, que transformado en doctrina económica excluyente ofició de poderoso mascarón de proa del imperialismo político – económico de Gran Bretaña, cuyo cenit del poder lo alcanzó el hoy decaído imperio en la Era Victoriana.
List fue el cerebro vital que desnudó las falacias arteras que esconde la doctrina e ideología liberal, la cual fue creada para perpetuar a Gran Bretaña como el “taller del mundo” y relegar a las restantes naciones al mero rol de proveedores “especializados” de materias primas.
Las claras y contundentes ideas de List fueron utilizadas inteligentemente por Hamilton y sus sucesores en EEUU, para salir de la trampa de la primarización económica, predicada por los teóricos liberales, las oligarquías algodoneras y los intereses creados de los importadores y sus proveedores británicos; siendo también sus brillantes escritos y su tesonero accionar las bases teóricas de la unificación de Alemania y su posterior muy rápida industrialización, concretadas bajo la férrea conducción del “Canciller de Hierro” Otto von Bismarck (ideas que nada tenían en común en lo ideológico con el nazismo, que surgió seis décadas después, y con otro encuadre por cierto). Para ponerlo en claro, List puede considerarse el fundador del sano nacionalismo económico elaborado bajo pautas científicas, mientras que el nazismo fue una tergiversación o degeneración violenta y racista del nacionalismo.
Ese tipo de diferenciación hacía Jauretche, que eludía el calificativo de “nacionalista” (usado por ciertas oligarquías portuarias de las primeras décadas del siglo XX para justificar sus tropelías, atemorizando y agrediendo a inmigrantes, a los que despreciaban y a la vez temían). Por eso Don Arturo acuñó los conceptos de Pensamiento Nacional y Doctrina Nacional, libres de racismo y otras lacras degradantes. Pero este ya es otro tema…
Al producirse la Segunda Revolución Industrial, alrededor de 1870 un siglo después que eclosionara la Primera Revolución Industrial, un lote de naciones forzaron sus propios desarrollos tecnológicos e industriales, y al menos dos de ellas habían superado a Gran Bretaña en PBI industrial y en niveles tecnológicos entre 1900 y 1910. Esas dos naciones, nuevas líderes industriales y ya grandes potencias eran justamente EEUU y Alemania.
Así como Gran Bretaña elaboró su surgimiento industrial estimulado y protegido por severas normas estatales (como el Acta de Navegación, entre otras), y mantuvo el doble discurso de ser liberal “hacia afuera” y proteccionista fronteras adentro; lo mismo hicieron las nuevas potencias industriales, las que al estallido de la Primera Guerra Mundial eran un puñado de países de Europa Occidental, más EEUU y Japón.
En Argentina, la subordinación explícita y rastrera de la oligarquía respecto a Gran Bretaña, obstaculizó, impidió y luego desalentó la industrialización, la cual había alcanzado cierta relevancia durante la guerra del ’14 al ’18. Aceptadas las “industrias naturales” (que elaboraban materias primas alimenticias, básicamente), en cambio la oligarquía y el establishment se ensañaron contra las que despectivamente llamaban “industrias artificiales”, las de mayor tecnología, como las metalúrgicas, siderúrgicas, eléctricas, químicas y otras similares.
Nada debía amenazar al statu quo de supremacía omnímoda de la oligarquía tradicional y del poderío británico, que manejaba a su antojo todos los resortes del poder interno. ¡Hasta llegaron a oponerse a la creación de Facultades de Ingeniería y de Ciencias Duras, por el “peligro” que ello representaba, arguyendo incluso incapacidades genéticas irreversibles de los ingenieros y científicos argentinos, respecto a los británicos! Por supuesto, la realidad demostró la perversa falsedad de ese maligno prejuicio, como parte de la intensa campaña de colonización cultural… la cual prosigue hasta nuestros días.
Lo cierto es que Argentina desperdició una excelente coyuntura internacional para industrializarnos y desarrollar tecnologías propias, en los años de “vacas gordas” de buenos precios internacionales de las materias primas, período histórico que transcurrió entre 1880 y 1910 aproximadamente.
Al estallido de la Primera Guerra Mundial, las condiciones del comercio mundial habían cambiado sensiblemente, valorizándose los productos industriales y las últimas tecnologías de esos años.
En base a fuertes presiones múltiples, el liberalismo siguió siendo “la” doctrina económica “correcta” en el mundo, pese a los claros ejemplos “transgresores” de las nuevas potencias industriales, y eso duró hasta la gran crisis económica mundial de 1929, de la cual las “recetas” y las “leyes económicas” liberales se mostraron totalmente incapaces de superar, existiendo ya la doctrina comunista, cuyas bases económicas son –curiosamente- liberales. O sea que tanto el liberalismo como el comunismo son doctrinas “internacionalistas”, opuestas de hecho al sano nacionalismo.
Surgió entonces el keynesianismo, el cual sin combatir la propiedad privada, demostró la notable conveniencia del fuerte intervencionismo estatal, y de las acciones concretas anticíclicas, o sea lo opuesto a la ortodoxia económica.
En base a los lineamientos keynesianos (que pueden considerarse como Capitalismo de Estado), el mundo se liberó de las ataduras mentales del liberalismo dieciochesco y decimonónico, para emprender un proceso continuado de fuerte desarrollo socio económico, que no solo se centró en las potencias tradicionales, sino que llegó a buena parte del mundo subdesarrollado, y en nuestra región básicamente a Argentina, Brasil y México.
Ese período de bonanza, que algunos creyeron ininterrumpido, fue calificado como “los treinta años gloriosos”, por abarcar casi tres décadas, concretamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, hasta la Primera Gran Crisis del Petróleo, a comienzos de los años ’70.
Pero la reacción contra el keynesianismo y una economía más equitativa, con mejor distribución de la riqueza, mejores y crecientes niveles de vida, e incluso la fuerte política mundial de descolonización; comenzó y creció al amparo del establishment financiero transnacional que buscaba aumentar sus ganancias y retomar el Poder Real Mundial. Comenzaron a atacar desde lo ideológico, a partir de los planteos –nunca demostrados- de la “conveniencia” de debilitar a los Estados dando mayores “libertades” al capital-, en una profundización del liberalismo tradicional, que inicialmente fue llamada La Escuela Austríaca, en cuyo ámbito académico surgió y luego se expandió, de la mano de los economistas como von Mises y von Hayek, en un movimiento político económico gestado a fines del siglo XIX, pero con impulso creciente como ataque al keynesianismo desde los años ’40 del siglo XX.
Las ideas del individualismo extremo y de la anulación casi total del Estado como figura económica básica, que son principios relevantes de la Escuela Austríaca, devinieron en el neoliberalismo económico, impulsado desde mediados de los años ’70 a partir del fenómeno por entonces nuevo de la estanflación (estancamiento con inflación), lo cual no había sido previsto ni pudo inicialmente solucionarse en el marco del keynesianismo imperante.
Claro está que el espaldarazo que logró difundir e imponer por la fuerza de las presiones económicas, financieras, políticas e incluso militares, al neoliberalismo como doctrina “correcta, única y dominante”, fue consecuencia de la era reaganiana tatcheriana (presidencia de Reagan y gobierno de Tatcher), que siendo poderoso en los ’70, se adueñó del poder mundial desde comienzos de los años ’80.
Ese marco de fuertes presiones de las potencias anglosajonas, nos impuso el neoliberalismo a los argentinos, con las FFAA operando como tropas de ocupación en el propio territorio, durante el siniestro “proceso” (1), para proteger a los “Chicago’s Boys” (2) de Martínez de Hoz y sus continuadores.
El neoliberalismo pasó a ser la herramienta político – económica de la globalización salvaje, nueva forma de esclavitud diagramada para operar a escala planetaria, con la colonización mental y estupidización masiva como cadenas invisibles de ese proyecto hiper materialista e inhumano, que por cierto no trepida en usar a las sectas, a predicadores dóciles y a cuanta artimaña le sea útil, incluyendo las nuevas “deidades” del ultra ecologismo, ultra indigenismo, ultra feminismo, etc., fogoneadas por bien financiadas ONGs manejadas desde las Potencias Atlantistas.
El summum del poder lo alcanzó el neoliberalismo al colapsar la Unión Soviética, y muchos creyeron en su reinado permanente, como el norteamericano Francis Fukuyama, quien pronosticó “el fin de la historia”, para afirmar la supuesta eterna supremacía del globalismo neoliberal y de las Potencias Anglosajonas.
Esa supuesta “eternidad” duró solo una década, para pasar la geopolítica mundial a estar signada por el Mundo Multipolar de los Grandes Bloques de Poder; mientras que a menos de dos décadas después fluye de nuevo a un nuevo tipo de bipolaridad, entre las Potencias Continentalistas y las Atlantistas.
Pese a la fortísima cobertura mediática mundial y al accionar de operadores diversos a su servicio, el neoliberalismo está fuertemente depreciado y denostado como doctrina político – económica, lo cual es directa consecuencia de sus desastrosos resultados en todos los países en que sus “recetas” se aplicaron.
No puede sorprender entonces que, como de la galera de un ilusionista presto a engañar al público crédulo, haya surgida la pseudo ideología del “libertarismo”, la cual no es más que un refrito de los ultra liberales principios del neoliberalismo, presentados bajo la supuesta nueva idea de priorizar en absoluto los derechos de propiedad individuales, sin importar nada ideales como la solidaridad, el bien común y otros altos valores morales similares, llegando incluso a despreciar abiertamente a toda forma de sano patriotismo. Es el egoísmo extremo entronizado como supuesta máxima expresión de la “libertad”, lo cual en rigor de verdad implica la libertad absoluta de morirse de hambre para las grandes mayorías que en ese contexto quedan totalmente desamparadas y subordinadas al arbitrario criterio de los poderosos.
El considerado de última como un anarcocapitalismo exacerbado.
Así como el neoliberalismo es la continuación del liberalismo brutalmente acentuado, el “libertarismo” no es más que un formato aun más recrudecido del ya muy inhumano neoliberalismo.
Nunca faltan egoístas en grado sumo, desinformados y/o crédulos, que gozando de cierto grado de bienestar como resabio de años de políticas keynesianas y doctrinas político – económicas de base humana e incluso cristiana (respetando en el concepto a las otras religiones monoteístas), que ahora adhieran irracionalmente a ideas libertarias. las que de imponerse los transformarán en parias sin retorno.
No advierten que con ello no solo socavan a la propia patria, sino que promueven su futura miseria, de prosperar esa ultra materialista y excluyente doctrina.
(1) “Proceso” = abreviatura de Proceso de Reorganización Nacional, nombre autoimpuesto del golpe de Estado cívico militar de 1976 en Argentina.
(2) “Chicago’s Boys” = Colaboradores directos del ministro Martínez De Hoz, quien instaló por la fuerza de las bayonetas el neoliberalismo en Argentina. La denominación surgió porque en su mayoría eran jóvenes economistas formados en la “Escuela de Chicago”, por entonces centro mundial del neoliberalismo doctrinario.

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