En el pesebre entendemos el amor de Dios

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 4° domingo de Adviento [18 de diciembre de 2022]

En este último domingo del Adviento ya estamos próximos a celebrar la Navidad. Uno de los ejes de la oración y reflexión de este tiempo es la esperanza. La espera y expectativa de los contemporáneos de Jesús por la llegada del Mesías es actualizada por la liturgia del Adviento que nos prepara para el nacimiento del Señor.

Es un tiempo especial porque vamos cerrando el año, quizás cansados por la intensidad de lo vivido. Las luces navideñas de los pueblos y ciudades empiezan a encenderse, así como las despedidas festivas. En medio de esta realidad es indispensable evaluarnos y tratar de salir por un momento de tantas urgencias, para ver si aquello que es importante como nuestros ideales y nuestros valores, la familia, la vida y la solidaridad… ocupan realmente un lugar central en nuestro corazón. La Navidad, el Dios hecho hombre, el nacimiento marginal de Jesús en el pesebre, nos permiten comprender el lenguaje de Dios y ubicarnos en aquello que es central, para responder a tantas urgencias que nos agobian.

La Navidad es un tiempo de gracia que nos puede llevar a volver a Dios. No es fácil porque nos juega en contra el excesivo consumismo de la época. Lamentablemente dicho consumismo usa hasta las fiestas fundamentales como la Navidad y las vacía de contenido. ¡Cuántas familias se reúnen, festejan y se olvidan el sentido y el porqué del festejo! ¡Cuántos saludos de fin de año y deseos de felicidades, que siguen marginando a Jesús!

Si bien hay mucha religiosidad y nuestra cultura local es especialmente religiosa, con una fuerte raíz católica, muchos no practican su fe y desconocen básicamente sus contenidos. El Adviento es un tiempo oportuno para volver a Dios. En las capillas se multiplican los pesebres y las Misas navideñas. La fe necesita ser compartida y requiere nuestro compromiso y nuestra búsqueda de comunión con otros hermanos que están en el mismo camino. El pesebre nos ayuda a convertirnos. Nos permite comprender que no necesitamos mucho para ser amigos de Dios. Ante el pesebre descubrimos la pequeñez, la necesidad de la humildad, la grandeza y la esperanza.

Una de las dificultades para volver a Dios en este tiempo es el creciente subjetivismo de la fe. Cuando nos pasa esto es porque fuimos acomodando la fe a nuestro parecer, a nuestros afectos, a nuestros criterios. Es una tendencia fuerte este excesivo subjetivismo que nos lleva a adecuar la propuesta de Jesucristo, el Señor, a lo que nos parece y a lo que nos gusta en el momento, eludiendo aquello que nos enseña el Evangelio. Si bien es cierto que su propuesta habitualmente es exigente, tenemos la certeza que siempre el camino que Él nos propone lleva a la verdadera felicidad.

Al finalizar el año queremos agradecer por tantas cosas vividas como Diócesis. Continuamos haciendo nuestro camino pastoral, este año acentuando especialmente la temática de los jóvenes. Lo vivido en nuestro Santuario Diocesano de Loreto que fue un momento de especial gracia de Dios y de compromiso evangelizador donde nos hemos reunido para agradecer nuestra memoria y proyección.

El laicado que va haciendo consistente el trabajo evangelizador en las distintas áreas pastorales, y sobre todo la consolidación vocacional en nuestro Seminario «Santo Cura de Ars» que es un verdadero signo de esperanza. Las ordenaciones de un nuevo sacerdote y de cinco diáconos en camino al sacerdocio. También en la vida tenemos dolores y sufrimientos, y motivos para pedir perdón a Dios, y con la gracia del Adviento, buscar la conversión y volver a Dios.

Ya tan próximos a la nochebuena y a la Navidad debemos preguntarnos si queremos realmente volver a Dios. Hacerlo implica revisar nuestras vidas, cambiar, arrepentirnos, potenciar nuestros dones y confiar en que podemos mejorar. Volver a Dios requiere gestos concretos relacionados con Él y con nuestros hermanos. También implica expresar nuestra fe en la participación de la Misa de nochebuena o de Navidad, en poner un pesebre en nuestros hogares. En hacer la bendición de nuestra mesa familiar.

¿Rezar? Sí, rezar juntos. Seguramente la oración nos permitirá descubrir un nuevo sentido al encuentro familiar y con amigos que realizaremos en esta Navidad. Reencontrarnos más profundamente con Jesús en el pesebre navideño nos permitirá reencontrarnos en la esperanza.

Les envío un saludo cercano y ¡Feliz Navidad! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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Contemplativos en la acción

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 17° domingo durante el año [24 de julio de 2022]

En este domingo el Evangelio de San Lucas (11, 1-13), sigue proponiéndonos el tema de la oración. Uno de los discípulos le pide a Jesús, su Maestro: «Señor enséñanos a orar». En realidad, ellos querían aprender aquello que hacía su Maestro: «Un día Jesús estaba orando en cierto lugar».

Muchos textos bíblicos nos hablan de la oración de Jesús. El Señor subía a la montaña para orar (Mt 14,23), incluso cuando todo el mundo lo buscaba (Mc 1,37). En general, su oración estaba ligada a su misión. San Lucas nos presenta a Jesús en oración antes de cada acontecimiento importante, como en este domingo que Jesús estaba en oración, antes de enseñar a rezar el «Padre Nuestro» a sus discípulos.

Todos los bautizados estamos llamados a ser hombres y mujeres de oración. Pero cada uno tiene que ligar la espiritualidad, devoción y oración a la vocación y misión que tiene. En nuestra Diócesis, en Santa Ana, está iniciando la experiencia de una comunidad contemplativa de mujeres: la asociación «Contemplativas de la Santísima Trinidad». Ellas tienen una vocación y misión ligadas íntimamente a la oración personal y litúrgico-comunitaria. Los consagrados y sacerdotes tenemos que vivir la comunión con Dios, para ser instrumentos de la comunión con los hermanos. Y para esto es necesario orar como Jesús, el buen Pastor. Pero en esta reflexión quiero referirme especialmente a la oración de los laicos, que son la mayoría del Pueblo de Dios. Su oración no puede ser igual a la de los monjes o a la de los sacerdotes. Quiero que reflexionemos sobre un texto de San Francisco de Sales en su gran libro «Introducción a la vida devota» que, aunque fue escrito a principios del siglo XVII, tiene mucha actualidad: «La devoción se ha de practicar de un modo acomodado a las fuerzas, negocios y ocupaciones particulares de cada uno.

Dime, si sería lógico que los obispos quisiéramos vivir entregados a la soledad, al modo de los monjes; que los casados no se preocuparan de aumentar su peculio más que los religiosos capuchinos; que un obrero se pasara el día en la Iglesia, como un religioso; o que un religioso, por el contrario, estuviera continuamente absorbido, a la manera de un obispo, por todas las circunstancias que atañen a las necesidades del prójimo. Una tal devoción ¿no sería algo ridículo, desordenado e inadmisible? Y, con todo, esta equivocación absurda es de lo más frecuente… La devoción –la oración- mientras sea auténtica nada destruye, sino que todo lo perfecciona y completa». La verdadera oración no complica, sino que nos permite hacer bien las ocupaciones propias de nuestra vocación y misión.

Esto puede ayudarnos a reflexionar sobre la necesidad de oración que tienen los laicos que por su propia vocación están ligados a tantas situaciones que muchas veces parecen contraponerse a las cosas de Dios. Es erróneo pensar que la espiritualidad y la oración están ligadas solamente a los momentos en que estamos en el templo. Si creemos esto, corremos el riesgo de estar generando una ruptura entre la fe y la vida cotidiana.

Quizás tengamos que aprender a orar las situaciones -como lo hace tanta gente con sencillez y espontaneidad- con una jaculatoria, o bien tocando una imagen, invocando a nuestro Padre Dios, como en el «Padre Nuestro», o bien elevando una petición, como los pobres que piden, porque se saben necesitados.

Es necesario que los laicos tengan algún rato de oración personal o de adoración eucarística, retiro espiritual o participación en los momentos comunitarios y litúrgicos, pero es también indispensable que oren desde las situaciones que les toca vivir a diario, que sean de algún modo, «contemplativos en la acción». Siempre nos encontramos con alegrías, tristezas, desengaños, sufrimientos propios y ajenos. Todo esto podemos elevarlo a Dios como agradecimiento, alabanza o petición. Por eso en el Evangelio de este domingo, el Señor nos propone la parábola del «amigo insistente», en el contexto del tema de la oración. Nos promete que a quien pide con insistencia «le dará todo lo necesario». (Lc 11,8)

Es cierto que no es fácil reflexionar sobre la oración en un tiempo en que se olvida a Dios. Quizás por eso mismo tenemos que recordar que el hombre o la mujer que oran, no solo alimentan su vida espiritual, sino que sobre todo, se humanizan.

Un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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En Él todo tiene sentido

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 13° domingo durante el año [26 de junio de 2022]

El texto del Evangelio (Lc 9, 51-62), nos presenta a Jesús que va camino a Jerusalén para celebrar su Pascua y las exigencias para aquellos que quieran seguirlo y ser discípulos suyos. Es habitual la tentación de pensar en un cristianismo sin Cristo, y sin cruz pascual. Esto en general está causado por la incomprensión de nuestra condición de discípulos de Jesucristo. Todos los bautizados estamos llamados a ser discípulos. El sacramento del bautismo, forma parte de una práctica habitual de los cristianos, es un acontecimiento incorporado en nuestra religiosidad. Pero también es cierto, que no hemos asumido suficientemente este camino de discipulado y de una formación -que es indispensable- para vivir con un compromiso de fe nuestra vida cristiana.

Este discipulado del cristianismo no se refiere en primer lugar al seguimiento de una doctrina. No es una teología-teoría del mundo o una teoría desde los pobres. Su ángulo, para mirar la realidad no es un conjunto de normas morales. Tampoco ser cristiano es la realización de algunas prácticas de piedad o el cumplimiento de algunos rituales. El discipulado implica el seguimiento o adhesión a la persona de Jesucristo. En esto, el cristianismo se distancia de las otras religiones. La vinculación a la persona de Jesús no es por un tiempo o bajo un aspecto determinado. El discípulo que sigue a Jesús se encuentra con la necesidad de asumir sus enseñanzas. Desde Él, nosotros nos comprometemos con la doctrina que Él nos revela, hacemos una opción preferencial por los pobres y marginados, y solo desde Él tienen sentido nuestras prácticas de piedad.

Estas enseñanzas son liberadoras y nos regalan la Vida. Pero también hay que decir que son exigentes e implican un seguimiento que tiene que ver con la cruz. Por eso en el texto de hoy Jesús, ante alguien que expresa su deseo de seguirlo: «Te seguiré adonde vayas!» (Lc 9,57), le advierte que Él, que es «el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58). Y más adelante dice: «el que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios» (Lc 9,62).

Quizás nos venga bien preguntarnos: ¿podemos vivir este discipulado de Jesucristo, en medio de un mundo tan complejo y donde las ofertas parecen ser tan diferentes a la propuesta cristiana? Desde ya que debemos reconocer que es difícil. Uno de los principales males viene por el lado del secularismo, la indiferencia y el individualismo religioso. Pero también, lamentablemente, hay propuestas religiosas que son consumistas y entusiasman temporalmente a algunos y después los dejan peor que antes. Aunque es difícil, sabemos que es posible vivir nuestra condición de cristianos porque Dios nos ayuda con su gracia. Seguramente, en donde podemos encontrar las mejores respuestas es en el testimonio de tantos mártires y santos del pasado y de nuestro tiempo. La carta del apóstol san Pablo que leemos este domingo nos dice: «Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios» (Gal 5,16). La humildad y el sabernos necesitados, nos abre las puertas a Dios y nos permite construir sobre roca. Por el contrario, la autosuficiencia nos hace perder la condición de discípulos y nos hace inconsistentes y perecederos.

La semana pasada hemos vivido con gozo la celebración del «Corpus Christi» en el Anfiteatro «Manuel Antonio Ramírez». Desde allí, y en sintonía con las celebraciones de toda la diócesis, hemos pedido al Señor presente en la Eucaristía por nuestras necesidades. Con la presencia de muchos sacerdotes y diáconos, junto a miles de fieles imploramos a Dios pidiendo especialmente por los niños y jóvenes y por todos aquellos que sufren por diversas causas.

Queremos seguir renovando nuestro compromiso cristiano de ser Discípulos y Misioneros, una Iglesia en salida y más Samaritana. No queremos tener un mero entusiasmo pasajero, sino que adquirimos la certeza que nuestra esperanza es pascual. La vida del cristiano, para que sea pascual y redentora, requiere de la cruz y de martirios que, sin buscarlos, nos purifican en el camino personal y eclesial. Podemos decir que siempre hay una dimensión martirial en el discipulado cristiano, que nos lleva a poder vivir con gozo, con mucho gozo, la experiencia del Cristo resucitado, y nuestra condición de hijos e hijas de Dios.

Un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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Pan para compartir

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo [19 de junio de 2022]

Este domingo celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, el «Corpus Christi». Después de la dura experiencia de la pandemia que nos impidió celebrar con el fervor del encuentro comunitario y la tradicional procesión, este año queremos darle una especial significación y relevancia a la Eucaristía como centro de la vida cristiana. En todas las comunidades de nuestra Diócesis celebramos esta liturgia del Corpus, adorando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, el Señor.

En la zona de Posadas y Garupá, hemos suspendido todas las misas del sábado por la tarde, para celebrar la misa juntos a las 16 horas en el Anfiteatro «Manuel Antonio Ramírez» de Posadas y posteriormente el recorrido por las calles de nuestra ciudad, hasta llegar a la Catedral. En cada parroquia de los distintos pueblos y ciudades de la Diócesis se significará de una manera especial este acontecimiento. Es importante recordar cómo San Roque González y los misioneros de las reducciones guaraníes celebraban el Corpus en nuestra tierra. Particularmente tenemos en la memoria agradecida la fundación de la Reducción de Corpus hace 400 años. En 1622, los padres Pedro Romero y Diego de Boroa fundaron este pueblo primeramente en la banda occidental del río Paraná. Los indígenas tenían una gran devoción al Cuerpo y a la Sangre del Señor. Mientras se realizaba la procesión, las comunidades indígenas traían sus instrumentos de trabajo, plantas, ramas y animales para que fueran bendecidos con el Corpus Christi.

El texto de este domingo (Lc 9,11b-17), nos relata la multiplicación de los panes, y nos permite profundizar en este misterio central de la fe de los católicos, que es el sacramento de la Eucaristía. La Misa, es donde recibimos el Pan de la Palabra y el Pan del Cuerpo y la Sangre del Señor. Por eso en la lectura que leemos este fin de semana, el Apóstol San Pablo, nos dice: «Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.» (1 Cor 11,23-26).

La Eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. «Del don de amor de Cristo proviene, por tanto, nuestra responsabilidad especial de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa y fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace cada vez más dependientes unos de otros, el cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, es decir, sin el amor verdadero, ya que se dejaría espacio a la confusión, al individualismo, a los atropellos de todos contra todos. El Evangelio desde siempre mira a la unidad de la familia humana, una unidad que no se impone desde fuera, ni por intereses ideológicos o económicos, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros, porque nos reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del cuerpo de Cristo, porque hemos aprendido y aprendemos constantemente del Sacramento del altar que el gesto de compartir, el amor, es el camino de la verdadera justicia». (cf. Benedicto XVI, Homilía 2011)

La caridad es el fundamento del amor solidario tan necesario como aspecto de la espiritualidad de todo cristiano, y que nos lleva a privilegiar a los más pobres en el corazón de los cristianos que van madurando su fe. Necesariamente nos cuestiona el pedido que Jesús le hace a los Apóstoles, en el texto del Evangelio de este domingo: «Denles ustedes de comer».

En este Corpus celebramos el don de este alimento que da Vida. Y queremos rezar especialmente para que, como argentinos, valoremos siempre este don inestimable de la Vida que Dios nos da. ¡Cristo vive! y viene a darnos la Vida verdadera. Es necesario que defendamos toda vida, no sólo con eslóganes simpáticos, sino, sobre todo, con una caridad operante. Esto implica nuestra responsabilidad cristiana que, desde la caridad, nos impulsa a ocuparnos de aquellos que padecen distintos tipos de exclusión, queriendo que replique en nuestro corazón el mandato del Señor: «que amemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos». Por eso, queremos tener presente especialmente en esta celebración a los niños por nacer, a los más pobres y sufrientes, a los que padecen el flagelo de las drogas y a todos los que experimentan formas de violencia y marginación. Queremos poner en el corazón de Jesús también a los niños desnutridos, a los adolescentes y jóvenes con adicciones que son víctimas de estructuras de corrupción.

En la celebración del Corpus, en la Eucaristía celebrada, comprendemos con hondura que el Amor donado, es aquello que nos plenifica, humaniza, y presenta la verdadera felicidad.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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Martinez: “Hay problemas de fondo que requieren buscar soluciones un poco más juntos”

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Como todos, la celebración católica también padeció los efectos de la pandemia. Por eso la expectativa es alta esta Semana Santa, con una presencialidad plena que se traducirá nuevamente en celebraciones masivas en Cerro Monje o las Misiones Jesuíticas de San Ignacio. El obispo de Posadas, Juan Rubén Martínez es uno de los que celebra la vuelta a la presencialidad. “Hemos tenido tantos cuidados durante estos dos años y volver a la presencialidad a la gente le hace mucho bien, hay un gran deseo de esto y después de Semana Santa se vienen celebraciones muy importantes, como Fátima, Santa Rita, que son acontecimientos de mucha presencia de nuestra gente”, explica.

“En nuestro pueblo, sobre todo nuestra Misiones, en Argentina, hay una experiencia de fe muy profunda y muy linda de la gente. Hay una piedad popular muy fuerte, que definimos como el catolicismo popular, que se expresa de muchas maneras. Obviamente que estamos en contextos que a veces son complejos, nuestro tiempo no es fácil, salir de la pandemia, muchas consecuencias que esto trajo y esperemos que salgamos de esto realmente y podamos recuperarnos bien. Pero hay otras cosas en las cuales tenemos preocupaciones serias, como es el tema de la guerra entre Rusia y Ucrania: Vamos a hacer una petición especial porque no es novedoso el tema de la guerra. Hubo guerras muy duras que hemos tenido y esta es terrible. A nosotros nos duele porque acá hay mucha gente que son descendientes de los inmigrantes, sobre todo de ucranianos, algunos rusos también y siempre es dolorosa una guerra. Nos degrada humanamente, la guerra siempre nos degrada”.

Hablar de una guerra cuando todavía no salimos de una pandemia…

Tener que hablar de una guerra era lo menos pensado, era el escenario menos pensado, pero de todas maneras, estamos comprometidos para que esto, ojalá, que termine pronto y después también pondremos las propias preocupaciones y las esperanzas que tenemos, esa es la realidad.

También destacamos esto de la presencialidad y el poder trabajar, por ejemplo, con la catequesis. Hay 400 capillas en la diócesis de Posadas, son miles de catequistas y que todo esto esté activo con presencialidad, a nosotros nos resulta maravilloso. 

¿Qué le dice la gente en estos días?

Tiene muchas expectativas y hay mucha alegría alrededor de la vuelta a la presencialidad. Lo notamos en cada celebración que hacemos ahora con la gente y la participación es masiva. Lo vimos, fue impresionante acá en Posadas, el día de San José que la plaza estaba repleta, había 800 sillas y estaba toda la plaza, así que supongo que había más de 1.500 personas. La gente goza con la presencialidad y ojalá que seamos sensatos para aprovechar la presencialidad, para hacer las cosas bien.

Hay que cuidarnos entre todos… Nos dimos cuenta de que somos finitos…

Si, nos dimos cuenta de lo finito que somos, que somos limitados. La pandemia nos ha hecho percibir la necesidad, que todos somos necesitados, queremos que esta sea una consecuencia positiva de un momento tan doloroso como fue la pandemia. Ojalá que en nuestra realidad podamos salir de las grietas, podamos salir pensando en que hay problemas más de fondo, que requieren buscar soluciones y que nos tiene que encontrar, por lo menos en los temas más serios, un poco más juntos

Hay problemas que son complejos, que estaban, que se profundizaron con la pandemia y que la verdad que requerirían que nos juntemos para ver esos temas de fondo…

Escuchando al presidente de Chile, Gabriel Boric, me gustó, porque él es de una postura totalmente distinta a los anteriores y sin embargo, sin dudar, decía: “Este tema es un tema de Estado, que lo venimos tratando, que lo trató, que lo está tratando el presidente anterior y seguiremos tratándolo, porque son políticas de Estado”. Qué poco acostumbrados estamos nosotros a esto, a la sucesión de ideas, porque el otro habrá sido más de derecha, éste más socialista, pero tienen este una mirada de que los temas fundamentales hay que trabajarlos juntos y en Argentina nos falta un poquito ser más maduros en esto.

¿Están convocando a la Iglesia para dialogar?

Hay problemas de pobreza y hoy se ha profundizado. Seguro la pandemia no ayudó., Que bueno sería que pueda haber una mesa donde se sienten los unos y los otros a pensar. Estas son las cosas que pedimos, con esperanza. La Iglesia es escuchada relativamente, en estos pedidos. En algunos aspectos sí, en otros en otros no, faltan mesas de encuentro. Hemos estado en momentos muy duros, como fue el 2001, en ese diálogo social, en esas mesas de diálogo que eran claves. Ahí fue como que a pedido a la Iglesia, la Iglesia tuvo una presencia relevante en ese encuentro para poder salir de ese pozo en el que habíamos estado y en este momento no hay demasiadas mesas, esa es la realidad.

Son situaciones muy complejas y creo que llega la hora en que tendremos que pensar, porque si no, cada vez vamos a estar más en el fondo y más dañados. 

¿Cómo estarán las celebraciones en Semana Santa?

Estos días están a full en las comunidades, en cada capilla, porque  hay celebraciones, confesiones. Hay muchas actividades. 

La misa de este jueves en San Ignacio, desde las 19 es muy significativa, es la misa en la que Jesús instituyó en la Última Cena, la Eucaristía, el sacerdocio y la misa de la Caridad, está el lavatorio de los pies, previo a lo que es el, ahí se celebra, sacramentalmente con el pan y el vino, lo que se vive el Viernes Santo. Será emblemática porque lo hacemos en la plaza de San Ignacio, de la reducción, transmitido por la televisión pública y Canal 12. Con presencialidad y la peculiaridad de que celebramos la Cena del Señor ahí, pero con la música armada por los músicos populares misioneros, letras que compusieron ellos para esa noche, eso es muy lindo. Será abierto al público, en dos años que lo hemos mantenido sin presencialidad, pero ahora, con la participación de la gente. En esto tuvo mucho que ver como como músico, el actual ministro Joselo Shuap. Ahora va a estar la misa y va a haber un festival posterior. Es un servicio también para los cristianos que están como turistas, que quieran participar.

El viernes, a la mañana, se hacen los Via Crucis en Loreto, que es acompañarlo a Jesús en su pasión y en Loreto, hacemos a las 8:30 y también en un lugar emblemático, que ya los jesuitas lo realizan, la hemos recuperado y son 15 cuadras que está todo eso en medio de la selva, muy lindo. Esto lo recuperamos después de estos dos años y es toda la representación de la Pasión, con los jóvenes que lo van a hacer de la parroquia de Luján, en Loreto. Muy lindo, muy emocionante y muy movilizador también verdad. A las 13 nos vamos a la Cruz de Santa Ana, hay una capilla ahí que es muy linda también, una capilla que está subiendo hasta la cruz, y ahí haremos la adoración a la cruz. 

Después, la vigilia Pascual, la voy a celebrar en la Catedral el sábado a la tarde.

¿Cuál es el mensaje en estos días?

Siempre en estas fiestas y celebraciones  tengo una un recuerdo especial para todos, pero especialmente para los que están más necesitados. Hay situaciones de mucha gente que está mal, de gente que está en situaciones de salud, que no pueden participar. Los medios prestan un servicio muy grande para enfermos, para tanta gente y tener el corazón también la marginalidad, de tanta gente que vive en condiciones muy complejas de necesidad, que están presos, en esta Pascua, los tenemos en el corazón. Gente que tiene problemas de soledad, porque los nuevos problemas urbanos son bien distintos. Es una celebración para la esperanza, porque también tenemos nosotros que cambiar cosas seguramente. Cada uno sabe por dónde aprieta el zapato y  que tenemos que tener la esperanza de poder mejorar. Esto es la Pascua, nada más y nada menos que Dios hecho hombre y se hizo uno de nosotros, sufre y celebramos esto, muere, pero resucita. La vida triunfa sobre la muerte y esto tenemos que saberlo, los que tienen algún sufrimiento, con más razón.

El obispo Juan Rubén Martínez con parte del equipo de Economis y Open1017.
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