preso

Bolsonaro: 27 años y tres meses

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Rafael Mafei, especial para Piauí. Cármen Lúcia comenzó su voto en un ambiente de cierta aprensión. No porque hubiera dudas de que condenaría a Jair Bolsonaro y a los demás acusados de la conspiración golpista, como de hecho hizo, ya que esto era más que esperado. Sino por la expectativa de que ella usaría parte de su tiempo para reaccionar específicamente al voto de Luiz Fux. El día anterior, él emitió un voto que sorprendió incluso al más optimista de los abogados de los acusados. Aceptó tesis que ni siquiera las propias defensas habían presentado.

En medio de uno u otro punto relevante en las preliminares procesales, cuya futura discusión no debe ser ignorada solo porque fueron presentados en el paquete de disparates de un voto que causó perplejidad en el mundo jurídico, Fux pasó casi catorce horas desfilando contradicciones que espantaron incluso a los peores críticos que nunca esperaron de él cohesión o coherencia. Contradicciones con su pasado de sabido desprecio por las tesis defensivas propias del verdadero garantismo, que beneficiarían a acusados de hurtos insignificantes y a mujeres pobres encarceladas, cuyos hábeas corpus él sistemáticamente niega. Contradicciones con su paso por la presidencia del Supremo, cuando, el 8 de septiembre de 2021, firmó una nota llamando “antidemocráticas, ilícitas e intolerables” a las mismas declaraciones que ayer minimizó como “declaraciones desafortunadas” y “discursos inflamados e irreflexivos”. Contradicciones con sus votos en los casos del 8 de enero, especialmente en cuanto a los delitos de organización criminal armada, daño cualificado y deterioro de patrimonio catalogado. Contradicciones con la regla ética por la cual los jueces deben guiarse, absteniéndose de comentarios sin valor jurídico y políticamente explosivos, como la absurda alusión que hizo a Adélio Bispo y a la puñalada de 2018. Contradicciones, en fin, con la lógica básica de la experiencia y de la vida, que guía al juez de buena fe en el análisis de las pruebas, y jamás admitiría la condena de Mauro Cid por ejecutar un golpe a favor de Jair Bolsonaro, pero absolver a Jair Bolsonaro por falta de pruebas en relación con el mismo golpe que se considera probado para Mauro Cid.

Fue una verdadera “revelación” de Fux. Bolsonaro ya había dicho que tenía el 20% del Supremo, en referencia a Kássio Nunes Marques y André Mendonça. Al adoptar ideas que solo se ven en los grupos de WhatsApp del bolsonarismo más radical – como la afirmación de que el verdadero crimen contra la democracia fue el “Mensalão” –, Jair puede actualizar su contabilidad. La postura de Fux en la sesión de este jueves (11), manteniéndose en silencio, cabizbajo y con los ojos fijos en el celular mientras los demás ministros interactuaban libremente, incluso lanzándole indirectas nada sutiles, explicita su posición como un outsider entre sus pares.


El voto de Cármen Lúcia fue claro, rápido y objetivo. Disipando la aprensión del inicio de la sesión, no polemizó con Fux. Comenzó por la discusión de la acusación de organización criminal, una reacción directa, aunque no nominal, al voto del día anterior. Al afirmar su comprensión de que el delito estaba caracterizado, Cármen Lúcia ya explicitó que consideraba a Jair Bolsonaro el líder de la organización, sellando la mayoría necesaria para condenar al ex presidente por ese delito. Inmediatamente después, concluyó rápidamente su voto para acompañar a Moraes y Dino en su totalidad, condenando a todos los acusados por todas las imputaciones, aunque señalando alguna posible divergencia con el ponente en la dosimetría de las penas.

Cristiano Zanin habló por último y también despejó algunas cautelas que existían sobre sus posturas. La primera se refería a la alegación de indefensión, por el llamado document dump – el agobio de las defensas con cantidades excesivas de documentos, para ser analizados en un plazo corto. Se sospechaba que Zanin, quien como abogado fue un célebre crítico de tácticas de lawfare y defensor de las prerrogativas de la abogacía, pudiera ser sensible a ella. Pero él rechazó el argumento, como también rechazó las demás preliminares, incluida la relativa a la nulidad de la delación de Mauro Cid, por la cual algunas defensas, especialmente la de Braga Netto, lucharon mucho.


Ya pasaban de las seis de la tarde cuando la palabra volvió al ponente, que inició la dosimetría de las penas. Moraes recordó la forma de cálculo de las penas, que según el Código Penal se realiza en tres fases, y también recuperó la jurisprudencia de la Primera Sala en la dosimetría de los casos del 8 de enero, sugiriendo que las penas de los acusados del núcleo crucial, incluso las menores, tendrían que quedar por encima del umbral de los ya condenados. Posiblemente su objetivo también era estimular al ministro Fux a mantener en el juicio de hoy los mismos estándares que ya había aplicado en cientos de esos casos. Hizo poca diferencia, ya que Fux, aunque pudo hacerlo, optó por no votar las penas de los acusados que absolvió – prácticamente todos.

En la fase del cálculo de las penas, quien respiró aliviado fue Mauro Cid. Sin dejar de señalar omisiones del colaborador, Moraes reconoció la efectividad de su cooperación y le concedió todos los beneficios que había acordado con la Policía Federal. Cid salió con una pena de dos años de reclusión, en régimen abierto. En el extremo opuesto quedó Bolsonaro, el líder de la organización criminal: 27 años y tres meses. Un poco por debajo quedó Braga Netto, con 26 años. Anderson Torres y Almir Garnier tuvieron la pena fijada en un nivel ligeramente inferior, en 24 años. Las penas menores, pero aún así altas, quedaron para Augusto Heleno, Paulo Sérgio Nogueira y Alexandre Ramagem: respectivamente, 21 años, 19 años y 16 años, 1 mes y 15 días de prisión con pérdida del mandato parlamentario. Ramagem y Torres perderán sus cargos de delegados de la Policía Federal. Todos fueron declarados inelegibles por un período de ocho años.

Los acusados deben comenzar a cumplir sus penas en régimen cerrado. La cuestión del lugar de reclusión de Bolsonaro debe ser un debate aparte. El tribunal tendrá que decidir el peso que deben tener tanto su condición de militar retirado, aunque el Ejército ya ha dicho que no desea recibirlo como huésped carcelario, como su condición de ex presidente de la República, que no le confiere en sí mismo derecho a un trato diferenciado, pero lo convierte en una persona cuya seguridad merece especial atención, como ocurrió con Lula. Por isonomía, es posible que su celda sea un ambiente análogo a la sala de la Policía Federal donde Lula estuvo detenido. La condición de salud de Bolsonaro también es un hecho que debe ser considerado: es seguro que el ex presidente buscará la llamada prisión domiciliaria humanitaria, que no debe ser concedida antes de que un perito médico lo evalúe, y los responsables del establecimiento donde esté encerrado respondan si hay, o no, condiciones para que reciba un seguimiento médico adecuado allí mismo.

Antes de hablar del cumplimiento de las penas, hay que esperar la firmeza de la sentencia, porque – a diferencia de lo que defendía el ministro Luiz Fux cuando este debate se libró en el STF y le interesaba directamente a Lula – el inicio del cumplimiento de una pena criminal presupone que la sentencia condenatoria sea firme, agotándose todos los recursos aplicables. Además de los embargos de declaración, un recurso que rara vez cambia el resultado de lo que se decidió. Por lo tanto, las defensas deben buscar llevar el caso al plenario del STF a través de los llamados embargos infringentes. Para que sean exitosos, el Supremo tendrá que cambiar el entendimiento que viene adoptando desde 2018, cuando (a mi parecer erróneamente) pasó a exigir dos votos absolutorios, y no solo una divergencia cualquiera, para la recepción de este recurso. La procedencia de los embargos debe ser la principal cuestión jurídica que anime el resto del juicio.


A medida que se cierran las cortinas de su juicio en el Supremo, Jair Bolsonaro y los demás acusados deben volcar sus esperanzas y esfuerzos hacia las instancias políticas. Se espera, en primer lugar, que sus partidarios desaten de inmediato una guerra visceral contra el Supremo. Si en los últimos tiempos este combate está siendo protagonizado por los bolsonaristas que están bajo la guarda y protección de Donald Trump, como Paulo Figueiredo y Eduardo Bolsonaro, no causará sorpresa si aquellos que desde hace un tiempo han observado una relativa y estratégica discreción ahora vuelven a la carga con todo contra el tribunal. Idealmente, en los casos en que los miembros de la falange sean también parlamentarios, sus propias casas legislativas deberían encuadrarlos, pero no hay ninguna esperanza de que eso ocurra: si ni siquiera Eduardo Bolsonaro es molestado por las instancias disciplinarias de la Cámara, nadie más lo será. Con esto, seguiremos en el diapasón de siempre: los mismos partidos que hablan de pacificación a través de la amnistía crean todos los estímulos para que los diputados y senadores más radicales minen cualquier paz posible con sus ataques al tribunal.

La segunda consecuencia esperada es que el bolsonarismo debe jugar todas sus fichas en las elecciones para el Senado y, claro, para la Presidencia de la República. Si hacen un cálculo racional, Jair y sus hijos, especialmente Eduardo, deben dejar de producir confusión en torno a la definición del candidato del campo bolsonarista, pues el futuro del padre fuera de la prisión dependerá en gran medida del éxito de esa candidatura. El Senado, que será renovado en dos tercios en 2026, es la casa donde comienzan y terminan los procesos de impeachment de ministros del STF, lo que debe convertirse en una obsesión bolsonarista tan grande como lo es hoy la amnistía. Ya sea para la presidencia, o para el Senado, “acabar con la dictadura de la toga” será el lema de campaña más adoptado en todo Brasil.

Aún quedan las incógnitas que se avecinan para el futuro de la política en general. El próximo presidente de la República tendrá la oportunidad de nombrar al menos a tres ministros para el Supremo. Si es un bolsonarista, los tres ministros que hoy Bolsonaro puede considerar como “suyos” llegarán a cinco – pues uno de ellos, Fux, se irá por jubilación obligatoria. En este escenario, lógicamente, cualquier iniciativa para deshacer las condenas que hoy fueron encaminadas pasaría a tener más posibilidades de prosperar. Aún más si las amenazas al Supremo provenientes de un Senado más bolsonarizado son suficientemente concretas. La conclusión de las acciones penales contra el golpe es histórica y debe ser celebrada, pero aún queda camino por recorrer hasta el final de la maratón por la defensa de la democracia.

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El club de los presodentes

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Un fenómeno poco común viene asolando desde hace algunos años a América Latina, aunque con mayor intensidad en Sudamérica: la reiterada resolución judicial de encarcelar o al menos procesar a distintos expresidentes. Todos ellos ya fuera del poder, pero en una dinámica que refleja con nitidez las complejidades que atraviesa la política regional. ¿Se trata de una lucha legítima contra la corrupción o de una utilización política del sistema judicial?

El disparador más reciente de este análisis es la medida cautelar dictada contra Jair Bolsonaro. El expresidente de Brasil está imputado como presunto instigador de un intento de golpe de Estado contra la gestión recién asumida de Luiz Inácio Lula da Silva, a través del asalto a las sedes de los tres poderes en el Planalto. La justicia ordenó colocarle una tobillera electrónica y le prohibió el uso de redes sociales.

Irónicamente, su contraparte política es el actual mandatario brasileño: Lula da Silva. Su historia judicial representa un caso de redención institucional. Condenado en 2017 por corrupción en el marco del caso Lava Jato, cumplió casi 600 días de prisión hasta que el Supremo Tribunal Federal anuló las sentencias en 2021, debido a irregularidades procesales. Libre y rehabilitado, Lula regresó al poder en 2023 para disputar la presidencia justamente contra Bolsonaro.

En Argentina, el caso más emblemático es el de Cristina Fernández de Kirchner. Expresidenta y exvicepresidenta, fue condenada a seis años de prisión por administración fraudulenta en la causa Vialidad, vinculada a la obra pública en Santa Cruz. La sentencia incluyó inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, lo que muchos consideran una forma de proscripción, más allá de la validez de los cargos que se le imputan. Si bien la causa presenta inconsistencias, sectores conservadores, macristas y libertarios celebraron el fallo. No obstante, Cristina mantiene su peso político y simbólico, desde el balcón o desde la palabra.

Otros líderes sudamericanos también enfrentaron procesos judiciales o terminaron tras las rejas: Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Pedro Castillo en Perú.

Morales fue acusado de fraude electoral y enfrenta causas por estupro y trata de personas. Esta situación derivó en su inhabilitación como candidato y en un fuerte rechazo por parte de sus seguidores, con manifestaciones y focos de insurrección en varias regiones del país.

En Ecuador, Rafael Correa también fue condenado por corrupción, acusado de liderar una red en el caso “Sobornos”. Desde su exilio en Europa, sigue proclamando su inocencia.

El caso de Pedro Castillo en Perú es paradigmático por la propia dinámica institucional de su país. Fue acusado de intentar un autogolpe de Estado tras anunciar el cierre del Congreso. La historia reciente de Perú muestra una secuencia de expresidentes con serios problemas judiciales. Alejandro Toledo fue detenido con prisión preventiva por el caso Odebrecht y luego extraditado a Estados Unidos. Por su parte, Alberto Fujimori, condenado por delitos de lesa humanidad, fue liberado en 2023, a pesar de la gravedad de las causas que pesan sobre él.

Perú se presenta, sin exagerar, como un laboratorio donde lo judicial y lo político se mezclan en una danza de intereses en torno al poder. Salvo en el caso del fujimorismo -construcción autoritaria y centralizada-, lo institucional aparece como un elemento secundario en la balanza de decisiones políticas peruanas.

Todos expresidentes, todos líderes que ocuparon el máximo cargo de sus países y que terminaron debilitados ante un sistema que los excede. A veces, los nombres no alcanzan para el establishment.

El fenómeno judicial

Hay un patrón que se repite: la mayoría de estos líderes enfrentan causas por corrupción. Esta palabra parece ser la que más indignación despierta en el pueblo latinoamericano, al punto de provocar un rechazo generalizado hacia la clase política. Pero, ¿por qué la corrupción es siempre el eje acusatorio? Quizás porque es un concepto maleable. Los relatos públicos moldean los hechos para encuadrarlos como casos indignantes… o no. Un ejemplo: el escándalo por el caso Libra en la gestión presidencial actual en Argentina no genera el mismo revuelo mediático que las causas de CFK, aunque ambas involucran cuestiones graves.

La acusación de corrupción funciona como un puñal simbólico en la espalda del votante. La sensación de traición es crucial para que sectores moderados, medios de comunicación y figuras del “centro político” puedan reconfigurar sus apoyos de cara a la próxima elección, manteniendo así la maquinaria electoral activa.

Más allá de delitos más severos como sedición, intento de golpe de Estado o violaciones a los derechos humanos, la corrupción opera como un método de disciplinamiento político. El caso Lula–Bolsonaro expone con claridad ese juego de espejos: persecución, redención, revancha. Un péndulo que balancea sentencias y candidaturas.

El término lawfare -la judicialización con fines políticos- ha cobrado fuerza como explicación de estos procesos. Pero más allá de su validez conceptual, lo más interesante es el papel de los medios de comunicación en la construcción de estos relatos. Las narrativas moldean la percepción pública, y la indignación selectiva cumple una función central en ese dispositivo.

Todo este fenómeno excede los casos individuales. Se trata de una lógica instalada en Sudamérica: la lucha política trasladada al ámbito judicial. Un vicio de la región, donde las causas penales terminan siendo, muchas veces, la prolongación del conflicto político por otros medios.

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Lula podría quedar en libertad de forma inminente

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Un juez de la Corte Suprema brasileña ordenó la liberación de los presos con recursos pendientes después de haber sido condenados en segunda instancia, una decisión que podría suponer la libertad inminente del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien purga desde abril una pena de 12 años por corrupción.
La medida, inesperada, tiene efecto inmediato pero debe ser solicitada por los abogados de los detenidos, precisó el juez Marco Aurélio Mello, del Supremo Tribunal Federal (STF).
La decisión puede ser refrendada o rechazada por el plenario del STF, que volverá a reunirse a principios del año que viene tras el receso navideño.
“Acabamos de solicitar la orden de liberación de Lula”, escribió en su cuenta de twitter la senadora Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), fundado por el exmandatario.
La decisión se produce en vísperas de la asunción del presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro, el próximo 1º de enero.
El excapitán del Ejército basó gran parte de su campaña en la denuncia de Lula y del PT.
Hasta la invalidación de su candidatura a inicios de septiembre, el expresidente de izquierda (2003-2010) era el favorito en las encuestas de opinión.
Preso desde el 7 de abril, Lula cumple en la sede de la Policía Federal de Curitiba una condena de 12 años y un mes por corrupción pasiva y lavado de dinero, acusado de haber recibido un apartamento en el litoral de Sao Paulo a cambio de favorecer constructoras en contratos con la estatal Petrobras.
Lula, de 73 años, fue condenado en segunda instancia en enero, pero tiene varios recursos pendientes. Enfrenta además otros procesos.
La medida podría beneficiar también a muchos condenados por el megaescándalo Lava Jato, que estalló en 2014 y puso al descubierto una gigantesca red de pago de sobornos por parte de empresas privadas a políticos y autoridades, a cambio de obtener licitaciones de obras públicas en Petrobras.
La Fiscal General, Raquel Dodge, afirmó en un comunicado que “el inicio del cumplimiento de la pena tras decisiones de cortes de segunda instancia es compatible” con la Constitución brasileña y contribuye al “fin de la impunidad” y a la “credibilidad de las instituciones”.
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Persecusiones a la carta

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San Martín, Rosas y Perón fueron forzados al exilio, y solo Perón pudo regresar. No fue casual pues fueron los tres grandes referentes del Pensamiento Nacional, y como tales fueron denigrados, perseguidos, con riesgos certeros de ser asesinados, y condenados al exilio forzoso, por el sector reaccionario que opera al servicio de intereses foráneos e identificados por el liberalismo, doctrina antinacional si las hay.
Liberalismo que es doctrina tan apátrida como el marxismo en sus distintas variantes, lo cual “casualmente” no lo saben muchos “progres” y los patrioteros de bandera, y no se enseña en los Institutos Militares ni en muchas Universidades Nacionales. De allí muchas de las gruesas confusiones de los patrioteros de bandera y otros apátridas, pero ese ya es otro tema…
De asesinados políticos hay una larguísima lista, de la cual pueden citarse Dorrego, El Chacho Peñaloza, los cientos federales hechos degollar por mandatos de Mitre y Sarmiento, los bombardeados en 1955, los fusilados de 1956, los desaparecidos y asesinados en el infame “proceso” por entorpecer negociados y ser “malos ejemplos” pese a no ser guerrilleros (como el sindicalista Oscar Smith y el cantautor Jorge Cafrune), las víctimas de la represión delarruista en 2001, y recientemente los reprimidos por orden de Macri – Bulrich, Maldonado y Nahuel.
Referente a la violencia ejercida contra los liberales, cabe citar a la temible Mazorca de Rosas, si bien cabe la honestidad histórica de reconocer que el accionar de La Mazorca fue la defensa ante las constantes agresiones que Don Juan Manuel recibió de los unitarios – rivadavianos, tanto desde adentro, como desde Montevideo y Santiago de Chile; unitarios que gustosamente y demostrando nulo patriotismo se aliaron a agresores franceses, británicos, lusitanos e incluso a la invasión de la efímera alianza boliviano-peruana en el NOA. Y como sea, los mazorqueros parecerían carmelitas descalzas comparados con la ferocidad de los coroneles de Mitre contra los caudillos federales y sus tropas.
Tampoco cabe omitir que Balbín, Frondizi y otros fueron presos en la primera década de Perón, claro que en el marco de la violenta insurrección de Menéndez en 1951, y los atentados terroristas de 1953 atribuidos a Roque Carranza y sus seguidores, el mismo que años después fuera ministro de Alfonsín.
Queda muy en claro que lo precedente expuesto ni nada, justifica al “indigenismo” (fogoneado y financiado por los anglos), ni la violencia guerrillera, la cual también fue al menos parcialmente equipada por Gran Bretaña, muy acorde a las recomendaciones de Harry S. Ferns, para destruir los avances logrados por Argentina. Pero tampoco se justifica la utilización de Nuestras Fuerzas Armadas como tropas de ocupación en el propio territorio, como ocurrió en el “proceso”, como requisito para imponer el neoliberalismo. Metodología de violencia a la cual apelaron los noventistas y a la que recurre ahora el régimen oligárquico macrista.
Presos políticos hubo en la historia, siendo una larga lista, y la metodología se repite, en causas con claras connotaciones de vengatividades, por haber tocado intereses de la oligarquía apátrida o de corporaciones transnacionales, acostumbradas al poder omnímodo y a las ganancias exorbitantes sin nadie que les haga frente.
Entre muchos otros casos, podemos mencionar que Yrigoyen, Baldrich (principal colaborador de Mosconi en YPF), Perón, Frondizi, M. E. Martínez de Perón, Julio Carlos González (Secretario Legal y Técnico de Perón y de su sucesora), fueron apresados como claras venganzas políticas, por haber sido indóciles a los poderes establecidos locales y sus amos extranjeros.
Con esos antecedentes históricos insoslayables, que muchos desconocen u olvidan, no puede sorprender que armen todo un circo mediático y que castiguen con la cárcel en forma poco o nada acorde procedimentalmente (según opinaron prestigiosos juristas), en base a fotocopias de un simple cuadernito, las que según trascendió tienen una redacción pulcra que no condice con el hablar algo tosco y elemental del chofer “arrepentido”, a la vez suboficial retirado del Ejército (y posiblemente apalabrado “convenientemente” por retirados proceseros, muy afines al neoliberalismo imperante, todos ellos); todo eso seria para reírse si no fuera por la saña feroz con la cual se ejecuten esas acciones, que son continuadoras de otras similares ya perpetradas antes, con esta especie de “justicia a la carta” puesta a obedecer lo “políticamente correcto” en algunos cuantos sectores de ese poder, precisamente en nada independiente en esos sectores cooptados por la politización de parte del Poder Judicial.
Y la persecución contra el exvicepresidente Boudou, es clara venganza por haber estatizado las muy corruptas AFJP, que ahora quieren reinstalar.
Por supuesto que no se trata de cubrir ningún tipo de ilícitos, pero tampoco se puede caer en el facilismo de presumir culpabilidades en base a pruebas muy endebles, o directamente truchas; o el criterio inocentón de aceptarse procedimientos no solo burdos, sino que tiran por la borda principios elementales, como la presunción de inocencia; fogoneando otros como el de “meter preso por si acaso” (dicho en castellano coloquial), lo cual encubre malamente una práctica pseudo sofisticada de tortura, habida cuenta que la privación de la libertad en es sí misma una tortura, además de las “condenas mediáticas” de los multimedios al servicio de los poderes neoliberales.
Mientras tanto, mostrando en forma ostensible la doble vara que se institucionaliza en partes del Sector Judicial, actúa la “justicia express” y la “justicia freezer” para exculpar o congelar sucesivas acusaciones, existiendo según trascendió pruebas concretas y no simples fotocopias, las que involucran al presidente y a su CEOcracia gobernante; siendo el listado de causas “dormidas” o sobreseídas, muy extenso. Entre otros, los Panamá Papers, el caso Odebrecht y sus vinculaciones con personajes del gobierno, la vergonzosa autocondonación de deuda por el Correo Argentino que quiso hacer Macri, el escándalo del dólar futuro con funcionarios actuales en los dos lados del mostrador, el ministro – empresario farmacéutico que presionó para pasar sobre leyes vigentes para favorecer a su empresa, las acusaciones contra Arribas con diversas “explicaciones” y sin tener en cuenta los antecedentes concretos recibidos de Brasil, los aumentos tarifarios para beneficiar a empresas “de amigos” del poder o del propio poder, la vista gorda ante la descomunal fuga de divisas y el endeudamiento feroz e irracional, recientemente los robos de identidades y dineros negros aportados a las campañas de “Cambiemos”, las dos muertes por desidia culposa en una escuela en el Gran Buenos Aires; y el listado sigue…sin que cierta parte del Poder Judicial se de por enterada…o así parecería.
Queda muy claro que quieren proscribir a Cristina F. K., y con ella a todo el peronismo opositor, al estilo del juez Moro contra Lula en Brasil.
Y a la vez es evidente que quieren tapar los desmanes inmanejables que son consecuencia del neoliberalismo “reinante”, buscando seguir confundiendo a la gente, mientras avanzan en la tarea infame de la destrucción nacional, con el neo Plan Morgenthau en evidente perpetración.
Claro que para entender de esto último, se requiere conocer Historia y Geopolítica, dos asignaturas desconocidas tanto para “progres” como para patrioteros de bandera, tal como sus erráticos y negativos accionares lo demuestran.
Todo esto tiene un claro trasfondo geopolítico, habida cuenta de la vergonzosa subordinación de la Argentina macrista, a los dictados de las potencias anglosajonas, las cuales para seguir manejando nuestro país necesitan evitar posibles gobiernos futuros “indóciles” y no subordinados.
Mi libro Tormentosa Argentina, disponible en el blog, describe diversos hechos terribles de violencia política acaecidos en nuestra Argentina. A él me remito, si alguien quisiera ampliaciones y datos documentales, de la parte histórica del tema acá expuesto.

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Brasileños intentaron ingresar a los tiros al Penal de Oberá para rescatar a un preso

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Tiros y tensión. Al menos tres hombres  armados intentaron ingresar al Penal II de Oberá en la noche de este lunes, con intenciones de liberar a un preso alojado en el lugar desde fines del año pasado. Se trataría de Vanderlei  Lópes, acusado de poner explosivos y robar más de 40 bancos en Brasil.
Encapuchados y con al menos una escopeta, los agresores intentaron reducir primero a un sereno en una obra cercana al penal para después ingresar al lugar. El ataque ocurrió cerca de las 20:30 y después, en la huida, los malvivientes secuestraron a un remisero, al que dejaron libre kilómetros más adelante.

El presunto organizador del asalto al Penal.
El presunto organizador del asalto al Penal.

Los asaltantes brasileños habrían intentado ingresar al módulo A del Penal, donde se aloja Vanderlei Lópes de 32 años detenido por el asalto al Banco de El Soberbio. Vanderlei es experto en explosivos.

Estas personas forcejearon con un sereno y efectuaron disparos al aire. En el césped se encontraron siete cartuchos calibre 38.
Vanderlei López fue detenido en una colonia de El Soberbio en donde además se secuestraron armas y vehículos.
Los investigadores del caso sospechan que además de Vanderlei, los asaltantes buscaban a Regis Da Silva Lopez, pero éste socio de correrías está alojado en Loreto. A este querían rescatarlo simultáneamente con el otro compañero de causa que está alojado en la U2 de Oberá.
 
 

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