La obsesión del Choripán

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Uno intenta hablar de otros temas que se avizoran más relevantes pero no podemos disimular que el Primer Mandatario, junto a funcionarios de primera línea del Gobierno, se haya referido a un tema cargado de simbolismos.

El mes de marzo (y parece que el mes de abril seguirá en la misma senda) nos ha demostrado que “la calle” será otro de los campos de combate donde se librarán las batallas de un todo polarizado. El año electoral y la delicada situación económica han dejado que la polarización muestre sus cartas en todos los conflictos nacionales.

Si la situación económica del país hubiera mejorado y los índices hubieran tenido un amor de primavera la polarización no hubiera existido jamás, sin embargo, la historia adora las sorpresas.

Las palabras del Presidente de la Nación haciendo alusión a la marcha de apoyo a la democracia y a su gobierno: “qué lindo…, que juntos vamos a generar las oportunidades de progreso de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos”, luego continúa “lo expresamos desde el corazón, espontáneamente, sin que haya habido colectivos ni choripán. Solamente decir: si, se puede. Y juntos”.

Ahora bien, no pretendo hacer aquí un análisis de los dichos del Presidente ni los cometarios precisos de cada funcionario nacional sobre el concepto del “choripán”. Me interesa que reflexionemos sobre el mensaje y la imagen representativa de la cultura del chori.

En la marcha de apoyo al Presidente no hubo choripán y se dejó bien en claro que eso no sucedió porque había un sentido de pertenencia que expresaba: “nosotros no somos iguales a ustedes”, “nosotros venimos porque tenemos ideales”. Entonces, la ecuación simple es que aquel que va a un acto-manifestación-reclamo-cacerolazo-marcha-apoyo movilizado por un chori (aún no conocí a nadie que se movilice particularmente por un choripán) no puede tener ideales. Las clases populares no quieren trabajar, los pobres son incapaces de tener sueños, tampoco pueden pensar mucho en el país.

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El chori termina siendo lo despreciable en una actitud separatista hacia el “otro”, nosotros somos esto y ellos son aquello. Ojo, no nos engañemos tan fácilmente, que la división de clases en la Argentina ha tenido etiquetas para todos lados. Sin ir más lejos, el gobierno nacional es acusado una y otra vez de pertenecer a un aglomerado de funcionarios ricos y chetos que no conocen el llano, la ausencia de los sectores populares.

Esto genera que ante cada acción social o política pública del gobierno se le encuentre un justificativo simbólico de pertenencia a un espacio dentro de la pirámide social. Casi siempre las etiquetas de clase configuran para el “otro” una configuración negativa acusándolo de no compartir espacios de pertenencia.

El próximo jueves 6 de abril habrá un paro nacional con grandes manifestaciones en las calles de todo el país; estaremos en condiciones de compartir o no el reclamo. Estaremos listos para analizar las estadísticas, el mensaje, las banderas, las mafias, la movilización.

La grieta argentina recae y pudre hasta los versos más increíbles de la literatura mundial, como el famoso monólogo de William Shakespeare en Hamlet, “ser o no ser, esa es la cuestión”, modificada por la grieta quedaría en un torpe “chori o no chori, esa es la cuestión”. Obvio, yo también caí en la grieta.

Considero que hay un rasgo optimista en todo esto, es un haz de luz observable por cualquier argento, en cuanto a que tanto “unos” como “otros” se dicen ser el pueblo, dicen representar al Gran Pueblo Argentino en su mayor pureza y transparencia.

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