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Ensimismados con las subas y bajas de la pizarra del dólar, el nuevo sainete de otro sindicalista (casualmente este no K) y mirando de lejos las extendidas vacaciones del presidente Mauricio Macri en un lujoso country en la peligrosa tierra mapuche, los argentinos comenzaron a vivir el 2018 con una sorprendente calma después de un diciembre caótico.
El Presidente, desde Chubut, donde repone energías, insistió en que hay que pasar el momento de contracción económica con “austeridad”, “para cumplir con cuidado y con equilibrio la tarea que “nos toca a cada uno de los que administramos  recursos como servidores públicos, justamente porque no queremos seguir tomando deuda y obligar a que nuestros hijos y nietos la tengan que pagar”.
Cada uno de nosotros tenemos que garantizarnos de vivir con los recursos que tenemos hoy. Todos deberíamos apostar a ahorrar para tener un camino más simple, más seguro y con más futuro para nuestros hijos”, argumentó.

Sus palabras, sin embargo, van a contramano de los actos oficiales. Apenas dos días después, se autorizó al ministerio de Finanzas a ampliar la deuda externa por 15 mil millones de dólares. Colocó deuda por nueve mil millones de dólares –a la tasa más baja de la historia- y hasta 30 años de plazo. En los próximos días, se emitirán bonos por otros mil millones de dólares. Después de Arabia Saudita, Argentina fue el mayor emisor soberano en 2017, con una recaudación de casi 17.000 millones de dólares. El “atractivo” fue tal que Argentina incluso colocó un bono a 100 años. Para varias generaciones de nietos.
Pero la deuda es hoy un problema moderado. Será otro cantar, claro, para las futuras generaciones. Para los hijos de los hijos. Todavía queda margen para ampliar la emisión y en comparación con el PBI, el ratio es bajo, gracias a la herencia recibida. De acuerdo a lo que afirmó el propio Ministro de Finanzas la semana pasada, las necesidades netas de financiamiento para 2018 ascienden a u$s 30.100 millones. Por eso la deuda no se transforma en un problema político y el Gobierno puede permitirse la ironía de postular austeridad y aumentarla al mismo tiempo.   
En el mundo de la instantaneidad, pensar a cien años es demasiado. Por eso, el deporte de este enero caluroso es estar pendiente de la tablita del dólar. Después de acariciar los 20 pesos, el billete verde se acomodó en los 19 y monedas, valor que parece ser el que mejor le sienta al Gobierno nacional.
Pero esa suba repentina, que puede trastocar el destino de las vacaciones, en realidad esconde una devaluación encubierta que siempre trae cola: la suba se traslada automáticamente a los precios y las metas “recalibradas” a fines de diciembre, ya merecen una nueva puesta a punto.
Una devaluación deja ganadores y perdedores. Los sojeros que estaban reteniendo los granos, celebran por varios ceros más en sus ganancias y una nueva baja en las retenciones. Los vendedores de autos de gama media y alta, en su mayoría importados, ya descorchan por una reducción de impuestos que además se compensa con una suba por la “actualización” a valor dólar. Al nuevo.
Queda claro que las metas rígidas del Banco Central no sirvieron para contener la inflación y solo incrementaron el nivel de endeudamiento. Pero después de que el propio Gobierno flexibilizara los objetivos, la credibilidad del Banco Central y Federico Sturzenegger quedaron en la mira. Nadie puede predecir cuándo se recuperará la confianza en los lineamientos económicos que, en definitiva, son los que marcan el valor de la moneda.
Nuevamente, hay ganadores y perdedores. Si el dólar sube, se traslada a precios y puede complicar las metas de inflación. Pero al mismo tiempo, puede servir para mejorar la economía misionera, agobiada por un dólar atrasado, que potencia la fuga de divisas hacia Paraguay para buscar precios más bajos.
Solo en diciembre casi un millón de personas cruzaron a Encarnación y en todo 2017, fueron más de 5,4 millones de potenciales compradores. Las estimaciones más moderadas hablan de una fuga de 500 millones de pesos mensuales. Las cámaras empresarias calculan el doble. De cualquier modo, la ecuación se resolverá entre el delicado equilibrio de un dólar alto versus una inflación contenida. Difícil pronóstico.
En cambio, un dólar más alto beneficia directamente al sector exportador, que viene recuperándose en Misiones después de un 2016 que fue el peor desde 2003.
Las exportaciones de Misiones entre enero y octubre del año pasado ascendieron a US$ 360.386.149,91, lo que representa un incremento del 27,0% en cuanto a monto y un 25,0% en cuanto a cantidades respecto al mismo período del año anterior.  El 2017 cerrará en alza, con el incentivo además de la eliminación de Ingresos Brutos a todo el sector exportador que comenzará a aplicarse desde este mes.
La mejoría del sector exportador es una buena noticia para la economía misionera, pero no hay que perder de vista que está dominada por la producción agropecuaria, con 45 por ciento, mientras que las exportaciones de origen industrial alcanzan solo al 36,4 por ciento.
El sector exportador será uno de los principales beneficiados por la reforma fiscal que comenzó a regir en las primeras horas del año, que, sin embargo, deja algunos heridos y malestar en el sector empresario que no esperaba que los beneficios fueran acompañados por algunas subas. Fuentes oficiales deslizaron que Rentas podría realizar algunas correcciones a aumentos que no estaban en carpeta.
De cualquier modo, un informe oficial revela el “ahorro” que tendrán algunos sectores con la puesta en marcha del consenso fiscal. En este primer año de aplicación, el sector más favorecido es el industrial. Todas las industrias: yerbateras, tealeras, madereras, aserraderos, carpinterías, metalúrgicas, etc verán reducida su alícuota del impuesto sobre los ingresos brutos de 3.5% a  2%. Si una industria tributaba en diciembre 200.000 pesos de Ingresos Brutos, pasará en enero de 2018 a pagar 114.200, es decir una reducción de impuestos del 43 por ciento.
También los exportadores tendrán una reducción total, es decir del 100% dado que desde enero de 2018 las exportaciones no tributarán el impuesto a los ingresos brutos.
El transporte es la otra actividad económica favorecida, con alícuotas previas de entre 3,5% y 4,5% que se reducen a 3%. Una empresa transportista que pagaba 100.000 de Ingresos Brutos en diciembre, tributará 66.600 en enero. La reducción impositiva oscila entre el 15% y el 33% dependiendo el tamaño de la empresa.
Con la construcción ocurre algo similar: con alícuotas que oscilaban entre 3,5% y 4,5% en diciembre de 2017, se verán reducidas a una alícuota unificada de 3%. Una empresa constructora que debió ingresar en diciembre 400.000 pesos de impuestos, deberá ingresar solo 267.000 en enero.
“Este primer proceso de reducción de impuestos, según lo sostenido por sus defensores e impulsores, busca reducir el “efecto cascada”, es decir el cobro del impuesto sobre impuesto en cada etapa productiva (ejemplo: secadero de yerba que traslada el impuesto al molino, que lo traslada al mayorista, que lo traslada al comercio minorista). En teoría, la reducción de impuestos a la industria y el transporte debería redundar en bajas de precios en estos sectores y cadenas de la producción. En el mismo sentido, reducir el impuesto en sectores que registran numerosas transacciones con cadenas de valor, debe ir acompañado con subas en las ventas en las últimas etapas de la cadena de comercialización”, señala el documento oficial. Por el lado opuesto, hay quejas por las subas aplicadas a algunos sectores.
Más que los propios empresarios, los dirigentes de la alianza Cambiemos exageraron las quejas y aseguraron que en Misiones se va a contramano     de la idea de “bajar impuestos”. Pero el consenso fiscal admite elevar las alícuotas de los comercios y los diferentes servicios (financieros, hoteleros, inmobiliarios, etc) al 5%, lo cual en Misiones no ha ocurrido en la mayoría de los casos: el comercio al por menor sigue tributando la alícuota de 4,5% y únicamente se ha incrementado la alícuota del comercio al por mayor de 3,5% a 4,5% que  -siguiendo con la lógica de los impulsores de estos cambios tributarios- se verán beneficiados con reducciones de precios que se producirán en las etapas previas de la producción por la rebaja de impuestos a la industria y al transporte, responden los funcionarios.
En el Gobierno provincial advierten que el Consenso Fiscal es una consecuencia de una iniciativa nacional, cuyo efecto  es una reducción importante de recursos para las provincias y los municipios, y una mejora en la rentabilidad de la economía privada en su conjunto. Esa pérdida de recursos debe ser compensada de alguna manera para sostener el Estado en funcionamiento tal como en la última década y por eso hubo algunas subas.
El gobernador Hugo Passalacqua debe manejarse en esa delgada línea para no afectar la economía y recuperar empleo, mientras en paralelo se sostiene la gobernabilidad de la Nación. “Sobra generosidad, pero también firmeza para sostener un modelo que está a la vanguardia en el país”, sintetizó un hombre cercano al Gobernador.  
Enero, largo, será un mes de mucho diálogo.

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