Brasil en su encrucijada
Comienza la recta final para conocer quién será el líder político que lleve las riendas del gigante de Sudamérica. Es justo decir que el pueblo brasileño tiene en sus manos y sus urnas, al futuro de un país con un nivel de polarización difícilmente visto con anterioridad en esas tierras desde la recuperación de la democracia en 1980 (cualquier parecido con la Argentina no es pura coincidencia). Será el 30 de octubre, fecha en la que los dos colosos de la vida política de Brasil se verán las caras.
Lula vs Jair
Estas elecciones históricas en tierras brasileñas tienen esa condición por ser una segunda vuelta cargada de condimentos únicos. En principio, dos nombres enormes como lo son Lula Da Silva y Jair Bolsonaro. Detrás de ellos se encuentra un ideario social creado a partir de las experiencias de ambos, pero que rápidamente se pueden resolver en una premisa ideológica: Lula es de izquierda y Bolsonaro de ultraderecha. Más allá de las controversias y disyuntivas que pueda presentar esta condición, cierto es que goza de una fuerte representación plasmada en sectores sociales antagónicos. Por otro lado, es esta situación la que lleva a Brasil a un callejón ideológico sin salida, entendiendo que pareciera ser que es el antagonismo puro quien se hace cargo de las diferencias multifactoriales en el seno de Brasilia.
De esta forma, el próximo mandatario brasileño no solamente representará a un nombre o un imaginario colectivo, sino que expresará un modelo político y económico yuxtapuesto al de su rival electoral. Dicho de esta forma, el ganador en la primera vuelta, el ex presidente, en dos mandatos, Lula Da Silva, es el depositario de las esperanzas de los sectores sociales bajos y progresistas, quienes ven en el candidato presidencial a un líder político flexible y sensible ante sus causas.
Del otro lado del ring está el actual presidente, Jair Bolsonaro. Éste contiene, en el núcleo más duro de su electorado, al ala derechista del vecino país, que involucra al evangelismo político, el establishment económico y las fuerzas armadas y de seguridad.
La “bifurcada” económica
Al adentrarse en la lectura del devenir económico de Brasil, en manos de ambos candidatos presidenciales, es lógico que éste también sea igual de antagónico que su propio seno electoral. Bolsonaro, por un lado, representará la continuidad de su régimen. Un modelo político cercano al monetarismo estatal o neoliberalismo al estilo latinoamericano, con experiencias que indudablemente, a los argentinos nos interpelan de cerca (Menem, Cavallo y Macri). Este modelo que ha fracasado en el cono sur de América, en todas sus acepciones, es el punto elegido por Jair Bolsonaro para continuar en el cargo: presenta una fuerte reducción del financiamiento a la educación y la salud, en paralelo con el avance exacerbado de los representantes religiosos y militares en sectores donde no son idóneos. Un fuerte apoyo al sector privado también sería una clave para comprender la lógica bolsonarista, entendiendo un contexto verdaderamente sensible que está padeciendo Brasil en la gestión de Bolsonaro: inseguridad alimentaria.
A este punto, es interesante sumarle la incógnita de continuidad de una medida económica que ha tenido un efecto positivo en su electorado, e inclusive logró convencer a varios indecisos en Brasil.
El fenómeno deflacionario ha traído un alivio enorme en el bolsillo del brasileño, con una fuerte quita de impuestos sobre combustibles que terminó impactando directamente en todos los productos que forman parte de la red de comercialización. Asimismo, el asistencialismo siempre fue foco de crítica de Bolsonaro, aunque en los últimos meses lanzó un “millonario” paquete de medidas económicas de subsidio a las clases subalternas. El hecho de mantener estas políticas económicas es una verdadera incertidumbre, llevado al plano del largo plazo.
En contraposición está Lula Da Silva. El ex presidente se caracterizó por un fuerte repunte económico que logró colocar a Brasil en el puesto número seis de las economías más fuertes del mundo, un gran incremento del PBI y una serie de medidas económicas que lograron reducir el hambre y el analfabetismo en su país. Es evidente que los modelos o mitos de gobierno que presentan ambos candidatos son verdaderamente opuestos, aunque esto puede llevar a una gran contradicción, que se centra en las posibilidades de Lula Da Silva para gobernar.
En caso de que el líder del Partido de los Trabajadores se imponga en las urnas, la mayoría legislativa estará bajo el ala bolsonarista, lo que dificultará la sanción de leyes.
Por otro lado, Lula Da Silva pareciera ser el mismo líder carismático cercano a los sectores menos pudientes que siempre fue. Sin embargo, este no es el mismo contexto en el que gobernó previamente. Hoy en día, el mundo se encuentra multipolarizado, con un gran número de alianzas estratégicas en donde un mismo protagonista se puede repetir varias veces, y allí radica la sutileza diplomática para moverse en el plano de los intereses.
Asimismo, el mundo atraviesa una guerra que golpea en todos los sectores: el conflicto bélico en Ucrania. Esta situación trastocó fuertemente el balance económico mundial, entendiendo a una Europa cada vez más empobrecida. Podría ser una importante oportunidad para Latinoamérica, y entre ellos, para Brasil, como el país más grande de esta región del globo. Lula también se encontrará con un BRICS fortalecido, con economías enormes como la rusa, china e india, en comparación con su situación en 2010, cuando dejó la gestión.
En el marco regional, Lula enfrentará una fragmentación ideológica que lo hará bailar con lobos. El líder del PT ya no cuenta con aliados como Hugo Chávez, Evo Morales o CFK. Más allá de que dos de los nombrados se encuentran activos, la situación es otra, y allí es donde Lula no solamente se enfrentará a Bolsonaro, sino también a los Lacalle Pou, Macri, y el brazo “libertario” de la política latinoamericana. En base a este contexto que afrontará Lula, él mismo se encargó de aclarar que no es el mismo contexto que vivió a principio de siglo, lo que evidencia una mayor moderación para mantener estable su gobernabilidad.
Lo social es político
Dejando la vereda pura y dura de la economía, el aspecto social es subyacente para estas elecciones brasileñas. Aquí la diferencia se nota a leguas de distancia. Bolsonaro le ha dado un lugar de privilegio al evangelismo político y los sectores más pudientes, económicamente hablando. Asimismo, el racismo y el machismo han sido leitmotiv del actual presidente de Brasil, a tal punto de vociferar abiertamente en contra de lo que él denomina “ideología de género”. El bolsonarismo ha sido un asiduo rival de la ciencia, promulgador de noticias falsas y de demostración de discursos “campechanos”. La teatralización de la política es una constante para Bolsonaro. Si hablamos de derechos humanos, el actual máximo mandatario de Brasil es un declarado negacionista de la última dictadura en su país y un crítico efusivo de toda disidencia política en la región. Otro factor para agregar a la (no) perspectiva social del bolsonarismo son los pueblos originarios. Bolsonaro llevó a cabo un proceso enorme de deforestación y explotación minera que arrasó con gran parte del Amazonas y con tierras de los originarios brasileños. La invisibilización de ellos es moneda corriente. Sin embargo, por más negativo que parezca esto, tiene una visión sumamente positiva en gran parte de una sociedad que opera bajo la lógica discursiva del bolsonarismo. Esto se evidencia a tal punto que grandes astros del fútbol brasileño le dieron su apoyo público a Jair Bolsonaro.
Del otro lado está Lula Da Silva, con una oposición rotunda al actual presidente de Brasil en cuanto a lo social refiere. El PT puso al trabajador en el centro de sus políticas, empoderando económicamente y promoviendo la movilidad social ascendente. Su relación con las mujeres fue un quiebre en la política brasileña con la presencia de Dilma Rousseff en el escenario principal de la toma de decisiones. Relación ambivalente con los pueblos originarios y un fuerte impulso a la educación y la salud han sido constantes del gobierno de Lula. Esto podría tener un evidente cambio, como se explicó previamente, el mundo cambió.
El PT, en caso de ganar, deberá pendular entre la economía y las reivindicaciones de las minorías que lo llevan como bandera. Allí habrá que visualizar que prevalecerá para Lula Da Silva, aunque algo es seguro, un tercer mandato no será un calco del primero ni del segundo.