Liberales, neoliberales, progresistas y heterodoxos en tiempos de coronavirus

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En esta columna siempre tratamos de analizar en qué base teórica se sustentan las medidas de política económica que se toman y cuáles serían las consecuencias. Como no puede ser de otra manera, porque la pandemia restringió al máximo la actividad económica y todo es muy reciente para tener datos; y si los tuviéramos, serían todos malos (por razones obvias), entonces nos tomaremos un respiro para aclarar ciertos planteos que se están dando:

La salud o la economía: Hoy esto se presenta peligrosamente como un dilema; o sea, dos proposiciones opuestas que al elegir una rechazamos la otra. A la vista de la opinión internacional, Argentina está manejando muy bien la pandemia y los resultados son positivos cuando comparamos los porcentajes de casos locales con los de países desarrollados como Estados Unidos, Italia o España. 

Entonces la salud es buena y cuidando la salud nos va bien, por ende la economía es mala. La economía es la ciencia que estudia la forma de distribuir los recursos disponibles para satisfacer las necesidades humanas, esto quiere decir que sin economía estaría faltando vivienda, educación, alimentación, vestimenta y por supuesto salud. Cuando alguien en la calle ofrece una chipa y alguien que camina la acepta a un precio estamos frente a un mercado “oferta, demanda y precio”. Usar el término mercado con la imagen de alguien llenándose de dinero a costa de la enfermedad ajena es un error. Entonces se trata de cuidar la salud y esto incluye volver a normalizar la economía y los mercados, porque sin estos tampoco hay salud. Por lo tanto, el gobierno ha tomado ciertas medidas:

1)- Del control de precios: Cualquier curso básico de microeconomía explica que el control de precios provoca escasez del producto controlado y la aparición de un mercado en negro con ese producto a precios más elevados que el oficial.  Los argentinos hemos visto varias veces esta situación cuando luego de un “precios cuidados” aparecían las góndolas vacías en el sector de los productos abarcados.

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Este no es el único reparo que tiene el control de precios, en el caso de productos que de repente por incremento de demanda tienen una fuerte escasez: por ejemplo los barbijos o el alcohol en gel. El axioma de la teoría clásica establece que ante un aumento de precio de estos productos, provocará que más productores quieran producir más, porque aunque sean menos eficientes, como el precio es alto obtendrán ganancia. Al haber más fabricantes habrá más oferta y el precio bajará. Sin embargo, por la curva de aprendizaje, los fabricantes viejos lo hacen mejor que los nuevos porque ya tienen hechas las inversiones y tiene entrenamiento en hacerlo, como también saben comprar mejor los insumos, entre otras cosas.

Si se fijan precios máximos no se incrementará la cantidad porque no hay incentivos para hacerlo. 

¿Entonces por qué se fijan los precios?  La pandemia avanza rápido, y rápido se necesita que la gente pueda adquirir los insumos mínimos para enfrentarla, es probable que si se espera que el incremento de productores de alcohol en gel y barbijos que aparezcan para abastecer la demanda vaya más lento que la enfermedad y termine costando mucho más en vidas e infectados que lo que cuesta si se controla que el producto hoy sea accesible a precios de antes de la pandemia. Pero pensar que en “condiciones normales” podemos resolver todo el abastecimiento con control de precios porque fue exitoso con el alcohol y los barbijos, es un absurdo; ya se probó muchas veces y todas las veces más temprano o más tarde, salió mal.

De lo que hicieron en Francia: en general todos los países tomaron medidas expansivas. Es decir, disminución de impuestos, bajas y congelamientos de hipotecas, cuotas, tasas, además de subsidios al desempleo etc. ¿Entonces por qué no se hace siempre y se solucionan los problemas de pobreza? 

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Los estímulos fiscales no son gratuitos, en el caso de un país europeo, que no emite moneda propia,  están redireccionando partidas del presupuesto público o endeudándose, en cualquiera de los dos casos alguien hace un ahorro para que haya un gasto.

En nuestro país hay un consenso generalizado de emitir para otorgar dinero a los afectados por la pandemia (el gráfico que se presenta más abajo muestra cómo creció la Base Monetaria, es decir los billetes que circulan en la economía, a partir del mes de marzo de 2020). No se puede hacer otra cosa porque no hay otra cosa. No nos podemos endeudar porque nadie nos presta y no podemos reasignar porque ya venimos de crisis. Entonces, ¿se soluciona emitiendo? Si no se prevé como esterilizar el dinero emitido, cuando todo vuelva a la normalidad y parte de ese dinero emitido quiera ahorrarse en dólares o comprar productos importados o con insumos importados la historia terminará en devaluación e inflación.

Fuente: Elaboración propia en base a Datos del BCRA

Conclusión

Tiempos extraordinarios merecen medidas extraordinarias; ahora bien, todas las medidas repercuten en el presente pero también en el futuro. Por lo tanto, más adelante el Gobierno deberá ver cómo resuelve los efectos no deseados de estas políticas. Y a prestar atención, ya que enamorarse de medidas como control de precios, combinadas con emisión y pensar que pueden tener éxitos en tiempos normales es un camino seguro a la explosión inflacionaria: pasó en el pasado y va a volver a pasar en el futuro.

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