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El 2018 que amanece habrá de ser “recalibrado”, usando la palabra elegida por el equipo económico para cambiar las reglas del juego a la mitad del partido. La inflación, esa enemiga indomable, trastoca los planes de un Gobierno que había prometido, antes de asumir, ser la “cosa más simple” de eliminar. Aunque la relajación de las metas de inflación es una decisión más realista, los anuncios de los cuatro jinetes de la economía dejaron una imagen desprolija: apenas hace unas horas se había aprobado el presupuesto después de un extenso debate en el Senado y las metas ya eran otras.

En el frente interno no fue el único malestar. Bancos con casas matrices en el exterior hicieron notar su malestar porque no entienden cómo no se hicieron antes las correcciones.

Ahora la promesa es que la inflación será derrotada en 2020. El segundo semestre se convirtió en el (eventual) segundo mandato. La falta de una oposición cohesionada alienta las expectativas de una reelección o de la continuidad. De cualquier modo, el Mauricio Macri en modo electoral no es lo mismo que el de la gestión. La imagen del presidente cae a valores previos a las elecciones. “Es uno para ganar elecciones, virtuoso con la comunicación tanto en medios como en redes y otro gobernando y tomando decisiones como el trío de temas de la reforma”, señaló el consultor Gustavo Córdoba.

“Tiene ya dos años de mandato y las victorias le dieron centralidad en la escena política y un aumento de expectativas respecto de la evolución de la economía. Falla la oposición en no tener liderazgo y el Gobierno en no saber qué pasa en la calle”, analizó.

Ricardo Rouvier coincide. Registró un incremento de la opinión negativa sobre el Presidente y su gestión en detrimento de la positiva. “Actualmente las calificaciones positivas y negativas se encuentran en un virtual empate”, señaló.

El índice de confianza en el Gobierno, de la universidad Torcuato Di Tella fue más duro. La medición de diciembre de 2017 del ICG fue de 2,36 puntos, registrando el descenso porcentual más pronunciado de la gestión Macri (20,3%), duplicando el que se había producido en abril de 2016 (10%). Se quiebra así la evolución positiva que acompañó a los resultados electorales favorables de Cambiemos en las PASO de agosto y en las generales de octubre, y que se extendió al mes de noviembre.

La caída en el ICG parece reflejar una serie de problemas políticos que el gobierno nacional manejó con dificultad tras su triunfo electoral. En primer lugar, en la última quincena de noviembre, la gestión de la búsqueda del Submarino ARA San Juan, y la represión que terminó con la muerte del joven mapuche Rafael Nahuel por un impacto de bala similar a las del grupo de Prefectura Naval que actuó en el mismo. En segundo lugar, durante la primera quincena de diciembre, la forma en que se tematizaron públicamente las iniciativas de reforma laboral y previsional, señala el informe de la escuela de Gobierno Di Tella. Habrá que recalibrar en diciembre cómo impacta la reaparición de Cristina Fernández en la arena política. “Voy a cuestionar todo”, anunció en su primera intervención en el Senado.

El Día de los Inocentes fue elegido por el equipo de Gobierno para transmitir “confianza” y hacer los anuncios. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, llevó la voz cantante y festejó que “cumplimos los objetivos económicos del 2017”. Raro que se cambien las metas que fueron alcanzadas.

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El mensaje generó rápidas reacciones. El dólar trepó por unas horas a los 20 pesos, aunque después volvió a “recalibrarse” y cerró el año en torno a los 18,50 pesos.

Peña, Nicolás Dujovne, Norberto Caputo y Federico Sturzenegger pretendieron transmitir que todo está bien y que todo irá mejor con las reformas aprobadas.

La realidad se empecina en poner interrogantes a tanta expectativa. La meta de inflación obviamente no fue alcanzada, aunque después del 40 por ciento del primer año, el 25 de 2017 es un alivio, aunque sea la misma con la que se despidió Cristina Fernández.

Con la inflación en el debe, hay otros frentes en los que también hay luces amarillas. La deuda externa crece todos los días y el déficit fiscal no retrocede.

El comercial es el más alto de la historia y muestra un error de cálculo significativo: el Gobierno había estimado en el presupuesto un rojo para todo el año de US$ 1866 millones. Cerrará con nueve mil millones. Apenas 480 por ciento más.

Hay esperanza en que los cambios impositivos mejoren el escenario. El Gobierno entra al nuevo año con casi todas las herramientas que requiere, aprobadas y con apoyo de los gobernadores -sin alegría, salvo María Eugenia Vidal-. Como contrapartida, ese paquete normativo obliga también a dejar las excusas atrás.

Hay diversas voces que advierten sobre la elevada exposición de la Argentina a eventuales shocks externos y hasta los analistas del Fondo Monetario Internacional anticipan que el endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos “podría limitar las inversiones de cartera en los mercados emergentes”. “Ante una menor disponibilidad de capital extranjero, las economías de mercados emergentes podrían tener más dificultades para financiar sus déficits y refinanciar su deuda conforme esta vaya venciendo”, explican los analistas. Es decir, se cierra la canilla. No es casual que se haya decidido recurrir anticipadamente a un mayor financiamiento interno.

No es la única advertencia del FMI. Sus consejos vuelven a sonar fuerte en la Argentina. El organismo presidido por Christine Lagarde señaló que “es esencial reducir los gastos del gobierno, especialmente en áreas donde ha aumentado muy rápidamente en los últimos años, especialmente salarios, jubilaciones y transferencias sociales”.

Solo queda por aprobar la reforma laboral, una suerte de nueva flexibilización que trae a la memoria los años duros del menemismo y el peor escándalo de la fugaz alianza que terminó con la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez a la vicepresidencia.

No hace falta ir tan lejos en el tiempo. Se puede mirar cerca en la geografía. En el Brasil de Michel Temer, las primeras consecuencias de la reforma laboral puesta en marcha en noviembre son contundentes: 12.292 empleos netos perdidos. El dato negativo puso fin a siete meses consecutivos de contrataciones e incumplió la estimación de la creación de 22.000 empleos.

El Gobierno brasileño cree que pueden crearse 1,8 millones de puestos de trabajo en 2018 si es que la economía crece un 3%. Las expectativas son las mismas en Argentina.   

De todos modos, economistas de distintas corrientes valoraron que el gobierno de Mauricio Macri haya relajado las metas, ya que la política de altas tasas que impuso el Banco Central favorece a la especulación financiera y frena la inversión productiva. Y, como reconoce en forma tácita el propio Gobierno, ha fracasado.

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En el Gobierno provincial consideran que la decisión fue adecuar las metas a la realidad. “Las tasas más bajas favorecerán la inversión y no la especulación. El dólar mantendrá una tendencia alcista ayudando al comercio exterior y se abarata el costo del crédito”, explicó el secretario de Hacienda, Adolfo Safrán.

La confianza es que un dólar más alto, favorezca las exportaciones misioneras, ya beneficiadas además con la rebaja de Ingresos Brutos al sector industrial y las retenciones. El peligro, a contramano, es que suba del dólar se traslade a precios, lo que hará caer las consecuencias en el consumidor.

Es cuestión de teoría económica. El Gobierno nacional cree que siendo generoso con los sectores industriales y exportadores, vendrá el mentado efecto derrame a generar empleo e inversiones.

Lo mismo entiende sobre la reforma fiscal que tiene amplios beneficios para los sectores más altos de la economía, pero un costo fiscal que recae básicamente sobre las provincias, que deben resignar recursos a costa de un prometedor crecimiento que devuelva recaudación a través de una mayor actividad.  Para eso, confianza ciega, la economía debería crecer a un ritmo de 3,5 por ciento anual durante un quinquenio como mínimo.

Pero si algunos pagan menos, otros deben pagar más. La reforma fiscal carga todo el peso sobre las provincias, mientras que dilata las rebajas de Nación en los próximos cinco años. El déficit fiscal marca los tiempos. En Buenos Aires y Capital Federal disimulan la rebaja de Ingresos Brutos con subas en el Inmobiliario.

En Misiones la pérdida de recaudación se compensará con una suba de Ingresos Brutos al comercio mayorista –y otras modificaciones-. La decisión de la Dirección General de Rentas sorprendió a propios y extraños. Pero en realidad, estaba implícita en el Pacto Fiscal impuesto por el Gobierno nacional a las provincias. En ese texto todavía queda margen para un aumento: la alícuota mayorista pasó del 3,5 al 4,5 y el acuerdo nacional establece un techo de cinco por ciento.

El problema es que la Provincia y, especialmente Posadas, sufren una sangría inestimable por las asimetrías de frontera. La Cámara de Comercio capitalina que se enteró ya con la noticia publicada, advirtió que la suba se trasladará a precios y será, inevitablemente, absorbida por el consumidor. La Confederación Económica de Misiones advirtió que el aumento lastima la débil competitividad del sector que más empleo genera en la provincia.

De nuevo, la teoría. En el Gobierno provincial piden calma y evaluar bien los costos. Advierten que con la baja de impuestos a la industria deberían bajar los precios en la etapa previa del proceso de comercialización, por el efecto cascada que tanto menciona la teoría económica.

Comerciantes y empresarios reiteran a coro que en lugar de extenuar al comercio, se podrían obtener recursos del sector inmobiliario sin siquiera aumentar impuestos, sino actualizando valores de mercado. El Pacto Fiscal va en sentido inverso, bajando tributos.

Los cambios impositivos, conocidos en el último día hábil del año, prometen generar un enero intenso. Las diversas cámaras empresarias buscarán convencer al Gobierno provincial de retroceder las subas. La paradoja es que el mismo sector que alentó la llegada del cambio y que en octubre ratificó su voto en Posadas, es el que ahora pretende mitigar las consecuencias de su modelo económico. Como sea, las definiciones se tomarán después del brindis. Que sea un buen 2018.

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