Rio Grande Do Sul; síntomas de colapso y una disyuntiva social

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¿Se puede crecer indefinidamente en un planeta finito? La respuesta a esta pregunta no le gusta a nadie, por lo que solemos endulzarnos con la negación del colapso que se muestra explícitamente ante nosotros. Crecer, crecer y crecer, cueste lo que cueste, pareciera ser la consigna que la civilización lleva por bandera hoy. Se nos enseña que decrecer es sinónimo de retroceso, intentamos sostener un estilo de vida consumista que es cada vez más difícil de soportar, demandándonos más trabajo que las generaciones precedentes y menos que las que nos siguen. Se nos endeña que es así, que no pasa nada, lo normal, no te preocupes.

En mayo del corriente 2024, autoridades de Brasil informaron que el número de muertos por las graves inundaciones que castigan desde hace una semana el sur de Brasil llegó este sábado a 137 y el de damnificados a casi dos millones. Medios locales aseguran que “…se trata de la mayor tragedia climática en la historia de la región sur de Brasil”. También dejó 141 desaparecidos y 756 heridos.

Esta calamidad climática no sería un evento histórico de no tratarse de una anomalía, una que es producto de un desequilibrio inducido por el hombre. Desequilibrio derivado de un modelo de sociedad que es impulsado por los finitos combustibles fósiles que, de maneras atroces, destruyen el medio ambiente. Pero esto no es novedad…

Previo al desastre, más específicamente en el año 2019, el gobernador de Rio Grande Do Sul Eduardo Leite fue acusado por su oposición, activistas y ambientalistas por haber modificado no menos de 480 puntos el Código Ambiental de su estado. Entre los principales cambios, se destaca una fuerte flexibilización de los “requisitos y la autocertificación para la concesión de licencias ambientales”, lo que acabo favoreciendo a los intereses empresariales. Estas reformas implicaron, entre otras cosas, una aceleración brutal de la tala desmedida de las reservas naturales y las feroces consecuencias del monocultivo transgénico latifundista hoy tan de moda.

“Quiero felicitar a los 37 diputados que votaron a favor de una reforma de nuestro Código ambiental, para que, protegiendo el medio ambiente, podamos hacer crecer al estado”, declaró Leite en aquel entonces. Su gobierno también supo argumentar que estas medidas brindarían mayor seguridad jurídica y fomentarían la participación de la sociedad. Apenas 5 años después, casi dos millones de personas se verían afectadas por las inundaciones anormales que azotaron el estado, entre ellas no menos de 80 comunidades indígenas.

Cabe aclarar que la deforestación implica la exposición del suelo desnudo a la intemperie, privándole de la capacidad de absorción y retención como también de estructura, lo que provoca erosiones masivas que desencadenan aludes e inundaciones en los asentamientos adyacentes.

Todo en nombre del crecimiento, cual único rumbo posible. Pero ¿Te paraste alguna vez a pensar… ¿Para quién es el crecimiento, si la población es cada vez más pobre? Claro, crecimiento, cual sinónimo inmediato de capitalismo, cuyo principio fundamental es la expansión constante. Pero el eje de la discusión se apoya sobre el hecho de que ya no quedan más recursos por explotar, el petróleo se está acabando y los autos eléctricos valen más de lo que la media de empleados y obreros podría ganar en su vida. Se busca sostener el modelo de sociedad actual a cualquier costo, porque las implicancias de su colapso afectan a las firmas más poderosas.

Y aunque sus imponentes cifras se esperen en ocultarlo, si hay una alternativa. El decrecimiento, en cambio, busca hacer los pases entre el ser humano y el medio que habita, transitando la resiliencia seria y sincera frente a las consecuencias de décadas de consumo deliberado. Tener en el bolsillo una cámara de 50 Megapíxeles cuyas fotografías son inmediatamente enviadas al otro lado del planeta, a un costo medianamente accesible y de fabricación masiva, es una anomalía, una igual de incoherente que los desequilibrios climáticos. Pero muchos quizás no estén listos para discutir estas cuestiones, porque implica renunciar a los sueños artificiales impuestos por una sociedad de consumo, a la promesa de que si te esforzás lo suficiente vas a conseguir lo que te impusieron desear.

Es casi imposible no ser señalado y criticado por hablar del capitalismo como algo malo. Por señalar que de sostenerse seremos guiados cual rebaño al abismo, y por decir que su fin no es posible, sino inevitable por razones que determina la termodinámica en su ley primera; “La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Ello nos habla de que no podemos crear sustento energético de manera perpetua, porque al consumirla, ésta se dispersa en otras formas de materia no aprovechable.

El colapso del modelo de sociedad actual no es un problema a resolver, es inevitable, el verdadero debate es cómo decidiremos afrontar al mismo. El manifiesto orgánico de la sociedad que aún no termina de nacer todavía no es rebelado, sencillamente porque no estamos listos para lo que implican sus revolucionarias líneas.

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