La peor recesión desde 2009

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A comienzos de 2018 el consenso de mercado elaborado por el BCRA proyectaba un crecimiento cercano al 3%. Se esperaba romper la maldición de los años pares gracias a un buen inicio del año y al elevado arrastre estadístico positivo que dejaba 2017. Lamentablemente, la sequía, la corrida cambiaria y la aceleración de la inflación derrumbaron las expectativas, señala un estudio de la consultora Ecolatina.
En el segundo trimestre se sintió el impactó pleno de la sequía (el sector agropecuario cayó más de 30% i.a.) y los primeros cimbronazos del mercado cambiario (hubo una depreciación del Peso cercana al 30% en el período). A ello se sumaron aumentos tarifarios que terminaron por acelerar la inflación aún más (acumuló 16% en el primer semestre, ya por encima de la meta establecida por el gobierno para la totalidad del año). Esto implicó un nuevo golpe al poder adquisitivo (en pesos y dólares) y retrajo el ya alicaído consumo de las familias.
Sin embargo, lo peor estaba por venir. Hacia fines de agosto la inestabilidad cambiaria volvió a escena y el dólar pegó un salto de casi 33% en pocos días. Esta dinámica y la incertidumbre sobre el rumbo económico impactaron significativamente en la actividad económica y, a través de una creciente e inesperada inflación, sobre el poder adquisitivo de la población. Además, derivó en un segundo acuerdo con el FMI que implicó una aceleración en el recorte del gasto público y la adopción de un esquema de metas de agregados monetarios (emisión cuasi-nula) y bandas cambiarias para estabilizar el frente externo.
El costo de este esquema, que rápidamente llevó la tasa de interés a niveles muy elevados, fue un enfriamiento de la actividad que implicó una caída de 6,3% i.a. en el último trimestre del año. A la caída de la producción de bienes (-5,3% i.a. en el primer semestre y -5,9% i.a. en el segundo semestre), que venía debilitada por la sequía, el freno en la construcción y la suba de los costos en la industria, se le sumó el deterioro en los servicios (pasó de crecer 2% i.a. en el primer semestre a retroceder 3,8% i.a. en el segundo semestre). Esta dinámica obedeció en buena medida a la caída en el comercio (superior al 15% i.a. en el último trimestre del año), producto de la estrepitosa caída del salario real: 12% i.a. en el cuarto trimestre, la más profunda desde la crisis del 2002.
En este marco, la actividad sufrió la recesión más profunda desde 2009 al caer 2,6%, contracción que dejará un arrastre estadístico negativo en torno al 3% para este año. Comparando con el pico de actividad de la era Macri (primer trimestre de 2018) la economía se desplomó 7% en términos desestacionalizados para volver a niveles de 2010.
¿Qué esperamos para 2019?
Considerando el negativo arrastre estadístico que deja el año pasado y la incertidumbre política ante las elecciones presidenciales, la recuperación de la economía será lenta. En este sentido, esperamos para 2019 este año una mayor cosecha agrícola –se espera que aporte algo más de un punto de crecimiento- y un repunte de la mayoría de los sectores transables (traccionados por la mejora de la competitividad cambiaria y las expectativas de crecimiento de la economía brasileña).
Sin embargo, el resto de las actividades (dependientes de la demanda doméstica) seguirán en retroceso producto del desplome del mercado interno.
De hecho, los dos componentes de la demanda interna, consumo e inversión, se mantendrán debilitados.
El consumo sufrirá los aumentos tarifarios y la inestabilidad cambiaria que le pondrán un techo a la recuperación del salario real, el cual recién comenzará a mostrar mejoras en la previa electoral. Pero esta recomposición no será suficiente para compensar el deterioro previo y el año cerrará con una caída del salario real promedio del orden de 3,5%. Adicionalmente, la necesidad de cumplir con el objetivo de equilibrio fiscal no permite pensar en novedades positivas por el lado del consumo público.
En este sentido, la inversión también sufrirá debido a que, a diferencia de otros años electorales, el aporte del sector público en materia de infraestructura será limitado. Este recorte no será compensado por el sector privado en tanto las tasas de interés reales positivas se mantengan y la incertidumbre política no se reduzca.
Si esperamos una mejora considerable por el lado de las exportaciones y que continúe la contracción de las importaciones.
En suma, durante 2019 la actividad volvería a caer cerca de 1%, encadenando dos años recesivos por primera vez desde el bienio 2001-2002. De todas formas, en términos desestacionalizados habría una recuperación parcial de la actividad (+3% a lo largo del año).

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