La rutina: ¿Castigo o escuela del hombre?

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Levantarse, ir a trabajar, almorzar, ir a trabajar nuevamente y dormir para volver a empezar el ciclo durante semanas, meses, años… ¿Te suena familiar? Es que sería criminal llamar humano a aquel que, soportando esta rutina, no se ha detenido a pensar ¿Por qué? O ¿Y qué si hago esto o lo otro si, a fin de cuentas, en mil o diez mil años nadie sabrá que existí y que contribuí a la sociedad…? ¿Por qué vivir si, en ultima instancia, mi existencia acabará donde empezó; en la nada?

Buscarle sentido a las cosas termina por determinar nuestra naturaleza humana, llevándonos a los espectaculares descubrimientos y conclusiones a los que hemos arribado y a los cuales podemos acceder hoy apenas imprimir su etiqueta en el buscador de Google. Pero, grandes figuras de nuestra ciencia han sido aplastados por el “absurdo” de la realidad, llegando a la irrefutable conclusión de que nada tiene sentido. Un claro ejemplo podría ser la teoría unificada en física, la cual busca fusionar distintas teorías para hallar una respuesta total al sentido del universo… Al día de hoy, esta respuesta sigue siendo el tesoro mas perseguido y el mayor motivo de desvelo en gran parte de la humanidad.

Hace ya casi un siglo, un francés de mirada subversiva, nos proporcionaría una filosofía que parece atentar contra esta aparente naturaleza humana de la búsqueda de sentido. Albert Camus impulso el “Absurdismo”, una corriente que propone la aceptación del sinsentido de la existencia como filosofía de vida, sugiriendo a la misma como parte fundamental de la experiencia vital. Sin embargo, la aceptación de Camus no implica la resignación a la búsqueda de sentido, sino en el saber dicha respuesta inexistente.

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Pero… Entonces ¿Qué hago? ¿Busco respuestas o no? Albert diría que definitivamente si, aunque la misma quizás no exista, porque dejar de hacerlo es renunciar a el mas poderoso motor que posee nuestra especie. En 1942, el francés sintetizaría su pensamiento en base a un mito griego, bautizando su obra “El mito de Sísifo”: En él relata la historia del rey de Corinto, quien habría logrado burlar dos veces a Tánatos (la muerte), por lo que sería condenado por Zeus a subir una gran piedra a la cima de una montaña por el resto de la eternidad. La condena de Sísifo no fue el dolor físico ni emocional, no fue condenado a servirle de nada a nadie, sino algo aún mas duro que eso, Sísifo sería condenado a enfrentar lo absurdo, llevando una enorme piedra a la cima solamente para dejarla caer y volver a empezar. El personaje sería liberado de su condena cuando haya aceptado su destino, dejando de ser éste una condena.

Camus cree que la única libertad que puede darse es interior, donde, aun teniendo que cumplir una triste y rigurosa rutina, el hombre es capaz, no de aceptar su destino, sino de saborear cada segundo del mismo convirtiendo la condena en escuela de su propio temple. “Es ese esfuerzo de quienes suben la montaña una y otra vez con alegría y pasión lo que me enorgullece de ser hombre. ¿Estás dispuesto a afrontarlo?” en palabras de Albert.

El concepto de rebeldía que plantea el autor es destacable debido a su postura absurdista: “La rebeldía consiste en aquella confrontación perpetua y directa del hombre con su propia oscuridad; En cuestionar el mundo a cada segundo. No hay aspiración, esperanza, deseo o meta alguna para el hombre rebelde, sino una revuelta protagonizada por la garantía de un fado abrumador que ha de ser despreciado y afrontado con donaire.”

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La definición de Camus de rebeldía y libertad nos muestran una forma de afrontar nuestra vida que termina por trascender el tiempo, transformando eternidades en minutos y terribles castigos en pasatiempos. Camus aceptó que jamás podrá entender el absurdo al que llamamos mundo, pero no por eso se resigno ni se entregó a la muerte, Camus trascendió la muerte porque entendió que ésta era lo de menos. Camus desafió, despreció y se rebelo contra el absurdo, porque sabia que estaba en este mundo para ello.

Nos corresponde ser serios ante la idea de que quizás nunca encontremos “el sentido último de la existencia”, pero, entregarnos al sinsentido, al absurdo, es sufrir hasta el fin de nuestros días… es lamentarnos minutos antes del fin, por no haber hallado una respuesta que nunca existió.

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