Los dueños del mundo

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Alaska, gélida e inhóspita tierra que alberga a la cumbre de líderes más importante del siglo XXI: Vladimir Putin y Donald Trump. En un momento clave de la historia, este encuentro demuestra mucho más que la esperanza de un futuro inmediato de cierta paz en el viejo continente, sino que, además, es una clara exposición del poder real del mundo.

Alaska, ¿tierra de paz?

Ambos mandatarios se reunieron por una premisa general y es la de lograr cierto acuerdo que conlleve a una paz lo más duradera posible en Ucrania.

Bases, condiciones, territorio y, sobre todo, salvaguardar vidas, son los ejes de este encuentro. Cierto es que la guerra en Ucrania se cobró muertes a granel y una herida que difícilmente cierre en lo inmediato y es una preocupación que Trump planteó desde su plataforma preelectoral, y hoy es uno de sus desafíos de mayor trascendencia a cargo de la potencia americana.

Para Putin parece ser un momento adecuado para comenzar a establecer puentes de diálogo directo y cierta parsimonia diplomática, tras los turbulentos años de Joe Biden y el apoyo irrestricto a Zelenski en su ensimismada decisión de intentar hacerle frente al gigante ruso en el campo de batalla.

¿Qué puede resultar de esta reunión? Sin hacer futurologia y nada por el estilo, simple análisis y opinión, comienzan a alinearse las bases para establecer los acuerdos finales de intervención en Ucrania que pueda garantizar el alto al fuego. Uno habla de intervención porque todos los caminos conducen a que, de una u otra forma, el país ucraniano va a terminar bajo la determinación de alguna potencia extranjera, algo que puede dañar sensiblemente al tejido social.

La primera reacción que se puede esperar de este encuentro son los posibles términos de partición y ocupación de Ucrania. Es sabida la situación que Kiev le debe mucho dinero a Washington por haber financiado la máquina bélica desde febrero de 2022, cifra que podría rondar los 100 millones de dólares, algo imposible de pagar para un país pobre devastado por la guerra. Paralelamente a esto, EEUU ya se aseguró la creación de un Fondo de Inversión y Reconstrucción, lo que le garantiza el acceso a los recursos naturales ucranianos, entre ellos los minerales de las famosas tierras raras que tiene dicho país. Esto, de concretarse, es lisa y llanamente una ocupación territorial.

Por el lado ruso, parece fácil detectar cómo se daría la hipotética ocupación. El famoso Donbás, regiones como Zaporiyia, Donetsk, Lugansk y Jerson son disputas claras en el panorama bélico y de las cuales Rusia no pretende salir de allí. Hay que recordar que parte del argumento ruso para iniciar las hostilidades en suelo ucraniano fue la persecución a los rusoparlantes en la zona del Donbás, lo cual da una característica cultural que podría servir como fundamento para la ocupación final. Además de eso, hay fines geopolíticos que determinan el exacerbado interés ruso por el suelo ucraniano. Además de la explotación de recursos naturales y las tierras raras, la hegemonía del Mar Negro es fundamental para el Kremlin. Con esto podría garantizar la maximización de sus exportaciones durante todo el año, sin tener que llevar a millonarias inversiones para usar las gélidas aguas del norte. Es un negocio redondo para Putin.

El trasfondo del encuentro

Así como Ucrania parece ser el eje principal, dentro de otros tantos de índole geopolítico, en la cumbre Putin – Trump, también es Ucrania el invisibilizado de la situación. Parece difícil de creer, pero uno de los países beligerantes no forma parte de la mesa de situación, debate y búsqueda de salida pacífica al conflicto armado.

El mensaje es claro: Ucrania no juega en la misma liga que EEUU y Rusia. Tal y como si se tratase de una discusión futbolera en algún bodegón o café argentino, Moscú y Washington representan a los grandes y Kiev a un equipo que no se acerca ni a los puestos de clasificación a las copas.

Esta es una postura tomada por Trump desde lo discursivo pero también desde sus acciones, trazando un camino de hechos que lleva a entender que para el republicano, Ucrania es un país con quien no discute a la par y que aprovechó las oportunidades generadas por una pésima lectura geopolítica del gobierno de Joe Biden. De hecho, el tenso desplante en conjunto con declaraciones explosivas que dio en su momento Trump frente a Zelenski fueron la gráfica perfecta para demostrar cuál es el valor que le da a Ucrania.

La reacción del mundo es algo interesante de ver. Para Europa es el declive absoluto en términos de hegemonía. Demostraron una total ligereza y falta de acción ante un conflicto armado en su territorio. Pese a escritos apoyos y envíos militares a Ucrania, cuando Putin les cortó el gas y cuando Trump anunció el cese de envío de armas a Ucrania, quedó al desnudo la absoluta incompetencia en el tablero geopolítico.

Esa falsa sensación de ser la capital cosmopolita del mundo, ayudada por la industria de la mega comunicación y explotada desde la globalización, quedó muy relegada por la incontenible crisis migratoria y ahora por la evidente falta de desarrollo militar y de posicionamiento comercial, como si lo tiene EEUU, Rusia, China, India y un puñado más de países. Europa se comió el cuento de la autonomía, solo para darse cuenta que era un simple dependiente de Washington y de Moscú.

A fin de cuentas, entre toda esta bacanal de poder del encuentro entre Putin y Trump, parecen ser los ucranianos de a pie, los civiles, quienes terminan pagando todos los platos rotos. Un pueblo pujante y con esperanzas pero conducidos a una guerra que nunca iban a ganar.

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