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Pymes yerbateras fortalecen sus prácticas con certificaciones y apoyo del INYM

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Con el objetivo de incentivar la incorporación de herramientas que confieren a los pequeños y medianos productores del sector yerbatero mayor rentabilidad y competitividad, el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), creó diferentes programas para las Pymes del sector.

El Instituto promueve los programas de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) para las plantaciones de yerba mate y Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), destinados a secaderos y molinos, con el objetivo de posicionar a las Pymes cada vez más en el mercado nacional e internacional, ofreciendo productos de calidad.

 

Buenas Prácticas Agrícolas

Lejos de ser un discurso utópico, don Marcos Munaretto, productor de Villa Bonita, convierte en realidad el deseo de plantaciones del oro verde, lejos de la explotación laboral, del mal uso de los recursos naturales y con tecnología de vanguardia. Todos estos aspectos lo llevaron a recibir el galardón del Buen Productor Yerbatero 2018, distinción otorgada por el INYM.  

Una de sus prioridades es el buen uso del suelo, ya que “no se lo puede reponer como una planta”, explica Munaretto, productor de antaño, que supo reponerse a las adversidades y construir una de las chacras más reconocidas y respetadas de la región.

No obstante, el primordial interés por el suelo, no es la única virtud que maneja con su familia: el minucioso cuidado de las plantas, incentivado por el uso de tecnologías de vanguardia, permite que sus obreros sustenten esta distinción durante todo el proceso productivo.

Posee alrededor de 55 hectáreas de yerba mate, 25 de té, catorce de forestación y 32 de selva paranaense, siendo la yerba el producto de origen, con lo que empezó todo. Inició en el año 1935 con una humilde hectárea, para adquirir luego unas cuatro más y así, progresivamente, llegar al total que mantiene hoy y le produce anualmente un promedio que oscilan de los 7 a 15 mil kilos de hoja verde.

Según manifiesta Luis Munaretto, su hijo, el apoyo del INYM fue fundamental para llegar a estos objetivos, como ser  la certificación de Buenas Prácticas Agrícolas, como así también la incorporación de herramientas de trabajo o las dos tijeras automáticas, guinches y carritos. Estos elementos fueron adquiridos gracias a un financiamiento otorgado por el Instituto y con esfuerzo propio.

“La incorporación de las tijeras, fue fundamental”, confiesa Luis, “Eso nos permite que la planta de yerba sea podada de manera pareja y que el profesional a cargo de podar, corte únicamente la hoja lista a cosechar; esto optimiza el trabajo de los trozadores que luego la recogen y nos permite ofrecer un producto de mejor calidad, además de cuidar la planta, para que siga produciendo”.

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Por otra parte, los guinches y el carrito posibilitan a los cosechadores sacar las los raídos del medio de la plantación, sin demandar un esfuerzo físico excesivo, por parte de los mismos, para luego pesarlos y cargarlos al camión. “Ellos ya saben cuánto cargar y saben que el tope por fardo es de 100 kg, por lo que siempre se trata de nivelar para abajo”, continuó Luis.

Estas herramientas son fabricadas por la industria local, es decir, en la zona de Misiones y Corrientes, siendo un incentivo para la zona productora.

 

Buenas Prácticas de Manufactura

A 8 kilómetros de la ruta 14, en la localidad de Oberá, el secadero “El Aguante”, trabaja con la certificación de Buenas Prácticas de Manufactura, otorgadas por el ANMAT y con el respaldo del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM), quienes se encargaron de controlar las instalaciones, como así también de brindar charlas de capacitación a todos los trabajadores del secadero.

“El Aguante”, viene trabajando desde el año 1983, de la mano de Ernesto Klingbeil, quien decidió instalar un tradicional secadero de Barbacuá, antiguo sistema de secado de yerba, pero muy respetado en ese entonces.

Con el correr de los años, el sistema se volvió obsoleto y el mercado exigía la incorporación de nuevas tecnologías. Es así que, con la iniciativa de su hijo Pablo, decidieron afrontar el dilema en el año 2005: o se actualizaban y continuaban o cerraban la empresa familiar.

Casi como un homenaje al nombre, optaron por renovar su planta y fue así que a mediados del año 2006 pudieron implementar la primera cinta de sapecado. Con esta incorporación pasaron de trabajar de 1300 a 2600 kilos, duplicando la producción diaria, llegando a los 5000 kilos.

Con un nuevo objetivo en la mira, incorporaron un tubo de sapecado más grande y dos cintas de presecado. “Esto significó un cambio de paradigma”, sostiene Pablo, “Fue un cambio cultural, tanto para nuestra familia, como para la empresa”.

Con la planta trabajando en su máxima capacidad, decidieron que era hora de certificar la planta con el BPM, por lo que acudieron al INYM, que les financió las capacitaciones y, a su vez, un porcentaje de un nuevo quemador de biomasa, para reemplazar al último quemador a leña que mantienen.

“Esperamos poder instalarlo pronto, para así completar nuestros objetivos a corto plazo”, explicó Pablo, que aspiran a poder establecer su propia marca “Don Ernesto”. “Queríamos poner el mismo nombre que al secadero, pero no nos permitieron registrarlo por su similitud con otra conocida marca de yerba”.

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De momento, el secadero de la familia Klingbeil, cuenta con una playa de almacenaje de 200 toneladas, que suele estar cargado, por la cantidad de clientes que se tiene. Además tienen dos líneas de sapeco, dos líneas de preseco, o sea dos líneas de producción, donde una máquina carga en dos lugares distintos, ambas consumen entre 4,5 5 toneladas de biomasa (chips de madera dura), dependiendo de la cantidad de material que se pase.

Una vez pasada la hoja verde por la llama (sapecado), es trasladada por la cinta de presecado y luego al secado, a través de una cinta de unos 80 metros aproximadamente. La hoja presecada, se pasa por una zaraza, para ser envasada en big bags de 400 kg y luego, su posterior comercialización. No cuentan con depósitos de estacionamiento.

 

El problema con la Biomasa

No obstante, hay un inconveniente que aqueja a los propietarios de “El Aguante”, que es el abastecimiento de Biomasa, producto que utilizan durante todo el proceso de secado y utilizarían en el quemador, próximo a instalar.

“La producción no abunda y las grandes empresas empiezan a utilizar este material para poder generar energías, ya que no se abrirán nuevas represas”, manifestó preocupado Pablo, “Eso hace que el chip de madera cotice más caro y se nos dificulte a las pequeñas y medianas empresas a seguir trabajando, a habilitar puestos laborales, dejaríamos de existir”.

En ese sentido, solicitó que el Estado provincial tome cartas en el asunto, ya que todavía no disponen de una alternativa que supla este material, tanto en costo, como beneficio. “Tenemos el pellet, cumple casi la misma función que el chip de madera, pero es tres veces más costoso en el mercado y menos abundante”.

Este secadero que “aguantó” las nuevas olas tecnológicas superándolas exitosamente, debe su trayectoria al empeño, el esfuerzo y a la calidad humana que pretenden transmitir a sus más de 1500 clientes productores, que le confían su materia prima. “Cuando vienen, no se encuentran con una balanza, un mostrador y un recibo; se encuentran con una familia que los suma a su equipo, para que se sientan cómodos trabajando con nosotros”, concluyó Pablo Klingbeil.

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