
Recuperar el papel de los economistas en materia de políticas
Escribe Karen Dynan / F&D FMI – Reconocer los errores, escuchar bien, defender los datos y evitar la jerga ayudará a la profesión a participar
Los economistas han ayudado durante mucho tiempo a dar forma a las políticas ofreciendo análisis para guiar las decisiones sobre el comercio, la tributación, la regulación y la estabilidad económica. En ocasiones, la experiencia económica dominante ha liderado importantes debates políticos, influyendo en gobiernos de todo el mundo.
Hoy, sin embargo, los economistas están cada vez más marginados. Si bien todavía dominan el personal de los bancos centrales y las instituciones multilaterales, es más probable que los líderes políticos prioricen la ideología y la conveniencia sobre el análisis económico. Mientras tanto, la confianza pública en los economistas se ha visto erosionada por fracasos de políticas de alto perfil, la creciente polarización política y los crecientes desafíos a la autoridad de los expertos por parte de fuentes de información nuevas y a menudo poco confiables.
Sin embargo, la experiencia económica sigue siendo fundamental para mejorar los resultados de las políticas. Las crisis del siglo XXI han demostrado cómo la mala gestión macroeconómica puede crear dificultades generalizadas y disfunciones sociales, con profundas consecuencias políticas. Al mismo tiempo, los economistas han acumulado una gran cantidad de evidencia sobre lo que funciona en áreas como el alivio de la pobreza, la educación y los mercados laborales, ideas que, si se integran mejor en la formulación de políticas, podrían conducir a mejores resultados.
Para recuperar su influencia, los economistas deben relacionarse más eficazmente con los responsables de la formulación de políticas y el público. Si no se adapta, se corre el riesgo de quedar aún más marginado en importantes debates políticos en un momento en que los conocimientos económicos son más necesarios que nunca.
Verdades duras, audiencias duras
Los economistas aportan herramientas esenciales a las conversaciones sobre políticas: familiaridad con la investigación pertinente y herramientas que ayudan a anticipar cómo se desarrollarán las diferentes opciones de política. Pero hay una razón fundamental por la que los economistas a veces pueden ser impopulares: su pensamiento se basa en compensaciones y limitaciones. Los economistas explican que hay que elegir entre A y B, mientras que los políticos (y el público) a menudo quieren ambas cosas. La formulación de políticas sería mucho más fácil si pudiéramos reducir los impuestos y gastar más sin aumentar la deuda pública, contener la inflación sin aumentar las tasas de interés, expandir el comercio mundial sin perder empleos. Pero tales concesiones son inevitables, incluso si reconocerlas es a menudo políticamente inconveniente.
Los economistas deben adoptar esta mentalidad. Tienen que estar en la sala donde se producen las conversaciones sobre políticas porque conducen a mejores decisiones. Y los tomadores de decisiones deberían querer escuchar estas realidades, después de todo, nadie hace una compra o inversión personal importante sin sopesar los costos. Incluso si las consideraciones no económicas impulsan la decisión final, los líderes informados sobre las compensaciones económicas estarán mejor equipados para enfrentar las críticas.
La elusiónde los fabricantes de productos para aceptar verdades duras no es la única razón por la que se ha dejado de lado la experiencia económica. Algunos problemas son creados por los propios economistas. Abordarlos puede ayudar a preservar y aumentar la influencia de los conocimientos económicos en la formulación de políticas. Hay cuatro formas de hacerlo: reconocer y aprender de los errores, escuchar las preocupaciones de las personas, mantener los estándares de integridad de los datos y comprometerse de manera más efectiva con los políticos y el público.
Aprender de los errores
El escepticismo público sobre la economía convencional no es infundado. La profesión a veces se ha asociado con dificultades evitables. Antes de la crisis financiera de 2008, la mayoría de los economistas tardaron en reconocer la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos. Incluso después de que se hizo evidente, muchos subestimaron cuánto desestabilizaría su colapso el sistema financiero en general.
El aumento de la inflación pospandemia es un ejemplo más reciente. Muchos economistas dieron demasiada importancia a los factores transitorios y subestimaron la persistencia de la inflación. Sin duda, las causas fueron complejas y variadas, y choques como la guerra de Rusia en Ucrania no se anticiparon. Sin embargo, en los países en los que el exceso de demanda fue un factor contribuyente, diferentes opciones de política económica podrían haber mitigado el aumento de la inflación.
Cuánta culpa merecen los economistas es discutible, pero la pérdida de confianza pública es real. La respuesta correcta no es descartar los marcos económicos, sino aclarar cómo se aplicaron incorrectamente. En el caso de la crisis financiera, ese trabajo se ha realizado a través de una amplia investigación sobre las fallas del mercado, la regulación mal diseñada y el comportamiento que impulsó la toma de riesgos. Comprender la inflación pospandémica está en curso y debe seguir siendo una prioridad.
En términos más generales, los economistas no deben permitir que el miedo a la rendición de cuentas —o al sesgo político— se interponga en su camino. El debate sobre la inflación, por ejemplo, se ha visto empañado por la ideología, lo que dificulta llegar a conclusiones objetivas. La transparencia, la apertura a la revisión y el compromiso honesto con la evidencia son las mejores maneras de mostrar que la economía sigue siendo una disciplina vital.
Escuchar las preocupaciones
Los economistas también deben tomar en serio lo que dice la gente. La reacción violenta contra la rápida integración de China en el comercio mundial es una advertencia. La teoría económica sugiere que los trabajadores desplazados encontrarían nuevas oportunidades. Pero muchos no pudieron o no quisieron mudarse debido al costo de la vivienda, los lazos sociales u otras barreras. Estas fricciones contribuyeron a una interrupción más persistente y a una mayor reacción de lo esperado.
Del mismo modo, la reacción pública al aumento de la inflación de principios de la década de 2020 sugiere que los costos de este episodio superaron lo que predeciría el pensamiento económico estándar. Las investigaciones han demostrado que la inflación impone grandes costos cognitivos a través de la atención requerida para evaluar si los precios y salarios son justos y la necesidad de ajustar los planes financieros. Afirmaciones como “los salarios tienden a mantenerse al día con la inflación” pueden ser ciertas en promedio, pero ocultan variaciones importantes. En Estados Unidos, por ejemplo, los salarios aumentaron más rápido para muchos trabajadores de bajos ingresos a principios de la década de 2020, pero los aumentos estuvieron lejos de ser universales.
Reconocer estas preocupaciones no significa abandonar los principios económicos. Significa incorporar una comprensión más matizada de cómo las personas experimentan el cambio económico. Descartar tales preocupaciones debilita la credibilidad de los economistas y reduce la probabilidad de que las buenas ideas de política ganen adeptos.
Integridad de los datos
Un sello distintivo de la investigación económica es el uso riguroso de los datos, y los economistas deben mantener esos mismos estándares de integridad cuando participan en el debate público. El auge de las redes sociales, junto con un mejor acceso a los datos y a las herramientas de visualización, ha facilitado que todo el mundo, incluidos los economistas, haga un mal uso de las estadísticas para reforzar argumentos débiles. Pero ceder a la tentación de ganar discusiones de esta manera en el momento corre el riesgo de socavar la confianza en el análisis económico a largo plazo.
El uso casual de los datos también puede debilitar la confianza en las estadísticas oficiales. Señalar una discrepancia entre una serie gubernamental y otra fuente sin reconocer las diferencias en la metodología, la cobertura o las definiciones puede dar la falsa impresión de que los indicadores oficiales son defectuosos o manipulados. En una época en la que las agencias de estadística se enfrentan a crecientes presiones políticas y presupuestarias, este tipo de comparación descuidada pone en riesgo la disponibilidad continua de datos gubernamentales imparciales y de alta calidad.
Involucrar de manera efectiva
Los economistas deben reconocer que las políticas que consideran óptimas pueden no serlo, en el contexto de las consideraciones más amplias involucradas en el proceso político. En esos casos, los economistas deben ofrecer alternativas que respeten esas consideraciones. La flexibilidad no es un retroceso de los principios, es el reconocimiento de las realidades de gobernar.
Los economistas también necesitan comunicarse con claridad. La jerga técnica puede proyectar un aura de experiencia o excluir a los no expertos del debate, pero no es una estrategia sostenible para la influencia. Los economistas deben utilizar un lenguaje sencillo y evitar gráficos innecesariamente complejos. La simplicidad es accesibilidad, no condescendencia.
Por último, los economistas deben dirigirse al público en general, no solo a los responsables de la formulación de políticas. Los políticos responden a sus electores. La profesión debe ganarse la confianza del público para que su asesoramiento dé forma a las políticas, y eso significa utilizar los canales y las herramientas que lleguen a todos.
Los economistas nunca serán universalmente populares, ni deben esforzarse por serlo. Su función es proporcionar un análisis riguroso que mejore las decisiones, no decirle a la gente lo que quiere escuchar. Pero para seguir siendo influyentes, deben admitir errores, escuchar mejor, defender los datos y comunicarse de manera efectiva. Los responsables de la formulación de políticas necesitan conocimientos económicos, incluso cuando se resisten a escucharlos. El desafío no es hacer que la economía sea popular, sino hacerla relevante, accesible y respetada en la conversación política.
KAREN DYNAN, es profesora de práctica de política económica en la Universidad de Harvard y miembro senior no residente del Instituto Peterson de Economía Internacional. Fue subsecretaria de Política Económica y economista jefe del Departamento del Tesoro de Estados Unidos de 2014 a 2017.