Trabajar desde casa está impulsando la productividad
Escribe Nicolás Flor / F&D – Un aumento de cinco veces en el trabajo remoto desde la pandemia podría impulsar el crecimiento económico y aportar beneficios más amplios.
A la economía se le conoce como la ciencia funesta. Por desgracia, los estudios recientes que ponen de relieve la ralentización del crecimiento de la productividad que se remonta a los años cincuenta no son una excepción. Sin embargo, yo tengo una visión más optimista debido a los grandes aumentos de la productividad que promete el auge del teletrabajo a raíz de la pandemia.
El teletrabajo se multiplicó por diez tras el inicio de la pandemia y se ha estabilizado en torno a un nivel cinco veces superior al nivel prepandémico (gráfico 1). Esto podría contrarrestar la desaceleración de la productividad y propiciar un aumento del crecimiento económico en las próximas décadas. Si la inteligencia artificial consigue producir más, la época del crecimiento lento en la que nos encontramos podría llegar a su fin.
Mi análisis se basa en el desglose del crecimiento económico realizado por el premio nobel Robert Solow, uno de los economistas más famosos de todos los tiempos. El estudio clásico de Solow de 1957 destaca cómo el crecimiento procede tanto del aumento de los factores de producción, es decir, la mano de obra y el capital, como del crecimiento de la productividad bruta. Al fundamentar mi análisis en este marco, destaco cómo cada uno de estos factores fomenta un crecimiento más rápido.
Mano de obra
La forma más sencilla de constatar el impacto de la mano de obra es la evidencia de las encuestas realizadas en Estados Unidos, Europa y Asia, que muestran que el trabajo híbrido equivale a un aumento salarial de alrededor del 8%. El trabajo híbrido es el régimen laboral típico de los oficinistas, gerentes y otros profesionales, y suele consistir en trabajar dos o tres días a la semana fuera de la oficina. Para entender por qué los empleados consideran que esto vale un 8% de su salario, hay que tener en cuenta que los trabajadores típicos pasan unas 45 horas a la semana en la oficina, pero dedican cerca de otras 8 horas a la semana a desplazarse. Por tanto, trabajar desde casa tres días a la semana les ahorra unas cinco horas semanales, aproximadamente el 10% de tiempo total de trabajo y desplazamiento.
A la mayoría de las personas no les gustan los desplazamientos diarios, por lo que valoran aún más este ahorro de tiempo. Véase, por ejemplo, otro famoso artículo del premio nobel Daniel Kahneman. Según este estudio, el desplazamiento al trabajo es la actividad más odiada del día, incluso más que el propio trabajo. Así se entiende por qué el empleado medio valora tanto el trabajo desde casa, ya que le permite ahorrarse horas de penosos desplazamientos semanales y disfrutar de la flexibilidad de poder vivir más lejos del trabajo.
Este valor del teletrabajo tiene un gran impacto en la oferta de mano de obra. En la economía mundial hay decenas de millones de personas al margen de la población activa. Por lo tanto, la introducción de pequeños cambios en el atractivo del trabajo puede hacer que millones de trabajadores se incorporen al mercado laboral. Esta mano de obra marginal está formada por personas con responsabilidades de cuidado de niños o ancianos, personas próximas a la jubilación y algunos habitantes de zonas rurales.
Un ejemplo del impacto que tiene el teletrabajo en la oferta de mano de obra son los aproximadamente 2 millones más de empleados con alguna discapacidad que trabajan en Estados Unidos tras la pandemia. Los aumentos en la contratación de personas discapacitadas se han producido principalmente en ocupaciones en las que se puede trabajar mucho desde casa. Los empleados con discapacidad se benefician de dos maneras: en primer lugar, al evitar largos desplazamientos y, en segundo lugar, al poder controlar su entorno de trabajo en casa.
Otro ejemplo es el empleo femenino en edad productiva en Estados Unidos, que ha aumentado un 2% más rápido que el empleo masculino en edad productiva desde la pandemia. El mayor protagonismo de las mujeres en el cuidado de los niños podría estar impulsando este aumento de la participación femenina en la población activa gracias al teletrabajo, según investigaciones recientes.
En conjunto, estos efectos podrían aumentar la oferta de mano de obra en varios puntos porcentuales.
Por supuesto, este cálculo se basa en la población actual. A largo plazo, el teletrabajo también podría aumentar las tasas de fecundidad. Un argumento que he oído en repetidas ocasiones al hablar con cientos de empleados y directivos es que el teletrabajo facilita la crianza. Esto es quizá más evidente en Asia Oriental, donde las largas jornadas laborales, los penosos desplazamientos al trabajo y las intensas presiones que sufren los progenitores han provocado un rápido descenso de la fecundidad. Si los padres pueden trabajar dos o tres días a la semana desde casa, sobre todo con horarios flexibles que les permitan compartir las responsabilidades parentales, las tasas de natalidad podrían aumentar. Un análisis preliminar basado en datos de encuestas realizadas en Estados Unidos indica que una pareja puede optar por tener entre 0,3 y 0,5 hijos más por pareja cuando ambos trabajan desde casa un día o más a la semana.
Capital
Los efectos beneficiosos del teletrabajo sobre el capital se deben a la liberación a largo plazo de espacio de oficinas para otros usos, como el residencial y el comercial. Si los empleados trabajan desde casa dos o tres días a la semana, la sociedad necesita menos locales de oficinas, y ese espacio puede utilizarse para otras actividades. También se reduce el tráfico en los desplazamientos al trabajo, lo que reduce la necesidad de nuevas infraestructuras de transporte. Un uso más intensivo de nuestro capital doméstico —el espacio y los equipos de nuestras casas y apartamentos— puede permitir a la sociedad ahorrar en el uso de transporte y capital de oficina, que puede reasignarse a otros usos. En las grandes ciudades, cerca de la mitad de la superficie está ocupada por oficinas y, dado que la ocupación de las oficinas es ahora un 50% inferior a los niveles anteriores a la pandemia, hay grandes posibilidades de reducir el espacio dedicado a este fin.
Datos recientes sobre la velocidad de circulación muestran que el tráfico es ahora unas 2 o 3 millas por hora más rápido durante los desplazamientos matutinos, lo que reduce la necesidad de infraestructuras de transporte adicionales y ahorra al viajero medio unos minutos al día.
A largo plazo, permitir que los empleados teletrabajen parcial o totalmente también permite destinar a la vivienda terrenos actualmente infrautilizados, lo que aumenta la oferta de suelo utilizable. Muchas grandes ciudades están muy congestionadas porque la mayoría de los empleados no quieren vivir a más de una hora del centro. Si solo tienen que ir a su puesto de trabajo un par de días a la semana, los desplazamientos más largos se hacen posibles, lo que permite destinar a viviendas espacios más alejados de los centros urbanos.
Colectivamente, estas aportaciones de capital también podrían elevar la producción un par de puntos porcentuales en las próximas décadas.
Productividad
Los estudios clásicos a nivel micro sobre empresas y personas suelen concluir que el trabajo híbrido, el modelo habitual de cerca del 30% de la mano de obra estadounidense, europea y asiática, tiene un impacto más o menos plano en la productividad. El teletrabajo beneficia a los trabajadores al ahorrarles los agotadores desplazamientos al trabajo y suele proporcionar un entorno laboral más tranquilo. Sin embargo, al reducir el tiempo en la oficina, también puede disminuir la capacidad de aprendizaje, innovación y comunicación de los empleados. Según las investigaciones, estos efectos positivos y negativos se compensan mutuamente, por lo que el trabajo a distancia híbrido no tiene un impacto neto en la productividad.
Las repercusiones del trabajo totalmente a distancia, que han adoptado alrededor del 10% de los empleados, dependen en gran medida de cómo se gestione. Algunos estudios que examinaron el trabajo totalmente a distancia al comienzo de la pandemia constataron grandes consecuencias negativas, debido quizás al caos de los primeros confinamientos. Otros estudios detectaron grandes repercusiones positivas, generalmente en actividades más independientes, como el trabajo en centros de llamadas o las tareas de introducción de datos en empresas bien gestionadas.
En resumen, es posible que el impacto del trabajo totalmente a distancia sea neutro, porque las empresas tienden a adoptarlo solo cuando este tipo de modalidades de trabajo se ajustan a la actividad laboral, por lo general tareas como la codificación o el apoyo informático, realizadas por empleados formados en entornos gestionados. Sin embargo, aunque el impacto en la productividad a nivel microeconómico de cualquier empresa individual puede ser neutro, el enorme poder de la inclusión en el mercado laboral implica que el agregado a escala macroeconómica probablemente sea positivo.
Para explicar las ventajas de la inclusión en el mercado laboral, tengamos en cuenta que los puestos de trabajo totalmente presenciales solo pueden ocuparlos empleados cercanos. Un puesto de recursos humanos o informática en Nueva York, por ejemplo, solo puede cubrirlo un residente local. Aunque haya personas en Bulgaria, Brasil o Belice que encajarían mejor, no pueden hacer el trabajo si no están allí en persona. Ahora bien, en cuanto los puestos pueden cubrirse a distancia, los empresarios pasan de contratar al mejor empleado local a contratar al mejor empleado regional para el trabajo híbrido y al mejor empleado mundial para el trabajo totalmente a distancia.
Estudios recientes sobre discriminación y reubicación laboral ponen de relieve cómo la ampliación de los mercados laborales a un mayor conjunto de posibles empleados puede aportar enormes ventajas en términos de productividad. Pasar de 10 a 10.000 candidatos cualificados para un puesto permite conseguir una correspondencia mucho más productiva entre empleado y empleo, sobre todo si la inteligencia artificial puede facilitar la criba de solicitantes. El teletrabajo facilita el emparejamiento entre empleados y empresas a nivel mundial, lo que impulsa la productividad laboral.
Otra gran ventaja del teletrabajo para la productividad desde el punto de vista macroeconómico es su incidencia positiva en la contaminación provocada por el transporte. Se calcula que el aumento del teletrabajo ha reducido el volumen de tráfico en Estados Unidos y Europa en un 10%. Esto ha reducido la contaminación, sobre todo las emisiones de niveles bajos de partículas pesadas en suspensión. Diversos estudios sobre salud han relacionado la contaminación con daños cognitivos y en materia de productividad. Reducir la contaminación no solo mejora nuestra calidad de vida, sino que también puede impulsar el crecimiento.
Círculo virtuoso
Un círculo virtuoso —del teletrabajo a un crecimiento más rápido y viceversa— potencia estas repercusiones. En economía existe una larga historia de efectos a nivel de mercado que ponen de relieve la forma en que las empresas se esfuerzan por innovar para atender a mercados más grandes y lucrativos. Cuando las personas que teletrabajan aumentan de 5 millones a 50 millones, las grandes empresas de hardware y software, las empresas emergentes y los financiadores se dan cuenta. Esto provoca una aceleración de las nuevas tecnologías al servicio de estos mercados, lo que mejora su productividad y crecimiento.
Este círculo virtuoso ya está en marcha. La proporción de nuevas solicitudes de patentes presentadas a la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos que utilizan repetidamente términos como “teletrabajo”, “trabajo desde casa” o palabras similares se mantuvo estable hasta 2020, pero ha empezado a aumentar (gráfico 2). Esto destaca la mejora de las tecnologías. Mejores cámaras, pantallas, software y tecnologías como la realidad aumentada y virtual y los hologramas aumentarán la productividad del trabajo híbrido y el teletrabajo en el futuro. Esto creará un círculo virtuoso entre el crecimiento y el trabajo desde casa.
Una de las críticas al auge del teletrabajo es el daño que causa a los centros urbanos. Es cierto que el gasto en establecimientos minoristas ha caído en los centros de las ciudades, pero se ha trasladado a los suburbios, y el gasto global de consumo ha retomado la tendencia que mostraba antes de la pandemia. Quizá sea más problemática la fuerte desvalorización de los locales de oficinas. Aunque representa una pérdida de valoración para los inversionistas en el sector de inmuebles para oficinas, la liberación de espacio en el centro de las ciudades para uso residencial permitirá que vivir en el centro sea más asequible a largo plazo. El costo de la vida en las ciudades aumentó drásticamente en las décadas de 1990 y 2000, e hizo que vivir en el centro se torne prohibitivo para muchos trabajadores con ingresos medios y bajos. Esto resulta especialmente problemático porque muchos de estos trabajadores prestan servicios esenciales, como servicios de bomberos, policía, enseñanza, sanidad, alimentación, transporte y otros trabajos que solo pueden realizarse en persona. Reducir el espacio destinado a oficinas en el centro de las ciudades y convertirlo en espacios residenciales haría más asequible la vivienda para estos trabajadores esenciales.
El aumento del teletrabajo que se produjo en 2020 ha ayudado a compensar la ralentización general de la productividad antes de la pandemia y está estimulando el crecimiento presente y futuro. Ser economista suele consistir en encontrar un equilibrio entre quienes salen ganando y quienes salen perdiendo. Analizar los cambios en la tecnología, el comercio, los precios y la reglamentación suele tener efectos mixtos y generar grandes grupos de ganadores y perdedores. Cuando se trata del teletrabajo, los ganadores superan con creces a los perdedores. Las empresas, los trabajadores y la sociedad en general han cosechado enormes beneficios. En mi vida como economista nunca había visto un cambio tan sumamente beneficioso.
Me encuentro en la insólita situación de ser un “científico funesto” optimista. Pero me alegro de serlo mientras escribo esto desde casa.
NICOLÁS FLOR, profesor de la cátedra William Eberle de Economía en la Universidad de Stanford.