Cuatro familias de Misiones vendieron sus primeros lotes de yerba orgánica a Guayakí
(Frontera Jesuita) Por primera vez en la historia, la multinacional Guayakí certificó y compró yerba orgánica a cuatro familias productoras argentinas. Más sombra, más monte y más suelo, equidad certificada, para más bebidas energéticas con base a yerba mate.
Todos en Misiones, Karen Noll y Sebastián Zamolinski, de Cerro Moreno; Cintia Meyer y Andrés Álvarez, de Aristóbulo del Valle; Marina Parra y Fernando Puzzo, de Salto Encantado, -tres familias, integrantes de Somos Red-, junto a Mariano Chudi, de Wanda, se convirtieron -por el momento- en los cuatro primeros y únicos proveedores en el país de la empresa con sede en California, Estados Unidos, reconocida por ser pionera en la elaboración de bebidas saborizadas y energéticas con base a yerba mate. Todos certificaron Ecoforest y Comercio Justo, de un año a esta parte.
Karen y Sebastián levantaron sólo 20 mil kilos en lotes de 7 hectáreas en la reciente cosecha en “plantas en recuperación“. Sólo 20 mil, porque el resto del potencial -promedio de 5 mil kilos por hectárea, unos 35 mil kilos en todo el yerbal- se lo llevó la seca de los varios años previos que afectaron a la región (y lo sigue haciendo). Despacio: plantas en proceso de regeneración.
Trabajan una chacra agroecológica con yerbales de 30 años -herencia familiar- que transita del modelo convencional al agroecológico y que, por condición de Guayakí -acaso del amor propio-, “es elemental que tengan entre 40 y 50% de sombra”, dice Karen (que los sábados -como si fuera- atiende en la feria franca de Aristóbulo del Valle desde donde se hizo un ratito para charlar con Frontera Jesuita).
La noticia es buena porque Guayaki, tiene sus propios lotes de producción bajo sombra -al amparo del monte- en Andresito, la región con los mayores rindes yerbateros del país. Sin embargo, entre 2022 y 2023 confió en acopiar materias primas de productores proveedores, -productoras proveedoras-, previa certificación orgánica (e, incluso, ya les envió paquetes con su propia yerba estacionada y molida).
- ¿Cuándo obtuvieron la certificación orgánica? Karen, -pero también Cintia y Marina-, obtuvieron el sello ECOCert un año atrás tras implementar requisitos integrales de carácter ambiental, social, laboral y de gestión de cada uno de los predios. “La obtuvimos en conjunto desde Somos Red en el marco de un contrato que celebramos con la empresa. Hay otras familias que integran el grupo también y están en proceso de sumarse a la certificación“, adelantó Karen.
Guayaki -Sistema B fundada por el argentino Alex Pryor en 1996 junto a cuatro socios en Estados Unidos- basa su modelo empresarial y de gestión en la equidad social y la salud ambiental tanto para el abastecimiento de materia prima, como para la elaboración y la comercialización de bebidas energizantes y otros productos derivados de la yerba mate en Estados Unidos y Canadá.
En cada una de esas etapas hay decisiones que potencian el diferencial de marca. En la génesis de la cadena, el diferencial consiste en producir yerba bajo sombra, uno de los criterios fundamentales en la certificación. Y allí aparecen las mujeres.
“No es común: es una actividad fuertemente masculinizada. Aún la mayoría de los productores registrados son los varones de las familias aunque en todas las etapas de la cadena de valor de la yerba mate, y en especial en las primarias hay mujeres porque en la chacra las tareas las lleva adelante toda la familia. Se está volviendo más frecuente que las mujeres participemos de las decisiones, y formalicemos nuestro trabajo y nuestro aporte porque hay más legislación que promueve este cambio y nos garantiza ese derecho, pero además hay muchos programas de fomento y financiamiento estatal e internacional con perspectiva de género lo cual tracciona, visibiliza y fortalece la participación de las mujeres”, señala Marina Parra.
“Nuestra yerba no es plantación nueva, sino que tiene un promedio de entre 30 y 35 años”, dijo Karen. La chacra familiar agroecológica que cultiva en familia está en Cerro Moreno, municipio de Salto Encantado. “Nos costó bastante lograr una planta sana y productiva. Se venía trabajando de manera convencional y con exceso de poda en las plantas lo que complicaba para que la planta se recupere”.
Salvo el té, Karen y Sebastián trabajan la totalidad de la chacra bajo parámetros agroecológicos. Salvo el té, insiste, -fitosanitarios mediante- ingresar en lo orgánico con el yerbal no fue complicado, postergando aplicaciones de soluciones químicas. El manejo, así las cosas, es “mucho más manual y artesanal” pero los árboles lo valen.
“El mate es una compañía cotidiana y es la infusión infaltable en cualquier momento social, de encuentro, de intercambio. El mate es compartir. Es parte de nuestra identidad ancestral. Pero además es un gran alimento al que se le adjudican múltiples propiedades nutricionales y medicinales”, dijo Marina Parra, parte del consorcio Somos Red, y ahora también, proveedora de Guayaki desde sus chacras de Salto Encantado.
“Lamentablemente desde hace años se ha extendido de modo alarmante el uso de herbicidas y fertilizantes en los yerbales, y que por falta de prácticas de conservación y cuidado de los suelos y de la biodiversidad se han erosionado y empobrecido. Por eso decidimos dar un impulso con nuestras producciones a un cambio de enfoque en el manejo de yerbales incorporando árboles nativos para sombreado, mayor biodiversidad en cortinas forestales, polinizadores, cubiertas verdes y bioinsumos agroecológicos. Porque queremos tomar un mate sano!”, señaló Parra.
Según Noll, Parra y Meyer -las mujeres proveedoras de Guayaki-, hay más iniciativas de carácter asociativo que buscan generar mejores oportunidades y “mejor distribución de las ganancias” que se logran con “relaciones de trato y precio justo”, dicen. “Eso es algo que los grandes secaderos no garantizan y por ello las y los productores -toda vez que podemos y que logramos generar condiciones- buscamos fortalecer la autonomía y acercar a las y los consumidores productos más sanos y a mejor precio”, aseguraron las productoras yerbateras.
Y, casi como un manifiesto, advierten que los yerbales con manejo agroecológico son más resilientes (se adaptan mejor) a los escenarios de cambio climático “que ya se viven, por ello es muy importante hacer esta transición hacia la sustentabilidad ambiental lo más pronto posible”.
La ecuación, la fórmula, el método, -huella de Somos Red- convenció a Guayaki de invertir en yerba mate bajo sombra de árboles nativos que enriquecen los cultivos con biodiversidad, suelos -con coberturas verdes todo el año- “que sostienen la vida y la fertilidad de la tierra”, que son las mismas cosas.