El mercado le torció la mano al Central

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El Gobierno y en especial el Banco Central vivieron su semana más turbulenta desde que asumieran hace más de dos años. En solo siete ruedas el tipo de cambió aumentó 8,5 por ciento para cerrar este último viernes en baja en 22,28 pesos.
En el medio, la tasa de política monetaria pasó de 27,25 a 40 por ciento y se vendieron en dos meses USD 7.726 millones de reservas internacionales para intentar evitar una suba que finalmente se dio de todas formas. Y resultó así, no solamente porque en Estados Unidos las tasas volaron a niveles que no tocaban hace diez años, sino porque además la semana pasada comenzó a regir la aplicación del impuesto sobre la renta financiera a extranjeros. Como si fuera poco, tuvimos un martes de anuncio de tasa en el que extrañamente no se anunció ninguna modificación.
Si bien hay disparadores coyunturales, también hay problemas estructurales detrás de la suba del tipo de cambio. Es que no hubo un motivo único que lo explique, sino que se trató de un combo de situaciones.
El problema fue sobre todo la dinámica en velocidad que tomó el tipo de cambio y que nadie esperaba, incluido el propio Gobierno.

 
Entre los disparadores coyunturales hay cuestiones internacionales, como lo mencionado de la suba de tasas en Estados Unidos y posterior fortalecimiento del dólar en el mundo pero también cuestiones bien locales como la intervención política del pasado 28 de diciembre y por supuesto el impuesto a la renta financiera.
Por lo tanto y frente a semejante escenario, lo lógico era que el peso se deprecie, como el resto de las monedas.
Ahora bien, lo preocupante fue la posición del BCRA: la primera reacción fue intentar frenar ese movimiento vendiendo reservas a contramano del mundo, debido al impacto en precios que tiene el dólar en Argentina y en un contexto de inflación alta. Sin embargo, como siempre, el mercado le torció la mano y el dólar subió.
Adicionalmente, subestimó no solo las señales que mostraban al Estado nacional y Provincias sin poder colocar deuda en el exterior desde enero sino también el desarme de posiciones de los bancos y peor aún, de los fondos del exterior que se encontraron con la renta financiera y una tasa mucho más atractiva y menos riesgosa en el exterior.
A partir de allí, el BCRA, a pesar de sus intervenciones en niveles históricos, no logró contener la suba, falló en sus objetivos y a pesar de su poder de fuego entre tasa y reservas, se manejó en forma muy descoordinada haciendo insuficiente toda medida adoptada, generando además pésimas señales y retroalimentando sus efectos.
Tengamos en cuenta que la Argentina tiene un severo problema estructural por un déficit de cuenta corriente que cerró en 5% del PBI en 2017 y no se avizora un camino que garantice que comiencen a entrar más dólares de los que salen actualmente.
Eso sin dudas genera mayor incertidumbre. Pero nuevamente, el problema no es el déficit externo en sí ya que es lógico que se dé sobre todo en una economía en crecimiento y con inversión, sino la velocidad y el ritmo que había tomado. Y así, como consecuencia de la fuerte desregulación de la cuenta de capital para que entren y salgan dólares, los movimientos de los capitales a corto plazo son más fuertes y abruptos, que en momentos de auge no se ven, pero en momentos de salida sí. Y el déficit externo no es otra cosa que una consecuencia del abultado déficit fiscal consolidado de casi 10 puntos del PBI que tiene hoy el país entre provincias, cuasi fiscal e intereses de la deuda.
 
Ya adentrados en el mes de mayo, con una semana corta y un jueves en el que el BCRA definitivamente hizo todo mal en el cierre de la jornada, el riesgo país se disparó a 470 puntos básicos. Finalmente el día viernes el BCRA salió a jugar fuerte. Y antes de la conferencia de prensa de Nicolás Dujovne y Luis Caputo, informó la suba de la tasa a 40 por ciento con la idea de generar las condiciones para que sea atractivo quedarse en pesos, reduciendo la presión a la compra de dólares.
Recordemos que el viernes pasado ya había subido la misma tasa a 30,25%. Entre los anuncios, se obliga a que los bancos se desprendan a partir de este lunes de dólares, es decir que la posición global neta de los bancos en moneda extranjera deberá reducirse y generará oferta en el mercado. Una medida un tanto polémica por cierto que ya ha sido utilizada y criticada cuando la usó el kirchnerismo (el famoso “cepo”), sobre todo porque este mismo Gobierno había subido esta posición alentando la dolarización de los bancos el año pasado, cuando el problema era que sobraban los dólares. Adicionalmente, se anunciaron metas fiscales más estrictas. Esto principalmente es una señal al mercado ya que muchos bancos de inversión pedían en sus reportes un sendero fiscal más duro, lo que  también implica, dado un menor déficit, una menor necesidad de financiamiento en un mundo más complicado, y con un escenario de tasas más altas en el mercado local. Eso sí, lograr esa nueva meta fiscal significará recortar la obra pública, lo cual es una mala señal ya que sin dudas comprometerá tanto crecimiento como inversión y sobre todo a las provincias que les toque el ajuste.
En conclusión, el BCRA se mostró finalmente en forma coordinada pero el final de la película sigue abierto, puesto que se necesitarán varias semanas para tranquilizar definitivamente el escenario actual.
Hay un problema estructural de largo plazo que el Gobierno se muestra incapaz de resolver empezando por las cuestiones fiscales, una presión impositiva feroz y un Estado tan ineficiente como impagable con la política de fondo que sigue alejada de la realidad y de los ingresos que un país pobre como la Argentina puede hoy generar.
El tema a partir de ahora, se centrará en cómo reducir semejante tasa ya que no se puede convivir así por mucho tiempo pero lo principal es que pase la furia y no se recaliente mucho más la inflación. Los impactos en la economía real serán evidentes, pues habrá traslado a precios de la suba del dólar para la nafta, insumos importados, bienes transables, etc. tanto directos como indirectos.
Vale aclarar que estamos lejos de una crisis terminal. El BCRA tiene reservas de sobra y se alcanzará un nuevo equilibrio, aunque seguramente con un dólar y tasa más elevados que antes.
Pero la señal de un BCRA que puede ser doblegado genera preocupación para el futuro y el Gobierno debería tomar nota de ello. Quizás sea necesario un fuerte cambio en el equipo económico para respaldar las señales dadas hasta el momento puesto que hay nombres que lucen ya muy desgastados y con gran responsabilidad sobre lo sucedido.
El ministro de finanzas dijo que está turbulencia no los tomó desprevenidos y la realidad parece contradecir esos dichos. Por lo tanto, hará falta demostrarlo con hechos, no palabras. El mercado no vive de ellas.
dríguez

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